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¿Por qué celebramos la Navidad el 25 de diciembre?


¿Por qué celebramos la Navidad el 25 de diciembre?

La Navidad no se celebraba en los primeros tiempos del cristianismo, porque entonces no se estilaba festejar los nacimientos, sino la muerte o el martirio; la única gran celebración era la Pascua y fuera de esto, nacer no era lo importante, sino lo que se había hecho con la vida.


En aquel tiempo sólo celebraban su nacimiento los condenados, ya que su muerte no podía de ningún modo ser objeto de culto, lo que llevó a más de un autor a asegurar, aunque sin prueba, que hubo papas que excomulgaron a quienes se atrevieron a averiguar cuándo nació Jesús.

De todas maneras, al papa Julio I se le atribuye haber dispuesto durante su pontificado (337- 352) que la Navidad se celebrara el 25 de diciembre; y a Juan Crisóstomo, patriarca de Constantinopla, haber decretado oficialmente en 388 idéntica fecha para las iglesias de Oriente.
Sin embargo, ya por el 379, en una carta que Julio I le envió a Juvenal en Jerusalén, le comentaba que el obispo Gregorio Nacianceno venía siendo criticado en Constantinopla por "separar la fiesta en dos", es decir, la Navidad de la Epifanía.

Pero en Antioquía no aceptaron el 25 de diciembre hasta el 389; en Egipto, hasta el 431; y en la Armenia actual, ni siquiera hasta ahora: allí la Navidad sigue siendo el 6 de enero.

La segunda celebración importante que el cristianismo adoptó fue la Epifanía -6 de enero- y respondió a que la manifestación de la divinidad de Jesús se habría producido en su bautismo. 

Entre los primeros cristianos hubo una disputa teológica: por un lado estaban los gnósticos, que adherían a lo arriba expuesto y celebraban la Epifanía; y por el otro, hacia el siglo IV, quienes sostenían que Jesús era hijo de Dios a partir de su concepción y que por tanto había que celebrar su nacimiento en divinidad.

Pero como ignoraban la fecha, la juntaron a la del bautismo y por eso el 6 de enero fue Navidad y Epifanía un largo tiempo.

Se cree que la elección del 6 de enero como fecha del bautismo -lo que se ignoraba tanto como la del nacimiento- surgió para contrarrestar con una celebración cristiana las fiestas paganas que ese día se hacían en honor a Dionisio, a Osiris y a Eón.

La fecha resultaba particularmente atractiva a los que privilegiaban el bautismo, porque una antigua leyenda decía que ese día los dioses les conferían a las del Nilo poder de curación.

Independientemente de que Julio I haya sido o no el primer cultor en Occidente de la Navidad, ciertamente ésta recién pudo haberse separado de la Epifanía a partir del 325, cuando el Concilio de Nicea determinó que la divinidad de Jesús estaba intrínseca en su gestación y no en su bautismo.

Desde entonces, Roma hizo grandes esfuerzos para que las iglesias orientales aceptaran festejar el 25 de diciembre. Lo hizo, a pesar de que Lucas relata que cuando nació Jesús "había unos pastores acampados al raso, guardando por turnos sus rebaños", lo que sólo era posible en verano, primavera u otoño, jamás en diciembre, pleno invierno en el norte.

Todo hace pensar que en esa elección primó el insólito giro del emperador Constantino, que de perseguir a los cristianos y adorar al dios Sol, pasó a comulgar en la nueva religión, no porque creyera en Cristo, sino porque le era conveniente a los efectos de lograr la unidad del Imperio.  Por aquellos tiempos en Roma, el 25 de diciembre se celebraba la fiesta del Sol Invicto y culminaban las Saturnalias.

Además, por influencia de los persas, se le rendía culto al dios Mitra, de cuyo mito pudo derivar el de Cristo: ambos nacieron de una virgen, fueron sacrificados y al tercer día resucitaron.

Ya que la Navidad en 25 de diciembre surgió de aquellas creencias, sorprende que haya quienes lamenten la "paganización" de esa fiesta, con tanto consumismo y poca religión.

La verdad es que aún hoy muchos cristianos orientales la consideran pagana, sin medir que a su tiempo ellos también eligieron otra del mismo origen para celebrar la Epifanía.

Por estos días la Navidad es lo que nunca dejó de ser: una fiesta familiar que cada quien celebra como mejor desea y para lo cual no hace falta ser cristiano, sino querer honrar la vida compartiendo el pan y el vino con sus semejantes.

Goethe decía que "quien tiene arte y ciencia ya tiene religión, y que sólo quien no tiene arte ni ciencia, necesita de ella". Cada cual sabrá si elige el arte, la ciencia o la religión para vivir su Navidad.

Fuente: Ana María Bertolini / Télam

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