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Misterio femenino

Entrevista con Michel Random.
La pareja interior.
Editorial Kairós

"Y dijo Dios: entrego a Eva el poder sobre los tres mundos: el cielo, la tierra y el mundo subterráneo. De este modo, por su mediación se transmitirá la iniciación de tres mundos. En este sentido ella será siempre un misterio para ti, Adán, a quien entrego el cielo y la tierra, pero no el mundo subterráneo. Porque así como da la vida, Eva la transmuta. Pero así como no te ha sido dado el misterio del alumbramiento, no se te ha concedido la visión de los misterios de la muerte. Ella puede atravesar sola el oscuro puente de lo inefable.

Para ella serás el guerrero, el protector y el hijo. No trates de sojuzgarla, ni por la fuerza, ni por la costumbre, ni por la ley. En Eva, la vida y el deseo son uno. Restringir ese estatus es amenazar la vida...

Las mujeres han de reconectarse a su potencia femenina y sobre todo al tercer mundo, el mundo subterráneo. Sólo ellas tienen acceso a él.

En el dualismo masculino/femenino, prescindimos de esta noción alquímica del ser. Y, sin embargo, la vida tiene un sentido, las cosas se han creado con una conciencia divina que introduce, en el orden del mundo, el propio misterio de la vida, de la creación, de la mutación vida/muerte. Y la mujer tiene el poder de asumir esa mutación, de afrontar la vida y la muerte, lo visible y lo invisible. Y ese conocido miedo a lo femenino inherente a muchos hombres deriva del hecho de que no consiguen asimilar ese misterio.

El misterio femenino es un misterio velado, pero no impuro. A través de los milenios, las mujeres han transmitido toda iniciación; han sido maestras en la iniciación. En cuanto el hombre crea una oposición, separa el cielo y la tierra, desencarna el proceso vital. En cuanto se disocia el ser de su misterio, ya no se comprende lo femenino. El rechazo del misterio y el rechazo de lo femenino son una misma cosa.

Queremos controlar lo que no comprendemos, y por lo tanto confinar a la mujer en su papel de esposa, madre o incluso objeto sexual. La sexualidad femenina asusta.

Incluso hoy día se concibe a la mujer como un ser equívoco, peligroso. A los ojos de algunos hombres, toda mujer oculta una hechicera. Esto justifica un terrorismo explícito o velado contra las mujeres. No obstante, en las religiones tradicionales, la mujer era venerada en todos sus aspectos, incluso en los ritos religiosos. El poder femenino otorga al sacerdote lo visible y lo invisible. Lo masculino hace vibrar el misterio, pero sólo puede asumirlo a través de lo femenino. El hombre ya no es consciente de su unión con el cosmos, en tanto que la mujer, merced a sus ciclos biológicos y psíquicos, permanece inextricablemente vinculada al mismo. Esta relación cósmica determina el misterio femenino. La mujer regresa a la tierra, porque la tierra y la mujer están unidas al mundo celeste.

¿Y qué ocurre con los hombres íntimamente ligados a su dimensión interior? El hombre jamás tendrá acceso a ese mundo a no ser que realice su ser, su plenitud, el amor en el sentido del respeto. El amor realiza la fusión perfecta. La vida sólo tiene una finalidad: hacernos vivir nuestro camino de conciencia. Se ha escrito que lo masculino y lo femenino eran Uno en el origen y que volverán a ser Uno en el Edén.

Entonces habrá un solo ser. Esta unión fundamental es el misterio vital de la unidad en la diversidad. El mundo de los fenómenos aboca a una pérdida de la unidad. El ser separado de la unidad ya no piensa con su corazón y con todo su ser, sino sólo con su mente. Cuando pensamos con el corazón unimos. No hay otro misterio que el del amor, cuyo símbolo es lo femenino. ¿Y cómo meditar sobre el amor sin internarse en lo femenino?"

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