Están excomulgados por la Iglesia Católica desde el siglo XIX por promover el laicismo y la creencia en el "Gran Arquitecto del Universo". Pero muchos de ellos siguen comulgando en silencio. El carácter secreto de sus prácticas les deparó persecuciones a lo largo de la historia y todavía gran parte de sus miembros prefiere no revelar su condición por miedo a ser discriminado.
Rodeados de mitos, desconocimiento y prejuicios, los masones siguen actuando en la ciudad que diseñó Dardo Rocha junto a otros miembros de la Orden.
¿Qué buscan estos hombres dentro de las logias? ¿En qué creen los masones de siglo XXI? ¿Cuál es su rol en la sociedad?
“El que busca a los masones, los encuentra”. No es una amenaza. Es la realidad. La Masonería tuvo su apogeo en La Plata desde la fundación hasta principios del siglo XX, período en que trabajaron diecisiete logias. El poder adquirido por los partidos políticos, el recambio generacional y las persecuciones padecidas por los masones, debilitaron a la Orden.
Pero sus hombres nunca se fueron del todo. Actualmente funcionan cuatro logias en la ciudad, casi en silencio, porque muchos de sus hombres todavía prefieren no revelar su condición. ¿El motivo? Es tan antiguo como sus rituales: temen ser discriminados.
Néstor Di Lorenzo, empresario de 56 años, es el “venerable maestro” de la Logia "Luz y Verdad N°79" de La Plata. A primera vista, nada en su apariencia lo indica. La confirmación salta dos minutos después desde la solapa de su traje impecable: un prendedor con la escuadra y el compás, herramientas simbólicas de los masones.
“Se llega a ser masón por la búsqueda de la Verdad. El desarrollo personal te lleva a investigar y, en un determinado momento, a averiguar qué es la Masonería”, explica Di Lorenzo y comienza a manejar términos tan absolutos como “verdad” y tan antiguos como “hermanos”, “fraternidad” y “patria”, que lentamente van descubriendo su condición.
Javier Martínez, secretario de la misma logia, ingresó a la Orden hace tres años a través de Internet. La red es uno de los medios más utilizados hoy por los masones porque les permite tomar contacto con la sociedad preservando su identidad. “Todo el mundo puede ser masón; sólo tiene que ser hombre libre y de buenas costumbres”, puntualiza este licenciado en Física de 30 años.
Para los masones, un hombre de “buenas costumbres” implica “ser ética y moralmente un hombre probo y actuar con las reglas morales y éticas implantadas por la sociedad en que habita”. Y llaman “libre” a quien no tiene ningún proceso penal ni judicial, que no se halle impedido de su libertad y que sea “libre de pensamiento”.
La igualdad
En 1998 la Logia “Luz y Verdad” N°79 “levantó columnas” (término utilizado por los masones, o “constructores”, para referirse a la apertura de un “taller”). La iniciativa surgió de un grupo de platenses –integrantes de la Logia “Eureka” de Buenos Aires- que decidió recuperar el nombre de la organización más antigua de la ciudad, desaparecida a principios del
siglo XX.
Este espacio está hoy integrado por 25 hombres que promedian los 30 años, aunque también cuentan con un “hermano” de 80. Por tradición -según se justifican- no aceptan mujeres. Entre sus filas se destacan los estudiantes y egresados universitarios. La mayoría son abogados, pero también hay contadores, médicos, empresarios, profesores universitarios y hasta un actor. “Hay masones de todos los colores políticos, de todas las religiones y de diferentes niveles sociales. Todos somos iguales”, asegura Di Lorenzo.
Este “taller” depende de la Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones y practica el rito Escocés Antiguo y Aceptado de Edimburgo, el culto vigente con más años de
ejercicio en el mundo. Como sucede con los otros ritos, el Escocés contempla los tres grados básicos (aprendiz, compañero y maestro) y continúa con treinta grados superiores, donde el masón extiende su formación filosófica.
Di Lorenzo se presenta como maestro masón, y si bien cuenta que ingresó a la Orden hace seis años, prefiere no revelar su grado. De hecho, se muestra mucho más cómodo al hablar de la Masonería en general, que al hacerlo acerca de su logia en particular.
Las piedras
Los miembros de esta logia celebran una vez por semana sus “tenidas” regulares o sesiones del taller. Como carecen de templo propio, costean el alquiler de un salón con una parte de la cuota mensual de 25 pesos que aportan sus integrantes. Si bien no lo confirmaron, actualment estarían funcionando en el edificio de la Biblioteca Sarmiento, ubicado en 5 entre 43 y 44.
La actividad realizada por los masones dentro de la logia consiste en presentar trabajos de investigación referidos a temas históricos o actuales que exponen ante sus “hermanos” para
ser compartidos y debatidos. “Los trabajos son personales, porque el crecimiento es personal, pero la intención es que todos se enriquezcan”, indica Di Lorenzo y, haciendo alusión a los emblemas de la Orden, grafica: “Cuando el aprendiz comienza, es una piedra bruta que, con el mazo y el cincel, se golpea y se pule hasta llevarla a la piedra cúbica”, símbolo masónico de la perfección.
De las puertas del templo hacia afuera, la logia no asume posturas públicas. “Son sus hombres los que, a través del conocimiento, llevan el aprendizaje a su medio profesional y familiar”, remarca Di Lorenzo. Sin embargo, “Luz y Verdad” coordina, desde hace unos años, el Instituto de Pensamiento Libre que una vez por mes realiza charlas abiertas sobre Masonería.
El investigador de Masonería Eduardo Sebastianelli destaca que los masones platenses respaldan la actividad social de sus “hermanos” cuando realizan determinadas obras y proyectos.
“Muchas veces –explica- hay centros culturales o entidades que surgen por iniciativa de un masón y que, por detrás, tienen el apoyo de la logia”.
Los motivos por los cuales muchos “constructores” no revelan su condición es porque, en ocasiones, “lamentablemente, pueden perder su trabajo”, apunta Di Lorenzo. Tanto él
como Martínez aseguran que el desconocimiento sobre la Masonería genera temor. Pero también afirman que “todavía hay algunos sectores que no toleran que haya grupos que
pregonen la libertad y la igualdad”. Aunque aclaran que en La Plata no encuentran ningún tipo de oposición.
El silencio
“Luz y Verdad” es una de las cuatro logias que funcionan hoy en la ciudad. Entre los masones se conocen, pero no se vinculan y prefieren no hacer consideraciones sobre sus “hermanos”. A veces no querer hablar, habla de diferencias.
Eduardo Sebastianelli asegura mantener contacto permanente con los masones platenses. Dice que estos espacios congregan a hombres de diferentes partidos políticos –aunque en su mayoría son radicales- e incluso algunos desempeñan funciones públicas.
En La Plata hay otros tres talleres en actividad: la logia “Pedro Benoit”, que se reúne en la zona céntrica y otras dos que funcionan en las cercanías del Distribuidor y en la localidad de Los Hornos.
La logia que lleva el nombre del ladero de Dardo Rocha, surgió en 1984 y es considerada “la más secreta de la ciudad, porque sus miembros no quieren sentirse influenciados por el
accionar de las otras logias”, comenta Sebastianelli y refiere: “Están haciendo algunas obras de beneficencia que no se atribuyen, porque no quieren que la sociedad se entere”.
Al igual que “Luz y Verdad”, este taller practica el rito Escocés Antiguo y Aceptado, y tiene la particularidad de que sus integrantes están divididos por profesiones, porque “como la
Masonería es una ‘filosofía de vida’, se considera que entre miembros de la misma profesión pueden entenderse mejor y, de esta manera, aplicar los elementos de la Masonería a sus
respectivas profesiones”.
Los dos restantes están integradas por ex miembros de la Logia “La Plata” N°80, que funcionó desde la fundación de la ciudad hasta el año 1979. Estos talleres profesan el rito Memphis Misraim, originario de Egipto y muy extendido en Italia, que llegó a nuestro país con las oleadas inmigratorias. Se caracteriza por contar con 99 grados y admitir a la mujer.
Sebastianelli destaca que estos dos talleres no son regulares porque “trabajan con una Carta Patente –que los habilita a funcionar– emanada desde Chile, cuando el Gran Oriente del
rito Memphis Misraim está en Córdoba”. El investigador plantea que las logias deben ser autorizadas por la correspondiente Gran Logia de su país, entre otras cuestiones, porque ese
Gran Oriente (del que dependen los talleres) tiene la potestad de inspeccionarlas y de controlar que funcionen adecuadamente.
Las precursoras
“Luz y Verdad” N°79 (creada diez días después de la fundación de la ciudad) y “La Plata” N°80 (impulsada por Pedro Benoit en 1887) fueron las dos primeras logias locales. Sus respectivos números representan el orden de surgimiento que tuvieron en el país.
Según el censo realizado en 1910, “en La Plata había diecisiete logias, por lo que se calcula que eran cerca de 600 masones”, explica María Carlota Sempé, antropóloga y titular de la Cátedra de Arte, Tecnología y Antropología de la Facultad de Ciencias Naturales de La Plata.
Sempé, que realizó diversos estudios sobre la Masonería en la ciudad, considera que la declinación de la actividad masónica “se debió al cambio de la sociedad y de las relaciones de
poder”, porque los masones “eran fuertes cuando los partidos políticos no lo eran”.
La antropóloga sostiene que a principios del siglo XX las logias permitían que sus miembros compartieran actividades con gente de estratos sociales diversos, en un momento en que
las diferencias sociales estaban muy marcadas. “En muchos casos ingresar a la Masonería sirve para reunirse en grupo y tener una identidad compartida, reforzada por fines altruistas”.
Entre los talleres que funcionaban a comienzos del siglo pasado figuran los siguientes: “19 de Noviembre” (1906), en 46 entre 2 y 3, donde está hoy la Iglesia Adventista; “Democracia” N°146; “Renacimiento” N°152 (1899); “1° de Mayo” N°219 (1908); “Triunfo y Justicia” N°240; “Guillermo Oberdan” N°255 (1910); “Sol de Mayo” N°258 (1910); “Resurgimiento” N°330; “Streta Uguaglianza” (1889); “Bernardino Rivadavia” (1909); “Florentino Ameghino” “Porvenir” (1895); “Federal de Maestros” (1893); “Hermanos Siempre Fieles” (1905) y “Hermanas del Plata” (1905). Una estas logias sesionaba en el actual Teatro Princesa, de diagonal 74 entre 3 y 4.
Los fundadores
La actividad de la Masonería se remonta a los inicios de la fundación de la ciudad. O, dicho de otra manera, La Plata fue fundada por masones. Dardo Rocha fue iniciado masón en la Logia “Constancia” N°7 cuando tenía 20 años y estudiaba Derecho. Su padre, Juan José Rocha, también masón, publicó en 1858 el primer Calendario Masónico que se editó en la Argentina. Su principal colaborador, el arquitecto Pedro Benoit –responsable del trazado del plano de la ciudad- ingresó a la Orden en 1836 a través de la Logia “Consuelo de Infortunio” N°3.
El investigador Sebastianelli relata que, tres días después de que salió el decreto para la fundación de La Plata en 1881, “Rocha nombró a la Comisión para el Estudio del Emplazamiento de la ciudad. Y los diez miembros designados eran masones”. A su vez, el Departamento de Ingenieros de la Provincia de Buenos Aires –encargado de diseñar la capital– estaba compuesto por 36 profesionales, de los cuales 29 eran masones, según un cotejo realizado por el investigador.
Con este planteo no resulta llamativo que el plano de La Plata, y muchos de sus edificios, presenten rasgos o símbolos propios de la Masonería. Esta ciudad fue un caso emblemático
del siglo XIX, cuando la Orden tenía un gran auge en la Argentina y en el mundo.
Sebastianelli recuerda que el nombre de la ciudad fue propuesto por el poeta masón José Hernández, íntimo amigo de Rocha e iniciado en 1861 en la Logia “Asilo del Litoral” N°18.
El 19 de Noviembre de 1882, alrededor de las 16, fue colocada la piedra fundamental. Se trató de una caja de piedra que contenía otra de plomo, dentro de la cual se colocó una redoma de cristal con diversos documentos, entre ellos, una copia del acta fundacional, la Constitución Argentina, monedas de la época y numerosas medallas de las Logias que participaron activamente en la construcción de la ciudad.
3,1416
Las huellas también aparecen en el plano fundacional. En primer lugar, las diagonales 80 y 79, alineadas con las diagonales 73 y 74, forman la escuadra. En Masonería esta herramienta simboliza la moralidad, la lealtad y la honestidad. La diagonal 77 y la diagonal 78 arman el compás (emblema de la virtud) que, cruzado con la escuadra, conforma el símbolo masónico.
Sin embargo, Sebastianelli considera que estos rastros son “una coincidencia o una fantasía” porque, a su entender, lo más importante del plano de La Plata en el sentido masónico está dado, entre otros aspectos, por el número ?, que siempre está presente en la Arquitectura Sagrada.
El investigador observa que el perímetro de la ciudad dividido por la extensión de cualquiera de sus diagonales principales (73 o 74) da como resultado 3,1416.
La filiación masónica de los fundadores platenses, la actividad de las logias a lo largo de la historia y el diseño del plano fundacional, parecen reforzar la afirmación del comienzo: “El que
busca a los masones, los encuentra”.
Mitos de bronce
Los investigadores e historiadores de Masonería llevan años tratando de sacudir del imaginario popular platense algunas fábulas que sobrevuelan a los masones que fundaron la ciudad.
El posicionamiento de las estatuas de la Plaza Moreno está entre las leyendas que deberán desmitificar de por vida. La fantasía fue disparada en 1993 por el libro “La historia oculta de la ciudad de La Plata”, de Gualberto Reynal. El escritor analiza la ubicación de las estatuas de bronce que representan a las Cuatro Estaciones y la del Arquero Divino –situado en la esquina de 14 y 54– y les otorga significados “oscuros” de los cuales responsabiliza a los masones.
Reynal refiere que la estatua que personifica al invierno y al fuego, ubicada a la altura de 51 entre 13 y 14, apunta con sus dedos índice y meñique hacia la Catedral, mientras que, desde el otro extremo de la plaza, la figura del arquero dirige su flecha (desaparecida desde hace años) hacia el rosetón central del templo.
A partir de ese hecho concreto, se sostuvo que los fundadores de la ciudad, de procedencia masónica, habían colocado las estatuas en esa posición en un intento por neutralizar el poder ejercido por la Iglesia Católica en el siglo XIX.
El investigador Eduardo Sebastianelli hace un nuevo intento por clarificar la situación. La estatua que representa al invierno “no está haciéndole los cuernos a la Catedral, sino que tiene la mano semiabierta porque está cuidando el ánfora donde tiene el fuego”, explica.
Por si esa aclaración no lograra sosegar las imaginaciones más fantásticas, Sebastianelli recuerda que las cuatro efigies –realizadas en la fundición francesa de Val d’Osne– no tenían dicha ubicación cuando se construyó la Plaza Moreno, sino que estaban situadas en las cuatro esquinas del cuadrado. Y, a modo de ejemplo, destaca que aquella que personifica al invierno “miraba en dirección oeste y no hacia la Catedral”.
La leyenda que se dispara desde la flecha del Arquero Divino tampoco parece llegar a buen puerto. Esa obra, perteneciente al escultor Troiano Troiani, “fue colocada en 1970”, con lo cual “no es un monumento de la fundación”, puntualiza.
Los propios masones aseguran que estas versiones “no tienen fundamento de ningún tipo”. Javier Martínez, de la Logia “Luz y Verdad”, sostiene que “como todas las fábulas, ésta también quedó grabada en el imaginario colectivo”. Quizás, por ser de bronce, este mito se hace difícil de derribar.
“Pro Scientia et Patria”
La Universidad Nacional de La Plata mantuvo desde sus inicios una estrecha relación con la Masonería. Esta institución, además de haber sido fundada por miembros de logias, fue uno de los principales reductos de donde surgieron los masones platenses.
La casa de altos estudios fue creada por ley en 1889, a través de una iniciativa impulsada por el entonces senador Rafael Hernández –hermano del poeta José Hernández– que fue iniciado desde muy joven en la Logia “Caridad” N°22 y actuó en la Logia “La Plata” N°80. Esa ley fue promulgada el 2 de enero de 1890 por otro masón, Máximo Paz, integrante de la Logia “Tolerancia” N°4.
El impulso dado a la universidad por la incipiente sociedad platense, no resultó suficiente para que la institución comenzara a funcionar. Por el contrario, la desfavorable coyuntura económica que presentaba la crisis de 1890 obligó a esperar siete años hasta que empezaran a dictarse las primeras clases.
En esa oportunidad se designó la primera Asamblea Universitaria que estaba integrada, entre otros, por Dardo Rocha, José Calderón, Jacob Larrain, Ricardo Marcó del Pont, Adolfo Lascano, Jorge Gorostiaga, Pedro Benoit y Julián Romero, todos masones. Por unanimidad, el cuerpo eligió a Rocha como presidente de la flamante universidad.
Bajo el lema “Por la Ciencia y por la Patria”, el ex gobernador inauguró los cursos en la planta alta del edificio del Banco Hipotecario, situado en la avenida 7 entre 47 y 48, donde actualmente funciona el Rectorado. Entre los oradores que estuvieron se destacó el naturalista Florentino Ameghino, iniciado masón en la Logia “Luján”.
Siete años después, la falta de recursos le puso fin a la era Rocha al frente de la institución. En 1905 la Universidad pasó a depender del gobierno nacional y el entonces ministro de Justicia de la Nación, Joaquín V. González, asumió en 1906 como primer presidente de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Por ser hijo de masón, González fue iniciado siendo aún menor de edad en la Logia “Piedad y Unión” N°34 de Córdoba en 1881. Su diploma de masón lleva estampada la firma de Domingo Faustino Sarmiento como Gran Maestre de la Orden. A partir de ese momento, estudiantes, profesores y graduados de la UNLP se acercaron a las logias que funcionaban en la ciudad desde fines del siglo XIX. Este vínculo quedó evidenciado el 18 de noviembre de 1999, cuando la Casa de Cultura de la UNLP inauguró la Cátedra de Libre Pensamiento, con la coordinación del Gran Maestre de la Gran Logia de la Argentina, Jorge Vallejos. Este espacio –que desde el año pasado está bajo la responsabilidad de la Logia “Luz y Verdad”– promueve la realización de charlas sobre Masonería en las diferentes facultades.
Cuando la casa de altos estudios cumplió 100 años, la Masonería colocó una plac conmemorativa en el hall del Rectorado. Los masones y la universidad sellaron así un siglo de historia compartida.
El patrimonio de la fe
“Cualquier religión es inconciliable con la idea de la Masonería, porque toda religión se basa en dogmas y la Masonería no acepta dogmas”, remarca Javier Martínez, de la Logia platense “Luz y Verdad”. Esta afirmación –aclara– sólo rige para la Orden como institución, porque en el plano personal todos los masones deben profesar un credo religioso y, a partir de su creencia, cada uno reconocerá su dios en la figura del Gran Arquitecto del Universo, que es la deidad masónica.
La relación entre la Masonería y la Iglesia Católica registra diferencias históricas. Sin embargo, esto no impide que gran parte de los masones sean católicos y que también haya habido sacerdotes masones, como el cura Hidalgo, paladín de la independencia mexicana, y el padre Calvo, fundador de la Orden en Centroamérica.
Según el investigador Eduardo Sebastianelli, a pesar de la persecución sufrida por los masones en otros tiempos, existe una importante cantidad de miembros que profesan el catolicismo: “cuando se realiza el rito masónico, siempre hay una escuadra, un compás y (si el masón es católico) una Biblia abierta en el libro de San Juan, que es considerado el apóstol más esotérico”.
La excomunión de los masones dispuesta por la Iglesia Católica no es un mito. El Director de Estudios del Seminario Mayor “San José” de La Plata, Luis Ángel Tau, indica que desde el siglo XIX, cuando la Masonería se consolidó como sociedad secreta, hubo más de trece condenas que figuran en el primer Código de Derecho Canónigo (1917). “El nuevo código –si bien no hace alusión directa a la Orden– prohíbe la participación de católicos en sociedades secretas que persigan fines anticatólicos”, puntualiza.
El enfrentamiento con la Iglesia comenzó cuando los hombres de la Masonería –que habían luchado para independizar a los pueblos americanos de la Corona– empezaron a trabajar en pos del laicismo y el librepensamiento, promoviendo las leyes de Cementerios, Registro Civil y del Matrimonio, que limitaron el poder eclesiástico.
Según Tau, también existen diferencias irreconciliables en el plano de la fe. “La Masonería es deísta, porque cree en el dios de los filósofos, que poco tiene que ver con Jesucristo”. Y asegura que “un masón de grado alto nunca es practicante, porque si se es librepensador no se pueden aceptar los postulados de la Iglesia: a Jesús se lo acepta y se es cristiano, o no se es“.
Del gremio a la Presidencia
Los orígenes de la Masonería –o Francmasonería– se remontan a los gremios de la construcción que se formaron en la Edad Media. El término “franc” quiere decir “libre”, y “masón” proviene del francés “maçon”, que significa “albañil” o “constructor”.
En la Alemania de 1440, los masones fueron obligados a vivir en comunidad para construir edificios públicos y, por tal motivo, conformaron asociaciones o logias. Cuando esos gremios evolucionaron y empezaron a edificar grandes catedrales, tomaron conciencia del poder que significaba su conocimiento.
En 1452 se formó un sólo cuerpo integrado por todos los maestros masones alemanes y se asignaron nombres y signos particulares para reconocerse. Además, se ordenaron prácticas secretas que debían acatar todos los afiliados.
La asociación de masones libres estaba compuesta de maestros, compañeros y aprendices. Al entrar a la cofradía, los masones juraban no revelar jamás las formulas y signos de la asociación, así como tampoco los estatutos y oficios.
Los artesanos reconocieron en Dios al Gran Arquitecto del Universo y tomaron los instrumentos de trabajo como símbolos y atributos: el nivel, la plomada y la escuadra se convirtieron en emblemas de orden, medida y equilibrio.
En 1614 ingresaron a las logias hombres provenientes del campo político, intelectual o espiritual, que fueron llamados “masones aceptados” para diferenciarlos de los verdaderos constructores.
La Masonería moderna surge en 1717 con la unión de cuatro logias londinenses que pasaron a formar la Gran Logia de Inglaterra. La Francmasonería inició el proceso que convertiría a las alicaídas logias operativas en poderosas e influyentes estructuras especulativas formadas por masones “antiguos” y “aceptados”. Ya en 1723, el Presbítero Anderson redacta la Constitución Masónica que plantea los principios de Libertad, Igualdad y Fraternidad.
Esta sociedad filantrópica se extendió por Europa y sus ritos se fueron diversificando. Su carácter secreto convirtió a sus miembros en sospechosos. En varios países sufrieron persecuciones políticas y religiosas.
La Masonería recaló en las costas del Río de la Plata a principios del siglo XVIII, cuando los regimientos que llegaron con las Invasiones Inglesas conformaron las primeras logias de Buenos Aires.
La Argentina tuvo, posteriormente, 14 presidentes masones: Bernardino Rivadavia, Vicente López y Planes, Justo José de Urquiza, Santiago Derqui, Bartolomé Mitre, Domingo Faustino Sarmiento, Miguel Juárez Celman, Carlos Pellegrini, Manuel Quintana, José Figueroa Alcorta, Roque Sáenz Peña, Victorino de la Plaza, Hipólito Irigoyen y Agustín P. Justo.
Postulados masones
“La Masonería no es una sociedad secreta, sino discreta”, se encargan de aclarar una y otra vez sus miembros. Y el argumento que esgrimen para demostrarlo se basa en que, desde 1879, poseen la personería jurídica otorgada por el gobierno argentino. En esa oportunidad, la Asamblea Masónica presentó la declaración de principios de la Orden que, aún hoy, resulta el documento más claro sobre sus fines. Algunos de sus postulados:
- La Masonería es una institución esencialmente filosófica, filantrópica y progresista. Son sus principios: la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad; y su lema: Ciencia, Justicia y Trabajo.
- Se propone la investigación de la Verdad, la perfección del individuo y el progreso de la humanidad.
- Considera que la moral es tanto un arte racional como un fenómeno evolutivo propio de la vida colectiva, que obedece a las leyes naturales.
- Reconoce al Gran Arquitecto del Universo como símbolo de las supremas aspiraciones o inquietudes de los hombres que anhelan captar la esencia, el principio y la causa de todas las cosas.
- Para el esclarecimiento de la Verdad no reconoce otro límite que el de la razón humana basada en la ciencia.
- Exige de sus adeptos la más amplia tolerancia y por ello respeta las opiniones políticas y las creencias de todos los hombres.
- Aspira, por la evolución y el esfuerzo organizado de la sociedad, al perfeccionamiento cada vez mayor de las instituciones sociales, transformándolas en las que satisfagan, dentro de un régimen de libertad, justos anhelos de mejoramiento.
- Procura por todos los medios lícitos a su alcance, dignificar al hombre capacitándolo, por un desarrollo superior de la conciencia, para el mejor y más amplio uso de los derechos ylibertades.
- Reconoce e"idad la condición primordial del género humano, es sustantivamente pacifista y considera a la guerra como un crimen horrendo.
- Estima que el trabajo es un deber esencial del hombre y como tal lo dignifica y lo honra, sin establecer distingos ni categorías, pero juzga que el descanso es un derecho y se esfuerza porque la vejez, la invalidez, la infancia y la maternidad gocen de los beneficios del amparo colectivo a que son acreedores.
La Verdad Divina
“La investigación de la Verdad, es el objeto esencial de la Masonería, lo cual se verifica desde el momento de la iniciación hasta la consumación de este designio. El Aprendiz da principio a su investigación buscando la luz, la que simboliza en la PALABRA, que es al mismo tiempo el símbolo de la VERDAD. Prosigue su investigación como Compañero masón, buscando la luz. Y el Masón Maestro, con la creencia de que él la ha logrado, obtiene solamente su sustituto; pues la Verdadera Palabra, la Verdad Divina, no habita en el templo de nuestra vida terrenal, sino en el segundo templo de la vida eterna”.