Desde el cambio de milenio, ha surgido una nueva militancia entre los escépticos religiosos como una respuesta a tres amenazas a la ciencia y a la libertad:
1) los ataques contra la evolución en la educación y la investigación en células madre; 2) roturas en la barrera de separación entre la iglesia y el estado que ha llevado a las preferencias políticas de unas fes sobre otras; y 3) el terrorismo fundamentalista aquí y en el extranjero.
Entre los muchos patrones de medida disponibles para dar razón de este movimiento escéptico está el ascenso de cuatro libros a las alturas de agosto de la lista de superventas de The New York Times —de Sam Harris la Carta a una nación cristiana (Knopf, 2006), de Daniel Dennett Romper el hechizo. La religión como un fenómeno natural (Viking, 2006), de Christopher Hitchens Dios no es bueno (Hachette Book Group, 2007) y de Richard Dawkins El espejismo de Dios (Houghton Mifflin, 2006)— que en conjunto, en la siempre aguda prosa de Dawkins, "elevan la atención hacia el hecho de que ser ateo es una aspiración realista, así como valiosa y espléndida. Puedes ser un ateo feliz, equilibrado, moral e intelectualmente pleno". Amén, hermano.
Siempre que las creencias religiosas entran en conflicto con hechos científicos o violan los principios de la libertad política, hemos de responder con el aplomo adecuado. Sin embargo, debemos cuidarnos mucho de la exuberancia irracional. Sugiero que elevemos nuestras conciencias un piso más alto debido a las siguientes razones:
1. Los movimientos anti-algo fallarán por sí mismos. Los ateos no pueden definirse simplemente por lo que no creen. Como el economista austriaco Ludwig von Mises (1881-1973) amonestaba a sus amigos anti-comunistas en la década de 1950: "Un movimiento anti-algo muestra una actitud puramente negativa. No tiene ninguna oportunidad de obtener el éxito. Sus apasionadas diatribas terminan por publicitar virtualmente el programa que pretendían atacar. La gente debe luchar por algo que quiera lograr, no simplemente para rechazar un mal, no importa cuán malo sea".
2. Las afirmaciones positivas son necesarias. Para ser los campeones de la ciencia y la razón, como lo sugirió Charles Darwin (1809-1882): "Me parece (con razón o sin ella) que los argumentos directos contra el cristianismo y el teísmo difícilmente producirían algún efecto en el público; y que la libertad de pensamiento se promueve mejor a través de la iluminación gradual de las mentes de los hombres que sigue al avance de la ciencia. Por ello siempre ha sido mi norma evitar escribir sobre la religión y me he confinado a la ciencia".
3. Más que pretenderse racionales, lo decisivo es comportarse racionalmente. Si nuestra meta es elevar la conciencia de la gente hacia las maravillas de la ciencia y el poder de la razón, entonces debemos aplicar la ciencia y la razón a nuestras propias acciones. Es irracional asumir una actitud condescendiente u hostil hacia la religión, puesto que al hacerlo virtualmente garantizamos que la gente religiosa responderá de la misma manera. Así como Carl Sagan (1934-1996) prevenía en su conferencia de 1987 La carga del escepticismo: "Puedes adquirir un hábito de pensamiento en el que disfrutes de burlarte de todos aquellos que no ven las cosas tan claramente como tú. Debemos estar cuidadosamente en guardia contra esto".
4. La regla de oro es simétrica. En palabras de quien más elevó las conciencias durante el siglo XX, Martin Luther King, Jr. (1929-1968), en su discurso épico, Tuve un Sueño: "En el proceso de ganar nuestro justo y legítimo lugar, no debemos ser culpables de actos erróneos o injustos. No busquemos satisfacer nuestra sed de libertad al bebiendo de la copa de la amargura y el odio. Debemos conducir por siempre nuestra lucha en el elevado plano de la dignidad y la disciplina". Si los ateos no quieren que los teístas los prejuzguen bajo una luz negativa, entonces ellos no deben hacer eso mismo a los teístas.
5. Para promover la libertad de creer y de descreer. Un principio moral más elevado que se aplica por igual a la ciencia y la religión es la libertad de pensar, creer y actuar como elijamos, en tanto que nuestros pensamientos, creencias y acciones no transgredan la igual libertad de los otros. En tanto que la religión no amenace a la ciencia y a la libertad, debemos ser respetuosos y tolerantes, puesto que nuestra libertad de no-creer está inextricablemente vinculada a la libertad de otros para creer.
Michael Shermer es fundador de la revista Skeptic, Director Ejecutivo de Sociedad de Escépticos, columnista mensual para la Scientific American, el anfitrión de la Skeptics Distinguished Science Lecture Series en la universidad de Caltech y profesor adjunto de Economía en la Claremont Graduate University.
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En próximas entregas publicaremos ¿Es la religión la raíz de todo mal? de Michael Shermer.