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Antorcha de libertad

Braulio Botero Londoño fue el fundador del Cementerio libre de Circacia (Quindío). Foto/Cortesía Alfredo Cardona/Papel Salmón
Braulio Botero simpre defendió a los más débiles y por ello estuvo varias veces en la cárcel. En 1988 alcanzó el Grado 33, que es el título más alto de la masonería. Fundó el Cementerio libre de Circacia. Ideas liberales.


Escribe Alfredo Cardona Tobón

En el año 1908 Miguel Botero vendió sus propiedades en el sur de Antioquia y emprendió viaje, con su esposa y nueve hijos, hacia la aldea de Circasia.

Los muchachos ingresaron al colegio regentado por Julio Echeverri y dentro del espíritu libertario del radicalismo liberal y las ideas del general Benjamín Herrera, Braulio Botero Londoño templó el carácter que habría de señalarlo como una antorcha en un mundo dominado por el oscurantismo.

La polifacética personalidad de Braulio Botero combinó el pensamiento con la acción, el civismo con la política, la filantropía con el trabajo creativo, el respeto a la ley con la rebeldía contra toda forma de injusticia.

‘El Carburador’ en acción

Braulio tendría veinte años cuando apoyó el movimiento del general Leandro Cuberos Niño, quien ante el atropello a los derechos liberales, intentaba derrocar al presidente Pedro Nel Ospina y tomar el poder por la fuerza. Se alborotaba la sangre de sus ancestros Boteros y Londoños que habían luchado al lado de Salvador Córdova, de Pascual Bravo y de Uribe Uribe.

Al cabo de varios meses Braulio regresó a Circasia, pero el “ruido” que había hecho 'El Carburador' aún resonaba en las mentes de las autoridades y el conjurado fue a dar a los calabozos de Manizales.

Con el alias de 'Carburador' Braulio sirvió de enlace a los conspiradores del Quindío, y al abortar la insurrección y descubrirse su identidad, Botero se refugió en las cabeceras del río Quindío. Mientras pasaba la tormenta el fugitivo leyó las obras de los grandes panfletistas radicales y en las noches de luna fue tras el espanto del general Carlos Mejía y el legendario entierro de 'Cruz Gorda'.

Al lado de María Cano

En 1927 María Cano remontó el cañón del río Arma y empezó en Aguadas una gira entre el más desbordante entusiasmo popular. No la arredró la fusilería en Manizales ni la hostilidad de la tropa en Cartago. De regreso de Cali, una abigarrada multitud la aclamó en Armenia, donde los esbirros del régimen quisieron disolver la manifestación a golpe de culata.

Braulio Botero, codo a codo con los obreros, los emboladores, los peones agrícolas y las lavanderas, se enfrentó a la policía y por segunda vez, defendiendo la causa de los más débiles, fue conducido a la cárcel.

El cementerio libre de Circasia

Al morir Valerio Londoño, un famoso espiritista de la vereda “La Concha”, sus hijos quisieron sepultarlo en el cementerio de Circasia. El párroco Manuel Antonio Pinzón le negó un lugar en el camposanto, e inclusive en “El Muladar”, lugar para herejes y suicidas. Los deudos intentaron enterrarlo en otro municipio quindiano, pero fue imposible, pues el presbítero Pinzón impidió la inhumación de Valerio en un campo católico.

Ante tal situación, no hubo otra alternativa que cavar una fosa en la finca de “La Cocha” que guardara los restos de Valerio.

No satisfecho, el cura Pinzón azuzó a las autoridades del pueblo aduciendo que el cadáver estaba contaminando las aguas que surtían a Circasia. La policía detuvo a la esposa del finado, apresó a los hijos y a empellones los llevó a la cárcel como si se tratara de peligrosos criminales. Ante el atropello, hirvió de nuevo la sangre de Braulio Botero que sentó la más víva protesta contra los abusivos, lo que lo llevó por tercera vez a la cárcel como cómplice de los espiritistas.

El cuarto canazo

Para que los muertos alejados del catolicismo tuvieran un lugar digno, Braulio decidió construir un cementerio laico en Circasia. Contra el parecer del Alcalde y del Concejo, títeres del campanario, Braulio organizó convites para explanar un terreno cedido por su padre. Nuevamente intervino el párroco y Braulio fue a la “guandoca” por cuarta ocasión, sindicado de adelantar obras civiles sin permiso legal.

Con el ascenso del liberalismo al poder se autorizó la construcción del “Cementerio Libre”. No obstante, continuaron las intrigas clericales hasta que la Comisión Asesora de Ministerio de Relaciones Exteriores, dio vía libre, pues el proyecto de Braulio Botero no reñía en forma alguna con el Concordato suscrito con el Vaticano.

Masón y político

En 1988 Braulio Botero alcanzó el Grado 33, que es el título más alto de la masonería, y en 1993, las logias del Viejo Caldas, del Tolima y de Bogotá le rindieron un homenaje tan grande en el Cementerio Libre, que sólo pudo equipararse, según afirma Jhon Jaramillo R., a la acaecida en la capital de la República en el entierro de Crótatas Londoño.

Botero fue concejal, diputado, representante a la Cámara, alcalde de Armenia, secretario de Gobierno y de Hacienda de Caldas.

En 1940 el presidente Santos le ofreció la gobernación de Caldas, pero a Lorencita, esposa de Santos, que como buena santarrosana era conservadora de corazón, la aterró que un hombre con las ideas de Braulio manejara su departamento natal y logró que Santos se arrepintiera y nombrara a Roberto Marulanda.

“Si me hubiera posesionado -dijo Braulio a un amigo- no sé lo que hubiera pasado, pues yo estaba dispuesto a nombrar en la dirección de instrucción pública a una mujer.” Ello habría sido, al menos, algo inusitado, pues en tal época a la mujer sólo se la tenía en cuenta par criar hijos y atender la casa.

La independencia de carácter de Braulio Botero se reflejó en 1933, cuado fue nombrado Secretario de Hacienda por el gobernador Jorge Gartner. Al subir los liberales al poder, todos esperaban que Botero removiera a los empleados conservadores, pero los ratificó y nombró a otros de ese partido, aduciendo que los”godos” tenían la experiencia y que sus copartidarios liberales no eran más que unos novatos en esos menesteres con ganas de conseguir puesto.

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