Las contradicciones de un Estado formalmente aconfesional que se resiste a serlo se vuelven a poner de manifiesto cada vez que, como ha ocurrido con la terrible tragedia de Barajas, el drama pone a las administraciones públicas en la tesitura de honrar a los muertos. Tal como ocurriera con los atentados del 14 M, da igual que muchas o algunas de las víctimas profesen una confesión religiosa distinta de la católica, la iglesia romana aparece siempre reivindicadora de un monopolio ceremonial que la convierte, de hecho, en la “religión propia” de esta España que es de todos y, por extensión, en la Iglesia Oficial del Estado. Un despropósito para la razón y un atentado moral contra las víctimas no católicas.
En este sentido se han manifestado ya algunas confesiones minoritarias que se quejan de la “violación” que supone el hecho de que -una vez más- se vaya a imponer a algunas de las víctimas y sus familiares un acto religioso “contrario a sus creencias”.
Así lo informa el periódico El Plural que anuncia que:
Representantes de las comunidades protestante y musulmana en España han pedido que el funeral católico organizado por el Arzobispado de Madrid para rendir homenaje a las víctimas del accidente de Barajas sea no confesional, o bien, se abra a otras confesiones –pluriconfesional-. El argumento es que, entre los afectados, había fieles de ambos credos.
Resulta muy significativa la predisposición de estas confesiones todavía minoritarias -quizás precisamente porque lo son- favorable al laicismo. Algo que de ninguna manera es compartido por la jerarquía de la confesión privilegiada por los estamentos públicos en España. Esta demanda de ceremonias de Estado aconfesionales, pedida por las iglesias minoritarias y rechazada por la Iglesia Católica, nos devuelve la vergonzante actitud del PSOE quien, en un ejercicio de perfecta hipocresía política, mantenía recientemente en el Congreso de los Diputados su tibio discurso a favor de la aconfesionalidad estatal al tiempo que defendía el sostenimiento de las ceremonias confesionales de carácter estatal.
La sensibilidad mostrada por el gobierno hacia las creencias de algunas víctimas, participando en un único funeral confesional católico, resulta directamente proporcional al menosprecio expresado a los sentimientos de aquellos que profesan algún otro tipo de fe religiosa o que, sencillamente, rechazan íntimamente cualquier dogma confesional.
Así se ha manifestado, por ejemplo, la Alianza Evangélica Española, quien considera además que la celebración del funeral católico organizado en Madrid y en el que participarán el Gobierno y la Casa Real “supone añadir más dolor a las familias de las víctimas”.
En la misma línea se ha expresado la Unión de Comunidades Islámicas de España que también ha pedido un funeral pluriconfesional.