Por Cuauhtémoc D. Molina García
R:.L:.S:. Concordia 1.
A menudo se dice que la Orden tiene sus enemigos atávicos en los grupos de ultraderecha, sectores conservadores de la Iglesia católica, —Caballeros de Colón, Opus Dei, Legionarios de Cristo y ahora el Yunque—, y partidos políticos de filiación igualmente conservadora. El discurso de los recién ingresados en la Orden suele ser copioso en retórica jacobina y de pronto pareciera que la Orden existe, o subsiste, merced a la existencia de los contrarios.
Otros incluso se pronuncian en el sentido de que la Masonería ha perdido capacidad de competir con sus adversarios, ya que éstos la han superado en número de miembros, recursos materiales y capacidad financiera, así como en presencia política.
¿Qué hace la Masonería?, otros dicen ¿qué hacen los masones? Unos y otros se responden: ¡Nada! Las logias masónicas cada día desmerecen en interés para sus propios integrantes, quiénes las abandonan desilusionados porque no encuentran lo que buscan, o bien porque el carácter y el contenido de sus enseñanzas les parecen fuera de contexto histórico, social y político.
¿Qué hacer entonces?
La Masonería, dicen, vive una crisis, y a veces dicen bien, solo que no saben identificar con precisión el sentido y la verdadera identidad de dicha crisis. Pocos masones saben cuáles son los fines reales de la Institución masónica; unos la ubican en lo material, otros en lo financiero y económico, otros en lo social y no faltan quienes le señalan un rotundo fracaso político.
Para muchos la Masonería es un mero apéndice de sus vidas sociales, una extensión de ella que malamente cumple la función de un club. Adolecen muchos integrantes de la Orden, -que no iniciados-, de una clara visión de los ideales supremos de realización espiritual de la Institución y es posible que ocho de cada diez de ellos desconozcan que la Masonería ha sido fundada para contribuir al desarrollo espiritual de la humanidad, así como a la expansión de la conciencia interior de sus integrantes.
Muchas Grandes Logias, con sus respectivos Grandes Maestros, evidencian un abandono de los principios considerados fundamentales en la Francmasonería, restándoles autoridad y observancia. Incluso, para muchos masones “modernos”, los ritos masónicos no son sino costumbres arcaicas y prehistóricas que ahora “carecen de sentido”, y les parece que la Masonería es una suerte de museo viviente de atavismos incompatibles con un mundo de globalización y de Internet.
Casi todos los “profanos con mandil” exigen hacer las cosas con prisa, por ello abrevian rituales y mutilan el espíritu de la Orden en aras de la modernidad y la “ciencia contemporánea”. La Masonería —siendo un espacio iniciático cognitivo y afectivo de profundos significados morales y espirituales— resulta hoy en día en extremo superficial para quienes la desconocen y la reducen con sus prácticas profanadoras, y es por esta razón que además de todos los males, existe una vasta disonancia entre las mentes académicamente avanzadas y la masonería superficial contemporánea.
Tenemos ante nosotros una ruptura social, intelectual y académica que no tiene razón de ser, porque si los académicos y los científicos, cuando llegan a nuestras Logias, alguien les supiese indicar los verdaderos caminos de la Orden, muy seguro estaríamos en que sabrían, con gran apertura intelectual y espiritual, valorar de modo superlativo las excelsas virtudes de nuestro Arte Real. Por lo tanto, habríamos de preguntarnos objetivamente ¿cuáles o quiénes son nuestros reales y verdaderos enemigos? Desde hace mucho tiempo presentimos que nuestros verdaderos y reales enemigos no están fuera, sino dentro de la Institución. ¿Quiénes son? No son solamente lo Jubelás, Jubelós y Jubelúm, que con sus conductas traicionan la confianza de los verdaderos iniciados, o bien los líderes y funcionarios de la Orden que solo anhelan su propio beneficio y se olvidan de la verdadera causa de la Institución.
No, se trata más bien de actitudes plenamente instaladas en los patrones de conducta organizacional de la Orden. ¿Cuáles son estas actitudes? Una es la superficialidad, otra los prejuicios y por último, los personalismos.[1]
[1] Me baso en los conceptos de W. Cox Learche, en Los Landmarks; la regularidad masónica en una nueva Luz, Herbasa, México, s/a.