Estudioso. Los trabajos de Rodolfo Terragno sobre San Martín son el producto de muchos años de investigación.
El periodista, historiador y político diserto este miércoles en el Sheraton sobre el libertador. Vino invitado por la Suprema Corte de Justicia y comentó detalles de su último libro sanmartiniano.
Por Jaime Correas
jcorreas@arlink.net.ar
El miércoles 17, a las 18, Rodolfo Terragno hablo sobre “El testamento político y moral del general José de San Martín”. La cita fue en el hotel Sheraton y lo recaudado fue para el Museo Histórico General San Martín de las Damas Pro Gloria. La organización fue de la Suprema Corte de Justicia de Mendoza y el Centro de Capacitación e Investigaciones Judiciales Dr. Manuel A. Saez.
Por Jaime Correas
jcorreas@arlink.net.ar
El miércoles 17, a las 18, Rodolfo Terragno hablo sobre “El testamento político y moral del general José de San Martín”. La cita fue en el hotel Sheraton y lo recaudado fue para el Museo Histórico General San Martín de las Damas Pro Gloria. La organización fue de la Suprema Corte de Justicia de Mendoza y el Centro de Capacitación e Investigaciones Judiciales Dr. Manuel A. Saez.
La presencia de Terragno en Mendoza es muy importante porque sus dos libros sobre San Martín, el que cuenta el Plan Maitland y el último sobre 1824 en la vida del libertador, son los dos aportes más originales de los últimos años a los estudios sanmartinianos.
–¿Por qué la historiografía clásica de San Martín pasó por alto el año 1824?
–No había indicios de que San Martín hubiese ido a Londres a cumplir una misión. Por otra parte, los sanmartinólogos –salvo Ricardo Piccirilli, autor de un magnífico libro llamado San Martín y la política de los pueblos– no dominaban por lo general el inglés. No hubo investigación en Londres, como sí la hubo en París, donde José Pacífico Otero y Agustín Barcia Trelles trabajaron extensamente. Quienes más se ocuparon de San Martín, en lengua inglesa, fueron el canadiense Ferns y los británicos Metford, Humpreys y Lynch, pero todos ellos se dedicaron más a la gesta del libertador que al período posterior a su retiro de Perú.
–¿Cómo le surgió el interés por ese año en la vida del libertador y, si recuerda, cuándo cayó en la cuenta de que había una bache ahí?
–En 1979 yo estaba exiliado en Venezuela y ésos eran tiempos de exilio latinoamericano: argentino, chileno, uruguayo. El desarraigo era un tema dominante, a punto que se hizo en Venezuela un congreso internacional sobre el exilio latinoamericano. En ese contexto, yo leí una carta desgarradora de Simón Bolívar, escrita 32 días antes de morir, en la cual el libertador decía: “En estos países, lo único que se puede hacer es emigrar”. Pensé entonces en el otro libertador, el nuestro, que se fue el 10 de febrero de 1824 y murió más de un cuarto siglo después sin haber vuelto a pisar territorio argentino y diciéndole a su hija: “C’est l’orage qui mene au port” (es la tormenta que viene al puerto). Pensé también en O‘Higgins, expulsado de Chile, que murió doce años después sin haber vuelto. Se me ocurrió entonces investigar la historia del exilio en Latinoamérica y empecé por San Martín. Leí todo cuanto se había escrito sobre su vida posterior al renunciamiento en Perú y me encontré con que había un vacío: 1824. Yo había sido editor de la revista Todo es Historia, cuyo director era Félix Luna. Le escribí a Falucho diciéndole que pensaba establecerme un tiempo en Londres para indagar qué había pasado con San Martín entonces. Luna no me desalentó, pero me recordó que San Martín no era un personaje olvidado de nuestra historiografía, sugiriéndome que hallar algo nuevo era poco probable. Yo me establecí en Londres, estuve siete años allá, volví varias veces y seguí la investigación a distancia hasta 2008. Eso me permitió descubrir cosas que yo ni imaginaba encontrar.
–¿Qué matiz nuevo le da su investigación al San Martín marmóreo?
–Creo que no se puede contrastar el trabajo de un historiador con el de un escultor. Las estatuas cumplen una función: establecen un compromiso permanente con el pasado y fortalecen el sentido de pertenencia. La Historia es otra cosa: debe establecer las causas, los modos y los efectos del accionar de un prócer. Es cierto que, a veces, la Historia panegírica, acrítica, se vuelve ella misma “marmórea”. Pero la historiografía científica no puede serlo nunca.
–¿Qué malentendido aclara su libro sobre el San Martín “humanizado”, que suele estar al borde del chisme?
–Nunca entendí qué significa “humanizar” a San Martín. Salvo que se esté pensando en la historia escolar, que es necesariamente simplificadora. Quien se haya quedado con una imagen infantil de San Martín puede creerlo un ser sobrenatural. Eso no es bueno, porque los arquetipos sirven en tanto se los pueda imitar, y un ser sobrenatural es, por definición, inimitable. Mi libro presenta a un San Martín obviamente humano, porque es un libro adulto y refleja años investigando. Pero eso no tiene nada que ver con el sensacionalismo que se ha intentado en los últimos años con versiones antojadizas.
–Si se hiciera historia contra fáctica, ¿se le ocurre en qué año podría haber cambiado el destino de San Martín para transformarlo en un actor de la vida argentina de aquellos años y con qué consecuencias?
–San Martín fue un actor de la vida argentina a partir de 1812. Contribuyó a desplazar al Primer Triunvirato, renuente a la independencia. Impulsó la Asamblea del Año XIII, que le dio identidad al país naciente. Concibió y ejecutó el Plan Continental, sabiendo que Perú era el centro del poder colonial en Sudamérica y que –mientras Perú no le fuera arrebatado al virrey, previniendo además una eventual reconquista de Fernando VII y sus socios de la Santa Alianza– la libertad de las Provincias Unidas no estaba segura. San Martín fue también un actor por omisión, cuando decidió no ser parte de las luchas fraticidas, que podrían haber alcanzado otra proporción con la participación del Ejército de los Andes.
–¿Cómo hacía San Martín desde el punto de vista económico para vivir en Europa y cómo hacía para trasladarse y pagar sus gastos?
–En el libro hay un detalle de cuánto dinero llevó y de dónde provenía. El Ejército del Perú seguía pagándole, pese a su retiro, un sueldo. En Londres estaba la Legación del Perú, dirigida por Paroissien y García del Río, administradora del empréstito que habían logrado para el gobierno peruano –cuyo giro se suspendió durante un tiempo a raíz de la incertidumbre sobre la situación del país– y ellos pagaban los gastos, incluido el alquiler de la casa de San Martín, con tales fondos. De todos modos, algunos atrasos en las remesas del Perú y de los alquileres de sus propiedades en Buenos Aires hicieron que San Martín tuviera algunos padecimientos. Todo eso desapareció en Francia cuando se encontró con Aguado, el poderoso Marqués de las Marismas del Guadalquivir, que fue su protector.
–¿Por qué cree que siendo una personalidad con ideas, San Martín no dejó una obra escrita, como Bolívar?
–No todos los hombres de acción se inclinan por la pluma. San Martín, además, era muy reservado; incapaz de un desliz epistolar o de una infidencia. De todos modos, su epistolario es muy importante para estudiar su vida y su gesta.
–Ha establecido relaciones entre sus contactos para tomar conocimiento del Plan Maitland y esta nueva etapa de actividad diplomática y política en Europa.
–Maitland murió poco antes de que San Martín llegara a Londres en 1824. Pero lord Fife, que fue quien facilitó el viaje de San Martín a Londres en 1811 y lo puso en contacto con militares, así como con políticos, lo recibió al regresar el libertador de América. Como se muestra en el capítulo final del libro, cumplió un papel fundamental a fin de que San Martín cumpliera con su objetivo.
–¿Cómo sintetizaría la figura de San Martín, después de sus dos grandes estudios?
–Creo que era un líder con capacidad estratégica, una inusual aptitud para distinguir lo principal de lo accesorio y una gran tenacidad. Para él, nada importaba más que alcanzar el objetivo. Lo demostró en Guayaquil: Bolívar estaba en mejores condiciones para terminar la guerra y San Martín no tuvo empacho en reconocerlo.
–Si tuviera que arriesgar un análisis político post, ¿cree que fue positivo o negativo que San Martín al fin nunca volviera a su patria?
–Él tenía una contradicción: defendía ardorosamente las libertades públicas, pero creía que nuestros países no estaban maduros para un régimen liberal. Justificaba, por lo tanto, ciertas cosas que, sin embargo, no estaba dispuesto a asumir él mismo. Alguna vez dijo que no había podido gobernar Perú porque se le había caído “el palo”, pero a la vez seguía pensando que nunca lo habría usado. Él entendía el proceso que había dado lugar a Rosas, pero no habría tolerado vivir en una Argentina gobernada de esa manera.