Olga MerinoPeriodista y escritora
Trato de distinguir al entrevistado, que aguarda puntual a las puertas del parque Güell, entre una marabunta de turistas demasiado ruidosos. Joan Palmarola (Seva, Barcelona, 1942) se conoce hasta el último recodo de este jardín imposible que diseñó Gaudí en su plenitud artística.
-¿Es usted masón?
-Digamos que sí. He sido presidente de algunas logias simbólicas y filosóficas. Si quiere, puede poner que soy autor del libro Masonería de perfección (grados 4º al 14º). Guía práctica para masones en activo. Por internet lo encuentra.
-¿Qué implica hoy ser masón?
-Una búsqueda espiritual y la defensa de la fraternidad. Es el tiempo el que te da la pátina del conocimiento. Si el demonio tuviera solo un año, no sería demonio; lo engañaría todo el mundo. Existen muchos ritos masónicos: los hay esotéricos, sociales, laicistas, revolucionarios…
-¿Los masones creen en Dios?
-En general, creen en el Gran Arquitecto del Universo.
-¿Cuántas veces habrá pisado usted el parque Güell?
-¡Buf!, incontables. En ocasiones vengo con pequeños grupos para descubrirles símbolos iniciáticos. ¡El parque está plagado! Mi pasión por Gaudí nació hace unos 12 años… El escritor Josep Maria Carandell es quien defendió con más firmeza la tesis de un Gaudí iniciado en la masonería.
-¿Y usted la rubrica?
-Sí, y también iniciado en otros asuntos. El espiritismo no debía de resultarle ajeno. El mundo de Rudolf Steiner y la antroposofía tampoco le eran desconocidos, seguro.
-Pero eso se contradice con su profunda religiosidad.
-Bueno, lo de la extrema religiosidad habría que matizarlo. En su juventud, el arquitecto fue republicano y anticlerical.
-El nombre de Gaudí no aparece en ninguna logia de la época.
-Un documento que así lo atestigüe, firmado por siete notarios, no existe, desde luego. Pero su obra está llena de símbolos. No habría desarrollado esos símbolos de no haberlos conocido.
-¿Por ejemplo?
-El atanor, sobre la escalinata de la entrada al parque.
-¿El qué?
-El atanor u hornillo de fusión. Es un instrumento, con forma de trípode, que se usaba en los laboratorios alquímicos. En su interior contiene una piedra sin desbastar, en bruto, que representa al iniciado masón. Cuando le da el sol a una hora determinada, produce una sombra, una figura que hace un signo masónico.
-¿Qué signo?
-Si ve la sombra, lo entenderá.
(La entrevistadora pide permiso para encender un pitillo).
SEnDEn 1904, Gaudí todavía fumaba puros habanos. Hay una foto suya, en Montserrat, fumando en el aire puro...
-¿Por qué ustedes, los masones, son tan secretistas?
-Porque no hace falta comentar lo de la sombra... ¿Ve aquel sombrerete que corona el pabellón en la entrada del parque? Representa una amanita muscaria, una seta alucinógena.
-¿?
-El escritor anarquista Joan Llarch sostiene que Gaudí podría haber ingerido ese hongo para alcanzar un estado alterado de la conciencia. El día en que fue atropellado por un tranvía, la gente que lo rodeaba comentó que estaba borracho. Y en la primera casa de socorro, anotaron en la ficha «e. em.»; es decir, estado de embriaguez.
-¿Es cierto que le encontraron en los bolsillos un puñado de frutos secos y un papel con fragmentos del Apocalipsis?
-Gaudí era vegetariano y comía muy poco. Se alimentaba a base de pasas, higos secos, nueces, avellanas… Todas las cosas de su vida las llevaba a la máxima radicalidad. Si hoy estuviera vivo, sería radicalmente independentista.
-¿A quién votaría?
-No entraría en el juego de nadie. Se habría de diseñar un partido especial para él. Era muy radical, y no permitía que nadie le llevara la contraria. O lo matabas -en el sentido figurado, ya me entiende- o le dabas la razón.
-¿Y qué pensaría de la continuación de la Sagrada Família?
-Le saltarían las lágrimas de la risa porque se ha seguido al pie de la letra lo que él quería. Con la fachada de la pasión, me temo que no estaría tan de acuerdo.