Por el Q.·.H.·. José Luis Carrasco Barolo
F.·. C.·. R.·. L.·. S.·. Luis Heysen Nº 3
RR.·. y QQ.·. HH.·.
El camino de la Luz al cual decidimos voluntariamente seguir, nos lleva a reflexionar en el cada día del recorrido que debemos andar para nuestro crecimiento espiritual. Tan igual como es la vida que se inicia con el nacimiento y que a lo largo de su trayecto se conduce de lo bueno a lo malo, de lo malo a lo bueno, buscando y deseando siempre alcanzar lo perfecto, así podemos entender el camino simbólico que la F.·.M.·. nos muestra. No se nos dice “síguelo”, puesto que no es impuesto, sino que de nuestros QQ.·. HH.·. se desprende la palabra “sígannos”. Nadie me dijo ni lo escuché, que debía hacer tal o cual cosa, que debía dar tal o cual paso. Desde el comienzo solamente he escuchado: confía, que yo te acompaño.
Siempre hay un momento en nuestras vidas que debemos detenemos y reflexionar sobre lo que se ha andado, puesto que así solamente se podrá saber si estamos en el camino correcto o ya perdimos el paso. Y aunque algunos piensen que esta reflexión debería darse al final del recorrido, creo con firmeza que debería darse al comienzo de cada inicio, al inicio de cada camino, puesto que de esa manera se logrará decidir libremente hacia donde dirigir la mirada. Y el mejor momento es al inicio de nuestro día de trabajo, cuando se nos plantea como exigencia y a la vez posibilidad la estrategia para alcanzar nuestras metas. Es en la mañana cuando nos preguntamos que tengo que hacer durante el día, lo que tengo que realizar durante mi jornada de trabajo, lo que esperan de nosotros nuestros familiares, nuestros amigos y por sobre todo el G.·.A.·.D.·.U.·. No se construye la casa por el techo ni se ponen primero las ventanas antes que las paredes. Y esto no es posible sin que antes de empezar el día de trabajo reflexionemos, pensemos, nos imaginemos lo que deseamos hacer. Solo con el conocimiento que nace de nuestros pensamientos podemos ver la luz, como cuando abrimos los ojos al despertar. Debemos desear tener deseos y pensar la forma de hacerlos realidad.
Y para eso tenemos que reflexionar sobre el tipo de deseos que tenemos. Existe una canción del cantautor argentino Piero (conocido por la canción “Mi Viejo”), que entre una de sus estrofas dice, aunque la cito no con exactitud: “hay que sacar afuera las cosas, para que adentro nazcan cosas nuevas, cosas buenas”. No significa que lo que tenemos adentro sea necesariamente malo, pero como todo en el mundo, las cosas al pasar el tiempo se añejan y mueren, pero como la luz siempre es una y fuerte, debemos buscar la forma de seguir mirándola y para eso necesitamos ojos nuevos. Necesitamos expulsar de nosotros aquellas cosas que ya no sirven y que muchas veces las llevamos todavía con nosotros. Parafraseando las palabras mostradas en el L.·.S.·., para seguir viendo la luz o caminar hacia su alcance, hay que nacer de nuevo. Eso significa que debemos desprendernos de las cargas negativas de las que nuestra historia nos ha llenado, como en la escena de la película La Misión, que el personaje del esclavista, luego de matar a su hermano, lleva amarrado a su espalda todo el peso de sus armas, liberándose solamente cuando un indígena de los que él atacó, lo ayudó cortando la soga que lo unía a dicha carga, como un acto de perdón, de entendimiento. Porque sólo siendo conscientes que lo interno es el reflejo de lo externo y viceversa, sólo así podremos sacar de adentro cosas buenas. Debemos dejar afuera de nosotros a los deseos del día anterior que no funcionaron; debemos enderezar nuestra estructura para que así podamos llegar más alto y ver mejor.
Esto pasa también por ser conscientes que las cosas se mueven y que tienen un camino ascendente, en el que existen siempre dos direcciones que lo conducen. Me explico: desde el colegio se nos ha dicho gráficamente que el camino más corto entre dos puntos es un línea, pero en física se ha demostrado que el camino más corto es ondulado o sigue un zigzag, puesto que para llegar al otro extremo debe pasarse muchos obstáculos, entonces la mejor forma para sortear dichos obstáculos es esquivarnos, saltarlos, etc., y así seguir adelante hacia la meta. Una vez un taxista me llevó hacia el cono norte de Lima por la Avenida La Marina y no por la Vía Expresa y cuando yo le pregunte el por qué de dicha maniobra, me contestó que seguir por el centro de la ciudad significaría chocar con un tráfico mayor y por lo tanto no avanzar mucho, pero aunque el camino seguido era un poco más largo, no había tanto tráfico y se avanzaba más rápido, gastando menos tiempo. Este camino más largo era el más adecuado y por eso se convertía en un punto medio entre el camino con problemas del centro y los caminos demasiado largos y sin problemas. Así, debemos buscar los caminos más adecuados, y no los que sean más fáciles, para provocar de esa forma la armonía entre nuestro mundo interior y nuestro mundo exterior, entre el cosmos y el microcosmos y lograr que nuestros trabajos sean justos y perfectos.
Pero debemos también darnos cuenta que las cosas no pasan al azar o por casualidad. Recordemos que “Dios no juega a los dados”. Si tenemos la libre voluntad para escoger nuestros elementos de construcción, también tenemos la exigencia de realizar un trabajo adecuado para conseguir la armonía que he mencionado, pues de nada nos servirán los afanes y los empeños, sustentando nuestro trabajo diario en el espejo de nuestro ego. Las cosas ocurren por alguna razón y por alguna razón ocurren, y viceversa. Al reflexionar al inicio de nuestro día de trabajo sobre la estrategia a tomar para alcanzar la armonía en el día, debemos ser conscientes que sólo observamos la punta de un iceberg y que el grueso de las razones se encuentran debajo, ocultas a nuestra vista y que sólo con la luz que nos ilumina el camino podremos lograr mirarla a plenitud. Sólo abriendo la ventana podremos ver el color de la vida que nos acompañará el resto del día.
Lo dicho se encierra en el binomio “creación responsable”, por que el G.·.A.·.D.·.U.·. nos ha dado la facultad para construir, pero también nos ha dado la posibilidad de destruir lo creado, por lo que debemos ser responsables con el legado de amor que tenemos y justificar con nuestros actos la esperanza que desde la luz nos impulsa a seguir voluntariamente construyendo la armonía entre nosotros y todos los QQ.·.HH.·.. Debemos ser símbolos con nuestros actos y no factores de división. Para crecer y seguir trabajando para la G.·.D.·.G.·.A.·.D.·.U.·. Así, luego de terminada nuestra jornada de trabajo, podemos usar de las horas que nos corresponden para el descanso, conocedores que se ha pulido más nuestra piedra y que nuestras familias se han hecho cada vez más grandes, tan igual como nos hacen grandes la solidaridad y fraternidad de nuestros Bibliografía.
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miércoles, mayo 30, 2007