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Hablemos de Librepensamiento I

Por H:. Ricardo Edgardo Polo

Si usted se interesa de verdad en el “pensamiento masónico, tome nota de este artículo, léalo hasta el final y después piense bien en lo que ha creído hasta ahora y piense bien en lo que desde ahora tiene que saber.

Hablaremos hoy del librepensamiento. Un término que en nuestro tiempo, está acotado en su ejercicio merced a los condicionamientos que la contemporaneidad ejerce sobre la práctica de esa libertad. Primeramente, nos ajustémonos a la definición: el librepensamiento es la doctrina que reclama para la razón individual, independencia absoluta de todo dogma religioso o de todo criterio sobrenatural. Ese reclamo deriva, naturalmente, del ejercicio pleno de la Libertad. Pero ¿qué entendemos los masones sobre ella?

Veamos lo que sostiene Gallatín Mackey en su «Enciclopedia de la Masonería»: «La libertad se define como significación del estado de exención del control o poder de otro. Es la doctrina que los Masones deberían gozar con libertad inestringuible, y la circunstancia de ser libre en todos sus pensamientos y acciones...» Pero aclara Mackey que «Es evidente que la palabra libertad se usa en la Masonería en el sentido simbólico o metafísico, difiriendo de su significación ordinaria».

Habla, entonces, dando como ejemplo que en el uso masónico se observa en la aplicación de las palabras nacido libre u hombre libre, que se utilizan en su acepción legal y acostumbrada y se combina libertad con fervor y celo, como significativos de la idea simbólica. En esto, Mackey cita a Gadicke, que en la palabra Freiheit, en su «Freimaurer-Lexicon», la define como: «Una palabra que con frecuencia la oímos entre nosotros, y que es restringida a la misma limitación como la libertad de la vida social. En nuestras Asambleas no tenemos libertad de obrar como a cada uno le parece, pero somos o deberíamos ser, libres del dominio de la pasión, orgullo, prejuicios, y todas las otras locuras de la naturaleza humana. Somos libres del falso prestigio de que no necesitamos ser obedientes a las leyes». Y agrega que «...siendo de este modo, equivalente con la integridad». (1) Hablamos entonces de valores, puesto que la integridad es cualidad de la persona recta, proba, intachable. Es decir, es reconocer, estimar el valor o mérito de algo o alguien.

No obstante, recogemos una definición un tanto más significativa, que es la que dice que el Valor es la realidad ideal por cuya participación las cosas adquieren cualidades que nos hacen estimarlas diversamente. Su jerarquización forma la escala de los valores: económicos, vitales, intelectuales, estéticos, éticos o religiosos y el juicio en el que se atribuye un valor de manera subjetiva.

Pero, fundamentalmente, todos esos postulados adquieren mayor significación para el progreso del Hombre, si el Derecho a ejercer la Libertad se deriva de una doctrina racional que imponga lo irrestricto de su ejercicio, sin otra limitación que el reconocimiento del Derecho de los otros. Vivimos un Tiempo de avances tecnológicos en función de los cuales, se habla de «una mejor calidad de vida» para el Hombre. Pero es evidente que esa mejora en las condiciones de vida, no supone un mejor ejercicio de la libertad. Si nos atenemos, entonces, a la libertad y su ejercicio, como un Derecho inalienable del Hombre, suponemos que a la «libertad de pensamiento» debiera considerársele como inmanente (2).

La vitalidad de tales conceptos tiene referencia en lo trascendente (3), porque el ibrepensa-miento es el que permite y ha permitido e incluso permitirá, la liberación del Hombre de sus ataduras supersticiosas y el camino más transitable y apto para abocarse al búsqueda de la Verdad. Y en eso, el masón debe constituirse en ejemplo. La verdadera lucha contra la mentira, es la que se materializa contra los dogmas. Dice José Ingenieros en su obra «Las fuerzas morales», que «Los dogmatismos son coacciones que los beneficiarios de la mentira, hacen gravitar sobre nuestras conciencias» y apoya su afirmación en que «Las castas y las sectas imponen el sacrificio de algunas verdades o una limitación del libreexamen». He allí las paradigmáticas (4) afirmaciones de un pensador que alentaba su esperanza en aquellos que se sienten renovadores.

Y no cabe duda que el masón, precisamente por su condición de tal, por el uso irrestricto de la Razón y por ser un librepensador, debe ser, sin duda alguna, un renovador. Dice el I:. y P:. H:. José Ingenieros, al respecto del renovador, que «Su obra y su ejemplo sobreviven en los siglos, acrecentando el patrimonio moral de la especie humana». Pero ¿como podría un masón alcanzar tales ideales, declarándose a si mismo y a través de sus ideas, como un trabajador condicionado, limitado, aferrado a cualquier dogma? (5) No cabe duda que la secularización (6) ha permitido al Hombre desarrollar sus potencialidades. «Todo progreso moral -sostiene Ingenieros- es el triunfo de una verdad sobre una superstición». Pero tal actitud de compromiso tiene sus riesgos.

No es sencillo asumir el rol de librepensador. «En todos los tiempos y lugares -dice Ingenieros- el que expresa su verdad en voz alta, como la cree, lealmente, causa inquietud entre los que viven a la sombra de intereses creados». Y así sucede desde los más remotos tiempos. Desde el primitivismo del poder del más fuerte, o desde el poder del más fuerte cifrado en los dogmas. Agrega el ilustre pensador refiriéndose a la cobardía moral, que «...la mayor de todas las cobardías consiste en callar la verdad para recoger las ventajas que ofrece la complicidad con la mentira...»

El librepensamiento ha permitido a la Humanidad salir del oscurantismo y la superstición, al precio de mucha sangre. Sangre de los mártires como Servet y Giordano Bruno, la cicuta de Sócrates o la trágica rebeldía de Galileo. Y tantos otros que promovieron el Renacimiento o humanizaron el Conocimiento con la Enciclopedia. No resulta tan extraño que establecidos los parámetros de funcionalidad de algunas Instituciones, con los ideales expuestos en sus principios constitutivos, posteriores «reformas» se hayan ajustado al criterio dogmático que luego las condiciona.

Pero esto no resultaría extraordinario, si no mediara el hecho de que sus integrantes acaten restricciones pero por «...vivir a la sombra de los intereses creados». No hace mucho tiempo ha muerto en Buenos Aires, un Q:. H:. al que se homenajeó con una sencilla comunicación de su fallecimiento. Se acordó de él, el V:. M:. de una L:. que lo informó a través de un mensaje en la virtualidad de la Web(**). Pocos hoy saben del extinto. Pero él se hallaba en el ostracismo tras casi tres décadas, por haber renunciado a la complicidad con quienes vivían a «la sombra de los intereses...» y por defender el honor y dignidad del H:. que esto escribe. Nunca fue reconocido su gesto, ni reparado el agravio. Y la esencia moral de este caso, es la persistencia del anatema infundado y miserable. Fue por la defensa del librepensamiento, la causa de lo acontecido. De allí que con el paso del tiempo, más que una ocasional disidencia, el hecho de persistir evidencia los enconos que dividen a los hombres.

Sin el librepensamiento resultará imposible restaurar la Esperanza o avizorar ese «Futuro mejor ante un actual imperfecto...», que inmortalizó Ingenieros al exaltar los valores de las «fuerzas morales». En un tiempo de multitudes y demencias sociales, ocasionalmente surgen los renovadores. Y cuando estos reclaman su ubicación en la sociedad, existe una máquina imparable que los aplasta sin misericordia. Estas cosas no les ocurre tan solo a los revolucionarios, también abarca a quienes aspiran a reformar con moderación las cosas.

Consideraciones sobre ciencia y saber

Sostener que «...es absurda la noción de principios absolutos e invariables y no merece llamarse hombre de ciencia quien padezca esas supersticiones trascendentales de los antiguos teólogos y metafísicos» (7) es discutido hoy por HH:. que se sienten imbuidos de un misticismo cuasi teológico, derivado de algunas poco sutiles interpretaciones de los Landmark´s (8) que rigen la Regularidad masónica. Están inmersas hoy en la convivencia logial, dicotomías significativas.

La discusión sobre el dogmatismo que impera equivocadamente, se nutre de la sorda pugna entre racionalistas y creyentes. La ausencia de una clara definición sobre lo que es verdaderamente Masonería, se agota en el discurso comprometido con la dinámica de las corrientes imperantes. Si a ello se suman las indefiniciones axiomáticas (en el sentido ideológico-institucional) o las definiciones circunstanciales postuladas por aquellos que ocupan los cargos representativos, advertimos la magnitud de la problemática que nos concierne hoy.

«Cuando la sabiduría deje de ser un deporte de epicúreos, podrá convertirse en fuerza moral de enaltecimiento humano» (10) Más allá de lo circunscripto del concepto, pues Ingenieros se refiere a la Ciencia, podemos extender la idea al hecho de que nuestra Orden aspira al ejemplo, como paradigma de conducta de sus miembros. Pero si estos confunden el espíritu y la letra, a través de interpretaciones sobre los paradigmas fundamentales de la Hermandad, seguramente el mensaje trascendente deja de ser tal para sus proyecciones y se circunscribe al ámbito de consenso del sector que lo acepta.

Se hace necesario extrapolar (11) la afirmación relativa a que «El espíritu científico excluye todo principio de autoridad» (12) y condicionarla en este caso, a la realidad de nuestra Institución. Porque «Un sistema funcional compuesto de elementos variantes, no puede conciliarse con dogmas cuya invariancia se presume inaccesible a todo examen o crítica. El desenvolvimiento del saber, tiende a extinguir las verdades infalibles sustentadas en el principio de autoridad y reputadas inmutables» (13). Tales «reflexiones -si es que podemos llamarlas así- revelan la ausencia de una ponderación respecto de las normas y la necesidad de adecuarlas al devenir de los tiempos.

De allí la evidencia de antinomias explicables, pero innecesarias en una Institución como la nuestra. Todavía subsisten ciertas «limitaciones», para que el masón pueda expresar sus ideas fuera del ámbito propio. Y dentro de él, con una sutil imprudencia, para evitar colisionar con el status aferrado a las maximalistas interpretaciones de las Constituciones andersonianas.

El librepensamiento, cuestionado hoy debido a teístas o deístas, a dogmáticos landmarkianos (14) o simplemente a las diversas corrientes de pensamiento que han confundido el espíritu inquisitivo del masón, que es el que lo lleva a la búsqueda del Conocimiento discurriendo por conjeturas y señales, con la presunción de que existen verdades reveladas que deben acatarse. Liberar al hombre de las «...cadenas misteriosas que son las más humillantes...» incrementa «...el sentimiento de responsabilidad moral frente a las contingencias de la vida». Ingenieros sostiene al respecto, que «Eliminar los temores que nacen de la superstición, devuelven a la humanidad su rango legítimo en la Naturaleza y desarrollan un bello sentimiento de serenidad ante la inestable armonía del Universo».

Tan idealistas conceptos morales, debieran motivar a los masones dedicados a la teología en sus trabajos, que no advierten que la masonería no acepta dogma alguno, ni constituye un sincretismo religioso. De allí que el librepensamiento sea el ámbito mediante el cual se expongan los ideales. Sin ellos estaremos concibiendo obras muertas. Por eso podemos leer de aquél insigne masón, que «...un ideal, como fuerza viva, es la antítesis de un dogma muerto, difieren tanto como un ruiseñor que canta en la rama y su cadáver embalsamado en la vitrina de un museo».

No creo que sea factible una imagen mejor, para describir lo perfectible. Y en la continuidad del pensamiento del Q:.H:. José Ingenieros, arribamos a la magnífica y expresiva sentencia suya, que dice: «Toda moral idealista contiene una previsión del porvenir: Es su carácter esencial, llevar implícitos los conceptos de perfección continua y de incesante devenir. Solo merecen el nombre de idealistas, los hombres que anhelan algún futuro mejor, contra un actual imperfecto».

De allí que podamos comprender el llamado de un R:. G:. M:. de la Masonería Argentina, cuando exaltó los valores y virtudes de la Utopia, instando a no claudicar de ella, (aunque durante su mandato él mismo fue quien desvirtuó sus dichos). Para aquellos QQ:. HH:. que se muestran proclives de incursionar en revelaciones, esoterismos, misticismos y doctrinas que se denominan Tradicionales y Primordiales, sin que se sepa a qué primordiales orígenes se alude, es posible mencionarles estos conceptos de Ingenieros: «Muy distinta es la escala de valores del tradicionalismo, simple doctrina de regresión al pasado, que en cada tiempo y lugar pretende poner trabas a todo lo que significa renovación o perfeccionamiento. Cuando afirma que lo antiguo es mejor que lo presente, su oculta intención es sugerir que lo presente es mejor que lo futuro. En la vida social se resuelve en una acción de resistencia a la justicia y al progreso». Debiéramos mensurar el alcance de tales conceptos.

Pero, y esto es axiomático, el librepensamiento nos indica que «No existe un abstracto ideal con caracteres absolutos, mero concepto trascendente y eterno». En consecuencia: «La aspiración moral de lo mejor, no es privilegio exclusivo de ningún dogmatismo metafísico».

Hasta aquí nos hemos referido, asociándolos, a conceptos vertidos por un masón que ha sido un «maestro», de varias generaciones de jóvenes. Sus ideas sobre la ética y la moral y «las fuerzas» que ambos conceptos generan, podemos extrapolarlas a la condición del Maestro en nuestra Orden". Veamos qué sostiene ese gran Maestro que fue Ingenieros al respecto: «En todo tiempo han merecido el nombre de Maestros los que supieron encender en los jóvenes el amor a la verdad y el deseo de investigarla por los caminos de la ciencia; pero fueron Maestros entre los maestros, los que trataron de ennoblecer ese amor y ese deseo, sugiriendo ideales adecuados a su medio y a su tiempo, para que la imaginación superase siempre a la realidad, remontándose hacia las cumbres inalcanzables de la perfección infinita».

Cuando analizamos la realidad institucional que puede observarse, despojados de hipocresías y condicionamientos, podemos comprender las ausencias entre columnas, las deserciones explicables, las decepciones comprensibles. No se ejerce el librepensamiento en proporción a la doctrina, claramente expuesta en los Rituales, que no resulta necesario considerarla obsoleta, sino atenerse al sentido sugerente y orientador de su contenido. En «Las fuerzas morales», Ingenieros sostiene que "...cada generación debe repensar la historia», porque piensa que los hombre envejecidos se la entregan corrompida". Pero previamente, sostuvo que «La historia sin sentido moral es una máquina de mezquindades; rebaja a los dignos, justificando a los miserables»

Para los QQ:.HH:. que propagan el respeto irrestricto a los Linderos que prohíben, o que retacean y condicionan el accionar propio; a los que niegan a la Masonería su acción revitalizante en la Historia y circunscriben su trabajo al individualismo ejemplar, podemos recordarles y con relación al «librepensamiento», esta exhortación que un Maestro masón, considerado hoy por los educadores como «perimido» o fuera de moda, brindo a la juventud: «Rinda culto la juventud de nuestros pueblos a los grandes hombres que lucharon por la emancipación política, por el ascenso ético, por la justicia social, manteniendo la continuidad del espíritu renovador en el curso de la historia”.

Nació la conciencia revolucionaria con el anhelo de la independencia, triunfó derribando el feudalismo colonial, fue enriquecida por la obra de pensadores y estadistas, renació en cada nueva generación y fue el núcleo de ideales sin cesar integrados por las minorías ilustradas. Ame la juventud ese pasado en marcha y subraye admirativamente sus valores en la historia de los pueblos nuevos. “Pero solo será justa si al mismo tiempo reprueba a cuantos obstruyeron la obra secular, pues los que fueron ayer sus enemigos, lo son también hoy, y mañana lo serán por fuerza». Finalicemos este trabajo, señalando la dicotomía reinante hoy entre estos conceptos idealistas y liminares en la historia de la Masonería, con los precarios conocimientos que las tendencias reduccionistas e interpretativas de esa Historia, hacen en quienes poco la conocen.

La tendencia a «cuestionar o minimizar», e incluso tergiversar la participación de la Orden, en las gestas revolucionarias que han transformado la Historia de la Humanidad desde el siglo XVIII; la tendencia a teologizar la doctrina masónica, incorporando a sus Rituales tanto el ceremonialismo como dogmas, revelaciones, la inmortalidad del alma o las creencias de divinidades antropomórficas, desvirtúa aquella «operatividad» constructiva, racional, civilizadora, protectora del débil y profundamente imbuida en incentivar el imperio de la justicia, el Orden sobre el Caos y luchar por la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad.

Resulta ocioso señalar, que debe ser reexaminada la estructura condicionante de aquellas normas que se impusieron en el siglo XVIII, debido a muy particulares circunstancias de tiempo y lugar. Que la Masonería no es especulativa desde 1727 y que si lo ha sido desde 1523, debido a lo postulado en la Asamblea de Masones de Paris de 1523. Y que la historia de la Masonería debe ser reescrita para evitar que las «bisagras» históricas, modifiquen su esencia civilizadora, revolucionaria (12) y progresista. Entre las «libertades» más esenciales del hombre, del que resiste los embates de la costumbre y aspira al progreso y la perfección, está la del librepensamiento.

Y más allá de su contexto, la libertad de expresión, sin la cual no sería posible transmitir el pensamiento. Pero el librepensamiento, más allá de constituir un Derecho y en nuestro caso una obligación, depende también y creo que esencial y fundamentalmente, en el Derecho a la información veraz y sin censuras que, en estos tiempos de presuntas «globalizaciones», se ha convertido en desinformación, tergiversación, operaciones de prensa o «basura» mediática. Para que los masones hagamos cierta la doctrina del librepensamiento, deberemos manifestar la certeza de no acatar el peligroso teorema de la innata inmoralidad humana.
(1) Integridad: honradez, probidad, rectitud, moralidad, decencia, lealtad. 
(2) Inmanente que es inherente a un ser o a un conjunto de seres, y no es el resultado de una acción exterior a ello. 
(3) Trascendente: de gran importancia por sus probables consecuencias. Según el pensamiento filosófico de Kant (1724-1804), es el estudio que tiene por objeto las formas, principios o ideas a priori, en su necesaria relación con la experiencia. Que es una condición a priori y no un dato de la experiencia. En oposición a empírico.
(4) Paradigma: ejemplo que sirve de norma, esp. de una conjugación o declinación.
(5) Dogma: punto capital de un sistema, ciencia, doctrina o religión, proclamado como cierto e innegable. Que afirma como verdad inconcusa o como un hecho establecido, lo que es discutible.
(6) Secularización: fenómeno cultural caracterizado por la desaparición de los paradigmas mítico-religiosos.
(7) José Ingenieros, «Las Fuerzas Morales». (8) de las Constituciones de Anderson de 1723 y sus reformas.
(**) Se trata del M:. Q:. H:. Arno Leuch. G:. 31 del S:. C:.del R:.E:.A:. y A:. de la República Argentina, hoy en el O:. E:.
(9) axiomático: incontrovertible, evidente. Conjunto de definiciones, axiomas y postulados en que se basa una teoría científica.
(10) Idem Obra citada.
(11) Extrapolar: aplicar una cosa conocida [a otro dominio] para extraer consecuencias e hipótesis.
(12) Idem Obra citada.
(13) Idem Obra Citada.
(14) Eufemismo derivado de «landmark», Lindero o límite.
(15) Revolución: cambio en la esencia o marcha habitual de las cosas. Esta es la acepción más correcta sobre el término, ya que los diccionarios se ocupan de distorsionar el término, relacionándolo con la violencia, el terror, lo turbulento, haciendo hincapié en los aspectos revulsivos del acontecer histórico. La revolución es un cambio, una necesidad histórica cuando la realidad factible de los cambios necesarios, resiste las posibilidades de llevarlos a cabo.

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