Rrecién he leído la novela 'La Logia de Cádiz' del periodista argentino Jorge Fernández Díaz que recrea diversos episodios de la fabulosa vida del militar José de San Martín.
San Martín, nacido en el Virreinato del Río de la Plata en 1778, luchó en la Guerra de Independencia contra Napoleón, participó en la Batalla de Bailén y, posteriormente, fue uno de los héroes de la emancipación de varios países sudamericanos como Chile, Perú y Argentina.
Muere en Francia en 1850. A San Martín lo podemos ver en el Cádiz de extramuros montado a caballo en la plaza de San José.
La novela, corta y fácil de leer, incluye uno de los episodios más vergonzantes de la Trimilenaria: el linchamiento del valeroso Gobernador Francisco de Solano ocurrido en mayo de 1808 tras el levantamiento de la ciudad de Madrid.
Solano fue sacado de su residencia en la plaza del Pozo de las Nieves (hoy, Argüelles) y arrastrado a empujones y golpes para ser ahorcado en San Juan de Dios por la cobarde turba gaditana.
Antes de que esto llegara a ocurrir fue apuñalado por una mano amiga para evitar la deshonra. Solano, en ese tiempo, era amigo y tutor del libertador San Martín y lo introdujo en la masonería.
La estancia de San Martín en Cádiz me lleva a recordar cómo era aquél Cádiz ilustrado y liberal con más masones por metro cuadrado que en ningún otro sitio, Alcina dixit, aquél Cádiz de Bolivar y O´Higgins, el Cádiz de 'Un siglo llama a la puerta' del añorado Ramón Solís, el Cádiz del Colegio de Cirugía, del Café de Apolo y de la calle Nueva, el de Frasquita Larrea y Margarita López de Morla, el que fuera de Jorge Juan, Virgili y Godín y el Cádiz conspirador y misterioso que será de los Mendizábal, Alcalá Galiano e Istúriz. Un Cádiz de ensueño.