Q:.H:. Miguel de Pomar
B:.R:.L:.S:. Nº 127 “Libertad Universal” - G:.L:.D:.P:.
V:. de Lima, 24 de julio de 2003
Darse cuenta que las cosas no suceden por casualidad –en tanto que esta no existe- sino que todo sigue el Principio de Causa y Efecto, y en este sentido reconocer que el trabajo consiste en despojarse de la ilusión de otorgar poder a la “suerte” en nuestra propia mente; es una de las tempranas experiencias que comienza a vivir aquélla persona que ha decidido encontrar la verdad.
En este caso en particular, un detalle aparentemente sin conexión como es el llegar al taller antes que mis QQ:. y RR:. HH:., es el que me ha permitido tener un contacto cercano y personal con el espacio físico y espiritual donde los jueves realizamos nuestros trabajos.
A:.L:.G:.D:.G:.A:.D:.U:.
El primer paso para cumplir la labor de vestir el templo es cruzar las dos columnas del pórtico, y al hacerlo darse cuenta que ésta es la única forma de ingresar o salir del mismo. Al respecto, esta particularidad evoca el hecho que nuestra presencia en el mundo sensible, se inicia con el nacimiento y termina con la muerte, situaciones que constituyen –sobre la premisa de la inmortalidad del alma- una única compuerta de entrada y salida a nuestra existencia, y que nos sugiere la presencia del Principio de Polaridad en tanto que permite reconocer que “...todas las cosas manifestadas”...”tiene su par de opuestos, y que ”...los extremos se tocan”.
Es así mismo esta puerta -que se encuentra ubicado al Oc:.-, el punto de partida de aquél profano que alberga en su corazón el deseo y la necesidad de ver la luz, y que en tal sentido tiene la posibilidad de “nacer” a una nueva existencia, mediante el ingreso al templo, el cual sin duda alguna es la representación por excelencia del universo.
Luego de colocarse el mandil, y dar una visión general del taller es posible apreciar que, esta primera contemplación simboliza aquélla otra que, partiendo del mundo interior individual, colectivo y atávico de cada ser humano, permite “ver“, “ser” y “estar” en el universo, lo cual no es sino nuestra “cosmovisión”, entendida a esta como a la manera de ver e intepretar el mundo[1]. Esta reflexión es además particularmente trascendente en tanto que nos acerca al entendimiento del Principio del Mentalismo.
Cabe evocar al Principio del Ritmo, en tanto que “..todo fluye y refluye..” y que “…todo se manifiesta en un determinado movimiento de ida y de vuelta…”. En efecto, por un lado está el viaje que corresponde efectuar al iniciado, teniendo como punto de partida el reino de la oscuridad que se encuentra en Oc:. y como meta el reino de la luz, donde se ubica el trono del Rey Salomón, y que representa la elevación espiritual que guiará su desenvolvimiento en la vida profana, y a su vez esta actuación, que podríamos llamar “experiencias” en el mundo de los efectos permitirá, en simetría con el anterior hecho, sostener y alimentar este crecimiento personal o camino hacia la luz.
Bajo esta noción de un doble flujo, la ubicación del Ara en el centro del templo, no hace sino recordar que este “ir” y “venir” debe producirse bajo la posesión de la “verdad”, la misma que esta contenida y revelada en el V:. de la L:. S:. que se coloca encima de éste.
Asimismo, reafirmando lo dicho anteriormente en el sentido que el templo es la representación exacta del universo, y atendiendo a que la nave del templo puede ser considerada como el “mundo físico”, el hecho que el V:. de la L:. S:. se encuentre situado en este lugar, nos dice que la divinidad está presente en nuestra existencia para ser aprehendida y que su presencia no es otra cosa sino el tesoro que nos ha sido otorgado por el G:.A:.D:.U:.
Continuando en esta labor, nos percatamos que existe una baranda que separa la nave del templo de la zona del altar u Or:. en cuya ubicación se coloca el estandarte, a la izquierda del sitial del V:.M:., confesando que, nuestra M:.L:. en ella simbolizada, y nosotros como hijos suyos -al haber nacido a la Masonería de su propio ser- tenemos como sincera intención el acercamiento de nuestra alma hacia la divinidad. Asimismo, el hecho que el Or:. se encuentre elevado, respecto del nivel en el que se encuentra la nave del templo, intermediando tres gradas entre uno y otro espacio, permite inferir que así como al dirigirnos a vestir esta parte del templo debemos subir estas gradas, lo cual supone mayor esfuerzo físico que si se tratara de un mismo plano o altura, debido a la ley de gravedad; del mismo modo todo progreso personal no es conseguido pasivamente, sino por el contrario mediante el trabajo y el esfuerzo, y que los logros son alcanzados en forma similar a la empleada para subir una escalera, paso por paso.
Otro elemento que es colocado en el lugar ocupado por el H:. Hosp:. es el Saco de Beneficencia, el cual trae a la mente aquél pasaje de la Biblia sobre el Obolo de la Viuda (Marcos 12, 41-44), quien en señal de desprendimiento da lo poco que tiene a las alcancías del templo, y que además actúa bajo la certeza que su conducta frente a la vida que le ha tocado vivir -su viudez- debe ser "activa", a diferencia de aquel otro personaje del Antiguo Testamento que, frente a la misma circunstancia adopta una actitud mas bien "pasiva", como puede apreciarse de la lectura del Libro de Rut.
Algunas Apreciaciones sobre la Experiencia de Vestir el Templo
miércoles, julio 05, 2006