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Desde EL SALVADOR: Las enseñanzas de Confucio

Ulyses Luna

La China millonaria es como un faro de luz para toda la humanidad. Cuando Marco Polo llegó por primera vez al lejano oriente en el Siglo XIII, se quedó deslumbrado al descubrir la riqueza de sus tradiciones y los grandes avances de su cultura en las artes, la música, la escritura, la danza, la seda, las especias y otros productos exóticos. Se quedó deslumbrado al descubrir una cultura tan refinada y sibarítica. Ya los chinos manejaban el compás, la regla, el nivel y la plomada, que por extraña coincidencia son los símbolos emblemáticos de la masonería. Los avances en la medicina, en la navegación, en la enseñanza, dejaron atónito al navegante. Los chinos fueron los que inventaron el papel, la pólvora, la escritura, las estructuras militares, religiosas y el espíritu imperial.

Entre las figuras legendarias de la cultura china destaca el sabio Kong (cuyo significado es hueco) en mención de la cueva donde había nacido. En occidente lo conocemos con el nombre de Confucio porque así lo denominaron los primeros monjes jesuitas que llegaron a China. Su nacimiento fue el día veinte del décimo mes del reinado del duque Siang de Lu, que en nuestro calendario gregoriano corresponde al 27 de agosto del año 551 antes de Cristo. Fue un niño muy humilde. “Desde que pude sostenerme de pie, ya debí ocuparme de muchas cosas bien distintas del juego y a cualquier forma de ocio”. Así se comprende el humanitarismo de Confucio, que es uno de sus más grandes atributos, fue el primero en proclamar que todos los hombres somos iguales, que lo que nos diferencia es el estudio y las condiciones familiares.

600 años antes de la era cristiana ya Confucio había elaborado un Código de Ética para los políticos, que después de 2,500 años cobra plena vigencia. Escuchemos sus enseñanzas:

“El Ministro perfecto ha de poseer un corazón bondadoso y desapasionado, sin que importe el hecho de que carezca de otras cualidades. Un buen gobernante al tratar con seres inteligentes nunca sentirá envidia. Cuando encuentra a un hombre de gran virtud nunca lo elogiará hipócritamente y preferiría retenerlo a su lado para confiarle un empleo público. El imperio obtiene grandes ventajas con un Ministro de corazón bondadoso, justo y equitativo. Los súbditos virtuosos y humanitarios son capaces de reconocer a los hombres nefastos, a los que debe expulsar de sus cargos y no permitirles que vuelvan a ejercer la función pública. Un príncipe que ama a quien su pueblo odia y que odia a quien todos aman, está cometiendo un ultraje contra la naturaleza humana. El príncipe que actúa de esta manera pronto se hallará rodeado de grandes tragedias. La única forma de incrementar las rentas públicas de un reino es permitiendo que muchos produzcan y pocos sean los que derrochen, que se trabaje con exceso y se gaste moderadamente. El hombre espléndido y bondadoso es amado por todos, ya que emplea su fortuna en beneficio de los demás; sin embargo el hombre codicioso y sin caridad opta por amasar riquezas aunque todos le desprecien. Cuando el príncipe es bondadoso y vive en la virtud, la totalidad de sus súbditos aman la justicia. Si los súbditos aman la justicia obedecerán todas las órdenes del príncipe. Esto supone que si el príncipe impone impuestos justos, el pueblo amante de la justicia los pagará sin protestar.

Los gobernantes nunca deben aumentar su fortuna a costa de los impuestos, ya que la única recompensa de quien gobierna debe provenir de la aplicación de la justicia y la equidad. Cuando los gobernantes sólo buscan el incremento de su fortuna personal, se verán acompañados de gentes perversas las cuales se disfrazarán de ministros justos y el reino está dirigido por hombres depravados. Las acciones de estos ministros provocarán que sobre todo el gobierno caiga la ira del pueblo y el castigo del cielo. Si esto sucede, ni el ministro más justo y virtuoso conseguirá frenar la ruina de todo el gobierno. Por tanto los gobernantes nunca deben aumentar su fortuna personal a costa de las rentas públicas, ya que la única riqueza y recompensa de los gobernantes proviene de la honestidad, la justicia y la equidad”.

En estos días de descanso y meditación, recomiendo a todos los políticos y el mundo sumergirse en el pensamiento del sabio Confucio, cuyas enseñanzas son eternas.

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