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En el mundo de hoy las mujeres constituyen la mayoría de nuestra especie

El Gran Maestro de la Gran Logia de Chile, I:. H:. Juan José Oyarzún, sostuvo que en el mundo de hoy las mujeres constituyen la mayoría de nuestra especie y afirmó que la Francmasonería Universal ha trabajado activa y esforzadamente para borrar la anacrónica idea que las mujeres son por naturaleza inferiores al hombre, y que han nacido para servir y no para gobernar.

La igualdad política no ha llevado a parejas a su igualdad social, y menos, por cierto, a una equidad económica en el mundo laboral.


El máximo representante de la Masonería encabezó este sábado 8 de agosto la Reunión Blanca de la R:. L:. “Franklin” Nº 27 del Valle de Santiago, ocasión en que se tributó un homenaje a la Mujer.

INTERVENCION

La siguiente es la intervención del Gran Maestro de la Gran Logia de Chile:

Es de todos sabido que, tradicionalmente a lo menos una vez al año, los miembros de una Logia masónica invitan a sus familias y amigos predilectos a una reunión con el ánimo de convivir e ilustrar a sus convidados sobre sus actividades y aspiraciones en el ánimo de proyectar su verdadera imagen ante la ciudadanía profana de la comunidad en que vive y actúan, y de la que formamos parte.

Esta es la reunión blanca de la Respetable Logia Franklin Nº 27, y su Presidente o Venerable Maestro ha dado la bienvenida a ustedes en conjunto con sus Oficiales o directivos por medio del protocolo especial que nosotros denominamos Ritual, y que en su forma y fondo es un ceremonial propio de nuestro lenguaje simbólico y universal, que nos permite enunciar que el Rito es el símbolo en acción.

Esta noche se nos ha conferido el especial privilegio de expresar el homenaje que los miembros de este Taller masónico rinden al género femenino, y que en lo personal y particular, y en especial durante nuestro mandato a cargo del pueblo masónico, asume relieves singulares por cuanto somos decididos y convencidos admiradores del importante papel que la mujer debe cumplir en el escenario de la vida del hombre, y con mayor razón, en la del hombre que aspira a llegar a ser un masón.

Y nos permitimos destacar en especial nuestro pensamiento sobre el delito de la exclusión, por cuanto en la sociedad humana hasta hace unos pocos decenios se planteaba una situación muy curiosa.

En el mundo de hoy las mujeres constituyen la mayoría de nuestra especie, y es probable que siempre lo hayan sido, pues pese a ser calificadas como el sexo débil viven siempre más que los hombres, pues tienen mejor salud, más resistencia al dolor y las enfermedades (por llevar una vida mas ordenada) y especialmente poseen una mayor fortaleza de carácter ante la adversidad. Nadie puede discutirnos que los suicidios son minoritarios entre las mujeres con respecto a los hombres.

Estas características las constituyen en legítimas partícipes en el escenario de la existencia, por su sentimiento natural y espontáneo de amor a sus semejantes, además de su elevado sentido de la moral social, su generosa actitud de protección al desvalido y a la especie, su innato sentido de la justicia y su culto a la Naturaleza.


DIGNIDAD HUMANA

Hasta hace algunas décadas, no todas las naciones las consideraban ciudadanas con derechos cívicos (y aún hay teocracias en los continentes africano y asiático en que esa situación no se ha regularizado). No nos gustaría enunciar que hay sociedades en que ellas todavía son ciudadanas de segunda clase, pero ocurre que así es, y en nombre de la dignidad humana, debemos trabajar para que esto cambie en el menor plazo posible.

Las mujeres consiguieron la igualdad política en las democracias occidentales en los años de la Primera Guerra Mundial del siglo pasado en el que todos los presentes arribamos a este mundo. En el curso de la primera mitad de esa centuria nos demostraron que no existía motivo alguno para que ellas no hubieran tenido acceso al sufragio y por lo tanto a los centros de decisiones.

Sin embargo, la igualdad política no ha llevado a parejas a su igualdad social, y menos, por cierto, a una equidad económica en el mundo laboral.

La Francmasonería Universal, que en nuestra concepción, si no es universal, no es francmasonería, ha trabajado activa y esforzadamente para borrar la anacrónica idea que las mujeres son por naturaleza inferiores al hombre, y que han nacido para servir y no para gobernar.

Nos duele y nos ruboriza reconocer que no todos nuestros miembros son partícipes de este concepto, pero confiamos en que habrá un día en que eso llegará, mejor temprano que tarde.

Muchas veces han recibido las mujeres de la familia masónica un inmerecido pago de incomprensión o indiferencia ante sus esfuerzos por compartir y colaborar con la gesta de los masones, pero su generoso corazón de mujeres abnegadas les permite evaluar que la mayor nobleza en la especie humana se alcanza al practicar la virtud del perdón, y sin una recriminación, sin un reproche, han tornado al camino a continuar predicando y practicando esa Caridad sin ostentaciones ni intereses que constituye el orgullo del ideal masónico.

En ese rumbo ustedes han podido aquilatar que es la misión de la pareja masónica el empeño en dejar cuando nos marchemos esta realidad de nuestro tiempo algo mejor de lo que la recibimos, y eso nos exige un esfuerzo permanente por lograr el imperio de los valores espirituales sobre los materiales.

Y esto lo recaban nuestros Principios, que enuncian al pie de la letra que la Institución “A través de sus miembros proyecta sobre la sociedad humana la acción bienhechora de los valores e ideales que sustenta.

NI DELANTE NI DETRÁS, SINO AL LADO

Al saludar con honor y gloria a las damas presentes, expresamos nuestra admiración por su inapreciable concurso a lo largo de la historia de la humanidad, ni delante ni detrás, sino al lado nuestro.

Nunca intentando competir sino postulando compartir.

Reciban ustedes, gentiles amigas presentes, madres o esposas, hermanas o amigas, hijas o nietas de los Obreros de Paz y Soldados de la Libertad aquí reunidos, nuestro sincero y afectuoso reconocimiento por su asistencia y compañía en esta noche de solemne y especial recogimiento y regocijo para nosotros.

Y como la vida siempre es una medalla de dos caras, nos permitimos solicitar su ayuda en el pensamiento y acción para mejorar el mundo diario del presente.

En modo especial deseamos referirnos a un fenómeno propio de nuestro tiempo, y que nos ha ido embargando en forma artera y silenciosa hasta convertirse en un verdadero flagelo que nos priva de calma, ladrón de horas de sueño y ratero de nuestra serenidad.

Ustedes saben perfectamente que la diferencia esencial del hombre con los otros animales es su sentido de la temporalidad. Y es que el irracional (y algunas personas también) no vive, sino simplemente se deja vivir.

Nosotros, conscientes de las circunstancias temporales de nuestra existencia, evaluamos permanentemente el porvenir y tratamos de planear nuestro quehacer, en uno u otro modo, en función de nuestro personal propósito de vida, con su espiral enraizada en nosotros mismos, la familia, nuestro trabajo, las instituciones en que participamos, comunidad, la patria, la humanidad, etc.

Desde la infancia la sociedad se ha empeñado en enseñarnos a distribuir nuestro tiempo en forma armónica.

La Orden Masónica, en uno de sus niveles de docencia nos indica que el día debe compartirse en ocho horas de trabajo, ocho horas de descanso y ocho horas de estudio.(Y en la casa nos rezongan: Y la familia ¿Cuándo?).

Participamos hace unos días en los trabajos de una Logia en que se planteó el problema de si los sueños forman parte del trabajo o del estudio o del descanso, y no se logró arribar a un consenso, por cuanto las opiniones estaban divididas, lo que es muy masónico, ya que unas de nuestras características esenciales (por no decir virtudes) es la unidad en la diversidad.

Ocurre que, a partir de la segunda mitad del siglo pasado (nuestro siglo común de nacimiento) hemos sido invadidos por una intrusa que llegó para quedarse: La tecnología.

Desde siempre escuchamos que el mundo del futuro contaría con una tecnología de excelencia para que nuestra vida fuera más fácil, y tendríamos mucho más tiempo para descansar y disfrutar las cosas gratas de la existencia.

Sin embargo, este ensueño de la cultura del ocio, sin saber cómo ni cuándo, se nos ha convertido en una pesadilla.

La tecnología que nos envuelve y acosa nos permite hacer todo más rápido, hacer más cosas al mismo tiempo, y con resultados inmediatos.

CADA VEZ NOS FALTA MÁS TIEMPO

Y por contraposición, apreciamos que a todos nos pasa que andamos cada día más apremiados, corriendo de un compromiso o tarea a otra, y sentimos que cada vez nos falta más tiempo para cumplir con lo que es necesario hacer.

¿Cuánto tiempo hace que no podemos sentarnos en un banco, tomados de la mano, a contemplar una puesta de sol?

¿Habrá alguna posibilidad que nuestro nieto suelte su play station y prefiera conversar con nosotros?

¿Desde cuándo que no paseamos a pie por una calle desconocida de la ciudad para contemplar y conocer sus casas y sus gentes?

¿Cómo conseguir que nuestro amigo y compañero de trabajo acepte salir con nosotros por un fin de semana sin el tiránico teléfono celular, y sin obligación de comer y beber en exceso? Tan solo conversar, aunque sea de lo que soñamos lograr sin alcanzarlo.

O tratar de aclarar un mal entendido que nos alejó de otro amigo.

¡Que no nos ocurra otra vez que un amigo y Querido Hermano, con el que compartíamos en el ayer el pan de la fraternidad y el vino generoso del ideal masónico sea traicionado de sorpresa por su ardoroso corazón, y se nos vaya al Oriente Eterno sin aviso, y sin que podamos acompañarle en su última partida, pues teníamos una importante reunión!

¿Cuánto hace que estamos pensando en llamar a la viuda de otro amigo ido, que también se marchó de nuestra vida sin esperarlo él ni nosotros?. Quizás tan solo a invitarla a compartir una taza de té y algunos recuerdos gratos.

Esta calamidad de la falta de tiempo para vivir es la peor enfermedad de nuestra generación.

No es un daño en nuestro cuerpo, no está ubicada en algún espacio de nuestro entorno, pero nos va carcomiendo por dentro y desazona nuestras mejores intenciones de conquistar esa felicidad día por día tan difícil de definir y más complicada aún de alcanzar.

Necesitamos la ayuda de ustedes, para que juntos logremos vencer a este mal Compañero, más agrio que el tedio y más amargo que la tristeza.

Conversemos con todos, con vuestros esposos y seres queridos, con hijos o nietos o amigos de ayer y de hoy.

Si podemos conseguir que una vez al día haya armonía en nuestra mente y alegría en nuestro corazón, aunque sea por minutos, ese es otro paso más en el camino hacia esa felicidad que nunca vemos, pero que nos exige seguir caminando juntos, codo a codo, siempre mirando más allá del horizonte.

Les rogamos excusarnos este peregrino modo de saludarlas en una ocasión tan especial para ustedes, pero hay momentos en que nuestro corazón se despista y fabrica razones que la razón no entiende.

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