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La noche del golpe a la escuadra y la plomada


TEMPLO. La masonería de Paraná actuó bajo el nombre de “San Juan de la Fe” y luego como “Unión y Trabajo”. En el frente se observan el compás, la escuadra y la plomada: símbolos de los albañiles que formaron las primeras cofradías. josé carminio

En 1944 y por orden del dictador Carlos María Zavalla se confiscaron bienes de las logias y se extravió parte de la historia

El más lejano antecedente fija un día: 29 de agosto de 1822. Así está fechada una carta al gobernador Lucio Manuel Mansilla, donde se alude a la logia masónica vigente entonces en Entre Ríos. Desde ese punto de partida, al menos, o quizás antes, buena parte de la vida política de la provincia se decidió entre los claustros de los templos que poseía la Masonería desperdigados por las principales ciudades: Paraná, Concepción del Uruguay, Concordia, Diamante. El carácter secreto de su accionar, el poder real que se concentró entre sus integrantes y el ritual al que se ajustan las “tenidas” crearon las condiciones ideales para volcar sobre su imagen una visión supersticiosa y negativa. La Iglesia y los regímenes totalitarios sostuvieron por años el accionar de desprestigio, que alcanzó su punto cúlmine con la que, de aquí en más, llamaremos La noche del golpe a la escuadra y la plomada.

Por Jorge Riani

La noche del 6 de junio de 1944 fue oscura. Oscura y silenciosa. Una docena de camiones, con sus luces, lejos de llevar claridad aportó más oscuridad aún y rompió la serena nocturnidad en las calles céntricas de Paraná, desiertas por el frío y la hora.

De los camiones bajaron militares; más de los que se necesitaban para romper puertas, revolver todos los papeles y sacar los muebles a la calle. Había también en la banda un cura.

Fue la noche en que los apoderadores del Estado golpearon a la masonería de Entre Ríos. Hurgando en los ficheros y armarios lograron entrar al registro fidedigno de buena parte de la vida política e institucional de la provincia. Y simplemente rompieron todo lo que hallaron.

Si algo logró salvarse fue aquello que, sin clasificación de ningún tipo, quedó tirado en la vereda para que alguien lo rescatara y atesorara hasta devolverlo a sus dueños: los masones entrerrianos.

DEMENCIAL. Carlos María Zavalla era un teniente coronel que había sido designado comisionado federal en la provincia por el Gobierno central a cargo de Edelmiro Farrell. Un marcado rasgo demencial lo puso en evidencia tempranamente, pese a lo cual al poder central, advertido sobre los desplantes del interventor, le costó un tiempo tomar dimensión sobre los niveles de escándalo que provocaban sus medidas.

La inocencia pueblerina devino en incredulidad en más de una ocasión cuando se trataba de valorar la dimensión de los desplantes del militar. Costaba aceptar que en la Entre Ríos, por años libre de convulsiones, se adoptaran desde quien manejaba la fuerza pública medidas extremas como censura brutal, razias, una política de escarnios públicos contra los sectores a los que el interventor catalogaba como el enemigo.

Fue en ese marco que se perpetró el artero golpe a los templos masónicos de Entre Ríos. No había ningún mandato de Zavalla más complejo que pillaje ostentoso y tan patético como simple. Para más precisión: no hubo una tarea de rastrillaje de datos, ni un peine fino sobre los documentos, ni una supuesta desclasificación de eventuales informaciones que pudieran haber hallado en los documentos.

Lo que Zavalla y sus soldados hicieron fue simplemente un acto de vandalismo contra uno de los sujetos predilectos para el ataque por parte de cuantos oscurantistas poblaron los últimos siglos: la masonería.

Con lógica medievalista, el interventor también golpeó a la prensa y a la comunidad judía. Antes de entregarse a su faena vandálica contra las logias, Zavalla ordenó tomar por asalto EL DIARIO bajo acusaciones de carácter tragicómicos, pero que en definitiva apuntaban a silenciar la voz que ponía en evidencia sus fechorías. Acusó a esta Hoja de “publicar artículos tendenciosos y malevolentes” y más todavía: en cierta ocasión afirmó que en las instalaciones de este medio se habían encontrado folletos y libros comunistas, mientras que “se descubrieron inscripciones en las paredes de los fondos de las casas donde funciona EL DIARIO con vivas al Partido Comunista, los judíos y a Stalin”. La clausura a este diario fue dispuesta el 24 de mayo de 1944.

José Pascaner fue un comerciante destacado en Paraná y en sus últimos años prestó servicio como bibliotecario en la Asociación Israelita de la capital entrerriana. “Una vez Zavalla dispuso una detención masiva de judíos. Nos llevaron a casi todos, nos tuvieron horas y horas en la Jefatura Central de Policía, porque sí nomás. A las horas liberaron a nuestras mujeres pero a nosotros nos mantenían detenidos. Finalmente nos largaron sin ninguna explicación”, le contó hace algunos años a este cronista.

Por orden del comisionado federal, el 31 de agosto de 1944 el interventor del Consejo General de Educación de Entre Ríos dispuso la cesantía de 122 maestros judíos. ¿El argumento?: “Recuperar la escuela para el mejor servicio a la Patria y a Dios con maestros que tengan el conocimiento exacto de las verdades de nuestra santa fe”.

Daniel Lvovich, en su libro “Nacionalismo y Antisemitismo en la Argentina” sostiene que el propio arzobispo de Paraná, Zenobio Guilland, debió intervenir ante el escándalo desatado por la medida y deslindaba responsabilidades en el interventor.
Fue en ese marco demencial que se produjo el asalto a las logias masónicas, y se lo hizo desde las fuerzas del Estado tomadas por el golpe de armas.

SECRETO. Fue la masonería uno de los predilectos enemigos de cuantos regímenes totalitarios hubo a lo largo y ancho de la geografía y los tiempos. Precisamente, ha sido “masonería” una de esas palabras cargadas de prejuicio, sujeto de consignas, a la que no se define nunca pero se la menciona como la enemiga de gobiernos antidemocráticos y religiones excluyentes.

El temprano encono de la Iglesia Católica hacia la masonería aportó esa visión prejuiciosa, aunque el tiempo luego puso cada cosa en su lugar y ambas pudieron caminar sin molestarse. No hay ninguna contradicción entre ser religioso y masón, pero hasta que eso se entendió hubo virulentos enfrentamientos. Cada hecho es una historia en sí misma, y habrá oportunidades para volver sobre ello.

En la encíclica Eminenti Apostolatus Specula del 24 de abril de 1738, el papa Clemente XII condenó a la masonería y lanzó una jauría desesperada a la caza de masones. Sobre ese pronunciamiento sentó Felipe V los motivos para legislar contra las logias en 1740, y la situación no variaría hasta bien entrado el siglo pasado.
El golpe que dio Zavalla en 1944 fue el correlato de ese accionar en la provincia.

¿Cuál es el motivo esencial del encono?
El pensamiento y los postulados de los masones quedaron incluidos en las constituciones modernas, liberales, con garantías, derechos y un concepto de universalización que hasta entonces no existía. La educación libre, el reconocimiento a la libertad de cultos son preceptos que la Iglesia romana no aceptó sin librar una batalla decidida. Con el plan de demonización de la imagen de la masonería contribuyó un rasgo característico del accionar de las logias: la actividad secreta.

La discreción del accionar dio letra a medida para edificar una imagen que de ella se quiso hacer trascender: manejan el mundo, se esconden para atacar, hacen ritos de sangre.

El hallazgo de la calavera ritual en el templo de la logia San Juan de la Fe, donde hasta hoy funciona la masonería: calle Andrés Pazos a metros de San Juan, fue un detalle que bien aprovecharon Zavalla y sus secuaces para su tarea difamadora.

Entre los papeles que lograron salvarse están las actas constitutivas de la logia. Alguien las rescató y las puso a resguardo de la masonería de Santa Fe. Los muebles que no se destruyeron pasaron al dominio del Estado, mientras que a la masonería se le retiraba compulsivamente la personería jurídica.

Los escándalos de Zavalla hicieron más ruido del que en Buenos Aires estaban dispuestos a escuchar. Fue así como el gobierno de Farrell decide librar a Entre Ríos del peso que le había impuesto: el demencial Carlos María Zavalla.

Jaque jordanista

Si entre sus hombres estuvieron los más poderosos políticos, militares y comerciantes que llevaron prosperidad a las logias, con las convulsiones políticas la masonería sufrió no pocos sobresaltos.

El 11 de abril de 1870, al producirse la primera sublevación de López Jordán no faltaron ataques a los templos masónicos, al punto que la logia debió cerrar sus puertas por más de un año. La historia de golpes a las logias por parte de seguidores del caudillo se repetirá el l° de mayo de 1873 y en noviembre de 1876.

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