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¿Hay libertad de religión en el Perú?

Por Tankar Rau-Rau Amaru (*)

Mucha gente cree en la segunda vida. Incluso hay una religión con millones de seguidores que supone (porque nadie lo ha comprobado) que después de muertos regresaremos a la tierra convertidos en otro ser. Claro, eso dependerá de cómo nos comportemos aquí y ahora. Si somos buenos, seremos palomas en la otra vida. Si nos portamos mal, en la otra vida seremos chanchos mostrencos que gruñan de hambre en los chiqueros.

Supongamos (solamente estamos suponiendo) que tú te conviertas en caballo o yegua, y los caballos de hoy se conviertan en jinetes. Con qué ganas te montarían y, ¡arre!, látigo en las ancas se ha dicho. Con qué gusto cabalgarían sobre tu lomo de dromedario en las pampas extensas de las punas, y seguramente te mantendrían encerrado en un cerco sin pasto y sin agua durante muchos días. ¿O te gustaría ser un marciano de antenas grandes y andar de pato?

Mejor olvidémonos de ti. ¿Qué te parece si hablamos de los ladrones? ¿Qué serían en la otra vida? ¿Ratas? No lo creo porque eso sería redundar en el mismo oficio. ¿Y los jueces? Ésos sí, por supuesto, y con cola larga. De los alcaldes mejor ni hablemos. Pero me alegraría que algunos médicos sean en la otra vida campesinos kechwa enfermizos para que sientan en los huesos el desprecio con que éstos son tratados a veces. Me gustaría ver a Montesinos convertido en mono triste, encerrado de por vida en un zoológico. ¿Y Fujimori? Claro, cómo me gustaría que sea un toro bravo, para que un torero con pinta de mariquita y movimientos de bailarín de ballet le hinque el lomo con banderilla y le penetre con la espada hasta lo más profundo del alma (si es que tiene alma). ¿Y Toledo? Seguramente cree que en la otra vida, si en verdad existe, será un gringo zancudo con barba de chivo. No lo creo. Pero sospecho (y ojalá sea así) que será un chivo montés permanentemente perseguido por un puma chileno. ¿Y Eliane? Sería bueno que sea una gata feliz que en las noches, en los tejados, nos dé clases de música china. Con esto no pretendo decir, de ninguna manera, que a mí me gustaría ser gato para recibir sus clases.

Pero no... La realidad es otra. La otra vida no existe. Ése es un invento de algunas religiones, o de algunos ingeniosos para evadirse de la realidad. Así como son inventos el cielo y el infierno.

¿QUE EL DIABLO TE LLEVE?


Supongamos que el cielo y el infierno no son un invento. Supongamos que es cierto lo que dice ese conjunto de libros escritos por los judíos, que se llama “biblia”.

Supongamos que el “pueblo elegido” es Israel y el Perú para ese dios no existe.

Supongamos que Dante Alighiere relató la verdad en su “Divina comedia” sobre la existencia del temible Purgatoria, donde, según cuentan, los ladrones son azotados, los violadores se doran como pollos a la brasa sobre fuego eterno y las adúlteras cuecen piedras en peroles gigantes.

En ese caso, ¡mamita linda!, los apóstatas, los malhechores y demás animales de la fauna del Mal deben empezar a temblar desde este mismo instante.

Aunque… pensándolo bien, analizándolo bien, en el infierno deben estar los reyes, que fueron casi todos grandes genocidas y adúlteros de primera. En el infierno deben estar princesas bellísimas y papas y obispos (ojo Cipriani). En el infierno deben estar los cantantes de rock, cumbia, salsa (oído a la música, fans) y llegar a ese lugar debe ser la mayor aspiración de todo aquel que quiera pasarla bacán por toda la eternidad.

En cambio el cielo debe estar lleno de monjes, mendigos y otros tristes personajes que pasaron por el mundo regando paz y tranquilidad, y estar entre ellos debe ser aburrido. ¿Y quién quiere vivir aburrido por toda la eternidad? Si aplicamos esta lógica, la condena más bien sería convivir por siempre con aquellos campeones del aburrimiento; y debe ser una bendición disfrutar en el infierno de la presencia de famosos cantantes, de ex presidentes y artistas deseadas como Marilyn Monroe.

¿Y los hindúes adónde irán? Si el infierno y el cielo no son un invento, los hindúes ya se fregaron. Debemos aclarar que los hindúes adoran a la vaca. No es un chiste. Así como en nuestra tierra hay personas que adoran estampitas y figuras de yeso, allá se arrodillan ante la vaca y besan sus huellas. Si una vaca aparece por la calle, el tránsito se paraliza hasta que pase la vaca. La gente no saca leche para alimentar a los millones de niños desnutridos sólo porque su religión no se lo permite. Supongo que los millones de hindúes también irán al infierno por no adorar a Jehová o Jesucristo. Sólo supongo porque del más allá nadie ha regresado para contarnos cómo es el asunto, y aunque regresara, no le creeríamos.

Si el cielo y el infierno existen, ¿dónde estarán los Chankas? Los historiadores dicen que éstos eran terribles, pendencieros de la patada, que nunca se dejaron someter. Si en el cielo sólo están los que tienen carácter de cordero, los curas ya enviaron a los Chankas al infierno… Pobre Anccohuayllo.

JEHOVÁ, ¿UN DIOS FALSO?


Si de verdad el cielo y el infierno existen, los analfabetos deben estar pagando “su culpa” en el infierno por no haber leído la “biblia”.

Antes, para que te escuche el dios de los judíos tenías que rezar en latín. Todos los que no sabían latín deben estar en el infierno, principalmente los kechwas y aymaras, no sólo por no saber la “lengua de los dioses”, sino también por adorar a los cerros, a los riachuelos, a las cascadas.

El analfabeto andino cree en otro dios, un dios amoroso que mora en Qanaqpacha, el que le manda la lluvia, el que le trae buenas cosechas. ¿El hecho de no adorar al dios de los israelíes (por analfabeto) es suficiente para que los curas condenen a esos seres, seres humanos también, al infierno? ¿Adorar los dioses de nuestros antepasados será motivo para viajar, como por un tubo, al reino de las Sombras?

Mirando desde otro ángulo, supongamos que el dios de los andinos, Pachaqámaq, es el verdadero, y el dios de los israelíes (Jesucristo, Jehová, o como se llame) es falso. Solamente estamos suponiendo, no es para que se molesten los curitas.

Supongamos asimismo que el infierno y el cielo no existen, que sólo existen Qanaqpacha y Ukupacha. Entonces, ¡hurra!, los curitas, las monjitas, todos, en fila india, irán directo al reino de las Sombras, y sólo los kechwas y aymaras viviremos en la paz eterna. Si esto es cierto, qué esperamos kechwa-aymaras, hay que ganar a la causa de nuestro dios a todos los infieles. Hagamos algo para que el Papa y su séquito no sean condenados al fuego eterno, salvemos el alma de esa pobre gente, ¡pero ahora mismo! Ellos no son perfectos. Como todo ser humano, tienen derecho a equivocarse. Y nosotros, que sabemos que somos el “pueblo elegido” por Pachaqámaq (porque Él nació aquí), impongamos nuestra creencia. Claro, no incendiaremos pueblos (como ellos lo hicieron en otro tiempo, ejemplo Taki Onqoy) para imponerles nuestra voluntad, nuestro dios. Llevemos el mensaje de Pachaqámaq a todos los rincones del mundo. Que bauticen a los niños en nombre de Pachaqámaq. En vez de nombres de santos, que lleven nombres de cerros, de riachuelos o de pájaros como en los tiempos de nuestros ancestros. Según Roma, los niños no deben alcanzar la mayoría de edad para escoger su dios, sino ser bautizados a los pocos años de nacido. Nosotros no hagamos lo mismo. Pero que en los colegios enseñen nuestra religión con la venia de los gobernantes. Al profesor que se niegue a enseñar nuestra religión separemos del ejercicio de la docencia. Que se difunda nuestra “biblia”. Si aún no lo han escrito, escribámoslo ya. Que Radio Programas o El Comercio dediquen toda una sección a la difusión del mensaje del dios kechwa-aymara.

Sólo estamos suponiendo, amigo lector. Porque la única verdad es que hay varios dioses en el mundo, unos que castigan mucho, otros que no castigan nunca, pero todos milagrosos según sus creyentes. ¿Y cuál de las religiones es la verdadera y cuál de los dioses el auténtico? ¿El dios de los israelíes? ¿El dios de los hindúes? ¿El dios de los musulmanes? ¿El dios de los kechwa-aymaras?

Bien, a esto queríamos llegar.

Aquí no se trata de ser ateo o creyente. No se trata de ser un caballo en la otra vida. Tampoco se trata de que el diablo nos lleve al infierno por no creer en un determinado dios. Simplemente se trata de defender la libertad de culto y religión, de practicar la tolerancia, de regresar hacia la verdadera civilización dejando atrás el fanatismo.

LIBERTAD DE CULTO Y RELIGION


Libertad de culto y religión significa escoger, por voluntad propia, un dios cualquiera, sea Qarwarasu (que es poderoso si uno cree en Él), Alá, Buda, Jehová, un montículo de rocas, la vaca, lo que sea…

Pero ya no hay libertad de culto y religión cuando algunos extranjeros, financiados por países poderosos, se instalan en nuestras narices en viviendas de lujo con el fin de imponer, abierta o veladamente, un determinado dios. Por supuesto, un dios barbudo, a semejanza de ellos. Y para eso se abusan de la ingenuidad de nuestros hermanos los kechwa-aymaras. Para atraerlos les asustan con imaginarios infiernos o un supuesto fin del mundo, lo cual nos hace retroceder de espaldas al medioevo, a esa etapa mórbida de la Humanidad, a la temible oscuridad, cuando pensando convertir a la tierra en un paraíso, la convirtieron en un verdadero infierno.

Hay que ser claros. Algunas de esas sectas o religiones “se afanan por considerar la Tierra como un tránsito y la vida futura como una habitación definitiva, concluyendo por entregar el mundo a los fuertes y audaces. Nos dice que el valle de lágrimas nos ofrece poco y la Eternidad nos promete mucho. Entonces, pues, dejemos para otros lo menos y guardemos para nosotros lo más: renunciemos a la tierra y al presente, y sólo pensemos en el más allá y en el mañana. Nos prometen el cielo y nos quitan la tierra. Viviendo espiritualmente sin preocuparnos de la materia, dejemos que en nuestro cuerpo desaseado y repugnante nuestra alma florezca y perfume como rosa de un cementerio. Un católico o de otras sectas familiares, para mostrarse lógico, debe darse íntegramente a la Iglesia, convirtiéndose, primero en niño como dice Jesucristo, después en cadáver, como prescribe Ignacio de Loyola”.

Lo que está entre comillas pertenece a González Prada, quien concluye que esas religiones, “con sus dos morales, una para la autoridad y otra para el súbdito, es una verdadera secta de esclavos y tiranos”.

Nosotros no necesariamente podemos estar de acuerdo con González Prada. Pero en nombre de Pachaqámaq y en nombre de la libertad de culto y religión exigimos, carajo, que las religiones, tanto en las escuelas como en nuestras comunidades, no sean velada o abiertamente impuestas con el consentimiento de los gobernantes de turno. Queremos ser libres.

(*) Comunero de Larcay (Ayacucho). Escritor y periodista.

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