Una obra clave de la literatura universal, “En busca del tiempo perdido” de Marcel Proust nos proporciona el punto de partida para este comentario editorial.
El segundo hito es el consenso de muchos historiadores a partir de Eric
Hobsbawm acerca del tiempo histórico. Según este concepto, el siglo XIX fue una centuria larga que en los hechos excedió los cien años porque se agotó con el comienzo de la Primera Guerra Mundial. El siglo XX, en cambio, fue un “siglo corto” porque comenzó en 1914 y concluyó en 1989 con la caída del Muro de Berlín.
Acudimos a estos dos conceptos para referirnos a nuestra Institución, tricentenaria en su versión especulativa y que para muchos ampara su nacimiento en los albores de la Edad Antigua y aún antes. Lo cierto es que catedrales, castillos y otras grandes construcciones que han llegado a nuestros días confirman la existencia de la masonería como una organización de constructores que respetando sus normas y formas esenciales, se ha adaptado al paso del tiempo y sigue su camino.
Es lo que uno observa, por ejemplo cuando contempla las pirámides egipcias, el Partenón, en Atenas, o el Coliseo romano. Son edificios que sobrecogen el espíritu, emocionan y llaman la atención porque muestran lozanía a pesar del tiempo transcurrido.
No todos los tiempos transcurren igual. Valgan las alusiones a Proust y a Hobsbawm. ¿Tendría hoy el mismo valor la tan conocida escena de la magdalena proustiana hundiéndose en la taza de té?
Queremos significar, entonces, la relación de texto y contexto que siempre se necesitan mutua y recíprocamente, o la alusión orteguiana al hombre y su circunstancia, ambas mantienen su plena vigencia y la Masonería no es ajena a esas leyes que hasta ahora no han sido superadas.
En otras palabras, nuestra Institución es filosófica, filantrópica y progresista bajo los sencillos conceptos de “Libertad-Igualdad-Fraternidad” que se desarrollan y se alcanzan mediante “Ciencia-Justicia y Trabajo”. Sirven para el “texto” de cada uno de sus integrantes, es decir, para el cultivo permanente de su interioridad ajena a todo dogmatismo, a todo fanatismo. Sirven, también, para el “contexto” social a través de lo que le entrega cada masón y de los que algunas veces realiza la masonería como tal.
Pero los tiempos actuales, nos agraden o no, son los de los satélites, las comunicaciones digitales, los mensajes instantáneos, las redes sociales, la informática, Internet. La expectativa de vida se ha extendido, la mujer ocupa desde hace pocas décadas un lugar diferente en la vida cotidiana, la ciencia avanza a ritmo febril, el ovillo del conocimiento se instala dentro de nuevas fronteras, una a una caen las discriminaciones. ¿Es igual esta realidad a la del momento en que el progreso se medía por la instalación del telégrafo, la creación de las redes ferroviarias, el nacimiento del globo aerostático o la aparición del automóvil? Más aún, ¿es parecido este momento al vuelo del primer avión, a la aparición de la televisión o al descubrimiento de las vacunas contra la poliomielitis?
Entonces, ¿qué es ser masón al comienzo de esta segunda década del siglo XXI?
Podemos proporcionar una primera respuesta: somos masones porque mantenemos nuestras convicciones, sabemos que nuestros métodos de estudio y trabajo son adecuados, pero esa identidad corre los mismos riegos que otras expresiones del espíritu y la materia, dos elementos esenciales de nuestra filosofía que simbolizamos, entre otros, con la escuadra y el compás.
Muchos lectores de Masonería Net no son masones, pero sus reflexiones o inquietudes seguramente nos permitirán subrayar aciertos y revertir errores. Los tiempos cambian a ritmo de vértigo, es el momento de aferrarse a las convicciones y de abrir el corazón y la mente a las nuevas y fascinantes posibilidades que ofrecen los cambios permanentes.
Estamos esparcidos en toda la faz de la tierra, en toda la Argentina, contamos con una filosofía fraterna y amigable, nos proponemos el bien de la Humanidad tal como cuando, por ejemplo, masones fundaron la Cruz Roja o como cuando contribuyeron a la independencia de Estados Unidos y de todos los países americanos, incluido obviamente nuestro país.
Entonces, ¿cuál debe ser nuestro rol actual en el pasaje de los siglos, qué debemos hacer para adaptarnos a los vientos de esta época, nuestra fraternidad debe reconocer o no a todos los grupos sociales? Shakespeare, otra vez, o tal vez Descartes con su duda metódica.
Reciba mi saludo cordial y fraterno
Ángel Jorge Clavero
Gran Maestre
El segundo hito es el consenso de muchos historiadores a partir de Eric
Hobsbawm acerca del tiempo histórico. Según este concepto, el siglo XIX fue una centuria larga que en los hechos excedió los cien años porque se agotó con el comienzo de la Primera Guerra Mundial. El siglo XX, en cambio, fue un “siglo corto” porque comenzó en 1914 y concluyó en 1989 con la caída del Muro de Berlín.
Acudimos a estos dos conceptos para referirnos a nuestra Institución, tricentenaria en su versión especulativa y que para muchos ampara su nacimiento en los albores de la Edad Antigua y aún antes. Lo cierto es que catedrales, castillos y otras grandes construcciones que han llegado a nuestros días confirman la existencia de la masonería como una organización de constructores que respetando sus normas y formas esenciales, se ha adaptado al paso del tiempo y sigue su camino.
Es lo que uno observa, por ejemplo cuando contempla las pirámides egipcias, el Partenón, en Atenas, o el Coliseo romano. Son edificios que sobrecogen el espíritu, emocionan y llaman la atención porque muestran lozanía a pesar del tiempo transcurrido.
No todos los tiempos transcurren igual. Valgan las alusiones a Proust y a Hobsbawm. ¿Tendría hoy el mismo valor la tan conocida escena de la magdalena proustiana hundiéndose en la taza de té?
Queremos significar, entonces, la relación de texto y contexto que siempre se necesitan mutua y recíprocamente, o la alusión orteguiana al hombre y su circunstancia, ambas mantienen su plena vigencia y la Masonería no es ajena a esas leyes que hasta ahora no han sido superadas.
En otras palabras, nuestra Institución es filosófica, filantrópica y progresista bajo los sencillos conceptos de “Libertad-Igualdad-Fraternidad” que se desarrollan y se alcanzan mediante “Ciencia-Justicia y Trabajo”. Sirven para el “texto” de cada uno de sus integrantes, es decir, para el cultivo permanente de su interioridad ajena a todo dogmatismo, a todo fanatismo. Sirven, también, para el “contexto” social a través de lo que le entrega cada masón y de los que algunas veces realiza la masonería como tal.
Pero los tiempos actuales, nos agraden o no, son los de los satélites, las comunicaciones digitales, los mensajes instantáneos, las redes sociales, la informática, Internet. La expectativa de vida se ha extendido, la mujer ocupa desde hace pocas décadas un lugar diferente en la vida cotidiana, la ciencia avanza a ritmo febril, el ovillo del conocimiento se instala dentro de nuevas fronteras, una a una caen las discriminaciones. ¿Es igual esta realidad a la del momento en que el progreso se medía por la instalación del telégrafo, la creación de las redes ferroviarias, el nacimiento del globo aerostático o la aparición del automóvil? Más aún, ¿es parecido este momento al vuelo del primer avión, a la aparición de la televisión o al descubrimiento de las vacunas contra la poliomielitis?
Entonces, ¿qué es ser masón al comienzo de esta segunda década del siglo XXI?
Podemos proporcionar una primera respuesta: somos masones porque mantenemos nuestras convicciones, sabemos que nuestros métodos de estudio y trabajo son adecuados, pero esa identidad corre los mismos riegos que otras expresiones del espíritu y la materia, dos elementos esenciales de nuestra filosofía que simbolizamos, entre otros, con la escuadra y el compás.
Muchos lectores de Masonería Net no son masones, pero sus reflexiones o inquietudes seguramente nos permitirán subrayar aciertos y revertir errores. Los tiempos cambian a ritmo de vértigo, es el momento de aferrarse a las convicciones y de abrir el corazón y la mente a las nuevas y fascinantes posibilidades que ofrecen los cambios permanentes.
Estamos esparcidos en toda la faz de la tierra, en toda la Argentina, contamos con una filosofía fraterna y amigable, nos proponemos el bien de la Humanidad tal como cuando, por ejemplo, masones fundaron la Cruz Roja o como cuando contribuyeron a la independencia de Estados Unidos y de todos los países americanos, incluido obviamente nuestro país.
Entonces, ¿cuál debe ser nuestro rol actual en el pasaje de los siglos, qué debemos hacer para adaptarnos a los vientos de esta época, nuestra fraternidad debe reconocer o no a todos los grupos sociales? Shakespeare, otra vez, o tal vez Descartes con su duda metódica.
Reciba mi saludo cordial y fraterno
Ángel Jorge Clavero
Gran Maestre