Q.·. H.·. John Orrego Allpoc(*)
Editor de FENIX
Los antiguos griegos tenían una idea muy singular dentro de su concepción religiosa ampliamente representada en muchas de sus leyendas: la predestinación. La anécdota más representativa de esta idea se retrata muy claramente en la historia de Edipo y el oráculo que anuncio el drama que viviría desde su nacimiento; para los griegos era imposible huir de su destino. Pero tendría algo de cierto este pensamiento.
Muchas personas nos hablan que nada que es casual, recuerdo que Einstein decía que “Dios no juega a los dados”. Entonces, sí nada es casual, todo parte de una causalidad preconcebida desde el inicio de los tiempos: una reacción causa-efecto. Una reacción que partiría, hablando científicamente, desde el Big-Bang que podría considerarse como la causa o acto primigenio que ocasionó diversos efectos que, a su vez, fueron causas de otros efectos, hecho que se repetiría indefinidamente hasta el final de los tiempos. Un muestra simple de esto se puede ver en que el ejemplo que nos dan nuestros padres (causa) es un pilar fundamental en nuestra futura forma de ser (efecto) que será ejemplo (el efecto se vuelve causa) para el futuro desarrollo de nuestros hijos (efecto).
“Pienso mil veces al día que mi vida interna y externa se basa en el trabajo de otros hombres, vivos o muertos” nos decía Einstein hablando sobre su visión del mundo. Los acontecimientos pasados determinan los acontecimientos futuros que también son influenciados por otros que ocurren a junto a ellos y que su vez influenciarán en acontecimiento aun más posteriores.
Tomando estas ideas podemos establecer que el futuro y desarrollo de la humanidad se determino desde el preciso instante en que el hombre fue capaz de comprender y transformar su entorno, hecho determinado desde la causa inicial, como consecuencia, desde ese instante, todos los acontecimiento históricos buenos y malos se establecieron desde ese causa primigenia, origen del Universo.
Editor de FENIX
Los antiguos griegos tenían una idea muy singular dentro de su concepción religiosa ampliamente representada en muchas de sus leyendas: la predestinación. La anécdota más representativa de esta idea se retrata muy claramente en la historia de Edipo y el oráculo que anuncio el drama que viviría desde su nacimiento; para los griegos era imposible huir de su destino. Pero tendría algo de cierto este pensamiento.
Muchas personas nos hablan que nada que es casual, recuerdo que Einstein decía que “Dios no juega a los dados”. Entonces, sí nada es casual, todo parte de una causalidad preconcebida desde el inicio de los tiempos: una reacción causa-efecto. Una reacción que partiría, hablando científicamente, desde el Big-Bang que podría considerarse como la causa o acto primigenio que ocasionó diversos efectos que, a su vez, fueron causas de otros efectos, hecho que se repetiría indefinidamente hasta el final de los tiempos. Un muestra simple de esto se puede ver en que el ejemplo que nos dan nuestros padres (causa) es un pilar fundamental en nuestra futura forma de ser (efecto) que será ejemplo (el efecto se vuelve causa) para el futuro desarrollo de nuestros hijos (efecto).
“Pienso mil veces al día que mi vida interna y externa se basa en el trabajo de otros hombres, vivos o muertos” nos decía Einstein hablando sobre su visión del mundo. Los acontecimientos pasados determinan los acontecimientos futuros que también son influenciados por otros que ocurren a junto a ellos y que su vez influenciarán en acontecimiento aun más posteriores.
Tomando estas ideas podemos establecer que el futuro y desarrollo de la humanidad se determino desde el preciso instante en que el hombre fue capaz de comprender y transformar su entorno, hecho determinado desde la causa inicial, como consecuencia, desde ese instante, todos los acontecimiento históricos buenos y malos se establecieron desde ese causa primigenia, origen del Universo.
(*)GOP - Valle del Callao, domingo 12 de abril de 2009
Trabajo leido en la tenida de la R:.L:.S:. Apolo XI
Trabajo leido en la tenida de la R:.L:.S:. Apolo XI