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INCORPORACION DE LA MUJER A LA MASONERIA

Escribe la M:.R:.H:. Ascensión Tejerina
Ex Gran Maestra G:.L:.S:.E:.

Archivo historico de Santa Cruz de Tenerife

A lo largo de los nueve años que desempeñe funciones representativas de la Gran Logia Simbólica Española, una de las preguntas más recurrentes que me han hecho los periodistas y entrevistadores en los medios de comunicación ha sido, y sigue siendo, «¿Qué siente una mujer en una escuela de perfeccionamiento tan característicamente masculina?»

A menudo se me pide que aporte mis puntos de vista y mis vivencias en el seno de la Masonería en tanto que mujer. La verdad es que este ejercicio no me resulta nada fácil. Primero porque me veo obligada a hablar de nuestra Institución, no como un ente ante mis ojos del que puedo dar datos objetivos, contar las cosas que me rodean en mi vida masónica o hablar de su historia, etc., sino como una experiencia de la que deberé transmitir aquellos sentimientos e ideas suscitados en lo cotidiano de mis relaciones con mis hermanos, con mi logia o con el propio método masónico, distinguiendo de entre esos aspectos los que son exclusivamente relevantes de mi condición específicamente femenina. Y segundo, porque la aventura de la mixticidad en la Gran Logia Simbólica Española es aún muy joven y no puede compararse con las de otras Obediencias europeas que tienen más de cien años de experiencia como masonería mixta o como femenina.

Esta juventud implica una constante evolución de esta opción de trabajo que va permitiendo relecturas e interpretaciones nuevas a cada paso que damos y no podemos pretender sacar conclusiones definitivas haciendo un estudio de la situación en un momento dado. Además, la libertad que tiene cada logia de determinarse en sus modos, sus proyectos y sus sensibilidades, produce una variedad tan rica en relación con la inserción de la mujer en los talleres, que mi experiencia no es en absoluto extrapolable o generalizable.

Estas explicaciones previas no las hago porque me niegue a relatar mis sentimientos en mi ejercicio masónico, que en absoluto. Más bien lo que intento es evidenciar lo fútiles que serían estos intentos para abordar seriamente los aspectos verdaderamente trascendentes de la cuestión.

ALGUNAS CONSIDERACIONES HISTÓRICAS

Empezaremos situando la cuestión desde un punto de vista histórico.

Tenemos que reportarnos al periodo de la transformación de la Masonería operativa en Masonería especulativa para comprender cuál era la situación de la mujer en aquella época. En los siglos XIV y XV las mujeres no eran libres y dependían siempre del varón, salvo excepciones como las reinas o las abadesas o algunas señoras de la nobleza, principalmente viudas, con importantes patrimonios. Las mujeres no participaban en la sociedad; eran invisibles para ésta, ya que todas las decisiones importantes eran tomadas por el varón. Por ello fue normal que en aquellos momentos las mujeres fuesen excluidas de los gremios de canteros y talladores de piedra, y por supuesto, como consecuencia, de las logias, que era donde se discutía y se tomaban las decisiones relativas a los oficios.

Hay algunos datos que nos dicen que algunas mujeres participaron y compartieron el trabajo de los hombres en el gremio de la construcción. Hay constancia de ello en los roles de las canterías que les dieron trabajo. Así se han encontrado registradas mujeres en Durham y Carnarvon, Gran Bretaña, en 1337.

Está documentada la presencia de mujeres en las corporaciones de constructores medievales de París (1292), Chester (1327), York (1350), Norwich (1375) o Würzbourg (1428-1524), y es muy conocido el caso de Sabine Steinbach, hija del maestro de obra de la catedral de Estrasburgo y escultora en el propio Estrasburgo y en Marburgo (Saunier, p. 294; Ligou, p. 454).

El Reglamento de la Gran Logia de York, datado el 23 de octubre de 1696, reproduce en un manuscrito de la Logia nº 236 del mismo nombre, respecto a la forma de llevar a cabo la recepción de un aprendiz: «Aquel o aquella que debe ser hecho masón coloca las manos sobre el libro, y las instrucciones le son dadas». Vemos en este texto que la persona que se está iniciando puede ser varón o mujer y que, además, en ese acto se le transmiten los secretos de la Masonería sin que exista discriminación por el género.

Pero pienso que todos estos casos fueron anecdóticos, ya que cuando se redactaron las Constituciones de Anderson en el año 1723, éstas dicen así: «Las personas admitidas como miembros de una logia deben ser hombres de bien y leales, nacidos libres, y de edad madura y circunspectos, ni siervos ni mujeres, no hombres sin moralidad o de conducta escandalosa, sino de buena reputación».

Cincuenta y un años después, el 10 de junio de 1774, el Gran Oriente de Francia autorizó oficialmente las logias de adopción. Estas logias eran creadas por la Masonería masculina para las mujeres bajo la permanente tutela y vigilancia de miembros de la Masonería masculina, que eran los que presidían sus reuniones. En ellas las mujeres se dedicaban principalmente a la caridad y a organizar los actos de la Masonería masculina. Tengo mis dudas sobre que en estas logias se realizase realmente un trabajo iniciático masónico.

El 14 de enero de 1882 nace la primera obediencia mixta, la Orden Masónica Mixta del Derecho humano, y en ella empiezan a trabajar varones y mujeres en pie de igualdad. La logia Los Libres Pensadores, al Oriente de Pecq (Francia), inició a María Deraismes, que fue una periodista y feminista relevante. Más tarde se iniciaron un grupo de mujeres con la colaboración del senador Georges Martín.

Según nos cuenta profesor Pedro Álvarez en su libro La Masonería: escuela de formación del ciudadano, “en España fue importante el papel de algunas masonas librepensadoras como impulsoras del movimiento feminista. Entre ellas se encuentra Belén Sárraga, que nació en Málaga y trabajó muy activamente a favor del feminismo dentro de la Masonería: «Aunque no conocemos la logia, ni el lugar, ni la fecha de iniciación, su militancia masónica esta fuera de toda duda”. Entre otros documentos masónicos, existe constancia de las actividades masónicas de la hermana Justicia, pues tal era su nombre simbólico, en los libros de la logia Constante Alona de Alicante». Ángeles López de Ayala nació en Sevilla en 1856 y perteneció a la logia masculina Constancia de Gracia de Barcelona, llegando al grado 30 y ocupando los cargos de secretaria y oradora. También están Rosario Acuña, Amalia y Ana Carvia, de Cádiz, y Clara Campoamor, que el 1 de octubre de 1931 consigue que se apruebe en las cortes el voto femenino en España, que queda recogido en la Constitución de 1931 (en su artículo 36)

Aunque las mujeres que entraron en la Masonería trabajaron muy activamente, fueron muy pocas en número. Todas ellas reivindicaron la igualdad de derechos entre varones y mujeres dentro y fuera de la Masonería, así como la importancia de que la mujer recibiese una educación que le permitiese poder tomar sus propias decisiones con un mayor conocimiento. Pero la Masonería siempre ha sido (y hoy en día sigue también siéndolo) mayoritariamente de varones. En España es a partir del año 1993 cuando la mujer se incorpora en pie de igualdad con el varón dentro de la Gran Logia Simbólica Española.

Ejercer la libertad de pensamiento supuso para ellas luchar por la igualdad de la mujer en los mismos campos que el varón: la universidad, el Congreso, los círculos intelectuales, etc. En aquellos momentos la mujer española se hallaba por delante del resto de Europa en lo que se refiere a su equiparación al varón, y estas conquistas fueron principalmente conseguidas por algunas de estas mujeres que lucharon con tanto denuedo en esta causa. Con la dictadura perdimos todo lo conseguido y nos quedamos muy por detrás del resto de Europa.

Volviendo a citar al profesor Pedro Álvarez nos dice en su libro La Masonería: escuela de formación del ciudadano que “también hubo varones masones que lucharon en aquellos momentos junto a sus hermanas masonas por que la mujer tuviese una dignidad como individuo y ocupase el puesto que le correspondía en la sociedad. Esta preocupación por los derechos de la mujer dentro de las logias de la época permite hablar de que se practicaba un feminismo masónico, defendían la emancipación de la mujer y trataban de separarla de lo que ellos pensaban que era su principal opresor, la religión. Debatían sobre la importancia de que recibiese una educación para prepararla y que pudiese realizar un trabajo en igualdad de derechos”.

Un acercamiento más responsable al tema que nos convoca hoy: LA MUJER EN LA MASONERÍA, exigiría examinar previamente al menos los dos siguientes aspectos:

1) la cuestión iniciática: ¿Por qué la cuestión iniciática? ¡Pues porque si la mujer reclama su derecho a participar en la Masonería, y el aspecto iniciático en ella es el fundamental, deberemos entender con total comprensión qué cosa estamos mentando cuando hablamos de Iniciación, para saber si este camino le va o no le va a la mujer.

2) relevancia del género en la Tradición Iniciática: ¿Es la Tradición Iniciática un interés humano que responde a un rasgo característico de nuestra especie, o su aparición es fortuita y/o gratuita? Y si se debe a la naturaleza misma del ser humano ¿determinaría el sexo modos distintos de abordar este interés?

Quizás, con esta base previa podríamos dar una mejor respuesta a las preguntas que subyacen en esta temática de la incorporación de la mujer al mundo masónico. Teniendo en cuenta que este mundo masónico es tremendamente heterogéneo, se han elaborado toda clase de explicaciones: desde las que niegan a la mujer su capacidad para ser iniciada hasta las que no conciben que una iniciación pueda ser verdadera si no se contempla el trabajo desde la más absoluta complementariedad. La mayoría de estas explicaciones han intentado dar respuesta a una serie de preguntas que podríamos resumir en la siguiente lista:

¿Es relevante la condición de mujer en la Francmasonería en la medida en que ésta es una vía iniciática?
¿En cuales otras dimensiones que componen la realidad actual del mundo masónico pudiera ser relevante el sexo de un hermano masón?
¿Es la masonería un camino iniciático específicamente masculino, y por tanto, necesariamente antipático para la mujer?
¿La presencia de hermanos de sexo opuesto en los talleres masónicos, representa un factor perturbador o desestabilizador para el conjunto?
¿La presencia de la mujer en las logias mixtas conducirá obligatoriamente a una modificación de los contenidos, los hábitos y los modos del quehacer masónico?

I ) LA CUESTIÓN INICIÁTICA

Mi acercamiento a la cuestión va a ser principalmente de carácter ontológico y por lo tanto previo a la formulación de tales anteriores preguntas. Y me veo obligada a ello porque, como decía antes, la característica fundamental de la Masonería es su dimensión iniciática que es la que justifica y vertebra todas sus otras expresiones. Toda obra humana, consciente o inconscientemente, es subsidiaria de la arquitectura ontológica del ser humano. Esto es una obviedad que conviene recordar. Cuanto más, un método iniciático cuyo objetivo es, precisamente, hacer visible y manejable nuestra más íntima urdimbre, para que sobre ella podamos tejer nuestra propia trama. Me interesa abordar la cuestión iniciática desde este ángulo para resaltar primero que esa urdimbre ontológica es exactamente la misma para todo ser humano sea cual sea su sexo, etnia o cualquier otra diferencia que se nos antoje considerar e independientemente de la historia que queramos tejer entre sus hilos; y segundo, porque parto de la premisa de que una vía sólo es iniciática en la medida en que nos ayuda y nos enseña a bregar con esta urdimbre.

Quizás tengamos que remontarnos a los albores de la humanidad para imaginar en que momento pudo nacer en el ser humano ese afán de búsqueda, de conocimiento y de comprensión tanto de su entorno como de sí mismo. Theilhard de Chardin situaba este punto de inflexión en la evolución de las especies en la aparición de la REFLEXIÓN. De golpe, el hombre toma consciencia de sí mismo y se ve a sí mismo en su propio entorno. Entonces se interroga por el sentido de su vida y de sus actos. Esta reflexión lo lleva a preguntarse por lo que está detrás de los fenómenos que ve, adivinando que ese mundo de cosas al que se enfrenta no es más que la última apariencia de unas causas ocultas que de momento le son inalcanzables pero a las que ya empieza a poner nombres. Poco a poco va construyendo un “SENTIDO” donde encajar los significados. Se interroga por el sentido de la vida y por su propio “SER”. Desde entonces el humano va en busca de su ser, el concepto “ser” invade su lenguaje y se refiere a sí mismo como “SER HUMANO”.

Podría decirse pues que el corolario de la reflexión, es decir, de aquello que produjo la propia especificidad humana, es el ser.

El ser humano es un SER-EN-EL-MUNDO, mundo al que se enfrenta y del que depende. Ni el hombre ni la mujer escapan a esta primera contingencia.

Ser humano, cuya permanente y primera tarea es su consustancial pre-ocupación por ser-ya-siempre, por culpa de esta reflexión, un ser que se contempla a sí-mismo frente al mundo con su precariedad a cuestas. Y esto es así tanto para el varón como para la mujer.

En este “PRE” de su ocupación, de su cuidado, se halla la raíz de su ontológica necesidad de asirse en su más genuina originalidad que en cada momento YA ES. Y esto es así tanto para el varón como para la mujer.

Otra determinación que arrastra nuestro SER, por la misma razón, es el verse conducido a la comprensión. Nuestro ser es un SER-COMPRENSOR, nuestro mirar es un mirar capaz de DARSE CUENTA, no sólo del mundo en que vivimos, sino de nuestros sentimientos, nuestras emociones, nuestras ideas y nuestra valoración de nuestra manera de estar en el mundo. Y esto es así, tanto para el varón como para la mujer.

Pero el ser humano vive sumido en su cotidianidad en un mundo que le ofrece ocupación sin el “PRE”, a cambio de sacrificar su originalidad, su autodeterminación, porque la cotidianidad nos aleja de nuestro origen. Y esto es así, tanto para el varón como para la mujer.

Volviendo a la Tradición Iniciática, acaso no podríamos intentar una primera definición diciendo que es el conjunto de conocimientos y pautas, recogidos durante toda la historia de la humanidad con el propósito específico de producir ese encuentro del individuo con su ser en su más auténtica originalidad, de “descotidianizarnos”. Este es el fin primordial de toda disciplina INICIÁTICA (con mayúsculas) tal como queda recogido en la antigua y conocida recomendación: “CONÓCETE A TI MISMO”. La aparente sencillez y evidencia de esta declaración que, a primera vista, todos nos aprestamos a admitir, se torna, a poco que se le quiera meter cabeza, de una complejidad y dificultad tales que convierten la práctica de este consejo en algo casi imposible de conseguir.

Toda esta disquisición filosófica ha sido necesaria para tratar de demostrar que una verdadera tradición iniciática tiene que contener en su método:

1º) las claves para: asumir la responsabilidad de nosotros mismos, disolver los contenidos ilusorios de nuestros mundos virtuales en los que vive nuestra consciencia prisionera; reordenar los que derivan directamente de la estructura de nuestro ser, y poner en marcha las potencialidades creativas de nuestras posibilidades de ser,

2º) proporcionar al iniciado una vía de trabajo y un escenario que le obligue a ejercitar esas potencialidades de manera que se automatice en todo lo posible esta toma de posesión de nuestro ser y que el fruto de este trabajo quede testimoniando la corrección del proceso,

3º) proporcionar un sistema de valores y principios que den sentido a todo el trabajo realizado.

Existen varias escuelas iniciáticas y yo personalmente he investigado algunas de ellas, pero la que me ha dado respuesta a todos los requisitos que acabo de exponer ha sido únicamente la Masonería. Y lo ha hecho con contundencia, con sobriedad y con plenitud. Su disciplina y su trabajo en equipo te enfrentan a tus realidades y tus fantasmas internos. Sus símbolos te llevan a la reflexión sobre el sentido oculto de las cosas, a buscar ese ser de los entes. Su metáfora de la construcción te convierte en un obrero comprometido en un proyecto vital que se actualiza cada día. Sus postulados de Libertad, Igualdad y Fraternidad y sus valores de Tolerancia, de Sabiduría, de Fuerza y de Belleza enmarcan todas las acciones orientándolas hacia horizontes esperanzadores congruentes con la evolución de la vida en nuestro planeta.

Desde estas premisas tanto la mujer como el hombre deben recorrer el mismo camino para tomar posesión de su ser y por tanto el contenido esencial de la masonería es perfectamente válido para ambos.

Como seres humanos, construimos en lo que ha existido antes, aún cuando podamos cambiar de dirección, extender los límites de lo que vemos o aceptar una nueva idea que radicalmente altere nuestra perspectiva. Cuando las mujeres buscan a través de la historia los fundamentos de su identidad como seres humanos, descubren que la historia está registrada casi exclusivamente por el hombre, habla de ellos y es para ellos. Esta situación es simplemente consecuencia natural de las viejas imágenes de masculinidad y feminidad, y de las normas socioculturales resultantes. Pero ello no es razón para que se nos quiera privar del patrimonio humano que representa la tradición iniciática ni de cualquier otro conocimiento específico cuya elaboración haya requerido siglos y siglos y se pretenda que partamos de cero.

II) RELEVANCIA DEL GÉNERO EN LA TRADICIÓN INICIÁTICA

Ahora bien, es cierto que las diferencias biológicas entre el varón y la mujer, concretamente la función procreadora de la mujer ha determinado drásticamente su lugar en la sociedad, ella se ha ocupado de generar la vida de cuidarla y socializarla mientras que el varón, libre de estas funciones, se ha dedicado más bien a transformar el mundo. La consolidación de estas funciones ha desarrollado dos subculturas complementarias en muchos aspectos pero antagónicas en otros. El mundo del varón no ha tenido barreras que lo hayan limitado y a podido explorar todos los caminos por los que ha querido aventurarse. La mujer sin embargo ha visto su acción circunscrita a determinados escenarios que el hombre, autoproclamándose rey del mundo, le ha destinado. Que estas subculturas han generado un registro de sensibilidades, de mecanismos, de fantasmas y de intereses distintos en cada uno de estos géneros no cabe la menor duda, pero estas diferencias no dejan de ser influencias culturales que pueden modificarse al mismo tiempo que se van alterando las condiciones de vida.

No podemos negar que la masonería es una vía iniciática creada por el varón y que por lo tanto reconoceremos en ella determinados caracteres realizados desde su impronta, pero estos no constituyen en absoluto los elementos esenciales del método masónico y por lo tanto son susceptibles de acomodación a las nuevas situaciones que plantea la presencia de la mujer en los talleres. Si el objetivo final del trabajo iniciático consiste en un viaje que emprendemos desde nuestro YO hacia nuestro SER, en busca de nuestra autenticidad, de nuestra PIEDRA CÚBICA, esto sólo lo podemos conseguir si somos capaces primero de descubrir y luego superar todos, y digo bien TODOS, los a priori, todos los prejuicios, sobre los que se asienta nuestro YO. Si el masculinismo o el feminismo es un último velo que encubre nuestro ser de ser humano, también deberá ofrecer el método iniciático unos elementos de trabajo que nos permitan tomar conciencia de este encubrimiento. Ahora que la mujer ha sido descubierta se ha evidenciado, por contraste, el masculinismo y se ha hecho inaplazable restituir la unidad en los templos masónicos con la presencia de todas las partes que constituyen el microcosmos

Pero en cualquier caso estas adaptaciones deben nacer de manera natural sin forzamientos, sin que sea el varón que siga interpretando lo que pueda desear la mujer, ni que sea ésta la que intente imponer sus visiones procedentes de esa subcultura que está tratando de modificar.

Gracias por vuestra atención

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