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Por el H:. Valderas MM:.
La crispación contemplada desde la luz de la Masonería podríamos asociarla a un síntoma evidente de un mal que aqueja a las sociedades que la practican: bajos niveles de fraternidad que se manifiestan mediante erupciones explosivas de intolerancia. El clima de fanatismo es un campo abonado para su desarrollo y es altamente contagiosa. Puede producir degradación e incluso ceguera moral. También se puede asociar con un desarrollo anormal y maligno de células sanas de libertad de expresión y es primordial para su erradicación no confundir estas con aquellas que han sufrido alteraciones. Afecta no solo a sus generadores y destinatarios directos sino también a cualquier ciudadano expuesto a sus manifestaciones. Los efectos de repetición ante las exposiciones son acumulables y debilitan frente a la infección y el contagio. Además de irritación, irascibilidad y expresiones de violencia verbal –en ocasiones tan intensa que se acerca a la física- tiene otros efectos secundarios no menos importantes que llegan a ser graves por su tendencia a cronificarse: debilitan la confianza en los sistemas democráticos participativos que tienden a igualar el valor de cada ser humano, limitando al poderoso y engrandeciendo al humilde y carcomen la fe en los valores humanos más nobles.
La crispación se combate con altas dosis de luz y verdad exentas de cualquier vestigio de venganza, evitando ante todo acercarse a los argumentos del foco de crispación y procurando discurrir en todo momento por las sendas más elevadas de la filantropía, que nos permitan distinguir lo trascendente de lo inmediato, la generosidad de la mezquindad.
El libre pensamiento y la independencia de criterio son los tratamientos preventivos más eficaces. Intentado definir el mal y sus remedios, ya sea con la licencia de la metáfora, vayamos a las enseñanzas de la masonería. Para un masón el fanatismo es un extravío moral. Es la exaltación de culto a una idea. Oscurece la inteligencia y embarga la razón, incapacitando al hombre para usar de ella libremente, Es en suma, una de las pasiones más funestas para la Humanidad. El fanatismo religioso conduce a la superstición, despierta el odio del hombre para con sus semejantes; produce males sin razón, como consecuencia de las persecuciones y el derramamiento de sangre. Origina el furor y destruye el sentimiento de la piedad. El fanatismo político arrastra al hombre a los mayores excesos, despierta las malas pasiones, las ambiciones innobles, la envidia la adulación, el servilismo, y, a veces, la servidumbre, la abyección y la inmoralidad, porque mientras el hombre no este emancipado de toda servidumbre no puede tener verdadera moralidad (foto anterior: La unión de los tres órdenes © FreemasonCollection.com).
El masón no puede responder al crispador en su mismo tono, hacerlo significaría, autoalimentar expresiones ofensivas en una escalada sin límites que a medida que suben de tono más se alejan de la razón y de la verdad. La práctica del ojo por ojo conduce sin remedio al desastre: al cabo de un tiempo todos ciegos. La respuesta desentonada ante el insulto actúa como el viento ante el fuego, no sólo no lo apaga, sino que lo aviva y lo extiende. Por otra parte la falta de respuesta o la respuesta ponderada desanima al provocador, pero sobre todo el lanzador de exabruptos en solitario, sin que otro tenor le de el contrapunto, queda en evidencia ante su auditorio como exaltado. La postura inteligente no es la contestación airada, utilizando un recurso ingenioso para ser más hiriente, por el contrario dominar el instinto primario de responder con un golpe aun más fuerte, es la postura del sabio que evita la guerra. Es la posición del masón que no ofende gratuitamente a quienes en definitiva son sus hermanos – y a través de ellos a toda la humanidad- que no dejan de serlo por más que el fanatismo les ciegue.
Para terminar cito a Voltaire en su Tratado de la Tolerancia: “La naturaleza dice a todos los hombres: os he hecho nacer débiles e ignorantes para vegetar algunos minutos en la tierra y abonarla con vuestros cadáveres. Puesto que sois débiles, socorreos; puesto que sois ignorantes ilustraros y soportaros. Cuando seáis todos de la misma opinión, lo que de verdad no ocurrirá nunca; cuando no haya más que ver a un hombre de opinión contraria, debéis perdonarlo, porque soy yo quien le hace pensar como piensa: Os he dado brazos para cultivar la tierra y un pequeño fulgor de razón para conduciros; he puesto en vuestros corazones un germen de compasión para que os ayudéis mutuamente a soportar la vida. No ahoguéis ese germen, no lo corrompáis. Saber que es divino y no sustituyáis la voz de la Naturaleza por los miserables furores de escuela”.