Por H.: Antonio Palomo-Lamarca
Minnesota-EEUU
El mayor milagro de la existencia es la Vida misma, y el mayor misterio: la Muerte. Las ceremonias Masónicas revuelven su ser en torno a estos dos temas—como la misma Tierra revuelve su órbita alrededor del Sol. Lléveme el Diablo si yo intentara resolver tamaño Misterio—el cual es la Divinidad misma envuelta en por Su misma Obscuridad. Y, es que, en realidad, la Divinidad es Luz rodeada de Obscuridad—siendo en esa obscuridad donde nada nuestra ignorancia. La vida es más simple de lo que pensamos, y sin embargo, es bien complicada—contradictorio. Es, pues, el reino de la contradicción lo primero que descubrimos en la escalera del Conocimiento, esa escalera de Jacob que el iniciado Masón decide andar. Ese reino se prepara en el primer peldaño, el más complejo, y el más decisivo. Es ahí donde aprendemos que Dios es tanto el Bien como el Mal, y que su Odio es su Amor al mismo tiempo. Es ahí donde aprendemos nuestra propia vulnerabilidad, nuestra propia humanidad. Es ahí, por ende, donde reconocemos que somos aprendices en las manos de un Supremo Maestro. La misma palabra “dios” ha sido tan dañada, mal-usada y ultrajada, que es casi imposible re-definirla de nuevo. Para cada persona el tema teológico significa algo distinto, no es como cuando decimos “mesa” o “perro,” y todo el mundo piensa exactamente en lo mismo. Y, esto ocurre porque se trata de un concepto y no de un objeto. Pero la mente humana es bien peculiar, tan peculiar que difiere de un ser humano a otro. Así, nos afanamos por encontrar una objetivización de ese concepto tan manoseado: Dios. Los antiguos se hospedaban en la imagen de Dios bien en el Sol, en el Viento, en el Mar, y así sucesivamente; empero, el Cristianismo introdujo algo relativamente nuevo: la imagen de un dios tri-partito bajo la forma humana. Por otro lado, había copiado el objeto teológico de los Egipcios, y de los Romanos: formalizar la imagen divina en carne terrena. Dios pasa a ser hombre, se hace hombre experimentando la propia miseria y vulnerabilidad que nos caracteriza. Que sea o no sea Dios, que sea o no sea una persona con poderes, eso, no nos compete ahora mismo. El faraón llegó a ser un dios, al tiempo que el César era una divinidad en distintas investiduras políticas—como el conocido caso de Calígula y Nerón, entre otros. La ciencia ha demostrado la minuencia estricta de aquello que podríamos denominar “dios.” En mi opinión, nada puede igualar al simbolismo pagano—del cual la misma Masonería se nutre. La misma serpiente de Esculapio se entrona en la forma del DNA, como si la divinidad misma quisiera abrise paso desde la Obscuridad que le envuelve. Los símbolos son vitales para la interpretación del Universo—como las nubes lo son para la formación de la lluvia. Por ello, la ciencia posee también su típica mitología, la cual ni es mayor, ni menor tampoco, que aquella que los antiguos usaron. Para mí, el Universo mismo es mítico, y nosotros, los humanos, somos los actores de ese gran mito. En lo que a mí respecta, que ni Cristo ni Apolo existieron como personas reales no cabe duda—pero de que existe toda una simbología detrás de sus figuras, de eso tampoco cabe duda. En la Masonería se usan tanto la figura de Cristo, como la de Apolo y de la mitología Griega—no sólo la mitología sino la arquitectura también. Mi visión es bien simple: el hecho de que una persona crea en Cristo no le hace “cristiano,” del mismo modo que por el mero hecho de que juguemos a la pelota eso no nos hace “futbolistas.” Me gustaría hacer un pequeño hincapié en esto, pues la Masonería ha sido confundida, a veces, con una especie de Cristianismo. No es así. El Masón respeta todas las religiones y credos, y aunque siga una fe jamás la elevará por encima de otras. Existe Masones que van a la iglesia al igual que los hay que van al fútbol. Cada pueblo posee sus Masones, y estos posee la fe típica que posee, a su vez, ese pueblo. Sin embargo, hay una serie de Masones, entre los cuales me incluyo yo mismo, que no aceptan ningún credo, que no tienen religión, que ni van a la iglesia (ni al fútbol!) respetando todos los credos y todas las religiones.
Con esto paso a un segundo tema: la Masonería ni es religión, ni terapia tampoco. La Masonería es un sistema espiritual y moral, anclado en una simbología ritualística cuya historia se pierde entre los confusos lindes de la Historia. Esta quiebra entre religión y espiritualidad se acentuó sobremanera cuando el H:. Anderson en 1723 dictó, copió o transplantó sus Charges dentro de su libro sobre las Constitutions. Estas forman lo que tradicionalmente se han denominado “linderos” o landmarks de la Francmasonería. En la lengua inglesa, landmark significa, literalmente, “marca de la tierra,” en el sentido de marcar, o mejor dicho, de-marcar los límites de un condado, de un pedazo de tierra. En nuestro caso, pues, lo que se está delimitando son los límites de la Francmasonería, es decir, aquello que incluye su reino, o su tierra. Las Constitutions de James Anderson (1680-1739), fueron directamente supervisadas por el entonces Gran Maestro Jean Theophile Desaguliers (1683-1744), científico de influencia newtoniana y profesor de Filosofía Natural que investigaba la electricidad, y también por George Payne, Gran Maestro también que fue. Ambos pertenecieron a la Gran Logia de Londres que se fundó el 24 de Junio de 1717. La primera edición de las Constitutions se condensa en 1723, mientras que la segunda nos viene de la mano del año de 1738. Entre 1717 y 1723 el Tercer Grado, aquel de Maestro, se forma—el cual había sido inexistente con anterioridad. Con ello, queda constancia que el siglo XVIII fue una centuria llena de tensiones dentro de la Fraternidad, y que, no sólamente hubo divisiones, sino modificaciones también dentro de la ritualística masónica. En realidad, ¿qué se introduce con el H:. Payne y el H:. Anderson dentro de la Francmasonería? Esta pregunta cabe dentro de todo un libro, pero para abreviarla hemos de preguntar: ¿qué se modifica con las Constitutions?
En primer lugar, hay que explicar el hecho de que la formalidad de tener una serie de “reglas” dentro del gremio albañil era bien antiguo—gremio al cual llamaremos siguiendo la tradición bajo el nombre de Masonería operativa. Susodicha Masonería poseía ya reglamentos que nos vienen desde el siglo XII-XIII, y me refiero concretamente al Manuscrito Regio o de Halliwell que data del año aproximado de 1390. Lo que forma es un conjunto de reglamentos que han pasado a ser conocidos como “viejos cargos” (old charges) y que comprometen lo que más tarden llegan a ser las modernas Constitutions con sus landmarks o linderos. Existen otros manuscritos del mismo período y que entran a formar parte de la historia masónica: el Manustrito de Estrasburgo (1459 aprox.), el Manuscrito de Krause—más conocido como las “Constituciones de York” y que se supone el más viejo aún cuando no poseemos el original (926 AC)—las Ordenanzas de Turgau (1462), entre otros. Todos estos documentos literarios poseen el germen del origen de la Fraternidad, la cual se escinde en el siglo XVII en dos sectores: los Modernos, y los Antiguos Masones. Ahora bien, “antiguo” no quiere decir aquí que ellos fueran realmente “albañiles,” sino que acataban las antiguas ordenanzas, regulaciones y rituales que hasta entonces se habían conservado referente a la Francmasonería.
La autoría de Anderson no es sino su función como recopilador. El inaugura lo que se ha tomado por Masonería especulativa—en contraposición a la Masonería operativa. En primer lugar, he de puntualizar que mason en inglés significa “albañil,” y por ende, masonry—nuestra “masonería”—significa “albañilería.” Ahora, como todo el mundo sabe, un albañil es un individuo que trabaja en la construcción, elevando casas, chimeneas, paredes, etc., y, es esto lo que se ha denominado, en nuestra fraternidad, Masonería operativa. Estos operarios son los que tradicionalmente se han pensado ser el origen de la moderna Masonería, los cuales se reunían en tiendas montadas frente a sus trabajos, y allí mantenían las reuniones. De esto se ha escrito y comentado mucho, y tiene tanto de verdad como de leyenda. El H:. Henry Carr ya apuntó en la década de 1960 que la Masonería moderna era heredera directa de aquella que fuere operativa. Por un lado, existen muchos puntos de unión, muchas coincidencias, y bien se podría establecer un contacto entre ambas; sin embargo, por el otro lado, he de decir que no hay mucho en común, excepto el nombre. Si le decimos a un físico nuclear que su ciencia deriva de los electricistas, o a un cirujano que su arte deriva de los carniceros, muy probablemente nos miraría con cara de asombro. Esa posibilidad, aunque extraña, ha de ser seria y racionalmente considerada. El hecho de que existan coincidencias no implica que esten relacionadas, y menos aún que la una provenga de la otra, al estilo evolucionista como ya indicó el H:. Richard Stainton Sandbach—aunque su teoría no es del todo desarcertada. Efectivamente, existe una coherencia social en todo movimiento o fluctuación histórica, y si se desea ver esto con unos lentes darwinianos no es para nada una barbaridad. Tanto la realidad histórica como la biológica han demostrado cómo de sensata y verdadera la teoría darwinista es—una teoría esencial para la comprensión de la vida natural. Y dije “vida natural,” pues la vida espiritual es lo que compete a la Masonería.
El ámbito espiritual de la Masonería se recoge en los landmarks de la manera más abreviada y simple posible. Ni por exceso ni por defecto fueron así construídas. El libro, per se, constituye dos bloques: uno dedicado a los landmarks o Charges, y el otro dedicado a las “regulaciones” (regulations). El conjunto de ambos es lo que constituye el Libro de las Constituciones de la Gran Logia de Londres, fundada en 1717. El conjunto de ambos se basó e inspiró en aquellos escritos medievales que se inscribían a sí mismos en las páginas de los estatutos del gremio de los albañiles; entre ellos, y el más famoso e influencial, el ya mencionado Manuscrito de Halliwell.
Pero, ¿qué nos proporciona los landmarks como Masones? Esta pregunta es difícil de contestar, pues, en realidad, cada persona es diferente y sus ojos muy bien pueden repararle distintas interpretaciones sobre aquello que lee o memoriza. Quien quiera que fuere el verdadero autor de estos, tanto si Payne, Desaguliers o el mismo Anderson—pues en verdad no lo sabemos—dicha persona intentó hacerlos lo más simple y uniformes posible. Por “simpleza” me refiero al hecho de que puedan ser leídos y comprendidos de un simple plumazo, sin caer en mal-entendidos ni en falsas interpretaciones. Por uniforme, me estoy refiriendo al hecho de que sean válidos tanto para el año de 1717 como para aquel de 1909 o para nuestro día del 2006. Esta universalidad es lo que caracteriza a la Francmasonería, y al Masón par excellence. Un universalismo que está por encima de todas las culturas, religiones y épocas. Una universalidad que ha de ser eterna y a-temporal. Esta misma universalidad es lo que el filósofo Immanuel Kant llamó ley moral, y que es la misma que el Masón lucha por seguir.
Sin embargo, existen diversas incosistencias. Hay puntos que los Charges emite en un sentido a-temporal, mientras otros han de ser comprendidos dentro, y sólo así, de un determinado contexto social e histórico. Deseo pasar ahora analizar filosóficamente el sentido de los landmarks masónicos, los cuales son llamados con el nombre de “cargos” (charges) en el libro de las Constitutiones o Constitutions:
1- Primero tenemos aquel que se refiere a Dios y a la religión; ambas centrales realidades en la vida del hombre y de la mujer. Realidades que no sólamente el Masón disecciona, sino que el filósofo ha estado obsesionado con ellas durante todo el curso de la Historia. Se les llama a todos estos “cargos” bajo el nombre de “antiguos” (ancients) no ya porque pertenezcan al año de 1390, sino porque son tan antiguos como la humanidad misma; porque el respeto por el prójimo y el amor fraternal es tan antiguo como el primer hombre, y porque este conocimiento existió desde el mismo momento en que Dios o los dioses crearon al primer homínido. La razón no nos hace más importantes que un pájaro, o que un león, o que una rata; sólo nos hace diferentes. Sin embargo, la diferencia no nos cualifica para ser “mejores,” sino distintos. Nuestra alma es la misma que la del animal, como el agua que rellena un vaso de plástico y aquella que rellena una vasija de oro: el agua es la misma pero el contenedor es diferente. En la mitología Egipcia todos los dioses poseen características animales; en el libro del Génesis Dios crea primero a los animales y les infunde un espíritu, pero es al hombre a quien le infunde Su espíritu soplándole a través de las ventanas de las narices. Este detalle podría someterse a sí mismo a todo un libro y a todo un conjunto de subservientes debates teológicos—de lo cual no puedo encargarme ahora mismo. Los antiguos Griegos pensaban en el reino animal y el vegetal como incluso más divinos que el hombre mismo—quien los había usado. Las tribus “primitivas” poseen el convencimiento de que los animales son tan racionales como el hombre, que poseen su vida interior al igual que el ser humano. Empero, nuestra civilización europeizante ha exterminado eso—pero el verdadero Masón no ha formado parte de tal exterminio. Hemos confundido la razón con la soberbia. Hemos olvidado que la razón es sólo una herramienta, y que la soberbia es un ataúd—el mismo en el cual el iniciado Masón es puesto y del cual es resucitado. Pues, en el libro del Génesis se habla como el hombre muere por soberbia, y cómo esta soberbia le separa de los dioses. Y digo “dioses” porque la palabra Hebrea elohim es tanto singular como plural. El primer “cargo” nos obliga a seguir la ley moral, a obeceder los dictados que fueron dados al primer hombre—dictados a-temporales. Se pide ser ni ateísta, ni libertino—ambos cantos superficiales de la soberbia. A continuación, se establece el patrón fundamental por el cual los “antiguos” Masones quedaron separados de los “nuevos”: la religión Cristiana. Mientras el Cristianismo había formado parte de la logia Masónica—al menos en cuanto a simbología se trata—ahora los “nuevos” Masones dicen que la religión es totalmente irrelevante al objeto esencial de la Masonería, es decir, que ha de ser un asunto privado, personal, y que cada iniciado ha de seguir aquella religión que más le apele, o la cual su país de pertenencia le haya inculcado, pues, lo importante es el estar de acuerdo en aquella Religión en la cual todos los hombres convergen. Esta Religión, no es la Masonería, sino la ley moral; o sea, el respeto por el prójimo, el amor entre los seres humanos, la lucha por un futuro mejor, etc… Geométricamente, esta Religión es un círculo cuyo centro es la Masonería. Y, son los hombres, cogidos de la mano, los que garantizan la fortaleza y contundencia de tal figura perfecta sin principio ni fin: el círculo. En Latin circulus significa “anillo,” pero no el que se lleva en el dedo, sino que el que engloba circularmente una materialidad. Para Euclides el círculo, κύκλος, es una figura de dos dimensiones, distinta de la esfera. Nos dice Euclides que se trata de una figura “plana,” la cual se determina por mediación de una línea que se le denomina circunferencia—y que nosotros llamamos “radio.” Todas estas líneas o radios son iguales las unas a las otras, al igual que los hombres que forman el círculo de la existencia. Dentro de este círculo la consciencia de Dios no es lo que caracteriza al ser humano, sino la consciencia de sí mismo. Esta consciencia del ser le dice que todos los hombres son iguales, y que las exteriorizaciones no son sino una especie de apariencia que complementa a la vida interior. El círculo formó una parte muy importante de la mística Antigua; el sistema de Ptolomeo establecía los movimientos planetarios mediante un sistema de círculos de movimiento retrogrado o epiciclo, cuyo centro es la Tierra.
Mediante esta consciencia de sí mismo el hombre o mujer se reconoce en sociedad y en relación con los otros seres que les rodea. Mediante esta consciencia de sí mismo crea las ciencias y las artes; una consciencia que está presente, grosso modo, hasta en el mismo átomo. La pregunta sobre si un animal es consciente o no, es completamente superficial y estúpida. La pregunta de si un animal experimenta la consciencia del mismo modo que un ser humano es más precisa y útil. Podemos comer carne con salsa o a secas, la carne sigue siendo la misma, pero el modo en que se aderece es distinto; más aún, el paladar de cada persona es sobremanera más diferente. No hay dos gatos que sean iguales, excepto por las reglas etológicas que gobiernan su comportamiento; los hay más cariñosos y los hay muy ariscos. Hay perros ladradores, y perros que te lamen. Pero todos posee un sistema de consciencia que les llevan a hacer tal cosa. El hombre es aún más complicado; es el animal más complicado del globo terrestre. No hay dos seres humanos iguales, sus cuerpos se parecen, pero sus consciencias poseen estratificaciones a tan distintos niveles que se podría edificar una sola ciencia para estudiar un simple hombre. Las reglas generales etológicas no se aplican al reino animal Sapiens; al contrario que el resto de los animales el hombre posee la capacidad de falsificar sentimientos, de sonreír cuando desea llorar, y viceversa. Cuando un perro ladra, nos odia; cuando un hombre nos sonríe nunca estamos seguros.
2- El segundo punto de los “cargos” nos lleva a esta auto-consciencia a que me he estado refiriendo: la vida en sociedad; una vida que tiene sus puntos genéricamente políticos. Una vida que nos lleva de un lado para otro casi volviéndonos locos. Este punto se centra en los poderes civiles y del Estado, en cómo un Masón ha de comportarse en sociedad y en torno a su país. Ha de ser pacífico, sin estar metido en conspiraciones o complots, contribuyendo al honor de la Fraternidad. Todo esto es cierto, encomiable y masónico en su esencia; sin embargo, la Francmasonería ha formado parte de grandes revoluciones sociales, tanto políticas como científicas. Dos acontecimientos, especialmente, vienen a nuestra mente: la Revolución Francesa (1789), y la Comuna de París (1871). Este es un apartado que necesita toda una tesis doctoral si se desea abordar académica y racionalmente. Los puntos históricos de referencia son multitudinarios, los ejemplos, sorprendentes y, las aportaciones de los distintos sistemas gubernamentales nos sorprenden detrás de la caricatura de cada bandera. No deseo entrar en disquisiciones políticas, pues sería, como digo, muy largo de contar y, no forma parte de este artículo. Figuras apabullantes e indecentes como la de Pinochet saltan a nuestra vista con sus lazos con la Fraternidad; un hombre que, se dice, sólo se hizo Masón para usar la Masonería como escalera de influencias hacia rangos más elevados; un hombre que sin mira alguna traicionó no sólo a un país y un amigo Masón llamado Salvador Allende, sino que monstruosamente escupió sobre los principios mismos de la Francmasonería. Sólo he de añadir que cada cual posee una consciencia, y que con ella entró por las dos columnas que defienden el Templo, y que con ella llamó a la puerta, y que con ella se arrodilló ante Su Creador. El resto es silencio…
3- Ahora se considera el concepto de logia; tal conocimiento se tenía desde antiguo, desde que los pasados albañiles se reunían en sus campamentos en forma de gremios y usando ceremoniales específicos pertenecientes a los mismos. El H:. Anderson nos indica que una logia es un lugar de encuentro, es decir, el lugar de encuentro de los Masones, donde se reúnen para trabajar, para dialogar, para acceder a la fraternidad que los une bajo el techo de unas leyes Masónicas que pertenecen a cada logia en particular, y la Gran Logia en general. Aquellos Masones, nombrados como tales, han de ser de buena reputación y costumbres sociales, ni viciosos, ni esclavos del vicio, nada de inmorales, y varones—lo cual era preciso de aquel tiempo y no sería aplicable al nuestro. En ese aspecto, deseo de expandirme un poco más. La mujer es tan digna de la Masonería como el hombre mismo, más aún, su calidad femenina de cualifica como más apta a aceptar y comprender los Misterios de la Masonería que aquella del hombre. La mujer, per se, es sentimental; mientras que el hombre, per se, es pasional. Cuando el hombre capta, acepta y comprende los Misterios Masónicos no lo hace con su lado masculino, sino con el femenino, pues, es el lado femenino el que nos lega la Sabiduría. Los antiguos Griegos sabían que la diosa y esencia del Conocimiento era una mujer, hija de Zeus: Atenea—la Minerva de los Romanos. Esta conceptualización entre sabiduría y feminidad no fue gratuita, sino producto mistérico de los conocimientos de la época. El Cristianismo, con su esencia machista, exterminó tal conceptualización, y la substituyó por la mujer como “responsable del pecado,” la “bruja,” la “prostituta,” pues la Iglesia misma consideraba a la mujer como una especie de demonio encarnado cuya misión era tentar al hombre a través de los placeres de la carne. Es una verdadera pena, y una vergüenza al mismo tiempo, que la Masonería, con toda su pompa de Igualdad, Fraternidad y Libertad, excluyera tan grotesca y descaradamente a la mujer. Jamás he aprobado esto, y jamás lo aprobaré. La Igualdad comprende TODO el cuerpo, no sólo desde la cintura para abajo! Tanto la mujer como el hombre son dignos de la Masonería; ahora, la cuestión es, si la Masonería es digna de ellos. Otro punto lamentable que la Masonería no sopesó ni atendió debidamente en aquella época fue el referente a la esclavitud. Mientras la Masonería condenaba la esclavitud y el tráfico de esclavos, por otra parte, se pedía que aquella persona que fuere aceptada en la logia había de ser “libre,” es decir, que no fuera un “esclavo.” Este desencanto es vibrante y no podemos volver la página de la historia cuando nos lo encontremos, sino que hemos de ser críticos y aceptar los hechos tal y como son. Evidentemente, aquellos que se acepten dentro de la Fraternidad han de poseer la mayoría de edad, pero eso tiene nada que ver con delimitaciones sociales, sexuales, o menos aún políticas. Como se puede preveer todas estas nociones han ido cambiando con la vida misma. Las revoluciones sociales, socialistas en esencia, los nuevos adelantos científicos, con el Darwinismo a la cabeza, y la apertura de fronteras, al Oriente en particular, han contribuído, a largo plazo, a la modificación de aquellas leyes, reglamentos, o incluso “linderos” que se consideraban ex catedra dentro de la Francmasonería misma. Es inútil pensar, sugerir, o incluso intentar, que ciertos caracteres permanezcan inmóviles por el resto de la historia. Una de las características principales del landmark es crear, o aportar, una información se supone es intrínseca no ya la Masonería en cuestión, sino a la humanidad en respuesta. Huelga decir que el amor al prójimo, el respeto por lo ajeno, el amor por la sabiduría, etc, podrían ser valorados como hardcore landmarks; sin embargo, el tema de las mujeres y otros muchos, no han sido jamás verdaderos landmarks ni lo serán jamás. Con esto en vista, la logia es el lugar donde los “linderos” se hacen carne, simbolizados por cada Masón que implanta su consciencia allí dentro. Una vez que se cruza las dos columnas de la entrada, el Masón ha der consciente de que no posee ni patria, ni dios, ni sexo—divisiones maléficas que siempre han dividido a la humanidad. En la patria va incluído el concepto político que cada cual le adscribe; es repugnante ver como ciertas logias mantienen una bandera nacional, cuando en realidad, eso supone una daga en el mismo corazón de la Masonería. Una vez dentro de la logia, estamos en un mundo distinto, fuera del normal, en otra realidad cósmica, en un “reino” donde no existen ni dioses, ni credos, ni políticas, ni banderas, ni divisiones sexuales. Ese, y ahí mismo, es el sentido íntimo de la Igualdad. Dios es un Ser con muchas caras, y cada cultura ve una distinta. La logia es un lugar universalista y cosmopolita. Universalista, porque acepta cada credo. Cosmopolita, porque acepta cada país. Pero la logia, aunque esté sentada en el piso de un pueblo, no pertenece a ese pueblo, sino a la Humanidad entera. El dios de la logia es el dios de toda la Humanidad, la esencia creadora y no-creada, la misma que recibe miles de nombres y miles de esculturas en toda la faz de la Tierra. Otra de las malas-costumbres que ciertas logias acarrean es el poner la Biblia como monumento principal. Si la logia es universalista, no debería de tener preferencia por un libro en lugar de otro. En los Estados Unidos este libro se pone sobre un altar en el centro de la logia; en Inglaterra, suelen ponerlo no en el centro, sino cercano al lugar donde el Venerable se sienta. Hay logias que usan el Korán—dependiendo de la localización de estas. En mi opinión, esto es algo que tarde o temprano irá cambiando, al igual que la cuestión de la admisión de la mujer dentro de la Masonería afortunadamente cambió, y ahora, tenemos mujeres Masonas. El patriotismo es el peor veneno para la Masonería.
4- La próxima puntualización se refiere a los Maestros de Logia; estos han de ser nombrados basándose primordialmente en el mérito personal, independientemente de la antiguedad que posean como Masones. Este punto se contradice con lo que, parece ser, esta misma Logia de Londres hizo en el año de 1717, pues al reunirse en la Taberna Apple-Tree nombraron al Hermano Anthony Sayers Gran Maestre, quien era el Masón de más antigüedad en el momento. A continuación se recupera y garantiza que cuando se acepte un aprendiz, este ha de ser no cojo, ni manco, ni sostener defecto corporal alguno, punto que ya el Manuscrito de Halliwell de 1390 propone. También, el aprendiz ha de ser hijo de padres con buena reputación. Aquí deseo hacer la siguiente crítica: es totalmente contra la Masonería el rechazar a una persona por el simple hecho de que esta posea algún tipo de desabilidad corporal, siendo el único inconveniente la realidad de la enfermedad mental. Por razones obvias, ni una persona con retraso mental, ni otra en un estado psicótico podrían ser nombradas Masones. Este punto es comprensible, sin embargo, aquel referente a la patología de la anatomía exterior es simplemente absurdo. ¿Cuál es el origen y sentido de tal punto? En primer lugar, he de comentar que tal postulado es del siglo XIV, y en específico, se alarga hasta el siglo IX. Como ya comenté con anterioridad, la Masonería Especulativa es una cosa, y la Masonería Operativa, o albañilería, es otra bien distinta. Muchos estudiosos, entre ellos el H:. Carr, creen que la primera desciende directamente de la segunda—de esto, mucho puede debatirse. Lo que no es debatible es que para ser albañil uno ha de poseer los brazos completos, y también las piernas. Los gremios de aquellos entonces, tanto de carpinteros, como de albañiles, deseaban y exigían que los aprendices no tuvieran defectos corporales, por la misma razón de que no podrían ser lo suficientemente útiles, ni para trabajar ni para aprender, que aquella persona que tuviera el cuerpo completo. Lo interesante es que en los Charges de 1717, o lo que nosotros hemos entendido como landmarks, este punto se deja como tal, se conserva y ni siquiera se cuestiona su validez.
5- El Masón ha de ser trabajador, no un ocioso hombre sin interés ni industria. Por ello, ha de trabajar durante la semana y descansar en los días designados en su país para el descanso—días que son de fiesta nacional o de devoción religiosa. Los Masones, nos dice, han de esquivar todo lenguaje odioso y pernicioso, estando obligados a ser corteses, especialmente dentro del techo de la logia. Ahora, en el siguiente párrafo, se establece, una vez más, la analogía con el gremio albañil, donde se nos dice que el Maestro, siendo inteligente, no aceptará más trabajo de aquel que bien pudiere llevar a cabo, y que tanto al oficial o compañero, como al aprendiz les pagará justa y debidamente. Es interesante resaltar lo siguiente: en la version Inglesa, para Maestro se usa la palabra Master, pero este Maestro trabaja para un Señor, o Lord, el cual requerirá que los servicios sean tan exquisitos como llevados a cabo con precisión. La cuestión ahora nos viene dada de la siguiente forma: ¿en qué labores como albañil alguien como el H:. Anderson podría estar envuelto, teniendo presente que él era un pastor de iglesia y un hombre de Univerdad y Colegio? ¿En qué labores de albañilería y para qué Señor podría trabajar el Duque de Montagu quien hacia el 1724 era Gran Maestre de esta Gran Logia de Londres? ¿A qué Señor podría servir en trabajos de albañilería el profesor Desaguliers, un hombre interesado en la física de la electricidad y maestro de Filosofía Natural en la Universidad de Londres?
Traducido al castellano, el párrafo que deseo proponer es este: “Tanto el Maestro como los Masones (albañiles) recibiendo sus pagas justamente, serán leales al Señor, y con honestidad finalizarán el trabajo, bien como Tarea, bien como Viaje, ni pondrán el Trabajo como Tarea que ha sido designado como Viaje.” Este interesante pasaje ha de ser interpretado simbólicamente, pues de otro modo es totalmente absurdo. Como ya digo, no creo yo que el Duque de Montagu arrimara muchas piedras, o llevara muchas carretillas de mezcla, etc.., y menos aún Anderson quien ganaba sus hogazas de pan predicando en una humilde iglesia. Existe un modo esotérico y metafórico de interpretar esto. El tema del “viaje,” es una metáfora, un símbolo, al igual que el símbolo de la peregrinación lo fue en la Edad Media. El camino hacia el Conocimiento, comienza con una iniciación mística, con un punto-de-partida, y es, este punto de partida, el comienzo de un peregrinar, de un viaje. En este viaje es uno mismo el maestro de sus pasiones, de sus tensaciones, de sus virtudes y de sus propios vicios; al tiempo que, uno mismo sirve a un maestro superior, o sea, a un Señor. Este Ser Elevado no es de carne y hueso—aunque bien pudiera ser interpretado así, como un señor feudal—sin embargo, se trata de una metáfora mística e iniciática para designar aquella realidad superior a la cual servimos con nuestra alma. Con ello, todos los hombres son iguales, pues tanto el duque como el carpintero realizan el mismo viaje a cargo del mismo Señor.
6- El comportamiento, el modo en que nos relacionamos con nuestros hermanos, y con aquellos que se encuentran en nuestras vidas, es otro punto a considerar. Dentro la de la logia el Masón no tendrá conversaciones privadas, o reuniones privadas una vez que el Maestro haya abandonado el área. El Masón mostrará respeto a la solemnidad de la Logia. Una vez que la reunión de logia haya terminado, y los hermanos no se hayan retirado aún, sino que estén socializando, el Masón se comportará acordemente, es decir, se podrá bromear pero jamás se molestará a otro hermano, ni se le obligará a hacer algo por lo cual se muestre molesto, como comer o beber cuando no lo desee. Ante todo ha reinar la armonía. Las discusiones sobre religión y política han de evitarse, pues ante todo somos Masones, de una sola creencia y universalidad al mismo tiempo. Ese es un apartado interesantísimo, pues se ha ido introduciendo en algunas logias, especialmente en los Estados Unidos, el himno nacional al abrir la logia. Con ello, no sólamente se ha plantado allí la bandera del país, sino que también se le canta con todo el nacionalismo que eso conlleva. Huelga decir, que nada hay más anti-masónico que un comportameinto como tal. Como el H:. Anderson remarca en sus landmarks, que la logia es un lugar universal donde todas las lenguas y religiones, políticas y naciones convergen; es un espacio en donde la armonía humanitaria y fraternal ha de reinar por encima de todo y todos. Fuera de la logia, cuando los hermanos se reunan, la cortesía ha siempre de ser la regla, sin ridiculizar, pues como Masones todos viven en el mismo nivel. Frente a la presencia de extraños que no fueren Masones, uno ha de tener precaución con aquello que diga y juzge, y no dirá nada que comprometa los secretos de la Fraternidad. Referente a la propia casa del Masón y a su vecindad, uno ha de comportarse éticamente, sin permitir que los ajenos a la Fraternidad sepan nada concerniente a esta. Se evitará la glotonería y las borracheras, y ante todo jamás dejará de lado la propia familia de uno. En último lugar, cuando se conozca a un hermano Masón por primera vez, uno ha de asegurarse de que no sea un falso pretendiente, y si es un hermano aunténtico y genuino, uno ha de darle el mayor respeto y afabilidad, y si está en necesidades uno ha de ayudarle.
En conclusión, el H:. Anderson finaliza diciendo que todos estos puntos han de llevarse a cabo, y que con ellos habrá otros a los cuales nosotros mismos llegaremos por nuestra cuenta, otros puntos que nos serán comunicados de otra forma; sin olvidar que el amro fraterno es el “Cemento” y la “Gloria” de nuestra de Fraternidad: como todos los Masones han hecho desde el comienzo del Mundo y harán hasta el fin.
Con esto paso a un segundo tema: la Masonería ni es religión, ni terapia tampoco. La Masonería es un sistema espiritual y moral, anclado en una simbología ritualística cuya historia se pierde entre los confusos lindes de la Historia. Esta quiebra entre religión y espiritualidad se acentuó sobremanera cuando el H:. Anderson en 1723 dictó, copió o transplantó sus Charges dentro de su libro sobre las Constitutions. Estas forman lo que tradicionalmente se han denominado “linderos” o landmarks de la Francmasonería. En la lengua inglesa, landmark significa, literalmente, “marca de la tierra,” en el sentido de marcar, o mejor dicho, de-marcar los límites de un condado, de un pedazo de tierra. En nuestro caso, pues, lo que se está delimitando son los límites de la Francmasonería, es decir, aquello que incluye su reino, o su tierra. Las Constitutions de James Anderson (1680-1739), fueron directamente supervisadas por el entonces Gran Maestro Jean Theophile Desaguliers (1683-1744), científico de influencia newtoniana y profesor de Filosofía Natural que investigaba la electricidad, y también por George Payne, Gran Maestro también que fue. Ambos pertenecieron a la Gran Logia de Londres que se fundó el 24 de Junio de 1717. La primera edición de las Constitutions se condensa en 1723, mientras que la segunda nos viene de la mano del año de 1738. Entre 1717 y 1723 el Tercer Grado, aquel de Maestro, se forma—el cual había sido inexistente con anterioridad. Con ello, queda constancia que el siglo XVIII fue una centuria llena de tensiones dentro de la Fraternidad, y que, no sólamente hubo divisiones, sino modificaciones también dentro de la ritualística masónica. En realidad, ¿qué se introduce con el H:. Payne y el H:. Anderson dentro de la Francmasonería? Esta pregunta cabe dentro de todo un libro, pero para abreviarla hemos de preguntar: ¿qué se modifica con las Constitutions?
En primer lugar, hay que explicar el hecho de que la formalidad de tener una serie de “reglas” dentro del gremio albañil era bien antiguo—gremio al cual llamaremos siguiendo la tradición bajo el nombre de Masonería operativa. Susodicha Masonería poseía ya reglamentos que nos vienen desde el siglo XII-XIII, y me refiero concretamente al Manuscrito Regio o de Halliwell que data del año aproximado de 1390. Lo que forma es un conjunto de reglamentos que han pasado a ser conocidos como “viejos cargos” (old charges) y que comprometen lo que más tarden llegan a ser las modernas Constitutions con sus landmarks o linderos. Existen otros manuscritos del mismo período y que entran a formar parte de la historia masónica: el Manustrito de Estrasburgo (1459 aprox.), el Manuscrito de Krause—más conocido como las “Constituciones de York” y que se supone el más viejo aún cuando no poseemos el original (926 AC)—las Ordenanzas de Turgau (1462), entre otros. Todos estos documentos literarios poseen el germen del origen de la Fraternidad, la cual se escinde en el siglo XVII en dos sectores: los Modernos, y los Antiguos Masones. Ahora bien, “antiguo” no quiere decir aquí que ellos fueran realmente “albañiles,” sino que acataban las antiguas ordenanzas, regulaciones y rituales que hasta entonces se habían conservado referente a la Francmasonería.
La autoría de Anderson no es sino su función como recopilador. El inaugura lo que se ha tomado por Masonería especulativa—en contraposición a la Masonería operativa. En primer lugar, he de puntualizar que mason en inglés significa “albañil,” y por ende, masonry—nuestra “masonería”—significa “albañilería.” Ahora, como todo el mundo sabe, un albañil es un individuo que trabaja en la construcción, elevando casas, chimeneas, paredes, etc., y, es esto lo que se ha denominado, en nuestra fraternidad, Masonería operativa. Estos operarios son los que tradicionalmente se han pensado ser el origen de la moderna Masonería, los cuales se reunían en tiendas montadas frente a sus trabajos, y allí mantenían las reuniones. De esto se ha escrito y comentado mucho, y tiene tanto de verdad como de leyenda. El H:. Henry Carr ya apuntó en la década de 1960 que la Masonería moderna era heredera directa de aquella que fuere operativa. Por un lado, existen muchos puntos de unión, muchas coincidencias, y bien se podría establecer un contacto entre ambas; sin embargo, por el otro lado, he de decir que no hay mucho en común, excepto el nombre. Si le decimos a un físico nuclear que su ciencia deriva de los electricistas, o a un cirujano que su arte deriva de los carniceros, muy probablemente nos miraría con cara de asombro. Esa posibilidad, aunque extraña, ha de ser seria y racionalmente considerada. El hecho de que existan coincidencias no implica que esten relacionadas, y menos aún que la una provenga de la otra, al estilo evolucionista como ya indicó el H:. Richard Stainton Sandbach—aunque su teoría no es del todo desarcertada. Efectivamente, existe una coherencia social en todo movimiento o fluctuación histórica, y si se desea ver esto con unos lentes darwinianos no es para nada una barbaridad. Tanto la realidad histórica como la biológica han demostrado cómo de sensata y verdadera la teoría darwinista es—una teoría esencial para la comprensión de la vida natural. Y dije “vida natural,” pues la vida espiritual es lo que compete a la Masonería.
El ámbito espiritual de la Masonería se recoge en los landmarks de la manera más abreviada y simple posible. Ni por exceso ni por defecto fueron así construídas. El libro, per se, constituye dos bloques: uno dedicado a los landmarks o Charges, y el otro dedicado a las “regulaciones” (regulations). El conjunto de ambos es lo que constituye el Libro de las Constituciones de la Gran Logia de Londres, fundada en 1717. El conjunto de ambos se basó e inspiró en aquellos escritos medievales que se inscribían a sí mismos en las páginas de los estatutos del gremio de los albañiles; entre ellos, y el más famoso e influencial, el ya mencionado Manuscrito de Halliwell.
Pero, ¿qué nos proporciona los landmarks como Masones? Esta pregunta es difícil de contestar, pues, en realidad, cada persona es diferente y sus ojos muy bien pueden repararle distintas interpretaciones sobre aquello que lee o memoriza. Quien quiera que fuere el verdadero autor de estos, tanto si Payne, Desaguliers o el mismo Anderson—pues en verdad no lo sabemos—dicha persona intentó hacerlos lo más simple y uniformes posible. Por “simpleza” me refiero al hecho de que puedan ser leídos y comprendidos de un simple plumazo, sin caer en mal-entendidos ni en falsas interpretaciones. Por uniforme, me estoy refiriendo al hecho de que sean válidos tanto para el año de 1717 como para aquel de 1909 o para nuestro día del 2006. Esta universalidad es lo que caracteriza a la Francmasonería, y al Masón par excellence. Un universalismo que está por encima de todas las culturas, religiones y épocas. Una universalidad que ha de ser eterna y a-temporal. Esta misma universalidad es lo que el filósofo Immanuel Kant llamó ley moral, y que es la misma que el Masón lucha por seguir.
Sin embargo, existen diversas incosistencias. Hay puntos que los Charges emite en un sentido a-temporal, mientras otros han de ser comprendidos dentro, y sólo así, de un determinado contexto social e histórico. Deseo pasar ahora analizar filosóficamente el sentido de los landmarks masónicos, los cuales son llamados con el nombre de “cargos” (charges) en el libro de las Constitutiones o Constitutions:
1- Primero tenemos aquel que se refiere a Dios y a la religión; ambas centrales realidades en la vida del hombre y de la mujer. Realidades que no sólamente el Masón disecciona, sino que el filósofo ha estado obsesionado con ellas durante todo el curso de la Historia. Se les llama a todos estos “cargos” bajo el nombre de “antiguos” (ancients) no ya porque pertenezcan al año de 1390, sino porque son tan antiguos como la humanidad misma; porque el respeto por el prójimo y el amor fraternal es tan antiguo como el primer hombre, y porque este conocimiento existió desde el mismo momento en que Dios o los dioses crearon al primer homínido. La razón no nos hace más importantes que un pájaro, o que un león, o que una rata; sólo nos hace diferentes. Sin embargo, la diferencia no nos cualifica para ser “mejores,” sino distintos. Nuestra alma es la misma que la del animal, como el agua que rellena un vaso de plástico y aquella que rellena una vasija de oro: el agua es la misma pero el contenedor es diferente. En la mitología Egipcia todos los dioses poseen características animales; en el libro del Génesis Dios crea primero a los animales y les infunde un espíritu, pero es al hombre a quien le infunde Su espíritu soplándole a través de las ventanas de las narices. Este detalle podría someterse a sí mismo a todo un libro y a todo un conjunto de subservientes debates teológicos—de lo cual no puedo encargarme ahora mismo. Los antiguos Griegos pensaban en el reino animal y el vegetal como incluso más divinos que el hombre mismo—quien los había usado. Las tribus “primitivas” poseen el convencimiento de que los animales son tan racionales como el hombre, que poseen su vida interior al igual que el ser humano. Empero, nuestra civilización europeizante ha exterminado eso—pero el verdadero Masón no ha formado parte de tal exterminio. Hemos confundido la razón con la soberbia. Hemos olvidado que la razón es sólo una herramienta, y que la soberbia es un ataúd—el mismo en el cual el iniciado Masón es puesto y del cual es resucitado. Pues, en el libro del Génesis se habla como el hombre muere por soberbia, y cómo esta soberbia le separa de los dioses. Y digo “dioses” porque la palabra Hebrea elohim es tanto singular como plural. El primer “cargo” nos obliga a seguir la ley moral, a obeceder los dictados que fueron dados al primer hombre—dictados a-temporales. Se pide ser ni ateísta, ni libertino—ambos cantos superficiales de la soberbia. A continuación, se establece el patrón fundamental por el cual los “antiguos” Masones quedaron separados de los “nuevos”: la religión Cristiana. Mientras el Cristianismo había formado parte de la logia Masónica—al menos en cuanto a simbología se trata—ahora los “nuevos” Masones dicen que la religión es totalmente irrelevante al objeto esencial de la Masonería, es decir, que ha de ser un asunto privado, personal, y que cada iniciado ha de seguir aquella religión que más le apele, o la cual su país de pertenencia le haya inculcado, pues, lo importante es el estar de acuerdo en aquella Religión en la cual todos los hombres convergen. Esta Religión, no es la Masonería, sino la ley moral; o sea, el respeto por el prójimo, el amor entre los seres humanos, la lucha por un futuro mejor, etc… Geométricamente, esta Religión es un círculo cuyo centro es la Masonería. Y, son los hombres, cogidos de la mano, los que garantizan la fortaleza y contundencia de tal figura perfecta sin principio ni fin: el círculo. En Latin circulus significa “anillo,” pero no el que se lleva en el dedo, sino que el que engloba circularmente una materialidad. Para Euclides el círculo, κύκλος, es una figura de dos dimensiones, distinta de la esfera. Nos dice Euclides que se trata de una figura “plana,” la cual se determina por mediación de una línea que se le denomina circunferencia—y que nosotros llamamos “radio.” Todas estas líneas o radios son iguales las unas a las otras, al igual que los hombres que forman el círculo de la existencia. Dentro de este círculo la consciencia de Dios no es lo que caracteriza al ser humano, sino la consciencia de sí mismo. Esta consciencia del ser le dice que todos los hombres son iguales, y que las exteriorizaciones no son sino una especie de apariencia que complementa a la vida interior. El círculo formó una parte muy importante de la mística Antigua; el sistema de Ptolomeo establecía los movimientos planetarios mediante un sistema de círculos de movimiento retrogrado o epiciclo, cuyo centro es la Tierra.
Mediante esta consciencia de sí mismo el hombre o mujer se reconoce en sociedad y en relación con los otros seres que les rodea. Mediante esta consciencia de sí mismo crea las ciencias y las artes; una consciencia que está presente, grosso modo, hasta en el mismo átomo. La pregunta sobre si un animal es consciente o no, es completamente superficial y estúpida. La pregunta de si un animal experimenta la consciencia del mismo modo que un ser humano es más precisa y útil. Podemos comer carne con salsa o a secas, la carne sigue siendo la misma, pero el modo en que se aderece es distinto; más aún, el paladar de cada persona es sobremanera más diferente. No hay dos gatos que sean iguales, excepto por las reglas etológicas que gobiernan su comportamiento; los hay más cariñosos y los hay muy ariscos. Hay perros ladradores, y perros que te lamen. Pero todos posee un sistema de consciencia que les llevan a hacer tal cosa. El hombre es aún más complicado; es el animal más complicado del globo terrestre. No hay dos seres humanos iguales, sus cuerpos se parecen, pero sus consciencias poseen estratificaciones a tan distintos niveles que se podría edificar una sola ciencia para estudiar un simple hombre. Las reglas generales etológicas no se aplican al reino animal Sapiens; al contrario que el resto de los animales el hombre posee la capacidad de falsificar sentimientos, de sonreír cuando desea llorar, y viceversa. Cuando un perro ladra, nos odia; cuando un hombre nos sonríe nunca estamos seguros.
2- El segundo punto de los “cargos” nos lleva a esta auto-consciencia a que me he estado refiriendo: la vida en sociedad; una vida que tiene sus puntos genéricamente políticos. Una vida que nos lleva de un lado para otro casi volviéndonos locos. Este punto se centra en los poderes civiles y del Estado, en cómo un Masón ha de comportarse en sociedad y en torno a su país. Ha de ser pacífico, sin estar metido en conspiraciones o complots, contribuyendo al honor de la Fraternidad. Todo esto es cierto, encomiable y masónico en su esencia; sin embargo, la Francmasonería ha formado parte de grandes revoluciones sociales, tanto políticas como científicas. Dos acontecimientos, especialmente, vienen a nuestra mente: la Revolución Francesa (1789), y la Comuna de París (1871). Este es un apartado que necesita toda una tesis doctoral si se desea abordar académica y racionalmente. Los puntos históricos de referencia son multitudinarios, los ejemplos, sorprendentes y, las aportaciones de los distintos sistemas gubernamentales nos sorprenden detrás de la caricatura de cada bandera. No deseo entrar en disquisiciones políticas, pues sería, como digo, muy largo de contar y, no forma parte de este artículo. Figuras apabullantes e indecentes como la de Pinochet saltan a nuestra vista con sus lazos con la Fraternidad; un hombre que, se dice, sólo se hizo Masón para usar la Masonería como escalera de influencias hacia rangos más elevados; un hombre que sin mira alguna traicionó no sólo a un país y un amigo Masón llamado Salvador Allende, sino que monstruosamente escupió sobre los principios mismos de la Francmasonería. Sólo he de añadir que cada cual posee una consciencia, y que con ella entró por las dos columnas que defienden el Templo, y que con ella llamó a la puerta, y que con ella se arrodilló ante Su Creador. El resto es silencio…
3- Ahora se considera el concepto de logia; tal conocimiento se tenía desde antiguo, desde que los pasados albañiles se reunían en sus campamentos en forma de gremios y usando ceremoniales específicos pertenecientes a los mismos. El H:. Anderson nos indica que una logia es un lugar de encuentro, es decir, el lugar de encuentro de los Masones, donde se reúnen para trabajar, para dialogar, para acceder a la fraternidad que los une bajo el techo de unas leyes Masónicas que pertenecen a cada logia en particular, y la Gran Logia en general. Aquellos Masones, nombrados como tales, han de ser de buena reputación y costumbres sociales, ni viciosos, ni esclavos del vicio, nada de inmorales, y varones—lo cual era preciso de aquel tiempo y no sería aplicable al nuestro. En ese aspecto, deseo de expandirme un poco más. La mujer es tan digna de la Masonería como el hombre mismo, más aún, su calidad femenina de cualifica como más apta a aceptar y comprender los Misterios de la Masonería que aquella del hombre. La mujer, per se, es sentimental; mientras que el hombre, per se, es pasional. Cuando el hombre capta, acepta y comprende los Misterios Masónicos no lo hace con su lado masculino, sino con el femenino, pues, es el lado femenino el que nos lega la Sabiduría. Los antiguos Griegos sabían que la diosa y esencia del Conocimiento era una mujer, hija de Zeus: Atenea—la Minerva de los Romanos. Esta conceptualización entre sabiduría y feminidad no fue gratuita, sino producto mistérico de los conocimientos de la época. El Cristianismo, con su esencia machista, exterminó tal conceptualización, y la substituyó por la mujer como “responsable del pecado,” la “bruja,” la “prostituta,” pues la Iglesia misma consideraba a la mujer como una especie de demonio encarnado cuya misión era tentar al hombre a través de los placeres de la carne. Es una verdadera pena, y una vergüenza al mismo tiempo, que la Masonería, con toda su pompa de Igualdad, Fraternidad y Libertad, excluyera tan grotesca y descaradamente a la mujer. Jamás he aprobado esto, y jamás lo aprobaré. La Igualdad comprende TODO el cuerpo, no sólo desde la cintura para abajo! Tanto la mujer como el hombre son dignos de la Masonería; ahora, la cuestión es, si la Masonería es digna de ellos. Otro punto lamentable que la Masonería no sopesó ni atendió debidamente en aquella época fue el referente a la esclavitud. Mientras la Masonería condenaba la esclavitud y el tráfico de esclavos, por otra parte, se pedía que aquella persona que fuere aceptada en la logia había de ser “libre,” es decir, que no fuera un “esclavo.” Este desencanto es vibrante y no podemos volver la página de la historia cuando nos lo encontremos, sino que hemos de ser críticos y aceptar los hechos tal y como son. Evidentemente, aquellos que se acepten dentro de la Fraternidad han de poseer la mayoría de edad, pero eso tiene nada que ver con delimitaciones sociales, sexuales, o menos aún políticas. Como se puede preveer todas estas nociones han ido cambiando con la vida misma. Las revoluciones sociales, socialistas en esencia, los nuevos adelantos científicos, con el Darwinismo a la cabeza, y la apertura de fronteras, al Oriente en particular, han contribuído, a largo plazo, a la modificación de aquellas leyes, reglamentos, o incluso “linderos” que se consideraban ex catedra dentro de la Francmasonería misma. Es inútil pensar, sugerir, o incluso intentar, que ciertos caracteres permanezcan inmóviles por el resto de la historia. Una de las características principales del landmark es crear, o aportar, una información se supone es intrínseca no ya la Masonería en cuestión, sino a la humanidad en respuesta. Huelga decir que el amor al prójimo, el respeto por lo ajeno, el amor por la sabiduría, etc, podrían ser valorados como hardcore landmarks; sin embargo, el tema de las mujeres y otros muchos, no han sido jamás verdaderos landmarks ni lo serán jamás. Con esto en vista, la logia es el lugar donde los “linderos” se hacen carne, simbolizados por cada Masón que implanta su consciencia allí dentro. Una vez que se cruza las dos columnas de la entrada, el Masón ha der consciente de que no posee ni patria, ni dios, ni sexo—divisiones maléficas que siempre han dividido a la humanidad. En la patria va incluído el concepto político que cada cual le adscribe; es repugnante ver como ciertas logias mantienen una bandera nacional, cuando en realidad, eso supone una daga en el mismo corazón de la Masonería. Una vez dentro de la logia, estamos en un mundo distinto, fuera del normal, en otra realidad cósmica, en un “reino” donde no existen ni dioses, ni credos, ni políticas, ni banderas, ni divisiones sexuales. Ese, y ahí mismo, es el sentido íntimo de la Igualdad. Dios es un Ser con muchas caras, y cada cultura ve una distinta. La logia es un lugar universalista y cosmopolita. Universalista, porque acepta cada credo. Cosmopolita, porque acepta cada país. Pero la logia, aunque esté sentada en el piso de un pueblo, no pertenece a ese pueblo, sino a la Humanidad entera. El dios de la logia es el dios de toda la Humanidad, la esencia creadora y no-creada, la misma que recibe miles de nombres y miles de esculturas en toda la faz de la Tierra. Otra de las malas-costumbres que ciertas logias acarrean es el poner la Biblia como monumento principal. Si la logia es universalista, no debería de tener preferencia por un libro en lugar de otro. En los Estados Unidos este libro se pone sobre un altar en el centro de la logia; en Inglaterra, suelen ponerlo no en el centro, sino cercano al lugar donde el Venerable se sienta. Hay logias que usan el Korán—dependiendo de la localización de estas. En mi opinión, esto es algo que tarde o temprano irá cambiando, al igual que la cuestión de la admisión de la mujer dentro de la Masonería afortunadamente cambió, y ahora, tenemos mujeres Masonas. El patriotismo es el peor veneno para la Masonería.
4- La próxima puntualización se refiere a los Maestros de Logia; estos han de ser nombrados basándose primordialmente en el mérito personal, independientemente de la antiguedad que posean como Masones. Este punto se contradice con lo que, parece ser, esta misma Logia de Londres hizo en el año de 1717, pues al reunirse en la Taberna Apple-Tree nombraron al Hermano Anthony Sayers Gran Maestre, quien era el Masón de más antigüedad en el momento. A continuación se recupera y garantiza que cuando se acepte un aprendiz, este ha de ser no cojo, ni manco, ni sostener defecto corporal alguno, punto que ya el Manuscrito de Halliwell de 1390 propone. También, el aprendiz ha de ser hijo de padres con buena reputación. Aquí deseo hacer la siguiente crítica: es totalmente contra la Masonería el rechazar a una persona por el simple hecho de que esta posea algún tipo de desabilidad corporal, siendo el único inconveniente la realidad de la enfermedad mental. Por razones obvias, ni una persona con retraso mental, ni otra en un estado psicótico podrían ser nombradas Masones. Este punto es comprensible, sin embargo, aquel referente a la patología de la anatomía exterior es simplemente absurdo. ¿Cuál es el origen y sentido de tal punto? En primer lugar, he de comentar que tal postulado es del siglo XIV, y en específico, se alarga hasta el siglo IX. Como ya comenté con anterioridad, la Masonería Especulativa es una cosa, y la Masonería Operativa, o albañilería, es otra bien distinta. Muchos estudiosos, entre ellos el H:. Carr, creen que la primera desciende directamente de la segunda—de esto, mucho puede debatirse. Lo que no es debatible es que para ser albañil uno ha de poseer los brazos completos, y también las piernas. Los gremios de aquellos entonces, tanto de carpinteros, como de albañiles, deseaban y exigían que los aprendices no tuvieran defectos corporales, por la misma razón de que no podrían ser lo suficientemente útiles, ni para trabajar ni para aprender, que aquella persona que tuviera el cuerpo completo. Lo interesante es que en los Charges de 1717, o lo que nosotros hemos entendido como landmarks, este punto se deja como tal, se conserva y ni siquiera se cuestiona su validez.
5- El Masón ha de ser trabajador, no un ocioso hombre sin interés ni industria. Por ello, ha de trabajar durante la semana y descansar en los días designados en su país para el descanso—días que son de fiesta nacional o de devoción religiosa. Los Masones, nos dice, han de esquivar todo lenguaje odioso y pernicioso, estando obligados a ser corteses, especialmente dentro del techo de la logia. Ahora, en el siguiente párrafo, se establece, una vez más, la analogía con el gremio albañil, donde se nos dice que el Maestro, siendo inteligente, no aceptará más trabajo de aquel que bien pudiere llevar a cabo, y que tanto al oficial o compañero, como al aprendiz les pagará justa y debidamente. Es interesante resaltar lo siguiente: en la version Inglesa, para Maestro se usa la palabra Master, pero este Maestro trabaja para un Señor, o Lord, el cual requerirá que los servicios sean tan exquisitos como llevados a cabo con precisión. La cuestión ahora nos viene dada de la siguiente forma: ¿en qué labores como albañil alguien como el H:. Anderson podría estar envuelto, teniendo presente que él era un pastor de iglesia y un hombre de Univerdad y Colegio? ¿En qué labores de albañilería y para qué Señor podría trabajar el Duque de Montagu quien hacia el 1724 era Gran Maestre de esta Gran Logia de Londres? ¿A qué Señor podría servir en trabajos de albañilería el profesor Desaguliers, un hombre interesado en la física de la electricidad y maestro de Filosofía Natural en la Universidad de Londres?
Traducido al castellano, el párrafo que deseo proponer es este: “Tanto el Maestro como los Masones (albañiles) recibiendo sus pagas justamente, serán leales al Señor, y con honestidad finalizarán el trabajo, bien como Tarea, bien como Viaje, ni pondrán el Trabajo como Tarea que ha sido designado como Viaje.” Este interesante pasaje ha de ser interpretado simbólicamente, pues de otro modo es totalmente absurdo. Como ya digo, no creo yo que el Duque de Montagu arrimara muchas piedras, o llevara muchas carretillas de mezcla, etc.., y menos aún Anderson quien ganaba sus hogazas de pan predicando en una humilde iglesia. Existe un modo esotérico y metafórico de interpretar esto. El tema del “viaje,” es una metáfora, un símbolo, al igual que el símbolo de la peregrinación lo fue en la Edad Media. El camino hacia el Conocimiento, comienza con una iniciación mística, con un punto-de-partida, y es, este punto de partida, el comienzo de un peregrinar, de un viaje. En este viaje es uno mismo el maestro de sus pasiones, de sus tensaciones, de sus virtudes y de sus propios vicios; al tiempo que, uno mismo sirve a un maestro superior, o sea, a un Señor. Este Ser Elevado no es de carne y hueso—aunque bien pudiera ser interpretado así, como un señor feudal—sin embargo, se trata de una metáfora mística e iniciática para designar aquella realidad superior a la cual servimos con nuestra alma. Con ello, todos los hombres son iguales, pues tanto el duque como el carpintero realizan el mismo viaje a cargo del mismo Señor.
6- El comportamiento, el modo en que nos relacionamos con nuestros hermanos, y con aquellos que se encuentran en nuestras vidas, es otro punto a considerar. Dentro la de la logia el Masón no tendrá conversaciones privadas, o reuniones privadas una vez que el Maestro haya abandonado el área. El Masón mostrará respeto a la solemnidad de la Logia. Una vez que la reunión de logia haya terminado, y los hermanos no se hayan retirado aún, sino que estén socializando, el Masón se comportará acordemente, es decir, se podrá bromear pero jamás se molestará a otro hermano, ni se le obligará a hacer algo por lo cual se muestre molesto, como comer o beber cuando no lo desee. Ante todo ha reinar la armonía. Las discusiones sobre religión y política han de evitarse, pues ante todo somos Masones, de una sola creencia y universalidad al mismo tiempo. Ese es un apartado interesantísimo, pues se ha ido introduciendo en algunas logias, especialmente en los Estados Unidos, el himno nacional al abrir la logia. Con ello, no sólamente se ha plantado allí la bandera del país, sino que también se le canta con todo el nacionalismo que eso conlleva. Huelga decir, que nada hay más anti-masónico que un comportameinto como tal. Como el H:. Anderson remarca en sus landmarks, que la logia es un lugar universal donde todas las lenguas y religiones, políticas y naciones convergen; es un espacio en donde la armonía humanitaria y fraternal ha de reinar por encima de todo y todos. Fuera de la logia, cuando los hermanos se reunan, la cortesía ha siempre de ser la regla, sin ridiculizar, pues como Masones todos viven en el mismo nivel. Frente a la presencia de extraños que no fueren Masones, uno ha de tener precaución con aquello que diga y juzge, y no dirá nada que comprometa los secretos de la Fraternidad. Referente a la propia casa del Masón y a su vecindad, uno ha de comportarse éticamente, sin permitir que los ajenos a la Fraternidad sepan nada concerniente a esta. Se evitará la glotonería y las borracheras, y ante todo jamás dejará de lado la propia familia de uno. En último lugar, cuando se conozca a un hermano Masón por primera vez, uno ha de asegurarse de que no sea un falso pretendiente, y si es un hermano aunténtico y genuino, uno ha de darle el mayor respeto y afabilidad, y si está en necesidades uno ha de ayudarle.
En conclusión, el H:. Anderson finaliza diciendo que todos estos puntos han de llevarse a cabo, y que con ellos habrá otros a los cuales nosotros mismos llegaremos por nuestra cuenta, otros puntos que nos serán comunicados de otra forma; sin olvidar que el amro fraterno es el “Cemento” y la “Gloria” de nuestra de Fraternidad: como todos los Masones han hecho desde el comienzo del Mundo y harán hasta el fin.