Por el H:. Emilio Ruiz (USA).
¿Está viviendo la masonería sus mejores momentos en cuanto a implantación social o, por el contrario, está en plena crisis? A esta última tesis se adhieren buena parte de quienes, en el entorno anglosajón, están reflexionando sobre los hermanos masones. Pero también en el ámbito francés hay voces que tratan de apuntar en voz alta soluciones a una supuesta decadencia. Es el caso del libro Pour retrouver la parole (ed. La table ronde), de Alain Bauer, Roger Dachez, Bruno Etienne y Michel Maffesoli, que analiza causas y ofrece recetas para frenar la caída de la masonería en la consideración social. En España, sin embargo, hay quienes subrayan, como es el caso de Manuel Guerra -en su Diccionario enciclopédico de las sectas (4º ed.)- que si hay una época en que los gobernantes tengan una vinculación directa con la masonería, esa es la actual.
Para Pepe Rodríguez, autor de Masonería al descubierto (ed. Temas de hoy), “la crisis es muy importante y profunda dentro de la masonería de tradición inglesa o regular”. Lo es en España, pero también en Inglaterra, aunque allí se note menos ya que el número de masones y su imagen social está en las antípodas de lo que sucede en España. En ambos casos falla el modelo estructural y funcional de la masonería que se practica, que parece desfasada a muchos y no atrae a gente joven; concientes de este problema en la GLUI (Gran Logia Unida de Inglaterra) ya se han comenzado a dar discretos cambios para modernizar las estructuras y caminar hacia un cambio generacional”.
En España, el problema se vería agravado por “la mala imagen social que tiene la masonería por obra del franquismo sociológico y del nacionalcatolicismo, y por las muchas y profundas rencillas y errores que han debilitado a la GLE (Gran Logia de España) desde 1982 hasta hoy mismo (momento de gran tensión y de luchas internas que puede traducirse en una inminente escisión)”.
Para el historiador Ricardo de la Cierva, la crisis en el Reino Unido es evidente, ya que “en las primeras décadas del siglo XX, el 90% de los obispos anglicanos eran miembros de la masonería. Ahora no tienen ninguno. Y en buena medida se debe a que surgió un crítico, Walton Hannah, que publicó un libro que ha terminado resultando demoledor para las aspiraciones masónicas, y que demostraba que cristianismo y masonería no eran compatibles ya que ésta no era más que un simple revivir del gnosticismo antiguo. Aquel libro les hizo un daño tremendo. Hannah murió como sacerdote convertido al catolicismo en una oscura parroquia de Canadá”.
Si en las islas parece haber señales negativas, no es el caso, en opinión de Pepe Rodríguez, en la masonería liberal de tradición francesa, donde “las cosas van aparentemente mejor, con un modelo de masonería más moderno, democrático y atractivo. Pero su nivel de afiliaciones continúa siendo muy bajo, aunque haya obediencias que, en relación a su reducido número de miembros, están manteniendo un buen número de iniciaciones, incorporando a gente por debajo de los 40 años”.
La masonería española
La masonería española sí parece vivir momentos difíciles, ya que está “muy dividida y encastillada en sus propias obediencias (muchas de ellas del tipo de las que yo denomino como ‘obediencias bonsai’), y que se muestran incapaces de resolver un problema que, aunque gustan atribuírselo a la persecución franquista, es consecuencia, fundamentalmente, de la incompetencia organizativa de masones y masonas que todavía viven y reviven los aires del siglo XVIII”.
Sin embargo, no todo son señales de crisis en nuestro país. Según Ricardo de la Cierva, “si en la Segunda República no había un solo masón en los partidos de la derecha, hoy parece que existen varios nombres importantes en CiU y en el PP. Sabíamos, por el padre Manuel Guerra, que hay nueve masones en el gobierno, entre ellos la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega, los ministros Juan Fernando López Aguilar y Miguel Ángel Moratinos e incluso el presidente Zapatero. También en el PSOE hay muchos de ellos -es el caso de José Bono- pero lo que resulta completamente nuevo es su implantación en los partidos de la derecha”.
Pepe Rodríguez niega la intención última, presente en estas revelaciones, de atribuir una oculta preeminencia social a la masonería como institución. “La masonería, como organización, jamás ha tenido influencia social. Lo que sí hay son masones que, por su posición, tienen influencia social, pero la tienen como personas, jamás como masones. Y eso fue así en el siglo XVIII y lo es también hoy. En España, además, a diferencia del resto del mundo, ser masón es visto con recelo por parte de la sociedad, ya que todavía pesa mucho la falsa leyenda negra que le inventó la Iglesia católica y sus adláteres políticos totalitarios y que todavía repiten indocumentados ultraconservadores de postín, sean o no historiadores. En nuestro país, para cualquier persona con alguna relevancia pública, ser masón o masona le supone antes un problema que una ventaja”.
“Hace poco se han dado casos muy relevantes de personajes públicos importantes”, disiente Ricardo de la Cierva, “que han gozado de influencia gracias a sus relaciones, como fue Mario Conde. Y se ha hablado también de influencias masónicas en las proximidades de la Casa del Rey”. En todo caso, según el autor de El triple secreto de la masonería, es innegable que estamos asistiendo a un proceso de renovación en las hermandades de la escuadra y el compás, cuyo objetivo principal pasaría por establecer una conexión con la Iglesia Católica. “Tratan de hacer compatible la masonería con la fe católica, pero la Iglesia no parece estar dispuesta, de ningún modo, a autorizar eso”.
Para Pepe Rodríguez, la relación con la Iglesia católica es otra: “La masonería ha sido perseguida con saña y fanatismo desde todos los ámbitos muy dogmáticos y totalitarios, ya sean estos la Iglesia católica, reyes absolutistas (siglo XVIII), políticos conservadores (y católicos) y dictadores de cualquier color o, también, regímenes y partidos comunistas. La iglesia católica lleva 250 años persiguiendo a la masonería y hoy nada ha cambiado... a pesar de que la mayoría de los masones de línea regular en el mundo hispanohablante sean, y así se reconozcan, católicos”.
El secreto
Si hay algo que siempre se subraya cuando se habla de la masonería, y de lo que ha sido repetidamente acusada desde la Iglesia Católica, es su tendencia al secreto. O, con otras palabras, a resguardar sus verdaderas creencias de la mirada pública. Algo que niega Pepe Rodríguez, a lo que califica de “otro de los grandes bulos de la anti-masonería. La masonería tuvo necesidad de secreto cuando era perseguida, pero hoy ‘el secreto masónico’ es más un concepto ritual que una realidad formal.
Cualquiera que tenga ganas de hacer la prueba podrá ver que se conocen infinitas más cosas de la masonería que de la Coca-Cola, Banco de España, El Corte Inglés, Opus Dei, Legionarios de Cristo, Arzobispado de Madrid, o de cualquier otra empresa o institución. Un masón tiene el deber de discreción, del mismo modo que lo tiene cualquier funcionario o empleado en relación a lo que conoce por su actividad dentro de la entidad en la que realiza su función. Una obediencia es una asociación y, como tal, tiene los mismos derechos que cualquier otra, entre ellos el derecho a gestionar su intimidad como mejor le plazca”.
El Futuro De la Masonería
viernes, febrero 02, 2007