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REFLEXIONES El dilema de la educación en América Latina(4)

Para aprender más y mejor es necesario enseñar más y mejor

Octavo obstáculo. La excesiva generosidad en la formulación y especialmente en el cumplimiento del calendario escolar. Si existe consenso de que en la era del conocimiento todos los ciudadanos necesitan aprender más y mejor, el primero y más importante requisito es que en el sistema de educación los profesores enseñen más y mejor y los alumnos aprendan más y mejor. Esta premisa nos lleva a la siguiente reflexión: ¿si la gran mayoría de los ciudadanos tiene que trabajar 11 meses al año y 8 horas al día, por qué en las escuelas tenemos, en promedio, apenas 8 meses de aulas al año y 4 horas al día; especialmente si consideramos que en esos 8 meses tenemos frecuente ausentismo de profesores, feriados, pre-feriados, pos-feriados y paros de docentes, funcionarios o estudiantes? Con esta permisividad, los teóricos 180 días del calendario escolar en muchos casos acaban por transformarse en 140. Mientras que un país como Corea del Sur, que enfrentó con seriedad y objetividad el desafío de mejorar su educación, exige 220 días lectivos y con jornadas diarias de estudios, dentro y fuera de las salas de aula, que llegan a 12 horas al día.

Es necesario premiar y reconocer los mejores profesores

Noveno obstáculo. Los profesores eficientes no son valorados por su desempeño y resultados educativos. Es recomendable establecer estímulos/premios, monetarios o de reconocimientos públicos, para estimular a todos los profesores de cada país a actuar como protagonistas/sujetos de las innovaciones y mejoramientos en la educación. Es necesario adoptar medidas y estímulos que contribuyan a reemplazar la “victimización”, la omisión y las protestas de los profesores, no apenas por propuestas, pero especialmente por su efectivo compromiso y protagonismo en la introducción de medidas “eficientizadoras” concretas dentro de las salas de aula y de sus propias escuelas. Actualmente los esfuerzos y conquistas personales de los mejores profesores no son reconocidos ni premiados; en términos salariales, da lo mismo ser óptimo o ser pésimo como profesor. Con este propósito de valorización, en vez de seguir premiando a los seudo-ídolos del fútbol, de las telenovelas, de los desfiles de modas, del Big Brother y de los nuevos ricos que aparecen en la Revista “Caras” y otras similares, deberíamos premiar y reconocer a los verdaderos ídolos y héroes del mundo moderno, que son aquellos competentes, dedicados y anónimos profesores que existen en todos los países de América Latina.

Décimo obstáculo. Inexistencia de medidas de valoración de la profesión docente.

Tal valoración debería empezar atrayendo para ingresar a las facultades de educación/pedagogía a los mejores egresados de la educación secundaria y estableciendo criterios muy rigurosos para seleccionar los candidatos con mayores potencialidades para el magisterio (con énfasis en el dominio del idioma, matemática, comunicación fluente y inteligible, deseo e interés de seguir estudiando y perfeccionándose, y especialmente, vocación y voluntad de ser docente). En Corea del Sur solo pueden postularse a las escuelas formadoras de profesores los 5% mejores alumnos de la secundaria, en Finlandia los 10% y en Singapur los 30%. En América Latina ocurre exactamente lo contrario, pues ingresan a las carreras docentes los que obtuvieran los últimos lugares en la enseñanza media o preparatoria. La estrategia más eficaz para valorar la profesión docente y pagarles sueldos justos y estimulantes consiste en seleccionar los mejores talentos a las facultades de educación/pedagogía y en estas ofrecerles una excelente formación. Un salario digno, antigua y legítima reivindicación de los profesores, cuya solución deberá ser consecuencia de su excelente desempeño profesional.

Una reflexión final: el efecto destructivo de la televisión

La adopción de estas 10 medidas, de fácil introducción y bajo costo, permitiría un significativo mejoramiento en la calidad de nuestra educación. Sin embargo, para que esto ocurra los gobiernos deberían establecer severas normas y restricciones a los medios de comunicación, especialmente radio y televisión. Normas que los obliguen a mejorar dramáticamente los contenidos de sus programas y de sus engañosos mensajes publicitarios, que están anulando/destruyendo lo poco que las escuelas y los padres están enseñando a sus hijos. Es simplemente inaceptable que los poderosísimos medios de comunicación (cuyo funcionamiento depende de previa concesión/autorización gubernamental) no sean aprovechados/utilizados para difundir y estimular la adopción de aptitudes, comportamientos, principios y valores (de honestidad, integridad, honradez, amor al trabajo, cooperación y solidaridad, cumplimiento de deberes como ciudadanos, respecto al prójimo y a sus derechos, etc.); además de recomendaciones sobre higiene, alimentación, prevención de enfermedades, primeros auxilios, etc. También es inaceptable que continuemos tolerando que estos medios de comunicación, con la angelical disculpa del “sagrado derecho a la libertad de expresión”, sigan “deseducando” e idiotizando a los oyentes y telespectadores con mensajes de consumismo, individualismo y egoísmo, violencia, banalidades, mediocridades y trivialidades, ostentación y vanidad, incitación a los vicios e idolatría a seudo ídolos. Especialmente si considerarnos que podrían y deberían difundir, con bajos costos y alta eficacia/eficiencia, el más imprescindible insumo del mundo moderno que es el conocimiento útil, cuya insuficiencia es la principal causante de los problemas, sufrimientos y angustias de la mayoría de los latino-americanos. En Brasil, a modo de ejemplo, los niños consumen pésimos programas de TV, en promedio, durante 5 horas al día; esto significa que dedican más tiempo a “deseducarse” en la televisión que a educarse en las 4 horas que permanecen en las escuelas; muy probablemente algo similar ocurre en casi todos los demás países latino-americanos. Con tal inversión y destrucción de valores es triste y tenebroso el futuro de nuestra América Latina.

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