Fuente: Logia Itaca
Al entrar en el templo, los hermanos masones nos recreamos en la construcción simbólica del mismo. Los hermanos hacemos escuadra en cada esquina del cuadrángulo simbolizando con ello la construcción del Templo de Salomón, pero, a mi modo de ver, -este es el objeto de la plancha que fraternalmente os leo-, debemos hacer una interpretación extensiva y entender que emulamos la construcción del gran arquitecto de los cielos.
El templo masónico reproduce el universo, ese es el espacio recreado y construido y por consecuencia, cada inicio de cada tenida, implica también un regreso en el tiempo hasta el conocido Big-Bang. Desde que el maestro de ceremonias se adentra en el espacio físico del templo masónico, llevándonos tras su paso solemne, conduce una procesión ceremonial que, lo que hace, es recomenzar el tiempo y el espacio como si todo empezara de nuevo. De igual modo a como hace más de quince mil millones de años una explosión de la materia hizo que el espacio y el tiempo empezaran a extenderse, el maestro de ceremonias determina ese momento iniciático con su bastón y, entonces, la Historia del Tiempo comienza de nuevo. Su primer paso, el del oficiante digo, simboliza el primer segundo de la Historia de la creación, el impulso simbólico que reproduce el instante a partir del cual Dios comenzó a modelar su obra.
Antes de ese instante, cuando todavía no ha comenzado el tiempo masónico, cuando los hermanos esperan en pasos perdidos el inicio de la Tenida, el Maestro de Ceremonias invoca a la reflexión. Entonces, toda la energía iniciática de cada masón está concentrada en ese espacio reducido donde el tiempo todavía no ha comenzado a existir y donde los hermanos, apelmazados al igual que antes del Big-Bang lo estuviera la materia, contienen todo su calor como si estuviera sometido a una presión infinita. Hermoso momento hermanos, muy hermoso cuando toda nuestra energía explosiona a la orden del Maestro de Ceremonias y comenzamos a circular de Occidente a Oriente siguiendo el recorrido de la luz durante tres vueltas.
La procesión ceremonial ordena la distribución de los hermanos en el espacio y, éste, se va asentando a medida que pasa el tiempo. En una proporción hecha a escala, ese tiempo de inicio de la Tenida podría simbolizar el primer tiempo de la creación, cuando no hay vida conocida y las galaxias y los planetas ordenan su ubicuidad en el espacio-tiempo.
Y tras ese ordenamiento inicial del Universo, surge el verbo a través de la voz del más sabio, nace el hombre después del silencio cósmico, y el Venerable Maestro ordena la apertura de los trabajos. La vida masónica se inicia y se abre el vasto dominio de la actividad del espíritu dentro de un compás armónico que no puede ser enturbiado. Los masones ocupan el espacio, y el tiempo profano se detiene. Algunos hermanos suelen dejar su reloj fuera del templo simbolizando con ello que se entra en otro orden temporal distinto, no regido ni por la medición del mismo ni, por supuesto, por la ansiedad de recorrerlo. Los hermanos aprendices, y los que no lo somos, pero seguimos siéndolo por necesidad, deberíamos tener presente que no son buenos esos gestos de desacomodo por la prolongación de una tenida que algunos hermanos, quizás por cansancio comprensible, mostramos a veces. El tiempo profano no puede regir ni tampoco imperar sobre la vida masónica y, si ello ocurriese así, no sería ello ejemplo más que de una carga profana que convendría desterrar con sabiduría.
La humanidad vive en un tiempo sin tiempo, la Historia ha esclavizado a los hombres al propio tiempo y no les deja libertad, -todos lo sabemos-, pero lo que no puede suceder nunca es que el tiempo masónico se infecte de ese vicio profano. El hombre sabio, el maestro, debe dominar el tiempo y no dejarse vencer por la ansiedad, pero para ello debe interiorizar que el espacio que lo acoge en tenida no es el planeta tierra siquiera, sino el Universo, teatro ingente donde la obra de Dios sigue las pautas de las leyes cósmicas, únicos arcanos sabios que no pueden eludirse. En medio del cosmos, rige el silencio, y el tiempo terrenal carece de sentido porque se relativiza en función de la velocidad de la luz.
La terminación de la tenida, finalmente, y ya acabo mis queridos hermanos, simboliza lo que algún día será el Bing-Crunch, esto es, el regreso de la materia y del tiempo al momento anterior al Big-Bang. El maestro de ceremonias circula en dextro sentido, deshaciendo el tiempo y el espacio una vez que estos han sido construidos y, entonces, los hermanos deben regresar al mundo profano. La memoria rige sus actos en una espiral que retrocede al punto materno del inicio, y el tiempo masónico entonces se para.
La Tenida, esa excelencia que respiramos una vez al mes, ha acabado, cierto, pero en ese paréntesis hemos vivido sumergidos en un colchón purificador que nos alimenta y nos devuelve sanos al mundo.
Antes de ese instante, cuando todavía no ha comenzado el tiempo masónico, cuando los hermanos esperan en pasos perdidos el inicio de la Tenida, el Maestro de Ceremonias invoca a la reflexión. Entonces, toda la energía iniciática de cada masón está concentrada en ese espacio reducido donde el tiempo todavía no ha comenzado a existir y donde los hermanos, apelmazados al igual que antes del Big-Bang lo estuviera la materia, contienen todo su calor como si estuviera sometido a una presión infinita. Hermoso momento hermanos, muy hermoso cuando toda nuestra energía explosiona a la orden del Maestro de Ceremonias y comenzamos a circular de Occidente a Oriente siguiendo el recorrido de la luz durante tres vueltas.
La procesión ceremonial ordena la distribución de los hermanos en el espacio y, éste, se va asentando a medida que pasa el tiempo. En una proporción hecha a escala, ese tiempo de inicio de la Tenida podría simbolizar el primer tiempo de la creación, cuando no hay vida conocida y las galaxias y los planetas ordenan su ubicuidad en el espacio-tiempo.
Y tras ese ordenamiento inicial del Universo, surge el verbo a través de la voz del más sabio, nace el hombre después del silencio cósmico, y el Venerable Maestro ordena la apertura de los trabajos. La vida masónica se inicia y se abre el vasto dominio de la actividad del espíritu dentro de un compás armónico que no puede ser enturbiado. Los masones ocupan el espacio, y el tiempo profano se detiene. Algunos hermanos suelen dejar su reloj fuera del templo simbolizando con ello que se entra en otro orden temporal distinto, no regido ni por la medición del mismo ni, por supuesto, por la ansiedad de recorrerlo. Los hermanos aprendices, y los que no lo somos, pero seguimos siéndolo por necesidad, deberíamos tener presente que no son buenos esos gestos de desacomodo por la prolongación de una tenida que algunos hermanos, quizás por cansancio comprensible, mostramos a veces. El tiempo profano no puede regir ni tampoco imperar sobre la vida masónica y, si ello ocurriese así, no sería ello ejemplo más que de una carga profana que convendría desterrar con sabiduría.
La humanidad vive en un tiempo sin tiempo, la Historia ha esclavizado a los hombres al propio tiempo y no les deja libertad, -todos lo sabemos-, pero lo que no puede suceder nunca es que el tiempo masónico se infecte de ese vicio profano. El hombre sabio, el maestro, debe dominar el tiempo y no dejarse vencer por la ansiedad, pero para ello debe interiorizar que el espacio que lo acoge en tenida no es el planeta tierra siquiera, sino el Universo, teatro ingente donde la obra de Dios sigue las pautas de las leyes cósmicas, únicos arcanos sabios que no pueden eludirse. En medio del cosmos, rige el silencio, y el tiempo terrenal carece de sentido porque se relativiza en función de la velocidad de la luz.
La terminación de la tenida, finalmente, y ya acabo mis queridos hermanos, simboliza lo que algún día será el Bing-Crunch, esto es, el regreso de la materia y del tiempo al momento anterior al Big-Bang. El maestro de ceremonias circula en dextro sentido, deshaciendo el tiempo y el espacio una vez que estos han sido construidos y, entonces, los hermanos deben regresar al mundo profano. La memoria rige sus actos en una espiral que retrocede al punto materno del inicio, y el tiempo masónico entonces se para.
La Tenida, esa excelencia que respiramos una vez al mes, ha acabado, cierto, pero en ese paréntesis hemos vivido sumergidos en un colchón purificador que nos alimenta y nos devuelve sanos al mundo.