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LA TRADICIÓN ESCOCESA

Las cosas no son como parecen. Si bien el nombre escocés hace a todos suponer que la masonería "escocesa" se origina en Escocia, la realidad histórica acusa otro hecho. No nos referimos aquí al gentilicio "escocés", sino a la nominación del sistema, rito o método de trabajo masónico escocés. La semilla de la denominada "masonería escocesa" germinó en Francia.

Esto que a muchos puede sorprender es, sin embargo, una realidad histórica. En efecto, para 1735 había ya dos corrientes masónicas en la propia Inglaterra y en Francia, sobre todo; por un lado la masonería andersoniana, fuertemente ligada a Jorge I, de la Casa de Orange y protestante, por el otro la jacobita (católica), pretendiendo restaurar en el trono a los Estuardo. La diferencia, en materia ritual, se centraba en la inclusión de la caballería cristiana dentro de las formas del trabajo masónico. El simbolismo templario en la masonería, desatado por el Discurso de M. Andrew de Ramsay -quien fue preceptor del príncipe Eduardo- llegó para quedarse no en los grados azules o simbólicos, sino en las cámaras capitulares en manos de elegidos aristócratas partidarios de los Estuardo, es decir, jacobitas.

Con estas diferencias en el simbolismo de los métodos del trabajo (la construcción y la caballería), comienza a formarse una nueva jerarquía masónica que actúa por encima, o al lado, de los tradicionales grados masónicos, los originales y auténticos, inspirados en el Arte de la Construcción. Mientras que en ésta el ingreso queda abierto a comerciantes y burgueses, en la masonería escocesa - caballeresca y templaria- los ingresantes (ya Maestros) se seleccionan con un elitismo descontextualizado del espíritu masónico original; de ahí la palabra "elegidos", que tanto predomina en los nombres de muchos de los grados del escocismo. Al paso del tiempo, los masones franceses empezaron a preferir estas formas "extravagantes" de la ritualidad, pues los esquemas ingleses eran algo fríos y monótonos. En cambio, la introducción del templarismo les permitió el acceso a nuevos rituales, parafernalia, joyas y títulos cuya rimbombancia hizo mucha mella en el espíritu y ánimo de los masones franceses, que se vieron prácticamente seducidos por las exquisitas "nuevas formas" de la masonería y no por la frialdad memorística de los ingleses.

Así las cosas, los aristócratas estuardistas jacobinos estuvieron muy cerca de controlar la masonería francesa, donde proliferaron los "altos" grados en forma por demás acusiosa, al punto de llegar a contarse, según cuenta Frau Abrines, en más de mil quinientos. Asi pues, el origen territorial y conceptual de los grados, que luego constituyeron el Rito de Perfección y de él el Rito Escocés Antiguo y Aceptado (creado en Estados Unidos, en Charleston), es indiscutiblemente francés y no escocés (de Escocia). Pero todo vino del ambiente mágico e inspirador del discurso de M. A. de Ramsay.

Por supuesto, las Constituciones andersonianas, protestantes y deistas, fueron modificadas. En 1735 se redactaron los Antiguos deberes y ordenanzas de los masones, de contenido radicalmente distante de las de 1723. Mientras las Constituciones de James Anderson, curiosamente nacido en Escocia, dicen: "La religión que todos los hombres aceptan", las Constituciones escocesas afirman: "La religi{on cristiana en la que todo hombre conviene". Más que una vocación dogmática -hay que admitirlo- se trata de recuperar el sentido y el espíritu templario.

Pero en nuestros países latinoamericanos, la masonría llegó inspirada también de Francia, pero por el lado del Gran Oriente de Francia, y por lo tanto el asunto cuajó de modo diferente ...

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