EDITORIAL DEL DIARIO EL COMERCIO
(Setiembre 12 del 2010.)
El economista estadounidense Joseph Pine, consultor de “Fortune 5000”, ha explicado que nos movemos “hacia una economía de experiencias, donde las experiencias se están convirtiendo en la oferta económica predominante”. Es decir, el mundo tiene deseo por lo auténtico y la autenticidad se está convirtiendo en la nueva sensibilidad del consumidor.
¿Y en esta nueva economía, qué más auténtico y de calidad que un producto orgánico?
En entrevista a este Diario, el chef y empresario gastronómico Gastón Acurio, promotor del enriquecimiento de la cadena de valor que va desde los agricultores hasta los restaurantes, fue enfático al decir que “la pequeña agricultura tiene inmensas oportunidades en nichos especializados en todo el mundo y necesita una política agraria orientada a hacer de estos pequeños agricultores prósperos empresarios globales. Tenemos miles de pequeños agricultores que pueden asociarse exitosamente y convertir al Perú en país líder de productos orgánicos. Los cocineros lo entendemos así. Debemos apostar por la agricultura orgánica. Tenemos armas para conquistar el mundo”. Más claro ni el agua.
Hay quienes insisten en que los alimentos transgénicos –u organismos genéticamente modificados, OGM– aportan ventajas: mayor producción por hectárea, resistencia a plagas y estrés hídrico, entre otras. Lo que no dicen es que pueden dañar severamente el material genético de los cultivos convencionales aledaños hasta el punto de alterarlos, y que, además, no son ninguna panacea para paliar el hambre del mundo.
En su informe anual sobre “El estado mundial de la agricultura y la alimentación 2003/2004”, la propia FAO advierte que hay que sopesar atentamente, y caso por caso, los peligros y beneficios potenciales de los OGM sin subestimar el potencial que ofrecen otras aplicaciones de la biotecnología, como la genómica, el mejoramiento asistido con marcadores moleculares y las vacunas.
No es pues esta una oposición al desarrollo de la ciencia y tecnología, ni a la libertad de investigación, sino más bien un campanazo para que no perdamos la oportunidad de convertirnos en líderes mundiales de la producción orgánica, en beneficio de la dieta natural y sana de la población y principalmente de la economía de cientos de miles de familias campesinas con pequeñas parcelas.
El ministro del Ambiente, Antonio Brack, ha tenido que reiterar su postura a favor de los alimentos orgánicos frente a lo dicho por el ministro de Agricultura, Adolfo de Córdova, quien declaró que “los transgénicos no deben ser vistos como un tema tabú, debido a que es un asunto tratado en el ámbito mundial, por eso hay que estudiarlo. El ministerio sacará un reglamento concordado y para ello hacemos debates y recogeremos todas las propuestas”.
¿Qué quiere decir? ¿Abre las puertas a los OGM, con todas las consecuencias que ello pueda traer consigo? ¿Cómo se condicen sus declaraciones con lo señalado por el ministro Brack, en el sentido de que “el asunto de introducir transgénicos patentados de afuera no es viable porque no está el reglamento ni nada”?
La FAO ha explicado las ventajas de la agricultura orgánica que ayuda a proteger el ambiente y evitar futuros gastos para mitigar la contaminación. En lo económico, el comercio orgánico está creciendo a un ritmo de entre 15% a 20% anual, y ya hay más de 100 países exportando sus productos orgánicos a los más diversos mercados.
Miles de hectáreas en nuestro país se cultivan para la exportación de productos orgánicos altamente cotizados, como cítricos, alcachofas, bananos, café, paltas, entre varios otros.
El mundo valora cada vez más la calidad. Muestra de ello es el café Tunki, reconocido como el mejor café especial del mundo y que se cotiza hasta a tres veces más que otros cafés. Tunki es cultivado en la zona de Tambopata sin recurrir a ningún químico y menos a semillas genéticamente alteradas. Esto es una demostración palpable del inmenso abanico de oportunidades que brindan estos productos. A la “marca Perú” se la vincula cada vez más con lo orgánico, lo puro, lo natural, la “experiencia de lo auténtico”.
No compete, por otro lado, a un gobierno en su tramo final imponer algo que puede afectar los destinos del país de manera insospechada, más aun cuando es un secreto a voces cómo presionan los lobbies internacionales que representan los intereses de las corporaciones alimenticias y farmacéuticas.
No desperdiciemos la oportunidad. La ruta ya está trazada y depende del presidente García no cerrarle la posibilidad al Perú de convertirnos en la primera potencia orgánica del planeta.