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Martí y Páez: tremendos masones

No puede extrañar a ningún ciudadano de este lado del mundo que un texto del apóstol José Martí honre la memoria de José Antonio Páez, o que el argentino Domingo Faustino Sarmiento haya honrado al venezolano con títulos que su propio país le negó y le haya brindado ceremonias especiales. Excepto para los deterministas anacrónicos, la historia suele actuar – como Dios – de manera inesperada y hace del paisaje una suerte de bosque pleno de matices y pronósticos dudosos. Un masón serio como Martí tenía que reconocer la obra de un masón como Páez, porque para eso sirve en el blasón liberal de Occidente la misteriosa invocación a la Fraternité. Esta es, lector, nuestra apuesta.

Nuestra muy admirada y querida historiadora Inés Quintero clavó el sábado pasado en la agenda pública el texto que Martí publicó en El Porvenir de Nueva York en 1890, y le pregunta a Chávez que cómo es posible que, si hasta un apóstol cubano como José Martí es capaz de valorar el rol de Páez en el formidable sacrificio independentista, la épica oficial venezolana le condene hoy como traidor y enemigo de la Patria. Permítaseme crear un cierto contexto a los argumentos que seguirán.

SOLIDARIDAD FRANCMASONA
Las formidables tribus de la masonería moderna, que tanto influyeron en los desenlaces de la historia de Occidente desde el siglo XVIII, estaban lejos de ser amparadas por una “umbrella” ideológica monocromática. Por el contrario, ya desde los años previos a la Revolución Francesa, y en su posterior esplendor iluminado, podían encontrase masones republicanos y masones monárquicos, masones deidistas y masones católicos, inclinados a los rituales escoceses o “iluminatti” a la manera bávara, sin embargo , y a pesar de sus profundas diferencias, la masonería siguió ejerciendo una suerte de unidad universal devota del secreto, pero también de la “razón” y de la herencia liberal que puso fin a la era feudal y su agonía absolutista.

La teorías conspirativas, pero también innumerables relatos documentados, le atribuyen a las organizaciones masónicas un rol determinante (¿?) en el flujo de los acontecimientos revolucionarios que trasformaron a la Europa del siglo XVIII y a la América del XIX. Los historiadores no se atreverían a desdeñar la condición de militantes masones de George Washington o Benjamín Franklin, como tampoco las de Francisco de Miranda , Simón Bolívar, O’Higgins o San Martín , entre tantísimos conmilitantes de sus secretos y ritos, especialmente como divulgadores de las ideas de la Ilustración, y del ideario político de los intelectuales libertarios de la Europa revolucionaria.

Hemos sido informados de que no siempre hay entre los masones solidaridades automáticas, como no las hubo entre el Duque de Orleans , gran maestre de la orden de Francia, con sus seguidores, una vez que entró como representante del Tercer Estado en la Asamblea General. No la tuvo Fouché, perteneciente al Gran Oriente, con Dantón ni Demoulins, como no la tuvo Bolívar con Miranda, ni Páez con Bolívar. En fin de cuentas, para un masón, las ideas terminarán sobreponiéndose a los afectos , en nombre del gran Arquitecto del Universo.

Pero también sobran los ejemplos de los acuerdos conspirativos entre masones de países adversarios, o entre representantes de causas irreconciliables. Juan Carlos Castillón en “Los Amos del Mundo” de la Colección Debate , recuerda las teorías que sostienen que una de las razones del triunfo de la Revolución Francesa se atribuye al acontecimiento durante el cual el austriaco duque de Brunswick , que intentaba invadir a Francia a solicitud de su paisana María Antonieta, se dejó deliberadamente derrotar por el francés Dumouriez, masón como su adversario, actuando ambos como agentes del duque de Orleans, gran Maestre y conspirador contra Luís XVI .

En fin, la idea se orienta a recordar que la masonería es una confraternidad y que , en la mayoría de los casos, concita el acuerdo y la solidaridad entre sus miembros. De manera que podría pensarse que tanto Martí como Sarmiento , entre muchos otros en América y Estados Unidos, estaban interesados por nuestro Páez, no sólo por sus indiscutibles atributos de guerrero valiente y presidente ejemplar, sino también por su compenetración con las ideas compartidas por las grandes logias hemisféricas. Diego Bautista Urbaneja , gran maestre y fundador de la masonería venezolana propiamente dicha , o nacional, fue sistemáticamente el hombre de gobierno que Páez dejaba durante sus ausencias.

PROCERES MASONES
Discutirá algún recalcitrante que Martí no fue masón. Saldrá derrotado. Los historiadores cubanos de hoy se vanaglorian, con un retraso lastimoso, que han encontrado “hallazgos” que corroboran la fidelidad del apóstol con los principios de su logia. De hecho, la iniciación se produjo en la Logia Armonía 52 de Madrid, una ciudad en la que vivió desde febrero de 1871 a mayo de 1873.

La masonería norteamericana lo apoyó hasta el punto de que la logia Félix Varela n. 64 de Cayo Hueso estaba formada por independentistas cubanos, y que la denominada La Fraternidad n. 387 de Nueva York tenía como tesorero y secretario a Benjamín J. Guerra y Gonzalo de Quesada y Aróstegui, activistas del partido revolucionario cubano fundado por Martí. Los interesados en estos temas pueden ir al texto de La Masonería de César Vidal, publicado por Planeta, y encontrarán las claves masónicas de la bandera cubana . Martí fue masón como fue Maceo, militante desde 1864. Todo esto puede ser ampliado en las bibliotecas y en Internet.

El otro masón solidario con Páez fue Domingo Faustino Sarmiento quien, como dicen los masones de su país: fue iniciado francmasón el 31 de julio de 1854, a los 43 años, en la Logia Unión Fraternal de Valparaíso de Chile”. Tras ocupar varias posiciones, en 1882 asumió como Gran Maestre o Presidente de la Gran Logia Argentina de Libres y Aceptados Masones convirtiéndose en la máxima autoridad del activismo masónico.

¿Y Páez?. Según la página oficial de la masonería venezolana fue “el primer Gran Comendador del Supremo Consejo Confederado del Grado 33° para la República de Venezuela, el unificador de la masonería nacional y un incansable fundador de Logias.” La historia oficial dice que se inició en Barinas en 1820 y que cuando dirigió a la caballería patriota en la Batalla de Carabobo, el 24 de junio de 1821, ya había llegado al tercer grado de la masonería simbólica.

Entre 1822 y 1824, Páez desarrolló mucha actividad masónica. En los relatos de los historiadores aparece presidiendo las sesiones de la Logia “Concordia" de Valencia, y fundando en 1824 la Logia "La Independencia", de Puerto Cabello.

El 30 de diciembre de 1824 fue Presidente de un Capítulo Rosa Cruz, en Puerto Cabello. EI 10 de mayo de 1840, fue el cofundador en Caracas, del Supremo Consejo Confederado del Grado 33°, siendo elegido Soberano Gran Comendador. La firma de Páez aparece en el acta constitutiva junto a las de Diego Bautista Urbaneja, Carlos Soublette, Manuel López de Umérez, Tomás José Sanabria y otros.

MARTI SOLIDARIO Martí fue solidario con Páez en los actos luctuosos a los que se refiere Inés Quintero, como fueron patéticamente solidarios entre sí Brunswick y Dumouriez, o Lafayette y el Duque de Orleans. Aunque en el penúltimo párrafo de su texto Martí expone su inconformidad: “...tu erraste luego, como yerra el militar que se despoja del lauro venenoso del poder civil, de la corona inmarcesible que los pueblos tributan a sus héroes desinteresados" "Tu creías tener razón, para olvidar el juramento empeñado al cura, tu te dejaste seducir por el poder, cuyo trabajo complicado exige las virtudes que mas se quebrantan en la guerra, ¡ Pero jamás fuiste cruel, ni derramaste para tu provecho la sangre de los tuyos, ni deprimisteis, para mantener un falso engrandecimiento, el carácter de tus conciudadanos!, Donde quiera que estés duerme! ¡Mientras haya americanos, tendrás templos, mientras haya cubanos, tendrás hijos!!. Hoy, como entonces, la masonería es condescendiente con Páez, por razones que habría que indagar a fondo. Su página oficial del 2007 termina diciendo: “El General José Antonio Páez, a pesar de los errores que pudiera haber cometido en el campo de la política, fue un Hermano muy querido dentro de la masonería venezolana, por el cariño que supo demostrar a la institución y por el sentido de fraternidad que siempre tuvo con los miembros de la Orden”. Nos preocupa, con Inés Quintero, que aún se desentierren muertos para humillarlos, residuos de una de las prácticas políticas más antiguas del género humano. Pero igualmente parece inútil combatir esto con preguntas ingenuas o con las lógicas que nos enseñan en las universidades. Esos muertos, desenterrados y danzantes, terminan por no ser inofensivos. No es difícil comprobarlo en la literatura, la de ficción y la documentada.

pabloantillano1@cantv.net

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