¡VOLVIMOS!
Visitenos en nuestra nueva dirección web
FENIX-news Desde 1992

EL DEBATE PÚBLICO DEBE REANUDARSE CON EL ESPÍRITU DE LAS LUCES

Por: Jean-Michel QUILLARDET
Gran Maestro del Gran Oriente de Francia
Aparecido en "Le Figaro", el 19 de agosto de 2006

Dentro de algunos días, la principal obediencia Masónica de Europa continental, el Gran Oriente de Francia, se reunirá en su "Convento". Al respecto, esta cita anual dará lugar, aquí o allá, a algunos artículos diversos o, como en último otoño, a un "Best Seller " presentando una Masonería esotérica oscura que reanuda el viejo mito del complot Masónico

La realidad que viven unos 47.000 Francmasones del Gran Oriente - y más ampliamente los 100.000 Francmasones y Francmasonas de las principales obediencias reconocidas en Francia - es otra.

Estos hombres y mujeres no están en Masonería para discutir hasta el infinito la gestión de sus instituciones. Simplemente le piden a sus representantes asumir ésta de manera rigurosa, fiable y transparente. Su vida Masónica se celebra lejos de los focos populares, en sus Logias donde cada dos semanas se encuentran y hacen vivir la realidad de una práctica Masónica, que podría constituir para el hombre honrado del siglo XXI una voz para sí mismo y para la sociedad.

La Masonería es primeramente la conservación de una tradición, un saber compartido por todo iniciado, más allá de la cadena del tiempo, renovando lo que vivieron Mozart, Montesquieu, Condorcet o Goethe, posiblemente según ritos diferentes, pero cuyo espíritu está perpetuado desde principios del siglo XVIII.

Esta tradición no está consolidada: constituye el cuerpo indispensable que asegura al quehacer Masónico una verdadera forma de unidad que permite a los Masones, derribar para reconstruir, reajustar mejor, volver a diseñar.

La Masonería es un proyecto que se inscribe perfectamente en la modernidad, pero que no debe adaptarse a la modernidad, porque correría entonces el riesgo de desazonarse y de debilitarse.

Lo que da fuerza del Gran Oriente de Francia, motivado por su larga historia y el particularismo de su crecimiento, es el encuentro de lo contradictorio, el diálogo de la oposición, la confrontación de las diferencias sacadas de las mismas fuentes: las Luces.

El Masón, por las herramientas y los métodos de trabajo que se le ofrecen, puede así situarse por encima de lo cotidiano, por encima de lo inmediato, por encima de la actualidad. El paso iniciático y simbólico propone un lenguaje común. No hay pensamiento Masónico, opinión Masónica, doctrina Masónica: hay unos individuos que construyen su propio punto de vista. Y porque trabajaron, según la fórmula de Edgar Morin, "uno con otro, juntos, uno contra el otro, en el respeto mutuo, ellos pueden hablar de la complejidad de la gente".

El Gran Oriente es sin duda hoy por hoy uno de los lugares raros donde pueden expresarse el cosmopolitismo de las ideas y los seres, la idea republicana y laica, el universalismo del humanismo. Sus miembros, de izquierdas o de derechas, creyentes o escépticos, ateos o agnósticos, racionalistas o espiritualistas, tienen sólo un objetivo: trabajar en la apertura del hombre en su dignidad y su libertad, la libertad absoluta de conciencia, la fraternidad.

El futuro del Gran Oriente de Francia está ahí, en su capacidad de ofrecer lo que falta hoy en día a nuestras democracias occidentales: un saber histórico, una cultura ancestral para vivir mejor la modernidad, el don de cada uno para devolver mucho más, la potencia intelectual, la filosofía de la transmisión de riquezas contradictorias. Las Iglesias, cualesquiera que sean, reivindican sus verdades como la Verdad. Los partidos políticos se agotan, la mayoría de las veces, en la conquista de un poder siempre más ilusorio y más efímero, sin expresión de un pensamiento verdadero.

En nuestra casa, el debate es rico porque no opone una opinión contra otra, sino se les permite a los Masones tomar la palabra sin coacción, sin consigna, sin postura. Cada hermano desarrolla un pensamiento libre y es el conjunto de estos pensamientos libres lo que justifica la mirada
Masónica puesta frente a nuestro nuevo siglo. Tal es la Masonería que se practica diariamente en el seno del Gran Oriente de Francia. Estamos lejos de oscurantismos fangosos que tienen existencia sólo en la imaginación de ciertos autores.

La verdadera cuestión es saber si la institución Masónica está a la altura de las previsiones de sus miembros.

El Gran Oriente de Francia no está en decadencia, debe por eso investigar el campo del pensamiento, de la escucha activa y de la acción.

Numerosas obras nos están abiertas: reafirmar los grandes principios de la República. Devolver el sentido a la laicidad comprendida como la libertad absoluta de conciencia y la separación de la Iglesia y del Estado.

Reanimar el respeto del Estado de derecho y de las libertades individuales y colectivas tan cariñosamente adquiridas en el curso de la historia de nuestro país, sin que éstas sean acondicionadas o limitadas por las emociones populares, las razones de Estado o la opinión popular. Promover el universalismo que comienza con la construcción de Europa, no como fin y
concepto, pero sí como idea. Regenerar el desarrollo de la educación y de la cultura, comenzando por la cultura Masónica que permite darle a todo hombre y toda mujer los instrumentos necesarios para la comprensión de sí mismo, el conocimiento de la historia, el encuentro con el prójimo.

Ahí están las verdaderas apuestas no sólo de nuestro próximo convento, sino que todos los trabajos a los cuales se entregan los Francmasones en la discreción de sus Logias, lejos de los focos populares, a cubierto de revistas y de best sellers.

Algunos dirán: " ¡programa excesivo! " Sí. Se trata de un ideal. Pero tengo la convicción que este idealismo, humildemente, modestamente, grado a grado, puede llevar a los hombres y mujeres a que se superen a sí mismos y, como decía Albert Camus, a "evitar así que la humanidad se deshaga".

COMICs