En Agora Vox, sitio de información en lengua francesa, aparece hoy un artículo interesante a mi modo de ver. Jean Dominique Reffait, historiador y filósofo, firma el texto que traduzco y que, creo, va a aportar algo a buena parte de quienes lo lean. Me ha llamado la atención la introducción que hace del concepto de laicidad en este debate; y la acertada referencia a los textos legales (Reglamento y Constitución), máxima expresión de los consensos, del sentir democrático de nuestra organización, y que han de ser respetados por todos, hasta por las propias asambleas.
El Gran Oriente de Francia no es mixto, sino universal.
El Consejo de la Orden (el poder ejecutivo) planteó una demanda para decidir sobre la suerte de la seis mujeres iniciadas en las logias de la obediencia a la instancia jurídica del Gran Oriente de Francia, la Cámara Suprema de Justicia Masónica (CSJM), la cual ha tomado una decisión clara e histórica: ordena la integración de las seis mujeres iniciada y confirma que ninguna disposición reglamentaria puede oponerse a la libertad de cada logia para iniciar a las mujeres.
La universalidad humana no tiene sexo.
Tanto los partidarios como los adversarios de la entrada de mujeres en la obediencia de referencia de la masonería francesa, continuarán durante algún tiempo intercambiando argumentos viriles sobre el hecho mixto, sus ventajas y sus defectos. Conviene analizar con más tino lo que acaba de suceder sobre el plano semántico. Sin que una sóla línea del Reglamento General del Gran Oriente haya sido modificada, la CSJM ha constatado que nada en este texto atribuía a la obediencia a un carácter exclusivamente *masculino. Este reglamento no contiene sin embargo la mención de "hermanas" y los miembros son designados siempre por el título de "hermanos". En efecto, ni en el preámbulo del reglamento -denominado Constitución- ni en los artículos concernientes a la admisión, se hace mención al carácter masculino de la obediencia. En el Convento de 2009, la mayoría de las logias se pronunció a un tiempo en contra de la libertad de las logias de iniciar mujeres y contra el carácter exclusivamente masculino del GODF. Un voto que contiene una paradoja de la que hay que extraer alguna enseñanza. El rechazo a considerar al GODF como una obediencia masculina constituye un principio que se integra lógicamente en la redación secular del reglamento general. El rechazo a dejar libertad a las logias para inciar mujeres constituye un voto circunstancial que debe, en toda lógica, estar en armonía con los principios superiores del reglamento general.
Esos principios superiores son claros: el GODF no admite ninguna discriminación psicológica, ya se trate del color de piel, de una minusvalía, de la orientación sexual y, además, del sexo de sus propios miembros. Esto quiere decir que tales nociones no existen en el espacio laico de la masonería: No hay ya negros ni blancos entre los hermanos pues todos son miembros de la comunidad humana; y en adelante no hay hombres o mujeres, sino únicamente fracmasones. No es la mixtidad lo que ha llegado al GODF, es el universalismo lo que lo impregna.
De la retaguardia a la vanguardia.
De un único golpe, el GODF no es que haya vuelto a tomar contacto con la sociedad: es que además la ha superado en este tema. La laicidad excluye toda forma de reducción comunitaria. El GODF proclama por otro lado que, en el espacio público, la distinción hombre-mujer no debe existir más. Si aun existe la evidencia de espacios en los que la igualdad entre mujeres y hombres sigue movilizando legítimamente las buenas voluntades, esta igualdad no tiene otro fin que abolir la distinción civil entre sexos del mismo modo que es conveniente avanzar en la abolición de las distinciones de raza o de etnia.
Sin duda de un modo inconsciente pero a la par cargado de sabiduría, el GODF ha dado un salto adelante rechazando la transición de la mixtidad para pasar directamente a la universalidad. Con esta decisión, el GODF vuelve a reencontrarse con la tradición fundadora de la Ilustración, atreviéndose a afrontar la experiencia y la utopía.
El Gran Oriente de Francia no es mixto, sino universal.
El Consejo de la Orden (el poder ejecutivo) planteó una demanda para decidir sobre la suerte de la seis mujeres iniciadas en las logias de la obediencia a la instancia jurídica del Gran Oriente de Francia, la Cámara Suprema de Justicia Masónica (CSJM), la cual ha tomado una decisión clara e histórica: ordena la integración de las seis mujeres iniciada y confirma que ninguna disposición reglamentaria puede oponerse a la libertad de cada logia para iniciar a las mujeres.
La universalidad humana no tiene sexo.
Tanto los partidarios como los adversarios de la entrada de mujeres en la obediencia de referencia de la masonería francesa, continuarán durante algún tiempo intercambiando argumentos viriles sobre el hecho mixto, sus ventajas y sus defectos. Conviene analizar con más tino lo que acaba de suceder sobre el plano semántico. Sin que una sóla línea del Reglamento General del Gran Oriente haya sido modificada, la CSJM ha constatado que nada en este texto atribuía a la obediencia a un carácter exclusivamente *masculino. Este reglamento no contiene sin embargo la mención de "hermanas" y los miembros son designados siempre por el título de "hermanos". En efecto, ni en el preámbulo del reglamento -denominado Constitución- ni en los artículos concernientes a la admisión, se hace mención al carácter masculino de la obediencia. En el Convento de 2009, la mayoría de las logias se pronunció a un tiempo en contra de la libertad de las logias de iniciar mujeres y contra el carácter exclusivamente masculino del GODF. Un voto que contiene una paradoja de la que hay que extraer alguna enseñanza. El rechazo a considerar al GODF como una obediencia masculina constituye un principio que se integra lógicamente en la redación secular del reglamento general. El rechazo a dejar libertad a las logias para inciar mujeres constituye un voto circunstancial que debe, en toda lógica, estar en armonía con los principios superiores del reglamento general.
Esos principios superiores son claros: el GODF no admite ninguna discriminación psicológica, ya se trate del color de piel, de una minusvalía, de la orientación sexual y, además, del sexo de sus propios miembros. Esto quiere decir que tales nociones no existen en el espacio laico de la masonería: No hay ya negros ni blancos entre los hermanos pues todos son miembros de la comunidad humana; y en adelante no hay hombres o mujeres, sino únicamente fracmasones. No es la mixtidad lo que ha llegado al GODF, es el universalismo lo que lo impregna.
De la retaguardia a la vanguardia.
De un único golpe, el GODF no es que haya vuelto a tomar contacto con la sociedad: es que además la ha superado en este tema. La laicidad excluye toda forma de reducción comunitaria. El GODF proclama por otro lado que, en el espacio público, la distinción hombre-mujer no debe existir más. Si aun existe la evidencia de espacios en los que la igualdad entre mujeres y hombres sigue movilizando legítimamente las buenas voluntades, esta igualdad no tiene otro fin que abolir la distinción civil entre sexos del mismo modo que es conveniente avanzar en la abolición de las distinciones de raza o de etnia.
Sin duda de un modo inconsciente pero a la par cargado de sabiduría, el GODF ha dado un salto adelante rechazando la transición de la mixtidad para pasar directamente a la universalidad. Con esta decisión, el GODF vuelve a reencontrarse con la tradición fundadora de la Ilustración, atreviéndose a afrontar la experiencia y la utopía.
*(N.T. en el texto, por error, se dice textualmente "femenino")
Et si omnes, ego non.