ECUADOR. El templo de la Gran Logia Equinoccial es similar a una iglesia protestante. Hay un atrio y debajo de él sillas para los asistentes. No hay cristos ni imágenes, pero el local, ubicado al norte de Quito, está repleto de figuras simbólicas, todas tienen una razón de ser.
Una Biblia y un ejemplar de la Constitución reposan en un ara -una suerte de mesa ubicada en el centro del templo-. El piso parece un gran tablero de ajedrez, con baldosas blancas y negras que representan el bien y el mal.
Dos columnas de madera separan al recinto. Detrás de la primera, ubicada en la parte occidental del templo, están los ‘profanos’. Así se conoce a las personas no iniciadas en la masonería. Junto a ellos están los aprendices (novatos en la práctica de la masonería).
En el lado oriental se ubican quienes tienen más estudios en esta escuela del conocimiento.
Son las 19:30 del miércoles 7 de marzo. Todo está listo para uno de los ritos fundacionales de la masonería: la tenida blanca. Esta celebración es la única a la que un ‘profano’ puede asistir.
Esta vez es en homenaje a la fallecida ministra de Defensa Guadalupe Larriva, quien fue una ferviente seguidora masónica durante 16 años. Ella perteneció a la Gran Logia de los Arquitectos de Acuario, en Cuenca.
“Hermano secretario, ¿puede decirme qué es la masonería?”, pregunta Arturo Almeida, el gran maestro que preside la ceremonia. “Es una escuela de pensamiento filosófico, no una secta, un club social o un partido político”, responde Eduardo Salamea,
Todos los años, esta Logia tiene por costumbre homenajear a mujeres que se hayan destacado. Personajes como Alejandra Cantos, Elsie Monge, Elsa de Mena recibieron honores antes.
Pese a estos reconocimientos, la Gran Logia Equinoccial no admite a mujeres en su seno. Sus 1 800 activos y contingentes (miembros) son hombres. Esta escuela filosófica funciona desde 1980 en el país. Incluye tres sublogias en Quito, Guayaquil, Cuenca, Machala, Riobamba y Loja.
El templo, con capacidad para 80 personas, está lleno. El maestro de ceremonias Washington Baca intenta diligentemente acomodar a todos los invitados.
El Gran Maestro lo mira de reojo. Está sentado en el centro del atrio. Sobre su cabeza un triángulo con la letra G, que recuerda la divinidad de GADU (Gran Arquitecto del Universo), como se conoce a Dios o a la fuerza que generó el universo para los ateos.
Entonces, Almeida empieza a explicar parte de sus códigos. “Buscamos la verdad aunque es eterna. Luchamos contra la injusticia social. Aquí todos respetamos nuestras opiniones”.
Ese es el ritual de todas las logias ecuatorianas apadrinadas o auspiciadas por grandes escuelas de Brasil y Perú. La Gran Logia del Ecuador, con sede en Guayaquil, se fundó el 19 de julio de 1921. Pero la presencia de los masones se remonta al siglo XVIII.
Según el historiador Jorge Núñez, las raíces masónicas del Ecuador se remontan a la época de Eugenio Espejo. “Él fundó la primera: La Escuela de la Concordia, que tuvo una activa participación en el movimiento de Independencia de 1809”.
Los libertadores Simón Bolívar y Antonio José de Sucre también fueron masones, pero no hay registros de sus talleres de estudio.
Siguieron esta línea filosófica -explica Núñez- pensadores como Juan Montalvo o José Mejía”.
Óscar Valenzuela, masón e investigador, cree que esta práctica siempre estuvo cerca del poder político. Esta experiencia -explica- se repitió en países como EE.UU. Francia, Rusia y otras naciones de Latinoamérica, donde los masones fueron influyentes.
Los preceptos de la masonería indican que “es un sistema de filosofía que promueve la civilización y tiende a purificar el corazón y a mejorar las costumbres”. Para lograrlo, los masones registrados en las seis logias del país se reúnen cada semana en sus templos.
¿Qué se requiere para ingresar a una logia? En principio la invitación de un gran maestro. Incluso para asistir a la tenida blanca de Larriva. Antes de la ceremonia, los ‘paganos’ permanecían en una sala de invitados. En el cómodo recinto llama la atención un enorme mural de Jesús con los brazos extendidos, que comparte el escenario con Alfaro, Espejo, Mejía...
En la masonería hay tres grados iniciales: aprendiz, compañero y maestro. Para que un masón pueda ser maestro, el proceso puede durar hasta 15 años. Después vienen dos cargos importantes: gran maestro y venerable maestro.
José Rodas explica que “no hay un pénsum académico, lo que se evalúa es el cambio”. Esta frase tiene peso porque Rodas es el gran maestro de la Logia Equinoccial. Él certifica la relación entre la masonería y el poder. “Muchos hermanos han sido parte de gobiernos.
Varios de los mandatarios han seguido nuestra línea, incluso antes de llegar al poder”.
¿Ser masón ayuda a ser un mejor estadista? Fernando Gándara, ex conjuez de la Corte de Quito y masón hace 10 años, cree que sí. “El país mejoraría si la sociedad se rigiera por nuestras normas y si la gente fuera más responsable”.
Pero hay quienes fustigan a estos grupos. Patricio Arroyo, investigador de la masonería, concluye que hay cierto complejo de inferioridad de quienes se reúnen en logias. “Ellos desestiman su valor como individuos y solo se motivan en grupo, aunque su propósito es formar un imperio mundial”.
En la mayoría de logias hay ministros de Estado, jueces, intelectuales, académicos. Pero los últimos años la politización y consideraciones ajenas a los principios de la masonería han primado en la selección de sus miembros.
Especialmente, en la Gran Logia del Ecuador, cuya sede está en Guayaquil. A ese grupo han ingresado políticos como Lucio Gutiérrez, el diputado Luis Almeida, el presidente del Tribunal Supremo, Jorge Acosta, y el controversial fiscal de Guayas, Héctor Vanegas.
Hace tres años, esa logia nombró maestro a Gutiérrez, aunque no tenía preparación filosófica. Los cuestionamientos vinieron de las logias de Quito, que vieron en la designación un acto político.
Gutiérrez no quiso responder sobre los nexos con su logia. Se limitó a decir “soy un hombre libre de pensamiento”.
Pero el legislador Almeida ratificó que él y Gutiérrez continúan recibiendo enseñanzas en la Gran Logia del Ecuador. “La masonería es un modo de vida. Ayuda a buscar la razón del hombre”.
Alfredo Vera, el ex ministro de Educación de Rodrigo Borja, asistió a algunos talleres masónicos en 1989. Incluso aceptó la invitación de la Gran Logia a Cuba. A su regreso, desistió de seguir porque no encontró un motivo que lo identificara con los demás. “En este país se ha corrompido el verdadero principio de la filosofía”.
Pese a los evidentes vínculos entre la masonería y el poder, hay ‘hermanos’ que no están de acuerdo con esa idea. Fausto Dután, miembro del Partido Socialista, considera que el objetivo final de una logia no es buscar el poder sino fomentar el debate filosófico.
Los masones dicen que no son una logia secreta, sino ‘discreta’. Por ello en el homenaje a Larriva, los ‘paganos’ tuvieron dos horas para conocer parte de su mundo. Hubo poemas, canciones y exaltaciones a la ministra.
Finalmente, el maestro Almeida da un golpe con su mazo para terminar la ceremonia. Lo hizo invocando fuerza y la sabiduría.
REPORTAJE: La masonería rodeada por sus misterios
lunes, marzo 26, 2007