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Pitágoras y sus escuelas filosófico-religiosas

Por: Víctor Montero Cam (*)

"[O]ía incluso la harmonía del todo: aquella que contenía la harmonía universal de las esferas y de los astros que se mueven dentro de dichas esferas, harmonía que las deficiencias de nuestra naturaleza nos impiden percibir". (Afirmación de Porfirio, filósofo de los siglos III-IV d.C., sobre Pitágoras)

¿Quién no ha sufrido o disfrutado –según sea el caso- con el famoso teorema de Pitágoras[1]? Este teorema lleva ese nombre en honor al filósofo y matemático griego Pitágoras que nació en la isla de Samos en el siglo VI a.C. y que llegó a fundar hasta tres escuelas filosófico-religiosas en vida: en Samos, Crotona y Tarento. Todas ellas caracterizadas por un régimen de vida con costumbres muy severas, como por ejemplo la práctica del silencio, la sencillez en el vestir y en las posesiones, el hábito del autonanálisis y la prohibición de comer carne, basada en la creencia en la transmigración de las almas. Ahora, no obstante, sabemos que la demostración formal del teorema –que ya era conocido y utilizado en Babilonia y en la India- representa un desarrollo colectivo (de toda la escuela y de varios discípulos) y no una creación exclusivamente atribuible a su fundador: Pitágoras.

Por otra parte,  para quienes nos interesamos en el estudio y difusión  de los derechos humanos, nos llama la atención la visión adelantada de este sabio griego con respecto a la moral de su tiempo, donde la esclavitud era moneda corriente y los "derechos humanos"  un privilegio de unos pocos afortunados.  A pesar de ello, la escuela que fundó Pitágoras en Crotona, una colonia griega al sur de Italia,  estuvo abierta tanto a hombres como a mujeres[2] y no existía discriminación para recibir a sus estudiantes, ni por raza, religión,  o situación socioeconómica. Esto señala el ideal de apertura y la tolerancia de la secta pitagórica para recibir a sus miembros.  Cabe mencionar igualmente  la popularidad y el poder político de que gozó la escuela pitagórica de Crotona.

 Es cierto que existían ritos y ceremonias para los iniciados en la secta pitagórica, pero cualquiera, en principio, podría estar llamado a formar parte de esta extraña escuela místico-religiosa con componentes científico-matemáticos. Los pitagóricos creían en el poder purificatorio de las almas a través del cultivo de las virtudes; pensaba también que los números eran la esencia de la que estaba compuesto el universo.  Por eso hicieron notables avances en la teoría de los números. El carácter abstracto y general de un teorema matemático permitía llevar al alma precisamente a un estado de elevación espiritual.

Por último, sabemos que Pitágoras le daba importancia a la música porque consideraba que a través de ella era posible que el alma encontrase la armonía[3] con el cosmos. La música permitía conectar (o, mejor dicho, salvar las distancias) con los astros o las esferas celestes las cuales –se creía- eran también divinas e inmortales a través de una actitud de escucha atenta. Sólo en silencio era posible escuchar la música divina de las esferas celestes. La música, pues, tal como la concebía Pitágoras, tenía efectos curativos: podía restablecer la armonía espiritual.

(*) Magíster en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica del Perú y diplomado en Derechos Humanos por la misma casa de estudios. Ha sido profesor de filosofía y ética en varias universidades privadas en Lima – Perú. Actualmente se dedica a la investigación, la preparación de material didáctico, la publicación de artículos online, la traducción de textos y a la docencia como profesor particular de varios cursos como redacción académica, comunicación, ética y ciudadanía, filosofía, inglés, computación, latín, griego, entre otros. Para clases particulares o asesorías contactarse al 457-6198, 993459271 o al 946176938, o escribir a victormonterocam@hotmail. 

[1] El teorema de la hipotenusa o Teorema de Pitágoras establece que el cuadrado de la hipotenusa de un triángulo rectángulo es igual a la suma de los cuadrados de los otros dos lados.
[2] Entre las pitagóricas más famosas destaca Teano, esposa de Pitágoras y madre de una hija y dos hijos del filósofo.
[3] Los pitagóricos pensaban que la proporción y el equilibrio de las notas musicales producía armonía y orden, tanto en el cuerpo como en el alma.



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