Extracto del libro “Respuesta masónica”, de Amando Hurtado.
Edit. Hiría/San Sebastián
La actitud “progresista”, que ha venido caracterizando la evolución de la sociedad occidental frente a las culturas estáticas de nuestro mundo, parte del rechazo al inmovilismo. Rechazo que se hallaba implícito en el mesianismo judío. La esperanza en un futuro diferente ha sido una constante del sentimiento hebreo, que ha unido siempre el concepto de libertad al de la posibilidad de un cambio en el rumbo de la Historia: el Hombre, retando al Tiempo y sometido únicamente a una Ley universal.
Sin duda, otro aspecto caracterizador del modernismo occidental ha sido la aplicación de los decubrimientos científicos al desarrollo de técnicas aplicadas a la producción de bienes, primero tendentes a facilitar el trabajo y, después, a incentivar el consumo masivo como medio de asegurar la continuidad de las estructuras de producción y del sistema económico surgido de ellas. El hedonismo parece ser la oferta filosófica final a la que está conduciendo. Como dice Jean Claude Barreau, la de la modernidad es una civilización que da razones de actuar, pero no se interesa por la razón de vivir.
La “ciencia” que contribuye a la consoldación del modernismo occidental ha terminado careciendo de “conciencia”. A pesar de las apariencias, el trasfondo ético que ha pervivido en la sociedad modernista ha sido el de los valores tradicionales judeo-cristianos laicizados. De ahí el concepto, frecuentemente expresado, de que las técnicas han ido más deprisa que el propio Hombre. La sociedad de la que puede llamarse Edad Moderna, desde el siglo XV al XX, se ha sustentado sobre el esquema ético que aún vemos propuesto diariamente en las manifestaciones culturales (cine, teatro, literatura, televisión) producidas, en buena parte, por el adalid del modernismo occidental: los Estados Unidos de Norteamérica, cuya bíblica Constitución es la más vieja de las existentes y una de las muy pocas que contemplan aún la pena de muerte como corolario de los más graves pecados sociales.
¿Es vislumbrable la consolidación de una nueva escala de valores a corto, medio o largo plazo? Creo que la respuesta depende de a qué llamemos nuevo . ¿Es posible hacer un pantalón que no tenga dos “piernas” o posible que una persona se siente sin apoyar sus posaderas sobre algo que la sustente, por muchas variaciones que demos a los materiales utilizados, a su textura o a su color?. Sólo una nueva forma de contemplar lo que siempre hemos llamado “el corazón” del Hombre podría conducirnos a alguna parte, en ese sentido. El ser humano necesita motivaciones válidas para cubrir sus etapas vitales sin estancarse en una inmadurez permanente, que es fruto de la ignorancia y del miedo a lo desconocido. Si logramos extraer tales motivaciones del acervo que se halla condensado en nuestra propia naturaleza humana, dándonos cuenta de que cada uno de nosotros es una plasmación de principios activos universales, estaremos en vías de obtener la capacidad de discernir lo que es adecuado y lo que no lo es. Mientras tanto, nos está pasando lo que le ocurriría a quien tratase de utilizar un pantalón con tres piernas o a sentarse sobre una nube de vapor.
Para llegar a esa forma de sabiduría humanista, la sociedad tiene primeramente que tomar conciencia de la negatividad de algunos síntomas que ya resultan evidentes para muchos, dentro de la actual fase de la cultura modernista (posmodernista) en la que vivimos: hay que enseñar a nuestros niños, a nuestros jóvenes, que la vida humana tiene sentido si logramos identificarnos, en cuanto individuos y en cuanto especie, como parte indispensable de la realidad universal y que, para ello, hemos de aprender a ver las cosas como otras tantas partes del rompecabezas. No es posible excluir a nadie del gran juego. No es posible creer que el progreso humano se produce sin esfuerzo y sin sacrificio. No es posible ningún tipo de acracia, por muy estupenda que nos parezca la idea. Sigue siendo indispensable que los hombres nos organicemos respetando normas de conviven- cia, con arreglo a valores auténticos inherentes a nuestra naturaleza humana. Es necesario aprender que compartir no es perder, sino ganar y que competir debe ser emular y no derrotar. En la emulación se trabaja junto a otros para compartir los resultados, porque esos resultados son logros del Hombre. Hay que desarraigar los integrismos , ya sean bíblicos, islámicos, políticos o de cualquier otro signo, para conservar lo que haya de universal en sus mensajes.
Lo que puede ocurrir, si no organizamos nada distinto de lo que se está haciendo, es que tambien los valores positivos del modernismo se pierdan. Que se pierdan tanto el sentimiento de individualidad, como la intención de avance evolutivo con metas comunes que lo han caracterizado. Que parta a la deriva el magnífico logro social que representa el Estado de Derecho, debilitándose su autoridad moral coherente y universalista, dejada en manos de subgrupos que persigan exclusiva o prioritariamente la consolidación de intereses privilegiados, alejados del sentimiento solidario, sin el que la res-pública pasa a ser res-privata. En lugar de intentar llegar a ser dioses, conociendo el bien y el mal que fluyen del árbol de la Ciencia, en lugar de seguir rescatando el fuego prometeico y de perdurar en el universo como colaboradores de la gran Obra, nutriéndonos del árbol de la Vida, podemos dirigirnos hacia la ignorancia de los inocentes robots, manipulados a través del poderoso ojo televisivo o de cualquier implante genético aviesamente diseñado.
Modernidad y futuro…
miércoles, julio 05, 2006