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Paracuellos, la perversa coartada de la caverna

Por el H:. GUSTAVO VIDAL MANZANARES

Recientemente, Santiago Carrillo “mandó al infierno” a un periodista que le preguntaba sobre las matanzas de Paracuellos del Jarama perpetradas al principio de nuestra gran tragedia del siglo XX.


No me voy a centrar en el papel del viejo líder comunista. De eso ya se han ocupado tanto los historiadores como los tergiversadores profesionales. Pero sí deseo incidir en la manipulación malvada de la caverna al socaire de aquellos sucesos.

Así, desde los disparaderos cavernícolas se utiliza frecuentemente el latiguillo “¿Y Paracuellos, qué?” sin otra finalidad que “compensar” la historia de horror, odio, fanatismo y crimen que ha rebozado a gran parte de la derecha española durante aquel ominoso trienio y en los casi ocho lustros posteriores.

Por lo tanto, sin justificar la barbarie ni reducir una pulgada el respeto hacia las víctimas, debemos situar aquellos episodios en su contexto…

Cuando ocurren las matanzas de Paracuellos, nos encontramos con un Madrid sitiado y bombardeado. Los aviones de los golpistas masacran los barrios más humildes (Vallecas, Carabanchel, etc.) y tropas de asesinos profesionales procedentes de África engrasan sus fusiles y cañones a las puertas de la capital.

En su avance hacia Madrid, aquellos soldados habían perpetrado matanzas gratuitas, capaces de abochornar al mismísimo Hitler. A la capital llegaban relatos de legionarios y mercenarios marroquíes violando a mujeres y niñas, castrando a hombres, exhibiendo testículos por las calles a modo de macabros trofeos. Mientras Extremadura es bombardeada por aviones comprados a los nazis, las niñas son ultrajadas y luego asesinadas con bayonetas que perforan sus vaginas.

Unas semanas antes, los golpistas han matado a miles de hombres, mujeres y niños en Badajoz. Circulan comentarios espantosos de torturas y muerte acaecidas en la plaza de toros de aquella provincia. Todas estas acciones son minuciosamente programadas desde el mando sublevado. El general Yagüe declara: “No solamente buscamos el castigo, sino la ejemplaridad”. Es decir, el terror como didáctica e impulsado desde la cúpula del mando. De este modo fueron asesinados miles de inocentes.

En una entrevista concedida a John Whitaker para New York Herald Tribune, un detritus con uniforme declaraba: “Pues naturalmente que los hemos matado, ¿qué suponía, que vamos a llevar a esos seis mil rojos mientras avanzamos hacia Toledo?” En aquel avance no solo habían asesinado a sangre fría a aquellos “rojos”, sino que docenas de miles de inocentes fueron masacrados por mercenarios extranjeros y militares profesionales golpistas.

En el avance a Madrid, pueblos como Don Benito, Villanueva de la Serena, Herrera del Duque, Guareña o Jerez de los Caballeros se llenaban de fosas comunes repletas de cadáveres. El cura de Zafra añadió: “Todavía no hemos tenido tiempo de legislar como será exterminado el marxismo de España. Pero todos los procedimientos de exterminio de ratas serán buenos. Y Dios en su inmenso poder y sabiduría lo aplaudirá”

Y en ese mismo horror, el general Mola vociferaba: “Disponemos de cuatro columnas que avanzan hacia Madrid, y de una quinta columna instalada dentro de la capital”.

Por lo tanto, a nadie debe extrañar que en aquel escenario del Madrid bombardeado, sitiado por asesinos profesionales, sin Gobierno (El ejecutivo había huido a Valencia), y ante lo que ya se sabía de los golpistas, se represaliase a quienes se creía integrantes de “la quinta columna” (militares que habían participado en el golpe, falangistas, religiosos, militantes de derechas…)

Y a pesar de ello, un universo separa la actuación de la República y los asesinos de uniforme alzados. Así, líderes políticos como Melchor Rodríguez, llamado “el ángel rojo”, se jugaron la vida para impedir las sacas de presos. Incluso el general Miaja, responsable de la defensa de Madrid, exigió el fin de aquellas ejecuciones… ¿hubo alguien así en el bando franquista durante o después de la guerra?

El tema es tan amplio que excede las pretensiones de este artículo pero, entiendo, debemos condenar la perversa manipulación de la caverna consistente en equiparar unos acontecimientos puntuales acaecidos en una situación de caos, odio y pánico con las matanzas metódicas, en frío, durante la contienda bélica y décadas después que perpetró el bando sublevado.

Por consiguiente, rebatir las crímenes franquistas con el argumento “¿Y Paracuellos, qué?” constituye una indignidad difícil de superar, solamente comparable al argumento nazi de “¿Y el bombardeo de Dresde, qué?” Si bien hasta los nazis tendrían aquí mucha más razón que la caverna.


- Gustavo Vidal Manzanares es jurista y escritor

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