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La importancia simbólica de los solsticios

Q.•.H.•. José Luis Carrasco Barolo
2do. V.•.
F.• C.•. R.•. L.•. S.•. Luis Heysen Incháustegui N° 3

Con vuestra venia V.•. M.•.

Agradezco por sobre todo al G.•.A.•.D.•.U.•. por esta oportunidad y saludo la presencia que engalana esta celebración de los RR.•. y QQ.•. HH.•. que nos acompañan en las Coll.•. y en el O.•.

Saludo, también, la presencia siempre inspiradora del M.•. R.•. H.•., Julio Carlos Pacheco Girón, G.•. M.•. de MM.•. de la G.•. L.•. Constitucional para la República del Perú.

RR.•. y QQ.•. HH.•. y especialmente para mis HH.•. AA.•.

Parto de la premisa, ya señalada en un Traz:. anterior, que tengo un gusto muy especial por la historia de las palabras, pues el hurgar en ellas no solo es descubrir su etimología, sino también el ayudar a determinar en un plano real el sentido simbólico de las mismas. No voy a entrar en el comentario de las nociones astronómicas que se pueden verter sobre los solsticios, pues no he tenido la oportunidad de ahondar en dichos conocimientos, por ahora. Me centraré, en cambio, a señalar algunos aspectos simbólicos sobre la celebración que hoy nos reúne.

Debo decir, que incluso la palabra «símbolo», desde el estudio de su etimología, nos da mucha luz sobre el tema que abordamos. El término «símbolo» significa «unir, relacionar», siendo su opuesto la palabra «diábolo» que significa «desunir, dividir».

Por eso y, de por sí, encuentro en la palabra solsticio una simbología propia y especial. En primer lugar, la palabra solsticio es la comunión de dos términos independientes entre sí: el término «sol», que corresponde a la estrella que nos ilumina y alrededor de la cual la tierra gira y, «stitium», que significa “estado de inmovilidad” y proviene del indoeuropeo «st-ti», remitiéndonos esta palabra a las de «estación», «estar», «establecer», etc., pudiendo observar que de ellas surge la idea de firmeza y a la vez de inamovilidad.

Revisando la historia de la humanidad, se puede colegir que nuestros HH.•. antiguos, teniendo una mirada más cercana a la naturaleza que la nosotros mantenemos en nuestros días, tuvieron la impresión que el sol dejaba de moverse en dos momentos del año; observaron que parecía mantenerse inmóvil, y desde entonces a esos momentos de «parálisis» del sol se les ha denominado «solsticios» o, más bien, «días en que el sol se detiene», que no es más que la visión pobre que podemos alcanzar, sobre la grandiosidad del reacomodo del giro de la tierra en el espacio. Nuestro planeta tiene un movimiento peculiar y éste, a su vez, un sentido.

Una segunda aproximación a la simbología del término «solsticio», la encontramos en su número, pues son dos: el de verano y el de invierno, dato que nos recuerda a nuestro Pab.•. de M.•., en donde se nos muestra en su esplendor la armoniosa existencia dialéctica de dos elementos contrarios entre sí, como el blanco y el negro, como el arriba y el abajo, etc., formando un todo que los lleva de la existencia de sus personales particularidades hacia una noción de lo universal.

Semejante a la relación que existe entre los cuadrados de colores del Pab.•. de M.•., los solsticios se relacionan en el tiempo de acuerdo al hemisferio de la tierra en el que nos encontremos, dando vida a una relación cósmica con el espacio, pues cuando, como hoy, en el hemisferio sur celebramos el solsticio de invierno, en el hemisferio norte celebran el solsticio de verano, y viceversa.

Aún más, tanto el invierno como el verano también son símbolos de esa relación contradictoria pero de dialéctica armoniosa, pues en el invierno la naturaleza se humedece, prepara la tierra para que la semilla muera y de fruto y en el caso del hombre, le provoca sentimientos que se amparan y a la vez se justifican en su auto estudio de la conciencia, un «ensimismamiento» como diría Ortega y Gasset, que busque en su interior para hallar la palabra y la verdad perdidas y que han sido escondidas por el G.•.A.•.D.•.U.•. en nuestros corazones.

En cambio, el verano, hace que los frutos maduren, que la vida crezca, que la existencia florezca. Es nuestro paso a la adultez; es la oportunidad que tenemos los hombres de descubrirnos desde nuestro interior igual que todos los demás, aunque no idénticos, puesto cada uno tiene un talento que deberá hacer aflorar en beneficio de la humanidad. En el verano la naturaleza hace los días más largos, permitiendo que la jornada de trabajo sea mayor y se decante de forma perfecta la piedra bruta de nuestras pasiones.

En pocas palabras, el invierno y el verano cumplen con el fin de conducirnos hacia el equilibrio, logrando armonía en nuestros espíritus, para poder así establecer con más fuerza nuestros templos personales y que el Gran Templo en el que honramos al altísimo, siga iluminando por siempre a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.

El M.•. se reconoce parte de la naturaleza y, por lo tanto, llamado a convivir con ella y en ella, aceptando que las fuerzas del cosmos influyen en su vida. Los solsticios nos enseñan que la vida no muere, sino que cambia y se transforma, alcanzando una nueva y reluciente existencia, en un eterno retorno por los caminos hacia la perfección. Como cuando dirigimos nuestras miradas hacia el sur y luego hacia el norte, hacia la derecha y hacia la izquierda, buscando siempre avanzar y crecer, yendo de frente a nuestro destino. Recordemos que el M.•. no debe retroceder ni ir hacia los lados en su vida, sino siempre seguir hacia adelante.

Y en el centro de los solsticios se halla el sol, como símbolo de nuestra búsqueda de sabiduría, de perfección, de nuestro caminar tratando de alcanzar la luz del conocimiento. El recorrido de la tierra alrededor del Sol, lo podemos entender como el paso que realiza el hombre para encontrarse a sí mismo. Y esta imagen del Sol, y de la Tierra recorriéndolo, me provoca algunas ideas: como las de un devenir, la de un transcurso trascendental y necesario, ineludible.

Esta importancia del Sol tuvo en la antigüedad una mayor y más clara expresión, puesto que incluso el Sol era considerado una deidad.

Para el M.•., en cambio, el Sol representa la fuente de conocimiento, la guía que orienta nuestra conducta, pues da luz e ilumina, impidiendo que choquemos con los obstáculos que en la obscuridad no podríamos ver. Y es en este aspecto que el Sol se nos muestra no sólo como símbolo de luz, sino también como el símbolo de la suprema autoridad del que dirige la Log.•. en nombre del G.•.A.•.D.•.U.•.

El camino que desde la tierra se aprecia que sigue el Sol es un símbolo de la idea de volver a la vida, como Osiris y su retorno de la muerte, pues al recorrer nuestra existencia por las estaciones, llegamos a triunfar sobre la muerte, viendo como la naturaleza se renueva. Se demuestra la inmortalidad de nuestra alma, al ver que en conjunción con toda la humanidad, seguimos la senda que nos llevará al oriente deseado, en el que hallaremos la verdadera luz y el sosiego que anhelamos para nuestro espíritu. Ya lo decía San Agustín, que nuestras almas seguirán inquietas hasta que no descansen en su Supremo Creador.

Con respecto a la vinculación de San Juan con los solsticios, hay que reconocer que ésta es muy antigua y que se le relaciona en el hemisferio norte al solsticio de verano con San Juan Bautista, siendo este personaje el que anuncia la venida del Mesías, y al solsticio de invierno con San Juan el Evangelista, el que da testimonio.

Como señalaba el M.•. R.•. H.•. Carlos Delgado Rojas, en un trabajo de 1998, que los dos San Juan, son como las funciones de los colores Rojo y Azul, que se ubican en los extremos de la banda del espectro de luz: mientras el «rojo» impulsa, motiva; el «azul» sosiega, tranquiliza. Uno necesita al otro y viceversa, realizando así la construcción de un orden como el de la naturaleza; es decir, así como es arriba, es abajo.

Ahora bien, debemos anotar que las representaciones de los San Juan es también armoniosa, pues por un lado San Juan Bautista nos muestra el reconocimiento al hermano, la conciencia del camino que encierra la simbología del anuncio que San Juan Bautista nos ofreció; y, por otro lado, la imagen de San Juan Evangelista nos enseña a tener esperanza en un futuro mejor, de igualdad, de fraternidad y de libertad. Es decir, de tolerancia y moral masónica.

Por último, debo señalar que el rito de York celebra al sol invicto que corresponde en este hemisferio al solsticio de verano en el mes de diciembre, pues para nosotros el solsticio de invierno es en el mes de junio, pero aún así, ambos solsticios son símbolo de nuestro caminar como MM.•. en búsqueda de alcanzar el conocimiento, pidiéndole como Josué que el Sol se detenga para poder llegar a obtener nuestros ideales y vencer a la intolerancia y a la ignorancia, las grandes enemigas de la Mas.•.

Muchas Gracias

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