Por el H:. Fernando Andres Valdivieso Cabada
En esta Ceremonia especial de Honras fúnebres llevada a cabo en cadena, entre 2 Logias hermanas, como son: la P:.R:.L:.S:. Justicia Bondad y Moralidad 157 No. 6 y la Centenaria, Augusta y Benemérita R:.L:.S:. Cosmopolita 13, No.1, del valle de Trujillo, recordemos con sincero amor fraternal y profundo respeto a nuestros familiares mas queridos y a nuestros RR:. y QQ:. HH:. que hicieron el viaje eterno, y nos antecedieron en la partida de este mundo, a ellos les decimos: vosotros estábais llenos de vida, con ella iluminaban el camino de los que buscamos la luz, pero como una flama, un soplo, bastó para extinguirlos y sepultarlos en el misterio de la muerte, en vano los llamamos, ya no esta en ellos respondernos, ya no podremos oír sus voces, solo la idea consoladora de que nos hemos de volver a ver, puede mitigar la herida de sus muertes que ha dejado entre nosotros. Si nos veremos y entonces la sonrisa de la amistad y el cariño hará cesar las lagrimas que derramamos sobre vuestras tumbas hoy en esta ceremonia fúnebre vuestros hermanos, todos por igual, prometemos mantener vivo vuestros recuerdos así la paz y la concordia permanecerán entre nosotros, mientras continuamos nuestros esfuerzos para conservar la obra grandiosa que nos ha designado el supremo hacedor del universo preservar la libertad, la igualdad y la fraternidad entre los hombres.
“Creemos erradamente que la muerte existe, sin embargo es un nuevo nacimiento para el Espíritu, porque siendo de naturaleza Divina, es inmortal y eterno”
La muerte, suceso que tanto angustia al Ser humano, suceso que nos llena de terror no tanto por él mismo, sino por el desconocimiento que de él se tiene, es lo más natural del mundo, porque nacer y morir es exactamente igual a dormir y despertar o a despertar y dormir, según el punto de vista con que lo veamos.
A través de la historia, se han tejido una gran cantidad de teorías e hipótesis acerca de lo que se cree es ese proceso mal llamado muerte, porque en realidad, muerte no existe. Todo en la naturaleza lleva un proceso de cambio, de transformación permanente, de evolución; no existe muerte tal como se la suele conceptuar.
Qué ha pasado con ese ser tan querido que antes le veíamos hablar, pensar, reír, amar, actuar, sentir, en una palabra, vivir? El o ella no ha desaparecido; ha dejado únicamente el traje que estaba usando, tal como nosotros cada noche, que antes de entregarnos al sueño nos quitamos la ropa que hemos usado durante el día, bien sea porque ya esté sucia, rota, etc., sin llenarnos de tristeza por hacerlo, para luego sumergimos en la inconsciencia del sueño, como análogamente ocurre con el proceso llamado muerte.
Cuando llega el momento en el cual por enfermedad, accidente o por secuencia natural de los años se ha de abandonar la materia en la cual hemos estado (viviendo), el Espíritu se va sumergiendo en un sueño cada vez más profundo, hasta que por fin logra desprenderse definitivamente de la materia porque ya no le es útil para continuar adquiriendo experiencias.
Siempre el ser humano se ha preocupado por el nacimiento y por mantener relativamente bien la organización psico y fisiológica del cuerpo, pero no nos hemos preocupado por la muerte; siempre nos coge desprevenidos con su guadaña afilada y nunca sabemos que es lo que vamos a enfrentar y que debiéramos hacer en ese momento. Allí es donde debemos prepararnos, por eso debemos aprender la ciencia del buen morir, que es la ciencia de la muerte.
Si no tenemos miedo a entregarnos al sueño, ¿por qué le hemos de tener miedo a fallecer? Si el proceso es exactamente el mismo; la única diferencia es que cuando nos entregamos al sueño, tenemos la posibilidad de retornar al cuerpo en un momento determinado. Cuando fallecemos, ya no existe el mecanismo psico y fisiológico que nos permite vincularnos a la materia para continuar la encarnación.
El cuerpo denso nos proporciona experiencias, el cuerpo vital la salud, el cuerpo emocional es el que nos hace enojar tanto, pero también nos hace desear y estar activos, y el cuerpo mental que es el que nos hace pensar con más o menos claridad. Estos cuatro cuerpos: físico, vital, emocional y mental, es lo que constituye la personalidad; es lo que el Ego, la chispa divina que mora en nosotros, abandona después de ese período llamado encarnación, quedando la divina Individualidad, el Ego, Yo, el cual es Consciencia, Sensibilidad e Imaginación. Eso es realmente nuestro ser: un centro de consciencia, de amor y de poder.
Alguna vez nos hemos preguntado: ¿Quién soy realmente? ¿De dónde vengo? ¿Qué estoy haciendo aquí y para dónde voy? ¿Cuál es mi misión en esta vida? ¿Únicamente vine aquí a sufrir y nada más que a dar tumbos? ¿Únicamente vine aquí a comer, a dormir y a cohabitar? ¿Es esto realmente un plan divino, un plan cósmico? ¿Voy a vivir aquí veinte, treinta, cincuenta, quizás noventa años y se acabó todo después de sufrir o de gozar mucho según lo que relativamente pueda suceder?
El destino del Ser humano no es el de gozar ni el de sufrir, sino el de adquirir experiencia, tener mejor calidad de vida y convertirnos en hombres buenos en beneficio de nosotros mismos y de los seres que nos rodean. Todo ello, llamado arte real, es lo que aprendemos todos los masones en este templo de la fraternidad
Perdámosle el temor a la muerte, dejemos ir a nuestros seres queridos con la mayor alegría, con el mayor cariño posible, enviémosles amor para que ellos no sufran y ellos lo sabrán agradecer por siempre.
Desde nuestro corazón que es el templo de la energía del Cristo, del amor universal en la naturaleza del hombre, imaginemos, que un sentimiento de amor hacia todos los seres y hacia toda vida, nace como luz diáfana, que inunda nuestro cuerpo y nuestra aura, sintiendo que somos el centro mismo del Universo, como un sol ingente de poder y de luz, mientras irradiamos este inmenso amor que día tras día crece en nosotros, como mensaje de vida, de paz, de armonía, de progreso, de espiritualidad y de fraternidad hacia toda la creación.
En esta noche especial, que es de tristeza debería ser que con alegría recordemos con cariño, admiración y respeto a nuestros hermanos fallecidos que ahora adornan la Columna del Oriente Eterno, junto al G:.A:.D:.U:., ellos son: los RR:.HH:. Alfonso Espinoza Orrego, Oswaldo Luna Victoria Luna Victoria, Antonio Escalante Ahumada, y el Q:.H:. Carlos Eslava Vargas, albañiles de las canteras de Justicia, Bondad y Moralidad, y los RR:.HH:. Leopoldo Angulo Carbonell, Miguel Chávez Alfaro, Guillermo Navarro Quispe, Jesús Diez Canseco Tovar, Antonio Rogelio Vásquez Pita, Víctor Raul Benguer Infantes, Héctor Centurión Vallejo y Doménico Massa Sacco, este ultimo, fallecido en Italia, el 7 de octubre del 2007 albañiles de las canteras de Cosmopolita.
Para finalizar, y con la mas profunda reverencia repito humildemente las palabras que pronuncio nuestro V:.M:.:
Oh G:.A:.D:.U:. Poder infinito, todo vive y respira por Ti, la luz y las tinieblas te son iguales, nos ves nacer y morir, conoces el secreto de la vida y el misterio de la muerte. Que nuestros HH:. fallecidos vivan contigo siempre como vivieron con nosotros. Pueda su muerte enseñarnos a todos nosotros reunidos aquí esta noche a coexistir en paz, tolerancia y fraternidad y a morir en su momento para disponernos a disfrutar contigo de la verdadera inmortalidad.
Que la paz y la concordia impere en nosotros. Que ninguna actividad profana o masónica nos desuna. Pensemos solo en nuestra obra, la unidad de la M:.R:.G:.L:. del Norte del Perú, el auge de la Francmasonería, en la prosperidad de nuestra Patria y el bienestar general de la humanidad.
Gracias.
He cumplido con vuestra orden V:.M:
“Creemos erradamente que la muerte existe, sin embargo es un nuevo nacimiento para el Espíritu, porque siendo de naturaleza Divina, es inmortal y eterno”
La muerte, suceso que tanto angustia al Ser humano, suceso que nos llena de terror no tanto por él mismo, sino por el desconocimiento que de él se tiene, es lo más natural del mundo, porque nacer y morir es exactamente igual a dormir y despertar o a despertar y dormir, según el punto de vista con que lo veamos.
A través de la historia, se han tejido una gran cantidad de teorías e hipótesis acerca de lo que se cree es ese proceso mal llamado muerte, porque en realidad, muerte no existe. Todo en la naturaleza lleva un proceso de cambio, de transformación permanente, de evolución; no existe muerte tal como se la suele conceptuar.
Qué ha pasado con ese ser tan querido que antes le veíamos hablar, pensar, reír, amar, actuar, sentir, en una palabra, vivir? El o ella no ha desaparecido; ha dejado únicamente el traje que estaba usando, tal como nosotros cada noche, que antes de entregarnos al sueño nos quitamos la ropa que hemos usado durante el día, bien sea porque ya esté sucia, rota, etc., sin llenarnos de tristeza por hacerlo, para luego sumergimos en la inconsciencia del sueño, como análogamente ocurre con el proceso llamado muerte.
Cuando llega el momento en el cual por enfermedad, accidente o por secuencia natural de los años se ha de abandonar la materia en la cual hemos estado (viviendo), el Espíritu se va sumergiendo en un sueño cada vez más profundo, hasta que por fin logra desprenderse definitivamente de la materia porque ya no le es útil para continuar adquiriendo experiencias.
Siempre el ser humano se ha preocupado por el nacimiento y por mantener relativamente bien la organización psico y fisiológica del cuerpo, pero no nos hemos preocupado por la muerte; siempre nos coge desprevenidos con su guadaña afilada y nunca sabemos que es lo que vamos a enfrentar y que debiéramos hacer en ese momento. Allí es donde debemos prepararnos, por eso debemos aprender la ciencia del buen morir, que es la ciencia de la muerte.
Si no tenemos miedo a entregarnos al sueño, ¿por qué le hemos de tener miedo a fallecer? Si el proceso es exactamente el mismo; la única diferencia es que cuando nos entregamos al sueño, tenemos la posibilidad de retornar al cuerpo en un momento determinado. Cuando fallecemos, ya no existe el mecanismo psico y fisiológico que nos permite vincularnos a la materia para continuar la encarnación.
El cuerpo denso nos proporciona experiencias, el cuerpo vital la salud, el cuerpo emocional es el que nos hace enojar tanto, pero también nos hace desear y estar activos, y el cuerpo mental que es el que nos hace pensar con más o menos claridad. Estos cuatro cuerpos: físico, vital, emocional y mental, es lo que constituye la personalidad; es lo que el Ego, la chispa divina que mora en nosotros, abandona después de ese período llamado encarnación, quedando la divina Individualidad, el Ego, Yo, el cual es Consciencia, Sensibilidad e Imaginación. Eso es realmente nuestro ser: un centro de consciencia, de amor y de poder.
Alguna vez nos hemos preguntado: ¿Quién soy realmente? ¿De dónde vengo? ¿Qué estoy haciendo aquí y para dónde voy? ¿Cuál es mi misión en esta vida? ¿Únicamente vine aquí a sufrir y nada más que a dar tumbos? ¿Únicamente vine aquí a comer, a dormir y a cohabitar? ¿Es esto realmente un plan divino, un plan cósmico? ¿Voy a vivir aquí veinte, treinta, cincuenta, quizás noventa años y se acabó todo después de sufrir o de gozar mucho según lo que relativamente pueda suceder?
El destino del Ser humano no es el de gozar ni el de sufrir, sino el de adquirir experiencia, tener mejor calidad de vida y convertirnos en hombres buenos en beneficio de nosotros mismos y de los seres que nos rodean. Todo ello, llamado arte real, es lo que aprendemos todos los masones en este templo de la fraternidad
Perdámosle el temor a la muerte, dejemos ir a nuestros seres queridos con la mayor alegría, con el mayor cariño posible, enviémosles amor para que ellos no sufran y ellos lo sabrán agradecer por siempre.
Desde nuestro corazón que es el templo de la energía del Cristo, del amor universal en la naturaleza del hombre, imaginemos, que un sentimiento de amor hacia todos los seres y hacia toda vida, nace como luz diáfana, que inunda nuestro cuerpo y nuestra aura, sintiendo que somos el centro mismo del Universo, como un sol ingente de poder y de luz, mientras irradiamos este inmenso amor que día tras día crece en nosotros, como mensaje de vida, de paz, de armonía, de progreso, de espiritualidad y de fraternidad hacia toda la creación.
En esta noche especial, que es de tristeza debería ser que con alegría recordemos con cariño, admiración y respeto a nuestros hermanos fallecidos que ahora adornan la Columna del Oriente Eterno, junto al G:.A:.D:.U:., ellos son: los RR:.HH:. Alfonso Espinoza Orrego, Oswaldo Luna Victoria Luna Victoria, Antonio Escalante Ahumada, y el Q:.H:. Carlos Eslava Vargas, albañiles de las canteras de Justicia, Bondad y Moralidad, y los RR:.HH:. Leopoldo Angulo Carbonell, Miguel Chávez Alfaro, Guillermo Navarro Quispe, Jesús Diez Canseco Tovar, Antonio Rogelio Vásquez Pita, Víctor Raul Benguer Infantes, Héctor Centurión Vallejo y Doménico Massa Sacco, este ultimo, fallecido en Italia, el 7 de octubre del 2007 albañiles de las canteras de Cosmopolita.
Para finalizar, y con la mas profunda reverencia repito humildemente las palabras que pronuncio nuestro V:.M:.:
Oh G:.A:.D:.U:. Poder infinito, todo vive y respira por Ti, la luz y las tinieblas te son iguales, nos ves nacer y morir, conoces el secreto de la vida y el misterio de la muerte. Que nuestros HH:. fallecidos vivan contigo siempre como vivieron con nosotros. Pueda su muerte enseñarnos a todos nosotros reunidos aquí esta noche a coexistir en paz, tolerancia y fraternidad y a morir en su momento para disponernos a disfrutar contigo de la verdadera inmortalidad.
Que la paz y la concordia impere en nosotros. Que ninguna actividad profana o masónica nos desuna. Pensemos solo en nuestra obra, la unidad de la M:.R:.G:.L:. del Norte del Perú, el auge de la Francmasonería, en la prosperidad de nuestra Patria y el bienestar general de la humanidad.
Gracias.
He cumplido con vuestra orden V:.M: