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LA CARIDAD






Q:.H:.Lindsay A. Galdos Carpio

 A:.M:.
                       


 A:.L:.G:.D:.G:.A:.D:.U:.

“Cuando tenga el don de profecía,
La ciencia de todos los misterios
Y todo el conocimiento, cuando tenga inclusive
Toda la fe necesaria para trasladar las montañas,
                                                                 Nada tendré si no tengo caridad”
                                                         San Pablo 1ª Carta a los Corintios, XIII, 2
                                                            “Trisetat(e) et lacrimis
gravis est dolor de terraeque maribu
magnus est clamor
O caritas, O caritas
nobis Semper sit amor “
Cat Stevens – O’ Caritas


 L A     C A R I D A D 

La caridad en primer término es una virtud, es decir, una fuerza que permite al hombre
tomar y llevar a cabo las decisiones correctas en los momentos más adversos. Pero a la virtud,
no le basta únicamente con tener poder y fuerza; Aristóteles advertía que la virtud debe ser el
punto medio entre dos vicios, debe ser una cualidad dependiente de nuestra voluntad. Nuestra
voluntad debe emanar de nuestros sentimientos, pero previo a los sentimientos, la voluntad
QQHH, debe emanar por sobre todo de nuestra conciencia.
La palabra caridad, encuentra su origen etimológico tanto en latín como en Griego. Del
Latín, proviene de “Cháritas” “ Cáritas”, la cuál deriva de careo, carere o cariturus, lo que
significa “estar privados” o más comúnmente “carecer”. Del Griego, proviene de uno de los 4
tipos de amor que reconocían: el amor eros (deseo, atracción, pasión) el amor stergo (amor
familiar) el amor fileo (amistad) y el amor agapao ó ágape (αγαπη), siendo este el amor que
entrega sin esperar nada a cambio, abnegado y sacrificado, el amor caritativo. Ambas palabras
(Cáritas y Ágape), reflejan lo mismo, y tienen un eje central que es el amor. Pero sus formas
han llevado a importantes distinciones históricas y conceptuales. Es importante también
mencionar la filantropía, como otro elemento vital de la caridad, y comprender que su objetivo
es el mismo de las anteriores formas de amor, pero bajo otro concepto.
Por otro lado, es necesario situarnos en el contexto cultural en el que vivimos, y como
tal es necesario mencionar la existencia de las tres virtudes teologales según la Iglesia
Católica. Estas son la esperanza, la fe y la caridad, siendo esta última la más importante; lo
relevante es que esta concepción de caridad cristiana no está en comunión alguna con la
filantropía.
La caridad entendida como filantropía, es un concepto que dista de las virtudes
teologales de la Iglesia porque fue acuñado justamente para reemplazar aquella virtud que ya
había sido “Cristianizada”. El Emperador Romano Flavio Claudio Juliano, restaura en el siglo III
D.C la religión pagana como la religión oficial del Imperio, copiando las estructuras y las
instituciones del Cristianismo, pero reemplazando la virtud “caridad” de los cristianos, por la de
“filantropía” como la nueva virtud del paganismo neoplatónico. Por esto, Juliano fue conocido
como “Juliano el Apóstata”, y en su fundamento teórico y práctico genera una diferencia
abismante. La caridad entendida como una virtud teologal, postula que “el amor a Dios debe
estar sobre todas las cosas, y todos nuestros actos son por amor a Dios”, además de estipular
que la caridad es adquirida sólo por gracia divina y no meramente por esfuerzo humano. La
Filantropía por su parte, se refiere únicamente a la caridad como el amor al género humano y a
su ayuda de forma desinteresada con sus pares; plantea ante todo, que cualquier gesto de
amor incondicional, reflexivo y altruista es móvil para alcanzar la caridad. Así este concepto se
enmarca mucho más en lo que fue el sentido original y el espíritu inicial del concepto tanto del
latín cáritas como del griego ágape, en la condición de no tener necesariamente una divinidad
de por medio para alcanzar la práctica de esta forma de amor. Por otro lado, el ágape para las
culturas previas al Cristianismo, fue el ofrecimiento de banquetes funerarios para venerar a sus
antepasados, el cuál consistía en que todos aportaran alimentos sin importar la cantidad ni
esperar una recompensa a cambio; así mismo, para los primeros Cristianos que vendrían,
compartir alimentos en las catacumbas cuando debían esconderse de las persecuciones, fue
un rito llamado también ágape, imitando la práctica solidaria y el concepto de las culturas
previas (paganas), con la diferencia que le dieron una dirección y un significado basado
únicamente en la divinidad suprema de Dios. En esas circunstancias, el ágape (como práctica
de amor caritativo) no nace con el Cristianismo, sino que es el Cristianismo el que lo transforma
y lo Cristianiza extrayéndolo de las culturas paganas; así a fines del siglo V D.C, el ágape
desaparece para ser conocido definitivamente como Eucaristía. Es entonces la caridad pagana
en su esencia una virtud mucho más posible de concretar en el sentido fraternal, que la virtud
adaptada por el Cristianismo, la cuál instala a Dios como una barrera indispensable para
alcanzarla, desplazándola prácticamente a nivel de quimera.
Se desprende en gran medida QQHH∴ que el concepto cultural de caridad que
existe en el mundo occidental, está innegablemente más relacionado en el inconsciente con
una caracterización religiosa-divina y como un elemento fundamental de la iglesia, que como
una práctica de amor incondicional entre hombres por ayudarse desinteresadamente. Es
necesario hacer una distinción de los conceptos, por tanto en su centro y su eje central buscan
el amor fraterno, pero en sus modalidades de alcanzarlos hay diferencias.
Lo cierto es que por más diferencias que el hombre intente acuñar en sus teorías, en su 
formación perceptiva del mundo, queriendo siempre imponer sus razones en una constante
batalla ideológica de creencias y deidades, no encontramos en las diferencias prácticas incluso
en las conceptuales de cáritas, ágape, filantropía o caridad, sino la única fuerza movilizadora
del mundo: el amorTodas convergen en ese único centro, motor del mundo y de vida. La
caridad es el amor externalizado en la justicia, la espontaneidad y la sinceridad. Para San
Agustín, “la caridad es aquella virtud mediante la cuál se ama, lo que debe amarse”. Así
mismo, a San Juan el Hospitalario, hijo del Rey de Chipre, al cuál algunos atribuyen el por qué
venimos de una Logia de San Juan, alguien le recordó una vez que muchos pobres a los
cuáles él ayudaba, eran vagos y maleantes, a lo cual respondió: “Prefiero estar equivocado mil
veces antes que ofender la ley de la Caridad”. Para el QH∴ Oswald Wirth, la caridad debe
ser un acto de mera justicia, jamás tener móviles de ostentación o vanidad, que sólo pueden
ser una fuente de orgullo para el que da y de humillación para el que recibe. Sathya Say Baba
por su parte nos dice que la caridad exige la eliminación de todos los malos pensamientos en
nuestra mente y el desarrollo de una largueza de espíritu. Así también el QH∴ Lavagnini nos
recuerda que el tronco de los pobres debe ser llenado sin sentimientos de compasión ni
conmiseración, como para situar la vanidad, una de las peores sarnas universales como la
llama Giovanni Papini, en el protagonista de nuestros actos caritativos. La verdadera caridad
debe esconderse, ser espontánea y sincera, jamás ser exigida. Es por tanto que la caridad,
debe regir primeramente entre hermanos, pues sólo los que la entienden como tal pueden
realizarla, pero como el amor no puede tener límite verdadero y no existe una condición
determinada en que no pueda manifestarse, no hay ser al que no pueda y deba extenderse en
este mundo, es entonces QQHH∴ un deber primordial ser un filántropo con nuestros pares,
sin importar su raza, credo ni religión. En el espíritu de la Masonería Universal, debe constituir
un precepto sin el que no es posible realizar el ideario de la libertad, la igualdad y la fraternidad.
La caridad es más que ayudar a nuestros semejantes económicamente, sino, es la entrega por
la búsqueda de la paz y el mejoramiento duradero del bienestar en la sociedad, misión
primordial de todo masón que perdura como tal en este mundo. Que la caridad sea una de las
piedras angulares que edifican nuestro templo interior, y que no se pierda en la ayuda ordinaria
y superficial que alimenta la complacencia temporal y vanidosa de nuestra conciencia. Como
dijo nuestro QH∴ Benjamin Franklin: “ El mejor medio de ayudar a los pobres, no es darles
limosna, sino hacer que puedan vivir sin recibirla ”.
 
 
 

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