Por Luis E. Valcárcel
basado en un texto tomado de “Historia del Perú Antiguo” – Tomo I, (de Pág. 384 a 386)
Como otros cronistas, Gutiérrez de Santa Clara se ocupa de estos fabulosos gigantes que, según las referencias que obtienen de ciertos viejos habitantes de la provincia de Manta, aparecieron bajo el reinado de Tupac Inca Yupanqui, alborotando su llegada. Eran hombres de disforme altura y grandeza que vinieron en unas balsas muy grandas de hacia la parte de donde se pone el sol o del estrecho de Magallanes, quienes después de desembarcar comenzaron a tiranizar a los habitantes del litoral, matando muchos indios y echando a otros fuera de sus pueblos, viendo todo lo cual los naturales de Puerto Viejo lo hicieron saber por medio de chasquis a Tupac Inca Yupanqui que a la sazón se encontraba en el Cusco, rogándole los librase de tan grande peligro. El Inca, en respuesta, envió al Curaca del valle de Chimo y al gobernador Inca que tenía en el pueblo de Piura, en unión de muchos otros indios principales, para que considerando las circunstancias y viendo de que gente se trataba, pudieran entrar en relación con ella para un arreglo de paz o, en caso contrario, hacerle guerra. Los embajadores fueron y se entendieron con dichos gigantes por medio de señas, los apaciguaron y les dieron iteras en donde viviesen tranquilos. Así lo cumplieron la mayor parte, pero hubo una fracción que rompió el pacto, saliendo hacia los pueblos donde reiniciaron las crueldades y muertes, no habiendo quien los contradijese. Al saberlo el Inca, envió nuevos embajadores, quienes los amenazaron con guerras, hambre y mortandad, anunciándoles la inminente venida del propio Inca; oído todo lo cual, se apaciguaron, quedando todos ellos por vasallos del señor del Cusco. Dícese que contaban a los naturales que ellos habían salido de unas islas muy grandes que están en el mar austral hacia el poniente, de las que fueron echados por un gran señor indio que había allí que era tan gigante como ellos: que luego habían navegado muchos días a remo y vela y que por virtud de una tormenta habían sido echados a estas playas.
Los gigantes peleaban empleando grandes piedras que arrojaban con las manos, y con palos nudosos y con porras que ellos fabricaban, pues no trajeron ninguna. Dieron noticia de muchas tierras insulares que han sido después descubiertas.
El Inca, de acuerdo con el señor de Chimu, les concedió los terrenos de la punta de Tangarara que después se llamó Santa Elena; pero en ella no había ni agua, ni leña, lo que entendieron que era para deshacerse de ellos, pero la disimularon. Para buscar agua perforaron profundos pozos en unas peñas vivas hasta alcanzarla muy buena y bien fría. Edificaron sus casas de paja, hicieron sus sementeras y se proveyeron de leña, trayéndola de lejos en sus balsas. Mas, hubo de producirse una nueva causa de conflicto porque dichos gigantes estropearon a las mujeres de los naturales de Manta, entrando en comercio con ellas a falta de las propias, que no las tenían. En vista de tales abusos, las mujeres se retrajeron y fueron defendidas; pero entonces los gigantes cayeron en el vicio de la sodomia. Surgió más tarde la leyenda de que en castigo cayó fuego del cielo, destruyéndolos.
El cronista confirma toda esta historia al comprobar la existencia de los pozos de agua cavados en rocas, de las arenas y cenizas que eran testimonio del fuego, así como ciertas fuentes de alquitrán que se utilizaban por los españoles para calafatear sus navíos; por último; por último, el hallazgo de calaveras y huesos “de gran disformidad y unas muelas de tres dedos de gordor y de cinco de largor”. Reproduce la tradición conservada por los indios del pueblo de Chimu acerca de que en un tiempo lejano vivían dos gigantes en casa del señor de este valle que “comían entrambos de una asentada más de 20 indios”, los cuales eran además “muy soberbios y follones”. Dicen que el curaca los mandó mandar”.
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Por Ybrahim Luna
Analisis : Este texto, a pesar de tener obvio carácter de leyenda, sería la delicia de especialistas en el tema ‘sobrenatural’. No hay que imaginar mucho para intuir la cantidad de asociaciones que harían respecto a los “hechos” descritos en el texto de E. Valcárcel. Desde la incursión de especies alienígenas (Eran hombres de disforme altura y grandeza que vinieron en unas balsas muy grandas de hacia la parte de donde se pone el sol.), hasta la prueba fehaciente e histórica de la existencia de la Atlántida como civilización (Dícese que contaban a los naturales que ellos habían salido de unas islas muy grandes que están en el mar austral); desde la interpretación divina del pecado por teólogos (…porque dichos gigantes estropearon a las mujeres de los naturales de Manta, entrando en comercio con ellas…), hasta la idealización del castigo divino a lo Sodoma y Gomorra (…entonces los gigantes cayeron en el vicio de la sodomia. Surgió más tarde la leyenda de que en castigo cayó fuego del cielo, destruyéndolos); desde el seguimiento histórico-geográfico (El Inca, en respuesta, envió al Curaca del valle de Chimo y al gobernador Inca que tenía en el pueblo de Piura), hasta el apasionado interés de la paleontología (…el hallazgo de calaveras y huesos “de gran disformidad y unas muelas de tres dedos de gordor y de cinco de largor).
Solo como agregado, en diversas culturas antiguas las fábulas de gigantes y dragones coincidieron con el hallazgo de los primeros fósiles de mamíferos prehistóricos y dinosaurios.