POR MANUEL RODRIGUEZ
-LIMA PERU
¿Quién es Saint Germain?
Saint Germain es un Maestro Ascendido que asiste a la Tierra con su presencia y conocimiento. A través de sus enseñanzas canalizadas por distintas personas en diversas épocas, podemos adquirir la conciencia necesaria para cuidar nuestros pensamientos y acciones y poder así economizar nuestras energías y vivir en un entorno armonioso. Saint Germain basa una parte muy importante de sus enseñanzas en la utilización adecuada de las palabras "Yo Soy" para poder canalizar correctamente todos nuestros actos. La presencia Yo Soy es una puerta directa hacia la iluminación y la ascension.
¿Quién fue el Conde de Saint Germain?
Parece ser que fue hijo legítimo de Franz Leopold, príncipe Rakoczy de Transilvania y educado por la família Médicis en Italia, adoptó el nombre de Saint-Germain, de la localidad de San Germano en el tirol italiano, donde su padre tenía posesiones. De su juventud nada se sabe con certeza, para sus contemporáneos su verdadera identidad fue indescifrable. Se dijo de él que era italiano, español, polaco.
YO SOY
Cuando tú dices
El estudiante, al tratar de comprender y aplicar estas potentes, aunque sencillas leyes, tiene que mantener una guardia estricta sobre su pensamiento y expresión, ya que cada vez que uno piensa o dice
Esto te mostrará el enorme poder que tú tienes para calificar, determinar u ordenar la forma en que quieres que actúe la gran energía de Dios. Y te digo, amado estudiante, que la dinamita es menos peligrosa. Una carga de dinamita sólo desintegrará tu cuerpo, mientras que los pensamientos ignorantes lanzados sin control ni gobierno atan a la rueda de la reencarnación indefinidamente (la humanidad debe ser informada de que los habitantes de las ciudades mueren y reencarnan en el mismo sitio muchas veces, porque han formado ligaduras que los atraen de nuevo al mismo ambiente.
El estudiante que tiene que reencarnar debe dar la siguiente orden: "la próxima vez naceré en una familia de gran luz". Esto les abrirá la puerta con gran rapidez en su progreso).
El inmortal conde de Saint-Germain
Durante su paso por París, entre 1758 y 1760, se conoce al sorprendente conde de Saint-Germain. Tanto en los salones de la capital como en las cortes de Europa, circulan rumores insensatos acerca de su edad: ¡tendría más de tres mil años, habría conocido a Jesucristo, sabría fabricar diamantes y volverse invisible!
En 1745 se menciona por vez primera al conde de Saint-Germain; Este hombre que parece tener cincuenta años y que vive en Londres desde hace dos, es detenido ese año portando cartas favorables a los Estuardo. Inglaterra, que acaba de reprimir la revuelta de los jacobitas (movimiento político que intentaba conseguir la restauración en el trono de los miembros de la Casa de Estuardo), desconfía de los extranjeros y más especialmente de los franceses: durante varias semanas Saint-Germain es mantenido bajo arresto domiciliario. Reconoce entonces dos cosas: vivir bajo un nombre falso y “no querer tener nada que ver con las mujere”. La personalidad de Saint-Germain es lo suficientemente intrigante para que Horacio Walpole, miembro del Parlamento y amigo de Diderot y del resto de los enciclopedistas (grupo de filósofos franceses), lo cite en su correspondencia, describiéndolo como un; hombre singular;.
El amigo de Luis XV
Saint-Germain deja Londres en 1746. ¿Qué hace entonces? No se sabe nada de él durante doce años. Según algunos, se va a Alemania, donde se dedica a las investigaciones químicas y alquímicas. Según otros, viaja hasta la India y el Tíbet; no existe ninguna prueba de sus periplos, pero más tarde se constata que el conde posee un profundo conocimiento de Oriente.
Llega a París a comienzos de 1758, e inmediatamente envía una petición a Marigny, director de Obras y Edificios del rey. Solicita que una casa real sea puesta a su disposición para poder instalar ahí un laboratorio y una fábrica, prometiendo a cambio a Luis XV “el más rico y más raro descubrimiento que se haya hecho”. Abierto a la investigación de las “artes útiles&;, Marigny le asigna el castillo de Chambord, gran construcción abandonada en ese entonces. Saint-Germain instala en las dependencias a sus asistentes, sus obreros y su laboratorio.
Sin embargo, pasa más tiempo en París que en Chambord y, rápidamente, es invitado a los más famosos salones. Se presenta ante la marquesa de Pompadour: ésta, seducida, lo presenta al rey. Luis XV aprecia inmediatamente al brillante personaje que se incorpora pronto al círculo de sus más cercanos. En estas circunstancias, Saint-Germain es descrito como un hombre de cuarenta y cinco años, ¡a pesar de que han pasado más de diez desde su estadía en Londres!
Los salones del Bien Amado
Bajo el reinado de Luis XV, en París surge la moda de los salones y de las veladas brillantes. Las damas de gran fortuna reciben a escritores, sabios y políticos de moda: el siglo de las Luces es también el de las relaciones y de la mundanalidad. Se aprecian las personalidades fuera de lo común, y un hombre tan inteligente y rodeado de misterio como el conde de Saint-Germain solamente puede tener éxito. En un contexto como éste, la fama se logra rápidamente y los rumores circulan de prisa.
Bajo el reinado de Luis XV, en París surge la moda de los salones y de las veladas brillantes. Las damas de gran fortuna reciben a escritores, sabios y políticos de moda: el siglo de las Luces es también el de las relaciones y de la mundanalidad. Se aprecian las personalidades fuera de lo común, y un hombre tan inteligente y rodeado de misterio como el conde de Saint-Germain solamente puede tener éxito. En un contexto como éste, la fama se logra rápidamente y los rumores circulan de prisa.
El rey no escapa a la regla. La marquesa de Pompadour tiene reservado para él un pequeño salón de ambiente burgués en el que le encanta estar. Sólo se invita a la elite. Dotada de un gusto real por las artes y las ciencias, la Pompadour apoya y presenta al rey a pintores como Boucher y Van Loo, a escritores como Voltaire o incluso el menos mundano Rousseau, y a científicos o sorprendentes personajes como Saint-Germain.
Leyenda y desgracia
Dos anécdotas auténticas provocan los rumores acerca de los conocimientos alquímicos y la inmortalidad del conde Saint-Germain. Esta es la primera: posee una bellísima colección de piedras preciosas y cierto día pretende ante el rey saber rectificar las imperfecciones de los diamantes. Luis XV le encarga entonces un diamante manchado. Unos días más tarde, Saint-Germain lo trae perfectamente puro. ¿Utilizó un procedimiento químico o simplemente mandó tallar una piedra idéntica? Es un misterio. La segunda anécdota ocurre durante una cena con la anciana condesa de Cergy, que reconoce en él a un hombre que había conocido en Venecia hacía cincuenta años. Quizás simplemente por entretenerse, Saint-Germain no la desmiente: la historia da la vuelta en París.
Sin embargo, si el conde se ha ganado la simpatía del rey, se ha desvinculado del poderoso duque de Choiseul, principal ministro de Luis XV, que lanza una campaña para desacreditarlo. Choiseul le paga a un bufón llamado Gauve para imitar al conde de Saint-Germain y hacerse pasar por él. Gauve recorre los salones bajo la identidad de Saint-Germain, contando las historias más inverosímiles: que se tomó un trago con Alejandro el Grande, que estuvo de francachela en la boda de Caná y que, por lo demás, conoció muy bien a Jesús, a quien le había predicho un fin trágico… También, que había estado con Carlomagno. El fraude es pronto descubierto y Gauve es reconocido, pero las historias se siguen divulgando. Contrariamente a lo que espera Choiseul, el verdadero Saint-Germain no resulta ridiculizado, sino engrandecido, rodeado de ¡un aura misteriosa!
Despechado, el ministro debe esperar hasta 1760 para lograr deshacerse de Saint-Germain, acusándolo de espionaje. Habiendo caído en desgracia, el conde se refugia en los Países Bajos.
En los años siguientes, se le ve en Italia, en Rusia, en Saxe, en Prusia: en todas partes intenta montar laboratorios para seguir adelante con sus investigaciones… acerca de los pigmentos y los colores.
La muerte del inmortal
En 1766, se coloca bajo la protección del rey de Prusia Federico II, pero lo deja al año siguiente. Finalmente llega a Gottrop, en el Báltico, donde es recibido por el príncipe de Hesse. Según el príncipe, a quien le hizo confidencias, muere ahí en 1784, a la edad de 93 años. Sin embargo, físicamente aparenta sólo sesenta.
En 1766, se coloca bajo la protección del rey de Prusia Federico II, pero lo deja al año siguiente. Finalmente llega a Gottrop, en el Báltico, donde es recibido por el príncipe de Hesse. Según el príncipe, a quien le hizo confidencias, muere ahí en 1784, a la edad de 93 años. Sin embargo, físicamente aparenta sólo sesenta.
Apenas se conoce la noticia, muchos se niegan a creer en la muerte del conde. Surgen los testimonios: algunos citan su presencia en un congreso masónico en 1785, se lo ve en Venecia en 1788, habría prevenido a María Antonieta de una inminente revolución al año siguiente, habría asistido al congreso de Viena en 1815, un inglés lo habría encontrado en París bajo Luis Felipe, otros lo habrían visto en 1905 en el Tíbet, luego en 1926 en Roma. Testimonios que desgraciadamente son poco creíbles, al igual que el relato del pequeño anticuario llamado Richard Chanfray, transformado en mensajero del corazón y del horóscopo de revistas para adolescentes, que en 1972 intenta usurpar la identidad del ilustre personaje del siglo XVIII para tratar de seducir a una cantante de variedades.
¿Quién era Saint-Germain?
A pesar de la docena de seudónimos que usa durante sus peregrinaciones, actualmente se sabe algo acerca del origen de Saint-Germain: sería hijo natural de la reina de España Marie-Anne de Neubourg, viuda de Carlos II, y de un noble, el conde de Melgar. Este parentesco explicaría el tren de vida fácil que siempre ha llevado, su educación y su cultura. Efectivamente, además de sus conocimientos puntuales de química, Saint-Germain es reconocido por sus contemporáneos como un hombre muy sabio, un músico hábil y un pintor de calidad.
A pesar de la docena de seudónimos que usa durante sus peregrinaciones, actualmente se sabe algo acerca del origen de Saint-Germain: sería hijo natural de la reina de España Marie-Anne de Neubourg, viuda de Carlos II, y de un noble, el conde de Melgar. Este parentesco explicaría el tren de vida fácil que siempre ha llevado, su educación y su cultura. Efectivamente, además de sus conocimientos puntuales de química, Saint-Germain es reconocido por sus contemporáneos como un hombre muy sabio, un músico hábil y un pintor de calidad.
Su longevidad y su larga juventud pueden explicarse por una naturaleza clemente y, en gran medida, por los constantes esfuerzos del conde por prepararse físicamente. Según los testimonios, durante toda su vida Saint-Germain sigue estrictas dietas alimentarias, asistiendo a las comidas pero comiendo poco, sin beber jamás: ¡aparece como un precursor de los adeptos de la dietética moderna! Saint-Germain, personaje excepcional que, burlándose de los rumores, nunca los desmintió, permanece en la historia y en la leyenda, ya que simboliza el sueño más antiguo del hombre: la inmortalidad.
Casanova aporta más datos sobre Saint-Germain
En mayo de 1758, Casanova se encuentra con el conde de Saint-Germain en una cena de la marquesa de Urfé. Así es como lo describe en sus Memorias: Saint-Germain se creía prodigio, quería sorprender y muchas veces lo lograba. Su tono era decidido, pero su naturaleza era tan estudiada que no desagradaba. Era un sabio, hablaba perfectamente la mayoría de las lenguas: gran músico, gran químico, de una apariencia agradable y un maestro para atraer a las mujeres; ya que al mismo tiempo les daba afeites y cosméticos que las embellecían, se jactaba no de rejuvenecerlas, ya que tenía la modestia de reconocer que eso era imposible, sino de conservarlas en el estado en que las hallaba, por medio de un agua que, según él, era muy costosa, pero que se las regalaba. Este hombre singular y nacido para ser el primero entre los impostores, pretendía con un tono seguro, y para salir del paso, que tenía trescientos años, que tenía la panacea, y hacía todo lo que quería con la naturaleza. Sabía cómo fundir los diamantes y de diez o doce pequeños, fabricaba uno del agua más bella sin que estos perdieran ni un gramo. Todas estas operaciones eran para él sólo bagatelas. A pesar de sus fanfarronadas, sus mentiras evidentes y sus excesivos disparates, no pude encontrarlo insolente. Tampoco respetable. Lo encontraba sorprendente, ya que me sorprendió. Este hombre singular asistía frecuentemente a las cenas de las mejores casas de la capital, paro no tocaba nada, diciendo que su vida dependía del tipo de comida que comía y que nadie más podía saberlo”.
En mayo de 1758, Casanova se encuentra con el conde de Saint-Germain en una cena de la marquesa de Urfé. Así es como lo describe en sus Memorias: Saint-Germain se creía prodigio, quería sorprender y muchas veces lo lograba. Su tono era decidido, pero su naturaleza era tan estudiada que no desagradaba. Era un sabio, hablaba perfectamente la mayoría de las lenguas: gran músico, gran químico, de una apariencia agradable y un maestro para atraer a las mujeres; ya que al mismo tiempo les daba afeites y cosméticos que las embellecían, se jactaba no de rejuvenecerlas, ya que tenía la modestia de reconocer que eso era imposible, sino de conservarlas en el estado en que las hallaba, por medio de un agua que, según él, era muy costosa, pero que se las regalaba. Este hombre singular y nacido para ser el primero entre los impostores, pretendía con un tono seguro, y para salir del paso, que tenía trescientos años, que tenía la panacea, y hacía todo lo que quería con la naturaleza. Sabía cómo fundir los diamantes y de diez o doce pequeños, fabricaba uno del agua más bella sin que estos perdieran ni un gramo. Todas estas operaciones eran para él sólo bagatelas. A pesar de sus fanfarronadas, sus mentiras evidentes y sus excesivos disparates, no pude encontrarlo insolente. Tampoco respetable. Lo encontraba sorprendente, ya que me sorprendió. Este hombre singular asistía frecuentemente a las cenas de las mejores casas de la capital, paro no tocaba nada, diciendo que su vida dependía del tipo de comida que comía y que nadie más podía saberlo”.