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NATURALEZ HISTORICA DEL HOMBRE

En el vall.: de Asunción, orien:. del Paraguay, a los veinte y siete días del mes de julio de 2006 de la era vulgar, el R:. H:. Antonio Taboada de la A:. y R:. L:. Caridad Nº 03, , procedo a burilar la presente plancha intitulada: "En torno a la naturaleza histórica del hombre".

V:.M:, luces del taller, HH:. todos, semanas atrás, en una actividad profana, reflexionábamos con un H:. de este taller acerca de un tema aparentemente trivial: la precocidad de los niños de hoy, sobre todo en cuanto a la adquisición de elementos de la cultura general, llevando éstos una nada desdeñable ventaja frente a los conocimientos que poseía nuestra generación en su niñez. Y comentaba nuestro Q.. H:. que encontraba en su hijo conocimientos no transmitidos por él ni por el Colegio, concluyendo ambos que probablemente los habría adquirido de los medios masivos de comunicación, especialmente la televisión. También concluimos que nuestros niños están en mejores condiciones de utilizar ciertos recursos propios de su tiempo que nosotros. Dicha reflexión conjunta desató en mí la necesidad de profundizar aún más porqué acontece esto? Verdaderamente puede sostenerse que las generaciones que nos siguen son mejores que nosotros y porqué es así? Ello se debe solamente al hecho de que hoy existen mejores medios de comunicación que antes? En parte es así, pero existe una realidad más profunda por escarbar y que creo haberla hallado en la filosofía de Ortega y Gasset, en dos de sus obras intituladas �En torno a Galileo� y "La historia como sistema".

Al preguntarse sobre la real naturaleza del hombre, sostiene el maestro español que el hombre no es solo materia, no es solo un animal racional y consecuentemente, pasible de que sus inquietudes sean saciadas por las ciencias exactas, a las que él las engloba bajo el rótulo de "la física." Tomar esta posición parecería conducirnos inmediatamente a sus antípodas: destacar el aspecto espiritual del hombre, su dimensión espiritual como su real naturaleza. Sin embargo, la historia ha demostrado que el auge de las ciencias del espíritu, como la historia, la ética y la filosofía tampoco brindaron soluciones satisfactorias a la problemática del vivir que siempre es la cuestión que se plantea el hombre.

Para averiguar la real naturaleza del hombre, debemos detenernos en este cuestionamiento: Qué es vivir? El hombre siempre se ha problematizado su existencia, el tener que vérselas con el mundo, con la realidad dentro de la cual tiene que vivir, sin más remedio. Esta es la principal interrogante del hombre. Qué es esta única cosa que me queda, mi vivir, mi desilusionado vivir? Y la respuesta �dice Ortega- es el descubrimiento de la trayectoria humana, de la serie dialéctica de sus experiencias, que pudieron haberse dado de mil formas, pero se dieron de determinado modo, y esa contingencia, hoy actualidad, es la historia de ese hombre. Lo mismo acontece a todos los hombres, a la humanidad como conjunto, a la cual pudieron pasarle las cosas de mil formas, pero le sucedieron de determinada manera y ello es la historia de la humanidad. Y concluye en que lo consustancial a la realidad del hombre es su historia. El hombre no es animal racional, no es ser espiritual; el hombre es ser histórico, y en ese sentido, no es una cosa ya actualizada, es una realidad en permanente cambio. En pocas palabras no es un "ser" sino un "siendo". El hombre es lo que la ha pasado, lo que ha hecho a través de los siglos. En suma, sentencia Ortega: "El hombre no tiene naturaleza sino que tiene historia".

De acuerdo con esto, podemos sostener que el hombre acumula a su humanidad un modo de ser ya forjado, que no tiene él que inventar, sino simplemente instalarse en él, partir de él para su individual desarrollo. El hombre de hoy, como el del inmediato pasado, no tuvo que comenzar de cero a hacerse hombre en el sentido acumular cultura desde un comienzo sino tomó y toma cada día el material disponible forjado por las generaciones que le antecedieron.

Así, aunque no lo notemos, existe algo en cada uno de nosotros de los grandes cambios que experimentó la humanidad en el pasado. Nosotros, los hombres nacidos a fines del siglo XX y viviendo los primeros años de la siguiente centuria, participamos de la naturaleza de ese hombre que vivía hace miles de años, adorador de los elementos naturales. También somos ese hombre que luego creyó en la existencia de un logos , una razón universal que gobierna el universo, ese hombre que después se volvió estoico, después devoto cristiano, después, ante la pérdida de la fe en un ser fuera de este mundo, que proporcionara respuestas a las preguntas de la vida, abrazó fuertemente la razón, considerando a éste como único elemento que nos acerca a la realidad de las cosas, posición que hoy vuelve el hombre a cuestionarse y abjurar de ella, cuando encuentra el individuo cosas de su vida, de su cotidianeidad, que aquella no explica.

Sin detenernos en el análisis de la senda por la cual hoy discurre el pensamiento y en lo que hoy el hombre cree, podemos advertir de lo expuesto que nuestros niños, las generaciones que nos siguen, son en ciertas cosas mejores, porqué son la vanguardia del devenir humano, en permanente cambio. Parten del conocimiento acumulado, y pueden avanzar aún más y más rápido al tener una aventajada posición frente a nosotros, la generación inmediatamente anterior.

La dinámica descrita por el filósofo español y difundida a principios del siglo XX, hoy es aún más ostensible, dado los pasos agigantados con que progresa la tecnología. Los medios masivos de comunicación están más avanzados. Si nuestros abuelos, en su niñez, forjaron su cultura, con sus cosas buenas y malas, de los libros, revistas y programas de radio, nosotros, en nuestra niñez, forjamos gran parte de nuestros conocimientos, buenos y malos, de los programas de la T.V. local y el cine. Así también, nuestros niños forjan hoy su cultura, buena y mala, no solo de la T.V. local y el cine, sino de la T.V. por cable, el DVD y de la Internet. No deberíamos pues sorprendernos de las inmejorables condiciones en que éstos se encuentran frente a nosotros. Tampoco deberíamos considerar ciertas nuevas costumbres como regresiones o perdiciones, pues esta apreciación es solo relativa, pues lo son desde nuestra óptica, desde la perspectiva de una generación inmediata, ubicada un peldaño más abajo.

Burile la presente plancha en la idea de reflexionar sobre cuestiones como esta, íntimamente vinculadas con la naturaleza humana, dirigidas a intentar responder preguntas que frecuentemente nos formulados, y siempre nos llegan de manera inesperada: Qué somos? De qué estamos compuestos? Qué podemos esperar del futuro?, preguntas tan consustanciales a lo que significa el vivir.

A todos los h:., S:.F:.U:.

Juan Jacobo Rousseau

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