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FILOSOFÍA NÁHUATL

Por: José Manuel Alcántar Sepúlveda

INTRODUCCIÓN

En nuestro continente americano, antes de la llegada de los conquistadores españoles, se desarrollaba una cultura que por su originalidad destaca en el curso de la historia de la humanidad.

Mucho se ha especulado acerca del origen del hombre en América, pero lo que es indudable es la presencia de manifestaciones culturales autóctonas que hacen de esta región, hasta entonces desconocida de nuestro planeta, un escenario fascinante de la búsqueda del hombre por encontrar el absoluto. Esta búsqueda de lo absoluto lo hace levantar los ojos al cielo y buscar en las estrellas la explicación del misterio del hombre y del mundo que los rodea. Escudriñando el cielo, los Tlamatinime o sacerdotes sabios, se sentían parte viva del cosmos y los incorporaron a su existencia cotidiana, sintiéndose parte integrante de la armonía del universo la divinidad, los dioses eran los creadores del hombre y del mundo que intervenían directamente en todos y cada uno de los momentos y acciones del día.

Pensaban que existía una relación estrecha de dependencia entre la divinidad y el hombre, a tal grado que las acciones de unos repercutían infaliblemente en las del otro y viceversa. Por ejemplo, si Tláloc, el dios de la lluvia, era propicio, las cosechas serían abundantes. Si no se ofrecían sacrificios y ofrendas a los dioses, éstos podrían castigar a los hombres.

Por primitivas y pueriles que nos parezcan estas creencias, y a pesar del horror que nos producen los sacrificios humanos, he querido presentar este trabajo haciendo referencia a una filosofía que trasciende el salvajismo de los náhuatl, anterior al imperialismo militar de la gran Tenochtitlán. Nos referimos a la cosmovisión tolteca, según el pensamiento de Quetzalcóatl hacia el siglo IX de nuestra era; hablar de Quetzalcóatl es hablar de un personaje y de un mito, de un personaje real, rey de Tula o Tollan, la mítica ciudad que dio origen a otras culturas de nuestra patria, como la de Teotihuacan. Y de un mito, de un símbolo que enmarca los conceptos antropológicos y metafísicos de los toltecas, conceptos que a la filosofía tradicional le llevó siglos acuñar, los encontramos también en la filosofía tolteca. Por ejemplo, a la idea de trascendencia, del absoluto, le hallamos su equivalente en la filosofía tolteca en las ideas de Topan y Mictlán con la que los prehispánicos señalaban al más allá metafísico.

Antes de exponer mi trabajo, creo oportuno advertir la necesidad de despojarnos de nuestros esquemas mentales que nos impiden la cabal comprensión de la filosofía prehispánica. No se trata de una filosofía en el sentido formal y de perspectiva occidental, sino de una cosmovisión, de una explicación integral de dios, el hombre y el mundo. No es un sistema filosófico según los cánones europeos tradicionales, es una filosofía original y propia de unos seres humanos que lograron una explicación coherente, de acuerdo con su propia cultura y a sus peculiares circunstancias, únicas en el mundo.

OBJETIVOS

Centré mi atención en la cultura náhuatl porque su idioma, y el tiempo en el que el mundo indígena de América entró en contacto con el pensamiento europeo, se considera como la lengua y la cultura que predominaba en el área de los pueblos que habitaban el Altiplano del Anáhuac; a pesar de que había culturas con mayor desarrollo como la Maya, Olmeca, Purépecha, sin embargo, fue la cultura náhuatl la que más vivamente pudo expresar y presentar su contenido a la mentalidad de los europeos.

Sus testimonios escritos que contenían los tesoros de su cultura, fueron expresados en forma ideográfica, de tal manera que sus documentos muestran los acontecimientos por medio de dibujos, como sucede con el sistema jeroglífico de los egipcios.

El tesoro cultural náhuatl, que nos refleja su gran contenido de pensamiento y su cosmovisión, la encontramos en sus principales manifestaciones: Los códices indígenas que describen adecuadamente la sabiduría indígena en su expresión original; los códices mixtos elaborados en su mayoría por misioneros; los relatos, hechos narrados por testigos oculares de esta civilización; los poemas que con su lenguaje metafórico plasmaban la idea del hombre, del mundo y de dios; y las obras de arte que son imprescindibles para entender este pensamiento y que debemos conocer, reflexionar sobre las formas estéticas a las que llegaron principalmente a través de la pintura, escultura y arquitectura.

A lo largo de la historia, mucho se ha valorado los a grandes filósofos griegos que intentaron una concepción racional del universo mediante abstracciones inteligibles, o a los grandes pensadores cristianos como San Agustín y Santo Tomás de Aquino que lograron una fusión del pensamiento griego y cristiano.

No puedo menospreciar toda la riqueza y profundidad de pensamientos, la contemplación reflexiva, el anhelo constante por conocer la verdad del hombre, el servir de fundamento al caminar de la misma ciencia, la firmeza de encontrar la causa primera y última de las cosas, las mismas especulaciones que han dado pauta a la búsqueda de nuevas fundamentaciones; a lo largo de la historia del hombre se ha manifestado la potencialidad de la inteligencia, se ha aprendido a disciplinar el pensamiento por medio de la lógica para escudriñar el mundo que nos rodea tanto inmanente como trascendente. Muchos hombres han tenido la plena libertad de investigar, discutir, fundamentar, sin temor a la Iglesia o al Estado, buscando la verdad donde ésta se encuentre.

Así, con esta libertad de manifestar sus ideas en una constante marcha hacia la verdad, el mundo prehispánico, a pesar de su inhumana explotación, menosprecio y prejuicios ha logrado una actitud filosófica de los problemas centrales en el hombre, la vida, la muerte, dios, etc. Estoy consiente que no encontraremos una disciplina filosófica, sistemática, analítica y rigurosa en todo el sentido de la palabra pero sí levanta los ojos al cielo y busca en el firmamento y dentro de su interior las respuestas a sus múltiples interrogantes. No es con dialéctica o argumentaciones, pero sí una lucha constante por resolver los misterios que encuentra desde que empieza a existir hasta el trágico instante, en que, al transplantar el umbral de su propia vida, se enfrenta a lo desconocido.

No deberíamos negar que si podemos tener a la mano lo que un pueblo ha pensado en el terreno de la filosofía, podemos también tener una base para explicarnos él por qué de muchos acontecimientos de la vida nacional en los aspectos sociológicos, artísticos y en fin, en todas aquellas manifestaciones que de una manera más o menos directa, afectan la vida de los que hemos nacido en estas tierras, y las de los que de otras partes del mundo han venido a compartir la aventura de ir construyendo una comunidad humana que proyecta su ser, en los parámetros del tiempo y el espacio, para prolongarlo hacia el porvenir.

Por ello, intento buscar la objetividad desde los orígenes de mi pueblo, por sobre la base de mis investigaciones se pueda comprender más al hombre y el hecho de hoy.

Yo como mexicano quiero, a través de este trabajo, glorificar mis antecedentes prehispánicos, al tiempo que hablo español y practico el cristianismo; no pretendo realizar un tratado filosófico, sino más bien una guía que estimule, ayude a la comprensión y al amor de nuestro pueblo.

Con actitud humilde realizaré este trabajo de investigación; ya sé que el verdadero intelectual, sabio o filósofo no ha de temer la esterilidad e inutilidad, basta que un árbol sea árbol para que dé fruto; los resultados llegan tarde a veces pero llegan; el espíritu de investigación aquí está, ojalá logre mis objetivos. Si bien, no puedo igualarme a aquellos que admiro, pero siempre podré igualarme conmigo mismo ya que cada individuo es único, por lo tanto, cada fruto del espíritu es único también. Creo que si hago esto daré frutos útiles y alcanzaré lo que deseo.

No rechazo mi mestizaje, acepto, creo y vivo mi pasado, aunque sea un pasado continuo y no consistente; estoy convencido que mi pueblo es muy afortunado por su gran legado de pensamiento, artístico, literario y su gran potencia creadora notable. En él los mexicanos deberíamos conciliar el hecho de ser conquistados y conquistadores, de conservar muchas características raciales y rasgos de personalidad indígena; debemos luchar por encontrar el equilibrio entre Cortés y Cuauhtémoc, y al desarrollo filosófico que originó el encuentro de las dos culturas.

México, orgulloso de su pasado indígena, parece avergonzarse de su presente indígena. Los edificios del gobierno están cubiertos con pinturas murales y esculturas que alaban el heroísmo de los indígenas, mientras que los museos albergan exquisitas joyas, cerámica y artefactos encontrados en las ruinas prehispánicas. Pero los indios mismos, los descendientes directos de ese “glorioso pasado”, siguen siendo una raza conquistada, víctimas de la peor pobreza y discriminación que se pueda encontrar en México hoy día.

Han perdido la mayor parte de sus tierras comunales, su cultura ha sido asediada y erosionada por la “civilización” e incluso se les ha robado su pasado.

El México moderno, que ha desenterrado sus raíces indígenas y elevado el indigenismo a símbolo de identidad nacional, tiene poco espacio para los indígenas del presente.

Sin embargo, la fuerza y resistencia de su visión religiosa y cultural del mundo han contribuido a conservar una identidad indígena independiente.

Desde la Conquista, todos ellos han estado librando una batalla contra la asimilación y la desaparición. Su mera existencia es un tributo a su decisión de sobrevivir. Son los campesinos que viven en las peores tierras de una país de tierras pobres; subsisten en la medida que su cultura pueda resistir los ataques del individualismo, materialismo y consumismo inherentes al desarrollo moderno.

Yo sé que mi pueblo cuenta con su riqueza mitológica pero trataré de reivindicarla al descubrir una forma autónoma y originaria de pensamiento que expresa parte de la verdad de manera fantástica y poética, siendo clave en la manifestación de su cultura. Mi postura será que no hay que rechazar la mitología, hay que partir y servirnos de ella para entrar necesariamente el hecho real, buscando conquistar con honestidad a la objetividad.

Así pues, este tema no trataré de comprenderlo todo, quiero fijarme en un solo punto, el aspecto filosófico y girar alrededor de él, como bien lo dijo el gran Napoleón Bonaparte: “No es con abundancia de tropas sino con tropas bien organizadas y disciplinadas como se obtienen éxitos en la guerra”.

PROBLEMATIZACIÓN

¿Es filosófica la interrogación sobre la existencia de una filosofía náhuatl?, pienso que es una interesante pregunta que no se plantearán los grandes pensadores, que a lo largo de su historia, han hecho lo que consideramos filosofía.

Pienso que ni Platón, ni Aristóteles, ni ningún otro sabio griego se plantearon jamás el problema de la existencia de una filosofía griega; ni Hobbes, ni Locke sobre la existencia de una inglesa; ni tampoco Descartes o Voltaire sobre una francesa; pero entonces ¿por qué los latinoamericanos, nos vemos por momentos forzados a iniciar, en nuestro filosofar, planteándonos el problema de sí existen realmente una filosofía en nuestro mundo prehispánico?. Creo que es una cuestión que afecta a nuestro propio ser, nuestro ser como hombres, ya que el pensar, reflexionar es propio del hombre; y es este pensar, es este reflexionar el que está puesto en duda cuando nos preguntamos sobre su posibilidad entre hombres como nosotros. Esto es, nos estamos preguntando, nada más y nada menos si somos o no hombres.

Entonces sinceramente ¿acaso dudamos de nuestra capacidad para pensar, reflexionar y filosofar? ; ¿confirmamos la idea de nuestros conquistadores de que somos bestias e irracionales?.

Lamentablemente muchos compatriotas dudan de esta capacidad de especular, argumentar, reflexionar, pareciera que esta capacidad fuera, tan sólo, de un cierto tipo de súper-hombre, de una cultura y no en la nuestra.

Pero quiero ir más allá en estos planteamientos, ¿se duda de la capacidad de reflexionar o de una filosofía auténtica en el mundo prehispánico?.

Un filósofo reflexiona sobre diversos temas y problemas pero sin tener en la mente la preocupación por un determinado modelo de pensar; nosotros reflexionamos en función con unos determinados modelos a los que consideramos filosóficos; ¿acaso es filosofía auténtica la que se ha hecho desde tales de Mileto hasta Sartre? Y ¿es inauténtica la que hemos hecho nosotros?.

Estoy convencido de que Platón y Aristóteles se plantearon los problemas de su mundo y de su tiempo, así nuestro mundo prehispánico, también se ponen a reflexionar sobre lo que consideran eran los problemas a resolver en el hombre, pugnando por emerger rompiendo servidumbre y formas de esclavitud.

Algunos, que niegan rotundamente una filosofía náhuatl, preguntan: ¿dónde está un trabajo equivalente a la Metafísica de Aristóteles, el discurso del Método de Descartes, la Crítica de la Razón Pura de Kant?, ¿a poco los indígenas originaron un sistema equivalente a estos trabajos?, ¿qué acaso no más bien son pensadores o sabios y no filósofos?, les preguntaría yo: ¿qué acaso debe ser pleno eco y reflejo de la filosofía occidental?, ¿es rechazado todo lo peculiar u original?, ¿debemos ser copias perfectas de tal modelo?, ¿qué no hay la mínima posibilidad de ser auténticos aunque ingenuos?.

La filosofía no es sólo un pensar sistemático, se puede expresar en otras múltiples formas y si no, ¿dónde dejaríamos el Poema de Parménides? ¿Las Máximas de Epicteto?, ¿La Apología de Sócrates?, ¿Los Diálogos de Platón? Y ¿el teatro de Jean Paul Sartre?, creo que lo importante es la actitud en la búsqueda de la verdad, ¿cómo lograrlo?, eso no es lo esencial, el problema es llegar y encontrarla.

Así pues, al filósofo, le ha preocupado reflexionar, enfrentar, los problemas que se plantean al hombre, sobre sí mismo y la realidad en determinado tiempo y espacio; ¿por qué entonces negarse a sí mismo? , ¿por qué América ha de negar la grandeza de sus indios?, ¿ Por qué valorar solamente al padre colonizador y desprestigiar nuestro seno maternal?, bien lo decía José Martí: “Estos nacidos en América, que se avergüenzan porque llevan delantal indio, de la madre que los crió y reniegan ¡bribones! de la madre enferma y las dejan en el lecho de las enfermedades..... maldiciendo y negando el seno que los cargó”.

MARCO CONCEPTUAL

CONCEPTO DE FILOSOFÍA, ETAPAS Y COINCIDENCIAS

El significado etimológico del vocablo “filosofía”, proviene de dos palabras griegas: “philos” que significa “amante” y “sophia” que significa “saber” o “sabiduría”, reuniendo los dos términos, filósofo es aquél que es amante de la sabiduría; como bien sabemos, el primero que usó esta palabra fue Pitágoras, el cual, con mucha humildad, no queriendo hacerse pasar por el sabio, manifiesta que él era solamente amante de la sabiduría, ya que el verdadero saber le corresponde sólo al Ser Trascendente.

Pienso que la filosofía no es, ni algo oscuro, ni ideas confusas, ni una superciencia, creo que es algo sencillo: el conocimiento que reclama nuestra razón humana como natural; es simplemente la contestación de los porqués.

Desde la antigüedad, la filosofía se ha entendido como el conjunto de conocimientos elaborados por la razón humana; siendo el resultado del ejercicio espontáneo de la razón y del sentido común, cuando el hombre reflexiona sobre sí mismo y el mundo que le rodea. El filósofo debe ir en búsqueda de la verdad y no solamente en una exposición dialéctica como encontramos en los sofistas.

En el gran filósofo Sócrates percibimos un giro al concepto de filosofía, para él consiste en llegar al conocimiento de las esencias, es encontrar el elemento fijo y permanente que hay en las cosas particulares.

Platón ya propone un sistema, para él es una visión de conjunto de todos los conocimientos, los cuales hay que jerarquizarlos; afirma que la filosofía es la adquisición de la ciencia, la cual tiene por objeto llegar a conocer lo inmutable de las cosas sensibles, o sea la idea.

Para Aristóteles había unos conocimientos “vulgares” que son los que el hombre adquiere por medio de su experiencia y de su contacto con el mundo que le rodea y los conocimientos “científicos” que tratan de explicar las causas inmediatas del acontecer en los seres de la naturaleza. De aquí resulta, que si del conocimiento elemental de las cosas, nos elevamos posteriormente a pensar en las causas inmediatas o primeras de las cosas y llegamos finalmente a reflexionar en las últimas causas de ellas, o sea, lo que en último término descubre el hombre como causa de las cosas, su actividad vendría a constituir el “saber filosófico”.

Después de estos tres pensadores griegos que representaron la maduración de la filosofía como ciencia especial que busca el conocimiento de las cosas por sus últimas causas aparecen los Estoicos para quienes la filosofía es un esfuerzo de llegar a la verdad, orientado hacia lo práctico; y los Epicureístas para quienes la filosofía es una actividad que procura la vida dichosa con discursos y razonamientos.

En la edad media el concepto es acentuado por Santo Tomás de Aquino como el conocimiento de las cosas por sus últimas causas, a la luz natural de la razón; con esto pretende separar los conocimientos debidos al esfuerzo exclusivo de la razón de aquellos que pretenden también explicar las cosas por sus últimas causas, pero cuya fuente se encuentra en la palabra revelada por dios; filosofía llamada: Escolástica.

San Agustín vendrá a adoptar el sistema de pensamiento platónico y lo amplía con las enseñanzas del cristianismo para dar origen a la filosofía Agustiniana.

En la edad moderna, se vislumbra el panorama de las ciencias por su constante afán de conocer las maravillas del ensanchamiento que tiene el mundo y el concepto del universo, con lo cual surgen nuevos conceptos de filosofía.

Para Bacon, filosofía es todo aquello que es objeto de la razón y la convierte en madre de las demás ciencias. Para René Descartes la filosofía consiste en el perfecto conocimiento de las cosas. Para Leibnitz es el estudio que persigue la sabiduría; Manuel Kant dice que es una ciencia teórica que indaga los principios “a priori” de los objetos del conocimiento científico. Por su parte, Fichte afirma que es la teoría de las ciencias; Hegel menciona que es el pensamiento aplicado a la consideración de los objetos.

Otro pensador del siglo pasado, P. Graty afirma que no es la sola inteligencia, sino el alma completa con todas sus disposiciones morales, la condición primaria para un filosofar válido.

La moderna es una etapa que se caracterizó por una hostilidad hacia la cultura medieval, encontramos una concepción racionalista del universo, el intento de reducir las órdenes superiores complejos al método matemático y es fundamental la idea de progreso en todas sus facetas.

Finalmente, en la filosofía contemporánea, tenemos una complejidad de movimientos filosóficos, como el Positivismo (Comte), Evolucionismo (Spencer, Bergson), el Materialismo Dialéctico (Marx, Engels), el Vitalismo (Nietzsche, Unamuno), el Historicismo (Dilthey), el Idealismo (Husserl), la Fenomenología (Scheler), el Existencialismo (Kierkergaad, Heidegger y Sartre) y Raciovitalismo (Ortega y Gasset).

Pensamiento contemporáneo en donde hay un descubrimiento de la existencia, de la contingencia de lo que existe, como experiencia fundamental.

Por la somera revisión que he hecho de lo que piensan los filósofos en relación con el concepto que ellos mismos nos dicen tener de su propia actividad, a lo largo de sus etapas históricas descubrimos que no siempre coinciden, pero sí encontramos varias coincidencias felices que son comunes y claves en la actividad propia de todo filósofo.

Reflexión: Un filósofo tiene como tarea fundamental volver a pensar sobre los datos que ya conoce, para tratar de llegar a lo más profundo de las cosas; tiende a adquirir un conocimiento exhaustivo de las cosas.

Visión Unitaria: Se busca una explicación unitaria de todos los conocimientos adquiridos, precisamente por estar dedicada al saber más profundo, a aquél que pretende explicar a fondo el principio, origen o causa fundamental de las cosas.

Teórica: Ya que la teoría es el conjunto de leyes que sirven para explicar la relación de un determinado conjunto de fenómenos, y podemos decir, que la filosofía es una reflexión teórica.

Científica: Algunos lo llegan a negar, pero precisamente para negar el valor científico de la filosofía, hacen una serie de reflexiones teóricas argumentando que sólo se puede llamar científico a lo experimental, a lo útil, a lo práctico, debido a que esas reflexiones ya son en sí filosóficas y con ello están haciendo ciencia, la filosofía es una ciencia. Además por ser la filosofía un saber acerca de algo, siguiendo un determinado orden o sistema, llena las características de lo que es propiamente ciencia.

Acumulación de conocimientos: Hay problemas fundamentales en ella que no encuentran una solución definitiva por hallarse condicionados a los adelantos de las ciencias y de la técnica; por tanto, el progreso de la filosofía radica en el estudio constante de los problemas fundamentales, profundizando y ampliando soluciones y armonizándolos con el progreso de otras ciencias.

Posibilidad de definición: Algunos defienden que la filosofía no se puede definir, argumentando que para ello es necesario “vivirla” para saberla comprender, yo pienso que aquí no hay que confundir filosofar como ocupación que corresponde al acto de vivir la filosofía.

Después de contemplar una aparente disconformidad, y a veces oposición en un aspecto tan fundamental para una disciplina del conocimiento humano como es su propia definición, debemos aceptar que en realidad, la filosofía es una actividad de la inteligencia a la cual los filósofos contemplan desde diferentes ángulos y obtienen, en consecuencia, conceptos distintos.

Sin embargo, puedo decir que la filosofía es la ciencia que estudia los principios más generales de lo que nos es dado.

No me cabe la menor duda, de que la filosofía prehispánica, cuenta con varios elementos de lo que hemos analizado; pero ahora pasaré ha esclarecer algunos conceptos afines a la filosofía que nos conducirán al cuerpo de nuestra investigación.

FILOSOFÍA E IDEOLOGÍA

El estudio filosófico y el científico se complementan ya que son limitados, sin embargo cualquier modo de interrogar la realidad es legítimo; lo negativo es cuando alguna corriente quiere absolutizar la verdad, por eso el contraste entre las diversas filosofías resulta fecundo para neutralizar la unilateralidad de cada una.

El camino hacía la verdad se ve continuamente amenazado, por actitudes que no respetan la situación concreta y real de la verdad humana; esto es evidente especialmente en la tendencia a crear ideologías, es decir, la formulación de ciertas verdades o sistemas sociales, políticos, económicas, etc., no ya en primer lugar dentro de una sumisión sincera a la realidad objetivamente buscada y reconocida, sino más bien, o al menos en una medida determinada, en función de intereses personales o de grupo. Pienso que se puede llamar ideología a toda verdad o sistema de verdades que se funde voluntaria o involuntariamente en función de unas condiciones sociales o de poder, considerando como absoluto aquello que es un aspecto parcial de la realidad; que procura hacer aparecer mediante la lógica de una teoría, sus múltiples intereses y que tiende al poder.

La tendencia a fortalecerse ante los demás, le hace tener una postura relativa y atacable. Cada hombre y cultura tienen sus propias ideologías, tomadas por muchos como paradigmas, que empujan al hombre a la búsqueda de la verdad y muy frecuentemente impiden encontrar la verdad que buscan, o por lo menos cometerse respetuosamente a ella, con una postura de búsqueda y de apertura.

El progreso de la verdad parece ser muchas veces y necesariamente, una lucha contra los prejuicios y contra las ideologías; esta actitud crítica es una tarea permanente de la reflexión filosófica.

El filósofo Bacon, en su teoría de los ídolos, critica la conciencia falsa, engañada por los prejuicios sociales y anticipa el concepto de ideología que es usual en la actualidad.

El verdadero conocimiento desenmascararía el carácter interesado del propio pensamiento y realizará la propia pretensión de poder; por esto sus productos intelectuales son ideología y no-filosofía.

FILOSOFÍA Y POESÍA

En todas las culturas humanas encontramos una tendencia a expresar el saber por medio de un lenguaje revestido de formas bellas, que constituye la poesía; ésta tiene como preocupación fundamental la armonía de las formas expresadas, en tanto que la filosofía trata de explicar la esencia de las cosas por sus causas, además la búsqueda y sistematización de esos conocimientos.

Un poeta expresa la verdad cuando es auténtico, pero más que dirigirse a la raza exclusivamente, lo hace a la intuición y al sentimiento, habrá quien pueda acercarse a la verdad a través de un poema que toca su sensibilidad, que quizá a través de un raciocinio escueto y carente de formas bellas y armoniosas que son fundamentales en la poesía. El poeta puede acercarse a la verdad en chispazos de intuición y moviendo las fibras de nuestros sentimientos.

Así pues, pienso que un poeta expresa de manera brillante sus sentimientos a través de su poesía, y no sólo los de él, sino los mismos sentimientos y pensamientos de todo un pueblo, sus ideales, fracasos, sus temores y por qué no decirlo, refleja la idea que tienen de sí mismos, del mundo y de la divinidad.

Un claro ejemplo lo encontramos en las culturas prehispánicas en lo que se nota una interpolación de lo que propiamente constituye el saber filosófico, ya que es expresado a través de formas literarias, muy elaboradas y refinadas en las cuales descubrimos un canto o poema que contiene en sí las intuiciones del pensador, pero cuya verdad desvirtúa frecuentemente la esencia misma del pensamiento para dar preferencia a la expresión de su belleza.

La poesía la enmarcamos dentro de la literatura que al igual que todo testimonio humano y ningún filmación de hechos más abundante, contiene datos sobre acontecimientos, las nociones, datos históricos, los indicios más preciosos sobre nuestras “moradas interiores”, puesto que representa la manifestación más cabal de los fenómenos de conciencia profunda. La literatura, con toda su belleza, puede y debe ser citada ante el tribunal de la historia o del derecho, como un testimonio del filósofo, como cuerpo de experimentación, del sabio. Así encontramos, por ejemplo: Una concepción de Historia en la Iliada griega, un esbozo de Geografía marítima en la Odisea, la relación de Meteorología y la Agricultura en Hesíodo, en Dante la Cosmografía de su tiempo, la idea nacional en el Poema del Mío Cid, la teoría del honor en Lope de Vega y Calderón de la Barca, la Química en Aldous Huxley, y porqué descartarlo, el pensamiento náhuatl en su “Flor y Canto”.Para el pensador náhuatl, el modo más firme de acercarse al conocimiento de la verdad es a través de la “Flor y Canto”, o sea, en la observación de las formas naturales como expresión esencial armoniosa de las mismas, a través, de la línea, por cierto, muy estimada y meritoria. Por ello, creo que para el hombre náhuatl, el poeta es quizá el único poseedor de la verdad.

FILOSOFÍA Y SABIDURÍA

La sabiduría, a lo largo de la historia, ha sido considerada desde tres ángulos: la ciencia de dios, la del hombre como persona y la de las comunidades humanas; en todas ellas se implica no sólo un cúmulo de conocimientos, sino también una actitud frente a la vida, por lo que con frecuencia se suele identificar con la filosofía; así se habla, de la sabiduría de dios cuando se quiere referir al modo como el Ser Trascendente va disponiendo las circunstancias históricas para que acontezcan tales y cuales cosas; se habla de la sabiduría de un hombre cuando los conocimientos que ha obtenido a través del tiempo lo sabe aplicar, usando para ello la prudencia.

También hablamos de la sabiduría de un pueblo cuando sabe manejar sus destinos teniendo conciencia de sus propias capacidades y actuando en sus relaciones, tanto internas como externas, para llegar a logros que lo conduzcan a su realización histórica.

Por ser la sabiduría un combinado de amplios conocimientos de las ciencias, de las artes o de las letras, a veces se confunde con la filosofía y precisamente de allí nace el que sean disciplinas o actitudes afines. Cuando se carece de sabiduría, suele acontecer que las masas humanas se adhieren a las doctrinas que les proponen sus demagogos o líderes, que expresan ideales sin dar tiempo a que el hombre reflexione.

Pienso que es significativo que en la actualidad el sabio es invitado a explicar problemas que hasta ahora sólo dependían de la filosofía: causalidad, determinismo, probabilidad, continuidad, espacio, tiempo, etc., el sabio en vez de recurrir al filósofo para comprender estas nociones, quiere filosofar consigo mismo, con lo que puede llegar a hacerlo sin experiencia o en forma deficiente. Me he encontrado a lo largo de mi vida, personas muy cultas, con un cúmulo de conocimientos impresionante, me parecen extraordinarios en el manejo de conocimientos de muchos temas, son interesantes ante tal eminencia, diría que son una “enciclopedia andando”, pero muchas ocasiones no saben transmitir esos conocimientos, no aplican en su vida toda esa riqueza de conceptos que manejan; en cambio, pienso que esos hombres “sabios” de nuestras humildes comunidades, viven y dan testimonio de lo saben, se refleja en su hablar, en su actuar y en todo su ser; son coherentes con lo que piensan y hacen, lo que afirman en teoría lo viven en la práctica; por ello, creo que un hombre sabio, tiene conocimientos que repercuten en la actitud que toman ante la vida. Cuando el individuo se da esa falta de sabiduría que lo lleva a proceder a la ligera, por pereza o ignorancia se hace ver la urgencia de meditar profundamente en la utilidad de la filosofía para que el hombre del mundo actual, no sean arrastrados por el asombroso desarrollo de la tecnología, que puede proporcionarte comodidades y tranquilidad, pero que le hace evitar su encuentro íntimo y personal, para que pueda distinguir por la razón, cual es su verdadero fin, distinguiendo lo superficial y accidental, de lo esencial y fundamental.

FILOSOFÍA Y MITO

En los pueblos primitivos, más que en civilizaciones muy desarrolladas, se observan relatos que rigen las costumbres de esos pueblos y que se refieren a las relaciones del hombre con otros seres que están en el mundo que les rodea; y las que tiene el propio ser humano con lo que trasciende al mundo sensible.

Se dice que tienen un serio contenido filosófico y a su expresión se le ha llamado: mito, puesto que con él se trata de dar una explicación del origen del hombre en el mundo, del origen y existencia de las fuerzas naturales, así como de las relaciones e influencia que ellas tienen sobre la humanidad.

Los mitos son saberes que regulan la vida de esos pueblos, así como la misma conducta de los mismos hombres.

Cabe mencionar que todo mito puede diferir en detalle pero no en contenido básico.

Este fenómeno, que parece satisfacer a las almas sencillas, se ve en nuestro mismo pueblo náhuatl, en donde sucede que la fuerza sobrenatural se le representa por una imagen pintada o esculpida.

En muchas culturas, el mito se fue tergiversando por la tradición oral; pero en otras encontramos una etapa en la cual el proceso se invierte, y aquellos mitos, empiezan a ser relacionados por los pensadores, dando origen a algo que ya puede empezar a llamarse filosofía como nuestro mundo prehispánico; ya que en él descubrimos una manera autónoma y originaria de pensamiento que manifiesta parte de verdad de manera fantástica y poética, siendo trascendental en la expresión de un pueblo, aunque sea simbólica y afectiva.

El mito ejerce gran influjo en la cultura y vida de un pueblo; en él encontramos una concepción del universo y de la vida, las más de las veces personalizada en la que lo plástico no es mera alegoría externa de lo conceptual, sino que forma con ello una unidad originaria, vivida especialmente por nuestros antepasados como si fuera la misma realidad.

Aunque la filosofía ha empleado ocasionalmente los mitos como formas de exposición y no desconoce la acción fomentadora de la cultura inherente a muchos de ellos, debe elevarse por encima de la plasticidad concreta del mito para venir a la clara y despierta autoconciencia del pensamiento.

FILOSOFÍA Y RELIGIÓN

De acuerdo con el origen de la palabra religión que significa el conjunto de creencias y normas de conducta por las cuales el hombre se “religa” al ser supremo, es decir, a dios; estas creencias o formas de vida pueden ser más o menos perfectas o elaboradas según sea el adelanto de la civilización en que se encuentre.

Así, surgen una serie de conceptos del mismo ser y diversos caminos de conducta que ha de seguir para su descubrimiento o reencuentro con el absoluto.

En la exposición dogmática de toda religión se encuentra una serie de conceptos que coinciden con los conocimientos filosóficos, pues abarcan la misma problemática que el hombre se plantea para la explicación de sí mismo y del mundo que le rodea; la diferencia está en que las verdades del dogma son producto de lo que dios ha revelado al hombre, mientras que la filosofía trata de hacerlo por su propia razón.

Después del dogma, en una religión aparece la moral, que es el conjunto de reglas que deben regir las costumbres del hombre para hacer más grato su comportamiento frente al Ser Trascendente; estas normas tienen mucho que ver en la filosofía práctica o Ética.

La forma de relacionarse el hombre y dios se plasma en los ritos o la liturgia, que naturalmente tienen derivaciones de otro tipo, como lo artístico, que es un problema de la Estética, rama de la filosofía.

Dentro pues, de todo el contenido de las revelaciones del hombre con Dios, sean esas muy primitivas y elaboradas, muy limpias o sanguinarias, todas tienen un acervo de conocimientos que frecuentemente se confunden con aquellas que corresponden exclusivamente a la filosofía.

Cuando el individuo se da esa plena realización de armonía con su ser supremo, se dice que ha alcanzado su felicidad total.

No me cabe la menor duda, que nuestro mundo indígena tenía una definida cosmovisión teológica de sí mismo y del mundo que le rodea.

MARCO TEÓRICO

EL HOMBRE NAHUATL, SU MUNDO Y SUS DIOSES

La visión del mundo de los propios nahuas en un preciso momento histórico excluía cualquier punto convergente entre los dioses y los hombres, y por lo tanto los primeros no podían formar parte del modo visible de la vida de los mortales. Los hombres podían invocar al dador de vida, más no podían sostener un diálogo con él.

Las innumerables preguntas acerca del sentido de la vida de su fugacidad, la duda acerca de qué es lo real y qué es un sueño, se quedaba en el ámbito de pensamiento filosófico de la clase sacerdotal y gobernante.

Ignoramos los sentimientos del esclavo que iba a morir en la piedra de los sacrificios o de la madre a quien arrebataban al hijo para ofrendarlo a los dioses. Lo más verosímil por falta de testimonios escritos que reflejaran el estado psicológico de las víctimas o de los que presenciaron el sacrificio nos induce a pensar que esta enorme masa del pueblo, educada en la creencia de que el Sol necesitaba sangre para vivir y seguir alumbrando al mundo, ignoraba el conflicto que nace entre el sentimiento de deber y el dolor, entre el deber y el temor, el deber y la rebelión.

La creencia de que el sacrificio tiene una fuerza mágica para detener el mal se manifiesta todavía en algunos pueblos.

Basarse únicamente en los testimonios de los que presenciaron estos actos con ojos occidentales y consideraron el sacrificio únicamente como un acto de barbarie, ignorando su significado ritual, íntimamente ligado a la visión religiosa del mundo de los antiguos nahuas, será si no falsificar, sí empobrecer el significado de mismo acto. Lo que a los ojos de los occidentales parecía cruel y trágico, en realidad era el cumplimiento del más alto deber humano para estos hombres.

De los dioses no se habla, se menciona su voluntad y deseos, pero ellos mismos no se presentan en forma humana, no participan en la vida de los seres humanos, no los asisten ni los castigan, no dirigen sus actos, no se interponen a lo que ellos emprenden de modo visible, por medio de acción o de palabra directa.

Mientras el dios cristiano vive independientemente del hombre, entre los dioses del mundo prehispánico y los hombres existe una dependencia mutua, según el cristianismo el hombre es libre en la elección del mal y el bien, mientras que el hombre prehispánico no tenía esa libertad; el cristianismo subraya la necesidad de salvar el alma, mientras que los indígenas imploran por los bienes materiales.

Los dioses de la cultura náhuatl a pesar de que aparecen en innumerables leyendas, son en el momento de la conquista todavía más bien fuerzas sobrenaturales que seres de carne y huesos.

Esta mitología de los hombres-dioses son solitarios sobre toda medida natural, sin la cual no sería posible comprender la opresión de la masa de los hombres. Los dioses se colocan en lugar más preponderante que los hombres.

Aún en el poema que cuenta cómo Quetzalcóatl rescató los huesos preciosos en el reino de la muerte para crear al hombre y darle el sustento –el maíz--, el primer lugar lo ocupan las hazañas del dios mismo y no el ser creado por él.

Por un lado, los griegos acercaron a los dioses lo más posible a los hombres, mientras que los prehispánicos, consideraban la vida como un sueño: “Puede que nadie diga la verdad en la tierra”, y alejaron a los dioses a distancias inalcanzables para el hombre.

Los dioses griegos tienen un poder mucho más amplio sobre los hombres, pero no absoluto; los dioses de la cultura náhuatl tienen un poder absoluto sobre el hombre y además tienen el deseo de divertirse o complacerse con el espectáculo de los seres transitorios. Ometeotl, el dios viejo, tiene a los hombres en el centro mismo de su mano y allí, sosteniendo y dominando a los pobres macehuales: los hombres, introduce la acción en el mundo: “nos está moviendo a su antojo... él de nosotros se ríe”, y el hombre no encuentra una contestación satisfactoria a las preguntas que le acechan. Los griegos se sienten en confianza con los dioses y éstos tienen amores con los mortales; los antiguos mexicanos tienen miedo de sus dioses, a pesar de que saben que ellos les deben todo el sustento. Ningún dios prehispánico puso sus ojos sobre un mortal. Ningún mortal puso en duda los designios de dios.

De los dioses de la cultura náhuatl sabemos muy poco, no sabemos quienes fueron sus hijos; no hay comparación con el amor, sexo, celos, bigamia e incesto de los dioses griegos. Del árbol genealógico de los dioses mexicanos se sabe poco, y eso sólo en cuanto a los dioses principales; no hay celos unos de otro, y no luchan entre sí por el poder, a excepto de Tezcatlipoca y Quetzalcóatl, ya que éste último es derrotado y expulsado de Tula.

Así pues, en el mundo náhuatl, el hombre está agobiado por el peso de los dioses y encadenado por su omnipotencia.

En ningún momento un hombre puede ser digno compañero de los dioses, ni éstos, rebajarse a su nivel, mezclarse con los seres humanos.

Sus dioses tienen que permanecer más allá de la experiencia humana. Los hombres eran vasallos de los dioses y nada más. Ser vasallo de los dioses es el fin y el objeto de la existencia del hombre.

Los dioses nunca bajan a la tierra para mezclarse con el hombre, no adoptan el aspecto humano, no hablan con mortales, no cometen incestos y si lo hacen como Quetzalcóatl, se les considera impuros y tienen que abandonar su reino y se transforman en perros o en serpientes. Sus dioses no se divierten, no cortan flores en el campo, no huyen del amor ni tratan de conquistarlo; no viajan en carros de oro, no beben, no atraviesan en el mundo de los muertos en busca de la mujer amada.

El único sentimiento bien definido del que se habla en las crónicas antiguas es el deseo de obtener el precioso líquido, la sangre humana para sostener el universo y asegurar su continuidad.

El dios que más se asemeja a Prometeo en el panteón de los antiguos mexicanos es Quetzalcóatl, el dios supremo, el sabio, el benefactor de la humanidad, el creador de uno de los “soles” y del hombre; el dios que robó a la hormiga colorada el sustento elemental de la raza humana: el maíz.
La edad de múltiples rostros que reflejan “por encima de todo, sabiduría extraordinaria e inclinación constante de favorecer a los seres humanos”.

La diferencia esencial reside en que Quetzalcóatl en ninguno de sus actos se opone a la voluntad de otros dioses y en ningún momento corre el riesgo de atraer sobre sí su ira; no crea al hombre por su propia voluntad, sino que ejecuta el mandato de los dioses a quienes quiere ayudar a resolver el problema de cómo poblar la tierra. Además al ver los hombres ya creados dijeron: “han nacido los vasallos de los dioses”.

Quetzalcóatl no crea pues un ser que podría oponerse a los dioses, sino que va a ser su vasallo, o sea, hace un acto contrario al Prometeo quien, al robar el fuego, entrega a los hombres un arma que les permitirá liberarse del poder divino y buscar su camino por su propio razonamiento.

Lo mismo ocurre con el robo del maíz. No es Quetzalcóatl solo quien se preocupa por el sustento del hombre, son todos los dioses quienes se plantean la pregunta de cómo alimentar a los seres creados y “ya todos buscan alimento”. Mientras Prometeo, al entregar el fuego, hace del hombre un rival de los dioses: al poseer la técnica, las artes, la ciencia, los hombres se iban a liberar del poderío de los dioses. Al convertirse en seres racionales, los hombres podían dominar la naturaleza, liberarse de la voluntad y órdenes divinas.

Quetzalcóatl no yerra de modo consciente; es víctima de un complot de otros sacerdotes y su pecado lo aterroriza.

No trata de buscar una salida, deshacer el mundo, ni por su propio bien ni por el bien de su pueblo. Escoge el camino del castigo ejemplar y muere por su propia voluntad, quemándose en el fuego. Al entrar en conflicto con las leyes divinas, sociales, éticas y morales de su tiempo, Quetzalcóatl no se debate, no se pregunta, no se opone; avergonzado acepta su tragedia y con eso dejar de ser un héroe.

La fiesta religiosa de los antiguos mexicanos, tendría para nosotros un sentido más amplio diferente al occidental. Eran mucho más acontecimiento que representaciones. Un acontecimiento cuyo fin era liberar a los espectadores, que al mismo tiempo eran actores, del miedo a las fuerzas sobrenaturales, del terror que les infundían los dioses esotéricos. La diversión y la alegría eran elementos secundarios, lo esencial era ganar la gracia de los dioses, aplacar sus iras, descifrar sus propósitos y colaborar con ellos en asegurar la existencia del mundo por medio de la sangre derramada. Para acercarse a los dioses, los actores en las fiestas religiosas se vestían de animales, se transformaban en tigres y coyotes, águilas y serpientes: se cubrían de plumas, imitaban las aves del agua en sus movimientos y voces; se convertían en mariposas, flores, plantas e insectos; se pintaban de colores sagrados: negro, blanco, rojo y azul; ejecutaban movimientos con significado oculto que sólo para ellos era conocido; así, para los que contemplaban el espectáculo desde fuera, como soldados y frailes, la fiesta religiosa era simplemente obra del demonio.

Curiosamente en el siglo XX se vuelve la mirada hacia las fiestas prehispánicas, espectáculo “cuyos ritos y danzas sacras son la forma más bella y únicas que puede en realidad justificarse”. Hoy día vemos en la fiesta religiosa prehispánica, en el afán de comprender el “acontecimiento” religioso, un drama humano relacionado con las fuerzas cósmicas que regían la vida del hombre, una guerra contra el destino, contra el fatalismo.

Por lo tanto, la fiesta religiosa no era un reflejo de la vida, sino la vida misma; se refleja la vida del hombre, su pensamiento, su visión del mundo; en ella los ayunos, plegarias, comidas y danzas, cantos y música, pintura y adornos faciales, máscaras y plumajes, ritos y magia, ceremonias oscuras y complejas, todo lo que rodea al ser humano, tiene un doble sentido; todo es signo, un signo complicado e irrevocable.

Un espectáculo que siempre tiene que desembocar en la muerte, en estos espectáculos religiosos el hombre juega un papel insignificante, sus pasos desde el nacimiento están vigilados por fuerzas invisibles, sus actos de adultos determinados de antemano. Sus dioses son encarnaciones de las fuerzas de la naturaleza, crueles, despiadados, el papel del hombre se limita a aclararlos, a asegurar el poder de los dioses y ofrecerles sus máximos dones: su propia sangre y corazón.

La fiesta de los nahuas es la máxima expresión de un fanatismo religioso, ese fanatismo que lleva a un hombre a la piedra de los sacrificios.

El mundo fue creado, según los antiguos mexicanos, por una pareja divina: Ometecuhtl “el Señor de la dualidad” y Omecíhuatl “la Señora de la dualidad”. Una de las leyendas dice que el sol creado necesitaba sangre para iniciar su marcha sobre la bóveda celeste: “entonces los dioses se sacrificaron y el sol, sacándose vida de su muerte, comenzó su curso en el cielo”.

He aquí el punto de partida: el momento en que comienza el drama de la humanidad ligada para siempre con el sol.

El mundo se creó y fue destruido cuatro veces y cada una de estas veces lleva el nombre del “Sol”. Cada época duraba 52 años solares de 365 días y para que una nueva época pudiera surgir, para que el Sol pudiera alumbrar de nuevo en la tierra, para que no se rompiera la regularidad del proceso cósmico, había que alimentar al sol: lo más precioso que el hombre posee, su sangre: chalchíuatl, la sustancia mágica, el sacrificio que despierta tanto horror en los cronistas españoles: “No creo que haya corazón tan duro que oyendo una crueldad tan inhumana, y más que bestial y endiablada, no se enternezca y mueva a lágrimas, horror y espanto”.

No sólo es Tonatiúh quien vive gracias a este alimento sagrado. Sin él, no pueden existir otros dioses: Tláloc, dios de la lluvia. Ni “nuestra abuela” Toci, ni el dios del fuego Xiuhtecuhtl: , ni Xilonen la mazorca tierna, ni Centeotl dios del maíz.

El pueblo náhuatl, cuya estructura económica es básicamente agrícola, veneran a los dioses de la vegetación.

De la masa del maíz se forman los dioses, el maíz se come, el maíz sirve de adorno a las doncellas. El maíz es el símbolo de la renovación de la naturaleza, pero a la vez es la renovación del hombre mismo.

Se agrupaban a todos los seres según los puntos cardinales y la dirección central, o de abajo arriba. Por eso en la inutilidad es tan importante el número 4 como para los occidentales es el número 3.

Todo el mundo: los animales, los dioses, los días, los nombres, los colores quedan agrupados en estas cuatro direcciones. El hombre recibe el nombre del día en que nace, los días a su vez agrupados en el calendario ritual se dividen en cuatro partes de 65 días cada una que corresponde al Este, Oeste, Sur y Norte.

Cuatro fueron los hijos engendrados por la primera pareja: Los tres Tezcatlipocas y Quetzalcóatl, cuatro los dioses que crearon al dios y la diosa del agua, que a su vez tenían un aposento de cuatro cuartas; los cuatro dioses ordenaron hacer por el centro de la tierra cuatro caminos para entrar por ellos y alzar el cielo; cuatro fueron las primeras destrucciones, cuatro “soles” edades antes de que surgiera el mundo actual, cuatro direcciones tiene el segundo juego de pelota.

Junto al número cuatro, los números importantes son: el nueve que es el número del inframundo, es el número de los días maléficos, es el número de la tierra y lugares subterráneos.

El trece son los cielos donde la pareja divina espera la destrucción del mundo actual para construir el mundo nuevo.

El veinte es el número del hombre; es la suma de los dedos de las manos y de los pies. Veinte son los días de las trece unidades (meses), veinte es el cuatro por cinco y cuatro es el número del sol y cinco es la quinta dirección del mundo, de arriba abajo, los cuatro colores: rojo, azul, negro y blanco los colores de los cuatro puntos cardinales del mundo, más el amarillo, el color del sol.

La palabra “flor” tiene un significado distinto cada vez. El “agua florida”, es simbólicamente la sangre, las “flores que bailan” son los guerreros. Las “flores que se ambicionan” son los cautivos que serán inmolados en el altar del sacrificio. Por fin “la flor” es ya el mismo canto y es la flor divina que de la mansión de los cantos baja.

Si nos hemos detenido con tanta insistencia en las explicaciones de los símbolos del mundo de los antiguos mexicanos, es para poner lo complejo de aquel pensamiento en que el significado de cada acto, de cada cosa, residía en su relación con otros. Este simbolismo, quedó oculto para los cronistas españoles. En aquel espectáculo religioso todo era obra del demonio, por él dirigido y a él dedicado; este sentido impregnó la literatura y pensamiento occidental y sólo cuatrocientos años después de haber sido cortada aquella civilización, después del triunfo de la Revolución, cuando en México se opera un fenómeno llamado “la vuelta a las raíces”, comienza a surgir el interés por aquel mundo desaparecido y su mitología, tan diferente de la griega y de la cristiana, cuyo centro lo constituye el sol y en el que el sentimiento más poderoso es el temor.

CARACTERÍSTICAS DEL PENSAMIENTO FILOSÓFICO DE LOS NAHUATL

El escritor peruano Carlos Manatequi afirma: “Me parece evidente pensar en un pensamiento francés o alemán, pero no me parece evidente la existencia de un pensamiento prehispánico”.

Esta opinión sólo es eco de otras muchas que niegan la categoría de filosofía al pensamiento de las culturas prehispánicas, entre ellas a la náhuatl, la cual sólo sería poesía y mito, y quedaría reducido a un producto secundario de su concepción religiosa que jamás alcanzaría a ser considerado como pensamiento filosófico. Sin embargo, nosotros compartimos la opinión de León Portilla, uno de los grandes estudiosos de la cultura náhuatl, de que en las expresiones más acabadas de su espíritu se pueden encontrar los rasgos, los elementos de una verdadera filosofía.
El hombre náhuatl busca en su mundo verdades fundamentales y se plantea problemas como el de la verdad cognoscitiva y la verdad misma del hombre. Por medio de la observación del mundo que lo rodea y las reflexiones sobre su ser mismo y el ser de lo trascendente, se hace cuestiones que se presentan en cualquier sistema filosófico: ¿Quién soy? ¿Qué significa el mundo, lo que me rodea?, ¿Cuál es mi visión última?, ¿Quién es dios y qué es?, y sus respuestas a estas preguntas se caracterizan por su originalidad. Respecto a esto podemos usar para el pensamiento náhuatl las palabras que Bolívar utilizó para referirse a las civilizaciones prehispánicas del Perú: “Todo en él fue original y tal puro como la inspiración que viene de lo alto”. Para comprobarlo, basta analizar los códices, por ejemplo, el Matritense y el Florentino, que describen la sabiduría indígena en su expresión original. Hay que admitirlo, no podemos hablar de una filosofía de manera explícita consciente, sistemática y tradicionalista.
No encontramos en ella la organización, la homogeneidad de los grandes sistemas filosóficos de Occidente, por ejemplo, el aristotélico-tomista; pero, sin duda, el pensamiento náhuatl manifiesta un esfuerzo sincero de búsqueda de las verdades básicas; encontramos en él una singular concepción del mundo, una visión propia del universo. Esta concepción, esta visión, no se encuentra desarrollada, plasmada en grandes obras o tratados de filosofía a manera de las summas medievales, dadas las limitaciones de la escritura prehispánica; pero sí reflejada en todas sus manifestaciones espirituales.

“¿Adónde iremos?
Sólo a nacer venimos
¿Acaso de verdad se vive en la tierra?
No para siempre en la tierra
Sólo un poco aquí.

No se necesita ser un experto para reconocer en esta frase el problema de la realidad del ser y de esa existencia en el más allá que se da en toda la cultura universal. Es importante señalar que el hombre náhuatl tiene una apertura fundamental a lo trascendente, su pensamiento siempre se inicia preguntándose por dios y termina respondiéndose con dios. Su universo está lleno de la divinidad que se manifiesta en todo lo que le rodea, agua y sol, muerte y vida, en el cielo y en la tierra. Así se lee en los anales de Cuautitlán:

“Señora de nuestra carne,
Señor de nuestra carne,
La que se viste de negro,
El que se viste de rojo,
La que da estabilidad a la tierra.

Soustelle señala:

“La religión con su ritual minucioso y exigente, con su abundancia de mitos, penetraba profundamente y bajo todos los aspectos de la vida cotidiana de los hombres. Constituía una interpretación del mundo y suministraba una regla de conducta. Daba un sentido, totalmente y a cada instante, a la existencia del pueblo mexicano”.

Por esta razón, no es posible separar su filosofía de su teología, puesto que se confunden, forman una unidad. Si hablamos de su filosofía, tenemos que hablar de su teología. Pero esto no resta valor a su pensamiento filosófico. De hecho es un fenómeno universal que se ha dado en la mayoría de las culturas. Menciona María Zambrano:

“Hace muy poco tiempo que el hombre cuenta su historia, examina su presente y proyecta su futuro sin contar con los dioses, con Dios, con alguna forma de manifestación de lo divino”.

LA COSMOVISIÓN NAHUATL Y LA FIGURA DE QUETZALCÓATL

Krickeberg afirma que el conocimiento de la naturaleza, la tradición histórica y el centro del mundo náhuatl no se pueden buscar en una fuente única. No obstante, creemos que básicamente toda la visión posterior del mundo náhuatl parte de la cosmovisión tolteca del mundo, de la que forma parte fundamental la figura de Quetzalcóatl. La concepción tolteca del mundo, como todas las de América prehispánica, está profundamente marcada por el elemento religioso. Dios surge en todos lados, su religión es una religión naturalista, y en ocasiones confusa:

“La religión es su filosofía, su ciencia y su moral que explica el origen del mundo y del hombre; que da razón de los fenómenos naturales y establece el método para obtenerlos y (o) evitarlos y que preceptuaba las formas de conducta”.

Su misticismo brota en su arquitectura, con la construcción de los templos, en la escultura teomórfica, en el juego de pelota.

La religión se manifiesta en lo más íntimo de la vida personal y en toda la estructura comunitaria. Los toltecas expresan su pensamiento del mundo a través de los mitos; el mundo aparece en ellos como una isla inmensa dividida de manera horizontal en cuatro cuadrantes, o rumbos, a manera de puntos cardinales y rodeada toda por el agua. Estos cuatro rumbos se encuentran en el ombligo de la tierra. Cada uno con su propia simbología y su propio significado. Así, el Oriente, simbolizado por el color blanco, es la región fuente de la vida, de la fertilidad, de la luz, del nacer y renacer. El Norte, simbolizado por el color negro, es la región en donde yacen los muertos. En el Poniente se encuentra la residencia del sol, lugar de la juventud y de la abundancia, y se halla representado por el color rojo. El azul simboliza al Sur, lugar de la tierra y de la siembra.

Pero no sólo horizontalmente se halla dividido el mundo. Verticalmente hay varios estratos. Arriba de la tierra se encuentran los cielos, “El Topan” ocupados por los distintos cuerpos celestes. En el cielo último, en el más alto, está la región de los dioses.

Hacia debajo de la tierra hay una serie de pisos inferiores, que son recorridos por los que mueren, hasta llegar al profundo, en donde se halla “El Mictlán”, la región de los muertos.

Hay que observar que este mundo no es siempre el mismo, no es un mundo que permanezca estático; por el contrario, su universo es un universo que se transforma, que cambia en el tiempo.

Era el lugar de la lucha constante entre fuerzas invisibles representadas por dioses. Como resultado de estas batallas cósmicas, cuatro soles habían dejado de existir, es decir, el mundo había muerto ya cuatro veces por medio de inmensos cataclismos y se vivía entonces el quinto sol o edad del sol en movimiento, después de haber pasado sucesivamente por las edades de la tierra, aire, fuego y agua. Este nuevo mundo había sido producto del sacrificio de los dioses, “que con su sangre lo habían creado y vuelto a poblar”.

En conjunto, esta visión cosmológica representa un esfuerzo de explicación, un intento de interpretación de su universo que se les ofrece complejo, cambiante, producto de una dialéctica, de una lucha de fuerzas. Es un mundo que ellos saben que está destinado a desaparecer, que no es permanente, y en consecuencia, no presenta seguridad para nadie; lo único seguro es la muerte.

Su mundo se encuentra sumido en el misterio que ellos intentan desentrañar en la medida de sus posibilidades, desde su particular reflexión y circunstancia, es decir, de manera totalmente original.

Pero su mundo no sólo se caracteriza por la amenaza, también ofrece esperanza, posibilidades que se reflejan en los estratos de su cosmovisión: el hombre puede llegar al “Topán”, un mundo en el que hay fertilidad, vida y movimiento. Su sol puede desaparecer en cualquier momento, pero ese momento permanece desconocido para ellos, es cosa de los dioses, y mientras llega el fin ellos se aferran a la vida.

Es precisamente este núcleo de mitos, esta cosmovisión la que se toma de Quetzalcóatl y se reconstruye. A partir de él surgen una serie de nuevos conceptos, formas distintas de ver la realidad y lo trascendente, que cambian la mentalidad existente y marcan profundamente toda la civilización náhuatl.

Quetzalcóatl es un ser entre histórico y mítico personificado de diversas maneras entre los pueblos nahuas, para algunos fue un sacerdote del dios Quetzalcóatl o Serpiente Emplumada, que vivió en el siglo IX en Tula, en medio del ayuno y la oración; pero el dios Tezcatlipoca, su enemigo, le tendió una trampa.

Quetzalcóatl, víctima del alcohol, rompe su castidad. Al darse cuenta de su pecado abandona la ciudad, convirtiéndose en el Lucero de la Mañana; pero prometiendo volver algún día. Entre los aztecas es Tlahuizcaltecutli (lucero de la mañana) o también Ehécatl (dios del viento). Entre los mayas es Kukulcán. Pero más allá de las implicaciones míticas, Quetzalcóatl, como personaje histórico o mítico, se encuentra inserto profundamente en toda la mentalidad del mexicano de aquellos tiempos, de tal manera que sería sumamente difícil entender el pensamiento náhuatl sin tener en cuenta el pensamiento de Quetzalcóatl.

Quetzalcóatl introduce una nueva doctrina que habla de Tlilán Tlapalán “la tierra del color negro y rojo”, el lugar del saber más allá de la muerte y de la destrucción de los soles y los mundos.

Así mismo, Quetzalcóatl modifica marcadamente la idea de la divinidad dejando a un lado el politeísmo, descubre y encuentra un nuevo dios, para él, el verdadero dios, el dios uno y dual, fuente y origen de todo. La divinidad suprema es Ometeotl, dios de la dualidad, que como tal se expresa como Ometecuhtli, Señor de la dualidad y como Omecihuatl, Señora de la dualidad. Ometeotl tiene la cualidad de ser el Tloque Nahuaque, que significa dueño de la cercanía y la proximidad, Tloque Nahuaque es presencia dinámica en todo lugar, es el dueño del negro y del rojo, colores que simbolizan la sabiduría. Es el dios que se manifiesta en el mundo, dando estabilidad y dinamismo como se expresa en el siguiente texto:

“Y sabían los toltecas que muchos son los cielos
decían que son doce divisiones superpuestas
allí está la puerta,
allí vive el verdadero dios y su comparte
el dios celestial se llama señor de la dualidad
y su comparte se llama señora de la dualidad,
señora celeste
quiere decir:
sobre los doce cielos es rey, es señor,
de allí recibimos la vida
nosotros lo macehuales (los hombres)
de allá cae nuestro destino,
cuando es puesto,
cuando se escurre al niñito,
de allá viene su ser y destino,
en su interior se mete,
lo manda el señor de la dualidad”.

La concepción de Quetzalcóatl también implica una novedad en la manera de entablar contacto con la divinidad, en el modo de comunicarse con dios. El punto de contacto entre el mundo y el cielo dejan de ser los sacrificios humanos, que son repudiados por este personaje. Si bien los sacrificios y abstinencias personales siguen constituyendo un medio, para Quetzalcóatl lo principal se encuentra en la meditación que se dirige a lo trascendente, que busca el verdadero sentido del hombre y del mundo. En la sabiduría, el hombre se encuentra con dios. Por medio de la reflexión de lo divino y en sí mismo, lo humano puede penetrar a las moradas del recinto de la sabiduría, el Tlilán Tlapalán. Esa búsqueda del ejercicio del saber se ve expresada en el arte de los toltecas o toltecayotl. Sin embargo, este arte se halla inmerso en el mundo y, por lo tanto, marcado por la temporalidad; puede destruirse, tiene un final, nunca llega a la perfección. La verdadera sabiduría no está en este mundo, sino en la trascendencia, en Tlilán Tlapalán.

El mismo Quetzalcóatl, según lo narra el código Matritense, abandona el mundo buscando llegar a Tlilán Tlapalán, la región del color rojo y negro.

De lo hasta aquí expuesto podemos extraer lo original, lo nuevo que comporta el pensamiento atribuido a Quetzalcóatl, que es primera y fundamentalmente una nueva manera de captar la divinidad, ya no como una multitud de dioses dominando cada uno una sección de la realidad, sino como un dios primordial, único pero dual, del que se deriva todo lo demás, incluso los demás dioses que sólo serían otra forma de representación del dios de la dualidad. Este dios es presencia, dinamismo, es un dios cercano al hombre, es el Tloque Nahuaque. Para llegar a este dios no es necesaria la sangre, los sacrificios humanos; principalmente se accede a él por el camino de la sabiduría, de la reflexión y del arte. Al ser la Sabiduría y el arte el lugar del encuentro con el Absoluto, el hombre encuentra en ellos su misión y el sentido de su existencia. Por medio de ellos supera su temporalidad; además, a través del arte, en el ámbito de la escala humana, participa de la dimensión creadora de dios. Sin embargo, la perfección no se encuentra en el Toltecayotl o arte, es éste sólo un momento, sólo el camino que debe desembocar en el Tlilán Tlapalán, el mundo de la sabiduría donde se dará el contacto personal íntimo con la divinidad; éste es el verdadero destino del hombre, la inmortalidad, superar el mundo contingente.

En Quetzalcóatl también se da una dimensión mesiánica, representa el bien que ha de volver para establecerse de manera definitiva, en este sentido significa esperanza y optimismo. Esta concepción mesiánica tuvo importantes consecuencias a la llegada de los españoles.
Todas estas ideas configuraron de manera definitiva la filosofía náhuatl posterior.

LOS TLAMATINIME

Según Fray Bernardino de Sahagún, el Tlamatini es:

“El filósofo, aquel que sabe algo, el encargado de educar, formar e interpretar la tradición oral y escrita de la cultura, al fin de cuentas su filosofía viene aplicarse a las preocupaciones, dudas, problemas, doctrinas particulares de estos filósofos del México antiguo, en los cuales descubrimos una riqueza fecunda ya que tienen un contenido propio y distinto”.

Y según el Códice Matritense:

“El Tlamatini es una luz, una tea,
una gruesa tea que no ahuma,
un espejo horadado.
Un espejo agujereado por ambos lados
suya es la tinta negra y roja
de él son los códices,
él es el dueño de los libros de pintura,
él mismo es escritura y sabiduría
es camino, guía veraz para otros
conduce a las personas y a las cosas,
es guía de los negocios humanos.
El sabio verdadero es cuidadoso
y guarda la tradición.
Suya es la sabiduría transmitida
él es quien la enseña,
sigue la verdad.
Maestro de la verdad
no deja de amonestar.
Hace sabios los rostros ajenos
hace a los otros tomar una cara,
los hace desarrollarla,
les abre los oídos, los ilumina.
Se fija en las cosas,
aplica su luz sobre el mundo
conoce lo que está sobre nosotros
y la región de los muertos.
Cualquiera es confortado por él,
conforta el corazón, a la gente,
ayuda, remedia, a todos cura”.

Estos textos hablan por sí mismos de la figura de los Tlamatinime.

En ella encontramos al filósofo náhuatl, es el que busca respuestas fundamentales a preguntas fundamentales, es el que intenta explicar su mundo y enseña a los hombres. Si Quetzalcóatl legó una nueva doctrina, ellos fueron los encargados de difundirla. Sin embargo, la importancia de su función no está principalmente en propagar ideas, sino en la fertilidad de su pensamiento que ensancha los conceptos heredados y encuentra nuevas categorías de pensamiento. Así, en la cultura náhuatl, brotan ideas como el hombre dueño de un “rostro y un corazón”, que define la revelación del hombre al hombre. Este concepto es intento de entender, de abarcar al hombre en su totalidad, en su integridad, es decir, como corporalidad, como dueño de un núcleo moral y espiritual.

Los Tlamatinime retoman el concepto de toltecayotl de Quetzalcóatl y lo convierten inxochitl incuicatl, el mundo de “flor y canto” que engloba todas las manifestaciones artísticas y simbólicas. Flor y canto, en medio de la transitoriedad en que todo cambia, puede llevar el fundamento a la verdad, a la raíz de las cosas, del mundo y aun más allá, a ponernos en contacto con lo que está por arriba y por abajo del lugar de los hombres. A final de cuentas flor y canto apuntan hacia la divinidad, alcanzar a la divinidad por medio del arte y del símbolo.

Entre los Tlamatinime más destacados se encuentra Nezahualcóytl que a través del pensamiento intentó entender el cambio de las cosas que siempre acaba en la muerte; intentó explicarse el devenir y la fragilidad de las cosas, encontrar algún camino hacia la trascendencia del hombre, es decir, la misteriosa relación entre el hombre y el Tloque Nahuaque. Como ejemplo del pensamiento de Nezahualcóytl citamos este párrafo:

“¿Acaso de veras se vive con raíz en la tierra?
No para siempre en la tierra
sólo un poco aquí.
Aunque sea oro se rompe,
aunque sea plumaje de quetzal
se desgarra.
No para siempre en la tierra,
sólo un poco aquí”.

Tlacaeletl es otro de los grandes Tlamatinime: es principalmente legislador y político. Modificó radicalmente el acervo cultural tolteca, creando la conciencia imperial del pueblo azteca. A decir de León Portilla: “da al pueblo azteca una nueva visión místico guerrera del mundo y hombre, raíz de la futura grandeza del pueblo del sol”. Tlacaeletl subraya el valor de la guerra y los sacrificios humanos no sólo para agradar a los dioses, sino como un medio efectivo de colaborar con ellos en la conservación del universo siempre amenazado por la destrucción. Así pues, la civilización azteca se mueve en un marco de un profundo dualismo entre la herencia cultural tolteca y una nueva concepción místico-guerrera, entre Quetzalcóatl, representando la paz, la sabiduría y Huitzilopochtli, el dios de la guerra, el que pide sangre.

RESUMEN

Por razones naturales, uno de los períodos que presenta originalidad en su esfuerzo por comprender el ser del hombre, el del cosmos que le rodea y sus relaciones con el Ser Trascendente, es el pensamiento del hombre náhuatl, que se desarrolla libre de influencias exteriores, de otras culturas y, ante su asombro, su angustia y su imaginación ante el mundo en el que se siente sumergido, trata de dar respuesta a aquellas interrogantes fundamentales que se le plantean por el solo hecho de ser racional, tales como: ¿de dónde vengo? ¿Adónde voy? ¿Cuál es la mejor manera de recorrer el camino que se me ha impuesto desde el momento que he tomado conciencia de mi propia existencia?.

Después de este momento histórico, precursor del encuentro del hombre americano con la civilización occidental, el pensador nacido en la tierra que hoy es lo que se llama la Nación Mexicana, ha elaborado sus sistemas de pensamiento basado en las tesis de los filósofos europeos y sólo hasta este siglo se puede descubrir un esfuerzo por tratar de elaborar una manera de pensar que corresponda a la problemática el hombre hispanoamericano que, aunque sea en problemas específicos, tiene características diferentes a las del hombre occidental.

Para finalizar, es importante mencionar que “la visión del universo de los antiguos mexicanos dejaba poco lugar para el hombre”. El hombre concreto singular ya tiene marcado su destino desde el día de su nacimiento, su mundo no es su mundo, sino sólo es el lugar de la manifestación de la divinidad; el lugar en donde se enfrentan los dioses; un mundo que está condenado a desaparecer. Su visión del universo está marcada por el pesimismo. Sin embargo, como afirma el mismo Soustelle, “lo que constituye la grandeza de este pueblo es haber aceptado este mundo tal y como lo veía. Su pesimismo es activo”.

En el Universo que esta completamente determinado, el náhuatl busca caminos de participación y de trascendencia a través de la construcción de la Flor y el Canto y aún por medio de la muerte y la guerra.

CONCLUSIONES

Para concluir este trabajo quiero subrayar algunas ideas:

Podemos afirmar la existencia de una filosofía náhuatl, aunque ésta no tenga el carácter sistemático de la filosofía occidental.

Es indudable que sus conceptos acerca de la problemática fundamental del hombre, tiene un enfoque original y distinto al del hombre occidental europeo.

La filosofía náhuatl se confunde con su teología, pero no como un producto secundario, sino formando una unidad con ella.

El centro del pensamiento filosófico náhuatl se encuentra en el pensamiento que se desprende de Quetzalcóatl, símbolo de la toltecayotl o filosofía tolteca. Dentro del determinismo propio de la cosmovisión náhuatl, el hombre se esfuerza por ocupar un lugar activo y participativo, y tiende hacia la trascendencia.

El pensamiento de los antiguos mexicanos refleja un esfuerzo sincero de búsqueda de la verdad, de encontrar el fundamento de la realidad de la divinidad y del hombre, y precisamente por esto tiene algo nuevo, original que decir al hombre de todos los tiempos y se puede incluir en el gran libro de la sabiduría universal.

Con la siguiente frase significativa de un protagonista directo del mundo náhuatl, doy por concluida mi investigación sobre ésta maravillosa cultura, a la cual no debemos de olvidar, ni dejar de valorar y fomentar su filosofía:

"Mis dedos están rígidos por la edad. Ya no puedo escribir. La humanidad ignorará siempre lo que ha sido de este gran pueblo. Nuestra civilización le ha asentado un golpe tan duro que no podrá levantarse y puede ser que jamás se sepa que gran altura intelectual había alcanzado”.

Fray Bernardino de Sahagún


BIBLIOGRAFÍA

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Fuente:
http://www.universidadabierta.edu.mx/Biblio/A/Alcantar%20Jose-Filosofia.htm
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