La Constitución de la II República había reconocido por vez primera en nuestra historia la igualdad de las mujeres ante la ley con respecto al varón, para terminar con la situación de inferioridad y dependencia creada de manera efectiva por el Código civil de 1889. Para las mujeres, el régimen franquista significó un retroceso sin precedentes con relación a las conquistas republicanas. Sus vidas quedaron regidas por dicho texto legal, que garantizaba su sometimiento al varón en el seno de la familia y les negaba cualquier autonomía en el ámbito público. La mujer casada tenía que contar siempre con la licencia marital para enajenar o gravar sus propios bienes inmuebles, para aceptar poderes otorgados a su favor, para formalizar contratos de trabajo?; no podía concurrir a oposiciones de notarías, registradores de la propiedad, judicatura, fiscalías, cuerpo diplomático, fuerzas armadas, etcétera. Por su parte, la jerarquía eclesiástica llevó las riendas a la hora de dictar instrucciones por las que debía ser el comportamiento de las mujeres; la norma más extendida era que las mujeres tenían que volver a la misión que mejor se adecuaba a su naturaleza: madre y esposa.
Pero hay más. La mujer no tenía derecho a votar. Clara Campoamor, considerada entonces como una de las 'madres' del movimiento feminista y sufragista en nuestro país -siendo una de las primeras diputadas de las primeras Cortes de la República, defensora de la igualdad de derechos de la mujer- fue una de las impulsoras de la aprobación del voto femenino en las primeras elecciones republicanas, así como de la primera ley del divorcio. Licenciada en Derecho, pasa a ser miembro del Colegio de Abogados de Madrid en 1925.
Inicia por esa época su actividad política, centrada en los derechos no reconocidos de la mujer. La mayoría de edad es a los 23 años. Participa en ciclos y conferencias universitarias, y comienza a publicar escritos hasta que en 1929 entra en Acción Republicana. En los procesos de San Sebastián a los rebeldes de guarnición en Jaca de 1930 asume el papel de abogada defensora. Funda y preside la Agrupación Unión Republicana Femenina. Posteriormente se une al Partido Radical, con el que, en 1931, es elegida diputada a Cortes por Madrid. Es una de las primeras mujeres, junto a Margarita Nelken y Victoria Kent, en obtener un escaño en el Parlamento republicano.
Durante este primer periodo mantiene una dura polémica con Victoria Kent respecto al derecho electoral de la mujer. Kent representa a quienes temían que la mujer, influenciada fuertemente por la Iglesia, no votase a los candidatos republicanos. En cambio, Campoamor proclamaba el derecho inalienable al voto de la mujer sin depender de su orientación. Esta posición ideológica la enfrentó a sus propios compañeros de partido. En la sesión del 1 de octubre de 1931, Clara tuvo que escuchar en el Congreso que no se debía aprobar el voto femenino 'hasta que las mujeres dejaran de ser retrógadas' (Álvarez Buiya, Rico); 'hasta que transcurran unos años y vea la mujer los frutos de la República y la educación' (Victoria Kent) o indefinidamente 'porque las mujeres son histéricas por naturaleza' (Novoa Santos). O reducir el derecho a voto a mayores de 45 años 'porque antes la mujer tiene reducida la voluntad y la inteligencia' (Ayuso). Las otras dos únicas diputadas en aquel Congreso Constituyente, Victoria Kent, del Partido Radical Socialista, y Margarita Nelken, del PSOE, también feministas, consideraban inoportuno el reconocimiento del voto femenino y no lo apoyaron.
Luego se aprobaría el cambio en la Constitución de 1931 por una ligera mayoría, quedando el texto como sigue: 'Los ciudadanos de uno y otro sexo, mayores de 23 años, tendrán los mismos derechos electorales conforme determinen las leyes.'
Tras el golpe militar de 1936, Clara sintiendo su vida amenazada, parte de Madrid a Alicante y ahí embarca hacia Suiza. Durante el trayecto algunos falangistas se jactaron de que iban a matarla. Cuando en 1951 quiso volver a España, Clara se encontró con otro problema: era masona. El régimen franquista propuso, al igual que con otros masones, elegir entre dos opciones: dar los nombres de los masones que conocía, o pasar 12 años en la cárcel. Dijo que ser masona era un delito legalísimo cuando ingresó en la masonería. Eligió, otra vez, el ostracismo, el destierro y el olvido. El exilio la llevó en distintas ocasiones a permanecer en Francia, Argentina y Suiza, donde moriría en 1972 en la ciudad de Lausana.
Tras la Transición se llevaron a cabo homenajes y reconocimientos que fueron valorados como escasos por organizaciones pro-igualdad de la mujer. Institutos, colegios, centros culturales, parques y calles recibieron su nombre. En 2006, 75 aniversario del sufragio femenino en España, diversos colectivos comenzaron una campaña para pedir el reconocimiento por parte del Congreso de los Diputados de sus aportaciones para la colocación de un busto en sus instalaciones.
Y, finalmente, el 12 de junio de 2007, el Pleno del Congreso de los Diputados, con el apoyo de todos los grupos parlamentarios salvo el PP, fue aprobada la proposición no de ley solicitando del Gobierno que las políticas de igualdad tengan también su reflejo en la acuñación de moneda, y que la figura femenina elegida para que aparezca en las futuras monedas de euros sea precisamente la de Clara Campoamor, por ser la principal defensora del voto femenino en la Segunda República. Desde luego, merecido homenaje a esa gran mujer.