V:.H:.M:.S:.
Lorenzo S. Poves Requena 4º
Campamento Armonía Nº 1
Supremo Consejo Hispano Confederado
de GG:.II:.GG:. del Grado 33º para la
República del Perú
Con vuestra Pod\Maes\
LA CONCIENCIA
Anecdóticamente, en los inicios de mi formación médica tuve la oportunidad de conocer a seres humanos ligados al arte – específicamente el teatro – quienes contribuyeron al despertar de mi conciencia, al llamar mi atención que en mis ansias de aprendizaje no consideraba el dolor de otro ser humano, así este fuese un delincuente. Una mañana que acudo al grupo de teatro, el Director conocedor que venía de una guardia en la sala de emergencias quirúrgicas de un hospital - me pregunta: ¿Cómo te fue en tus practicas?; a lo que respondí: Triste, porque no hubo ningún herido a quien coser (suturar sus heridas), fue una noche en blanco-. Y él llamo mi atención manifestándome que no era posible que me sintiera triste por no tener enfermos, por el contrario debería pedirle a Dios que no hubiera enfermos. De ahí es que siempre considere que la formación médica me fue deshumanizando con el transcurrir del tiempo y el teatro me volvió a humanizar.
“Nuestros principios establecen que los masones se reconocen entre sí como hermanos donde quiera que se encuentren. Sin embargo, mas importante es que los demás puedan reconocernos como seres más evolucionados tanto intelectualmente como moralmente en la sociedad. Es decir se nos reconozca como seres que aman la verdad y a la justicia y que se mantiene en una posición de avanzada en el proceso evolutivo e integrador de la persona en la vida diaria. Los masones hemos de ser una diversidad que, en general, resulta difícil: respetuoso de la opinión ajena, defensores de la libertad de expresión, ansiosos de unir a todos los hombres en la práctica de una moral universal que promueva la paz y el entendimiento, mientras se eliminan los prejuicios de toda índole. Para lograrlo, es necesario mucho esfuerzo personal de cada miembro de la Orden, porque el camino por seguir va a ser, sin duda, solo aquel que nuestra comprensión y esfuerzo sea capaz de trazar. La Orden Masónica, como institución iniciática, que exalta la práctica de las virtudes en cada uno de sus miembros y el deber de proyectarlas hacia el mundo profano, induce el proceder recto de cada hermano, orientándoles hacia la verdad, aunque esta no tiene el carácter de absoluta. La ética masónica es el código de moral humana más perfecto que existe, porque crea en el individuo, la conciencia del bien por el bien mismo, sabiendo que los conceptos de bien y mal no existen en forma absoluta” (El Maestro Mason frente a la conciencia)
Sabio no es aquel que tiene su mente atiborrada de información. La verdadera sabiduría consiste en poder ser felices en el mundo tal como es, sin pretender acomodarlo como a nosotros nos gustaría que fuera. Tu paz interior y tu felicidad dependen de aceptar que no puedes elegir lo que crees que debería ser, pero que sí puedes escoger como quieres ver lo que ya tienes. Cuando juzgas como buena o mala una situación confundes la realidad con tu interpretación de ella. Entonces harás que la paz sea imposible para ti, porque tendrás tu mente enfocada en conflictos. Y, por ley de correspondencia, conflictivas serán también las experiencias que el mundo exterior te brinde. (El gran salto cuántico de la conciencia humana)
Durante la Recepción al IV Grado del Maestro Mason el Pod.·.Maest.·. pregunta al V.·.H.·. Introductor: “Y ¿Por qué no basta la inteligencia para apreciarlos?, a lo que él responde:”Porque el hombre, obedeciendo al instinto de conservación, busca sobre todo el bien físico, se hace egoísta o no se ocupa sino de lo que ama, y aplica las observaciones de la inteligencia a los usos materiales de la vida. Para que conciba el bien moral, para que sacrifique su interés al de los otros, es preciso que se eleve a las más altas leyes que dirigen su CONCIENCIA” (Liturgia del IV Grado del R.·.E.·.A.·.A.·.)
La conciencia se define como el conjunto de procesos cognitivos y afectivos que forman un gobierno moral interiorizado sobre la conducta del individuo. La noción de conciencia moral designa el sentido innato del bien de la naturaleza humana y su aplicación a la acción, y confusamente, coincide con las nociones de sindéresis y de recta razón. Ella comprende, dice Sastoque, una conciencia psicológica que varía de una persona a otra y que puede ser definida como la actividad de la conciencia sujeto que se examina así mismo, sus actividades, su experiencia y su comportamiento, sea externo o interno.
Para Bruno Rychlowski, la conciencia psicológica es un conjunto de experiencias psíquicas inmediatas y actuales que en un cierto momento aprendemos de nuestro yo; conciencia que nos permite no sólo nos damos cuenta de lo que pasa dentro de nosotros en un momento dado, sino que también nos damos cuenta de nuestra propia experiencia. La conciencia psicológica nos permite captar los fenómenos psicológicos como nuestros; a la vez, dichos fenómenos psicológicos constituyen una unidad que forma el yo de cada uno de nosotros. Asimismo, refiere que la conciencia moral presupone la conciencia psicológica y, a su vez, la conciencia moral complementa y enriquece la conciencia psicológica. Del mismo modo establece diferencias entre las dos, en donde la conciencia psicológica atestigua la existencia de los diferentes elementos que entran en la estructura del yo, mientras la conciencia moral tiene la función de valorar los actos del yo y, con ello la de trazar “un proyecto de vida” del yo.
Los actos morales, como actos que son, están orientados hacia el exterior, la realidad, el mundo, los demás. Pero, por ser morales, tienen un aspecto interno, que es el que hace que sean valorables. No podemos olvidar que somos morales porque sabemos que podemos elegir, porque sentimos que tenemos posibilidad de seguir caminos diferentes en nuestra vida, porque nos damos cuenta de que nuestras acciones tienen consecuencias. La conciencia de estas consecuencias es la base del aspecto interno de la moral, en ella está el origen de la valoración de nuestros actos, nuestros hábitos o nuestro modo de vida. Pero la conciencia moral es también conciencia de la libertad, conciencia de que no todas las posibilidades de elección son igualmente valiosas. Por eso es especialmente importante plantearnos qué es y cómo funciona. La misma palabra que usamos para referirnos a ella ya nos da una pista: estar consciente significa darse cuenta de lo que ocurre alrededor. La conciencia es una forma de conocimiento o de percepción. La conciencia moral es con lo que nos damos cuenta de lo que vale, de lo que merece la pena para la vida, de lo que es bueno - o bien, de lo que no merece la pena, de lo malo, de lo que hay que evitar -.
La conciencia moral es un juicio de la razón por el que la persona humana reconoce la calidad moral de un acto concreto, por lo tanto el ser humano sabe que un acto concreto es bueno o es malo mediante su conciencia moral. La conciencia puede equivocarse si no está bien formada, porque ante un acto concreto podría hacer un juicio erróneo en contra de la razón y de la leyes del Altísimo. La conciencia se forma con el conocimiento que se enseña en el Magisterio, con la práctica de las virtudes aprendidas en el 1º Grado y la reafirmación de las mismas en el 2º Grado. Para ayudar a esta luz interior de la conciencia, que a veces se oscurece con las pasiones, el Altísimo nos ha permitido conocer pautas atraves de las enseñanza de sus enviados las mismas que sirven para todos y para siempre, y son norma de felicidad y de la buena marcha de cada persona y de la sociedad. De ahí que la conciencia social es importante en la consolidación de la conciencia moral.
La conciencia social hace referencia a la capacidad de determinados individuos, grupos u organizaciones sociales de percibir aquellas realidades circundantes que requieren atención, de reflexionar sobre ellas y en algunos casos, de actuar para la transformación de las mismas. La idea de conciencia social está hoy altamente extendido por el importante aumento de grupos poblacionales en inferioridad de condiciones (inferioridad que se representa a nivel económico, ideológico, étnico y sexual) y por la necesidad cada vez más acuciante de actuar de modo positivo en la modificación de esas realidades sociales alternativas a la de uno mismo.
Ligado muy fuertemente a las ideas de solidaridad y compromiso, la conciencia social es el primer paso en el camino hacia la alteración de estructuras de discriminación voluntaria e involuntaria ejercidas sobre determinados grupos sociales dentro de una comunidad. La conciencia social, por tanto, tiene que ver con la posibilidad de estar al tanto de los problemas intrínsecos a una sociedad que requieren solución. Si bien normalmente se utiliza la idea de conciencia social para hacer referencia a la necesidad de actuar en beneficio de aquellos que viven en situaciones de pobreza, marginalidad y exclusión, también con ella se puede hacer referencia a la importancia del cambio de estructuras o pautas de comportamiento que afectan al conjunto de una sociedad, por ejemplo, el cuidado del medio ambiente, el respeto por las leyes y normas de un estado, el respeto por las normas, usos y costumbres de una sociedad como la nuestra.
Hay muchas maneras en que la conciencia social puede aparecer en un individuo o grupo social. Mientras que los teóricos sostienen que lo más aconsejable es asegurar la presencia de la conciencia social desde que se es niño (de modo que ésta esté siempre presente en la persona, para lo cual los sistemas informales y formales de educación son esenciales), la conciencia social también se puede despertar en las personas y ser adquirida y/o expandida con el paso del tiempo, de acuerdo a las necesidades momentáneas de cada conjunto social.
Según el Centro Ibérico de Estudios Masónicos, en su Editorial Tres Puntos considera que el despertar de la conciencia atraves del método iniciático, tiene su origen en 1723 con el inicio de la masonería especulativa, mediante las Constituciones de Anderson, que es el eslabón simbólico entre la masonería operativa de los antiguos albañiles y canteros de logias que se ocupaban de tallar piedras para construir grandes edificios civiles y religiosos, y la masonería especulativa conformada por logias que con el paso del tiempo se convirtieron en talleres de arquitectura interior; y manifiestan esto por la diferencia obvia entre quienes han adoptado una interpretación petrificada de dicho escrito y quienes lo han vivificado leyéndolo a la luz de espíritu que lo anima. Asimismo, refieren que la Masonería Moderna (Especulativa) constituye una tradición iniciática que actúa como estimulo del pensamiento y de la acción, que es un pensamiento sobre el pensar mismo al igual que la filosofía; y que la transmisión del método masónico es, en lo fundamental, una transmisión oral, personalizada, grupal.
La casa de los tres pisos de Pablo Prieto, propone un esquema didáctico del proceso de maduración de la conciencia moral, estableciendo que la vida moral es un edificio de tres pisos. Cada uno de ellos representa una visión completa de la moral, una perspectiva válida para afrontar de modo responsable la propia vida: bien como conjunto de normas de conducta, bien como organismo de las virtudes, o bien como disposición de entrega amorosa al prójimo, incesantemente renovada. Hace falta, pues, una especie de “escalera” que comunique los tres pisos, permitiendo al individuo rehacer el camino cuando sea preciso y tener siempre presente la unidad del edificio. Esta escalera simboliza la conversión incesante, que es la actitud del hombre auténtico que sabe abrirse a la verdad y al don trascendente.
El primer piso, es la corrección, en donde nosotros como inquilinos de este piso percibimos la moral como un conjunto de normas y prohibiciones, sean cual sea la autoridad que las dicte. Sea de un modo justo o injusto, por una autoridad legítima o por un déspota. En este piso nos preguntamos: ¿qué me está permitido? Aquí la libertad se define aquí como autonomía e independencia, ausencia de obstáculos para la actuación, margen que deja la ley entre lo permitido y lo prohibido. Este modelo normativista de moral es el más extendido en la actualidad, en parte por influjo de Kant y su ética del imperativo categórico, y también por el desarrollo de los derechos humanos y la elaboración de códigos deontológicos en diversos campos, en especial la Medicina. También la libertad puede vivirse en este nivel como ruptura con las normas, como hacen los grupos anarquistas o libertarios. Sin embargo el desprecio por las convenciones sociales no es suficiente para superarlas, pues da lugar a nuevas convenciones aún más alienantes. Rechazar una ley implica, a fin de cuentas, someterse a otra.
El segundo piso, es la perfección, En este piso nosotros hemos logrado interiorizar los valores representados en las normas y ahora lo encarnamos de modo personal y creativo. Las virtudes nos aportan un autodominio y un autoconocimiento que nos abren al idioma de la libertad, despertando con ella el apetito por el bien y el afán de superación. Por lo tanto la moral de virtudes asume y supera la de normas, y esta edificada sobre ella. En este estadio la pregunta a hacerse es ¿en qué puedo mejorar? Aquí la libertad se vive como autodominio. No se trata de un dato, sino de un proceso que nunca acaba: el de conocerse y superarse. La libertad está ligada aquí a la intimidad y a la percepción contemplativa de los valores, obra del corazón. Recordemos que las auténticas virtudes, en sentido clásico, no son “buenas costumbres” sino la integración de cuerpo y espíritu en la unidad de la persona. Con las virtudes yo soy más yo, sintetizo pasado y futuro en mi presente, protagonizo mi vida, me hago a mí mismo. En este nivel es donde se capta la gran paradoja de la existencia humana: que el hombre sólo es tal en la medida que rebasa lo meramente humano: el hombre supera infinitamente al hombre, dice Pascal.
El tercer piso, es la comunión, si nos detuviésemos en el segundo piso, podríamos volvernos egoísta y autosuficiente, e incluso despreciar a los que aun se debaten en el piso inferior. La escalera de la conversión ahora nos pone directamente frente a los demás, que nos reclaman ayuda, perdón,, sacrificio, paciencia; provocando el prójimo en nosotros una crisis saludable que pone a prueba nuestro temple moral, descubriendo el sentido vocacional de la moral, y concretamente el amor como sentido de la vida. Los inquilinos de este piso nos preguntamos: ¿en qué puedo entregarme más? Aquí se cumple la famosa frase de San Agustín: “ama y haz lo que quieras”. También es suya esta paráfrasis del Evangelio de San Juan: “la verdad nos hace libres y el amor nos hace esclavos”. La libertad liberada, en efecto, la más auténtica, nace del don de sí amoroso al prójimo. Ahora bien, esto sólo es posible con el entrenamiento espiritual de las virtudes: sólo puede darse quien se posee. La frase “ama y haz lo que quieras”, en efecto, resultaría incomprensible pronunciada en el piso 1.
Del mismo modo, en la Orden sometemos a un proceso de maduración nuestra conciencia, en el 1º grado trabajamos desbastando nuestra piedra bruta recuperando de los valores humanos aprendidos desde nuestro nacimiento, dejándolo preparado para pulirla en el 2º grado mediante la reafirmación de los mismos y su consolidación en el Magisterio con la práctica del Amor Fraternal en toda su dimensión, toda vez que en el confluyen todas las virtudes y valores; por lo tanto lo mencionado aquí no debería quedar solo en el pensamiento, debería ser parte de nuestro accionar en el día a día, deberíamos interiorizarlos como los Pitagóricos para poder irradiar luz a los que nos permiten escucharnos.
Finalmente una de las divisas iniciáticas de los grados filosóficos del R:.E:.A:.A:. es Ordo ab Chaos y en mi opinión el punto de partida es poniendo en orden nuestra CONCIENCIA.
Vall:. de Lima, 30 de Enero del 2012 e:.v:.