Elizabeth Debold denuncia que “añadir mujeres” a los cargos públicos no termina con el patriarcado
La escritora Elizabeth Debold ha analizado en la revista What is Enlightenment? el papel del principio arquetípico femenino, o de lo divino femenino, en una posible transformación del mundo. La modernidad ha conllevado una radicalización de los valores masculinos, mientras que lo femenino sigue condicionado por las propias exigencias del patriarcado. La receta de “añadir mujeres y agitar”, en referencia al hecho de sumar mujeres a cargos públicos, quizá no solucione los desequilibrios. Según Debold, es una revisión de lo divino femenino, con sus luces y sombras, lo que podría generar un nuevo espacio cultural donde se dé otra forma de cooperación entre hombres y mujeres. Pero para ello se necesita un gran esfuerzo que, por su importancia y necesidad dados los tiempos que vivimos, debe ser considerado como sagrado. Por Yaiza Martínez.
La escritora feminista norteamericana Elizabeth Debold, autora de la obra La revolución en las relaciones madre e hija, reflexiona en un artículo publicado por la revista What is Enlightenment? acerca de la posibilidad de crear un nuevo contexto ético y espiritual que equilibre nuestro mundo actual hiper-masculinizado, a través de la reverencia a lo femenino sagrado.
Es decir, Debold se cuestiona si sería posible cambiar un mundo en el que el patriarcado se ha generalizado y polarizado hasta tal punto que se ha vuelto incluso peligroso para nuestro entorno. La autora comenta que la receta actual que se sigue para alcanzar un supuesto cambio cultural en esta dirección suele ser del tipo “añadir mujeres y agitar”, en referencia a la tendencia a tratar de equilibrar el número de hombres y de mujeres presentes en la vida pública. ¿Pero pueden estas medidas por sí solas transformar el ethos básico de nuestra cultura, y cambiar el curso de la historia?
Tal vez no. Según Debold, en los últimos veinte años, algo profundo se ha empezado a agitar en el interior de las mujeres, una intención de cambiar la cultura desde sus raíces. El objetivo: generar un nuevo contexto espiritual y ético que equilibre la situación planetaria a través del culto a lo femenino sagrado, que ha sido identificado por diversos grupos de mujeres de distintas maneras.
Algunos de estos grupos definen lo femenino divino como únicamente relacionado con el rol biológico de la madre. Otros, por el contrario, hablan de un “principio femenino” dinámico de la psique humana que es además un aspecto fundamental del mundo. Por último, otros grupos reclaman la recreación de rituales de culto a antiguas diosas, para que la divinidad femenina se vuelva más visible y consciente.
Inmanencia de lo divino
El elemento común a casi todos estos grupos es la sensación de que lo sagrado no debe encontrarse en un dominio trascendente, sino que es inmanente a la vida. Por tanto, señala Sebold, estas formas de espiritualidad celebran el propósito humano de unificarse con la naturaleza y con los demás, por lo que a menudo festejan el cuerpo, la sexualidad y las relaciones. De esta forma, se está desarrollando un fenómeno sin precedentes: nunca antes en la historia de Occidente las mujeres habían insistido activamente en que la dimensión sagrada de la vida era un reflejo de su propio género, explica la autora.
Y es que muchos de los males del mundo actual proceden de la radicalización, desarrollada en la modernidad, de algunos de los aspectos de lo masculino, como la separación entre racionalidad y empatía, la competitividad, la jerarquización del poder sobre los demás, etc. Pero, ¿qué significaría que lo femenino fuera la solución?, se pregunta Debold. Demasiado fácil resultaría volver a caer en una nueva polarización, en la que señaláramos lo masculino como “malo” y lo femenino como “bueno”.
Evidentemente, existe el deseo común de ir más allá del patriarcado y evolucionar como comunidad humana, e incluso sobrevivir como tal gracias a la aplicación de nuevos valores sociales. Pero la cuestión es: ¿cómo crearemos esa cultura post-patriarcal y qué relación tendría ésta con el principio femenino?
Debold escribe, “la mayoría de estas nuevas vías espirituales se basan, de manera implícita o explícita en el innovador trabajo teórico del psiquiatra Carl G. Jung (1875-1961)”.
Jung estableció la teoría de que toda la humanidad comparte un área psíquica denominada inconsciente colectivo, y que lo femenino y lo masculino son principios ontológicos tan profundos y arraigados en esa área, que tienden a ser vistos como inherentemente sagrados.
Exigencias sociales
Jung relacionó a lo femenino con Eros (emoción) y lo masculino con Logos (intelecto). Generalmente, parece que lo masculino está vinculado a la aserción, al enfoque directo e intenso, mientras que lo femenino lo está a la receptividad, la contención y la empatía. Estas características se relacionan con los roles reproductivos que hombres y mujeres han desplegado desde tiempos inmemoriales.
Y, aunque lo femenino y lo masculino no sean únicamente atributos de mujeres y hombres respectivamente, la experiencia de ser inherentemente distintos desde el punto de vista corporal ha marcado la cultura y la psique humanas.
Debold señala que sus investigaciones a lo largo de los años sobre la vivencia del cuerpo femenino por parte de las mujeres le han demostrado que, según van madurando, las mujeres aprenden a desconectarse de sí mimas para tratar de pasar por una estrecha puerta: tener éxito, ser atractivas, sentirse seguras…
Estas exigencias sociales provocan que las mujeres oculten a menudo ciertos sentimientos (como la ira o la vulnerabilidad…), se desconecten de su sexualidad, y renuncien a su propia perspectiva de la realidad.
Por otro lado, las mujeres están especializadas en nutrir y existir en relación, dados los miles de años que han dedicado sobre todo a reproducirse, lo que las condiciona profundamente. Considerando todas estas limitaciones de las mujeres, ¿cómo se podría traer verdaderamente a la luz el principio femenino para dar lugar a una nueva cultura?
El ideal femenino actual incluye el ser buena, hermosa, atractiva, compasiva, dadora y afectiva. Es decir, que sigue uniendo aspectos de la mujer muy valorados dentro del patriarcado (como la sexualidad y la maternidad). Otra asunción general es que las mujeres no han hecho “nada” por desarrollar la cultura en la que estamos inmersos, es decir, que son las “víctimas” del patriarcado.
Luces y sombras
Pero no sólo son los aspectos “buenos” o positivos los que deben ser contemplados según Debold, a la hora de recrear lo divino femenino. La autora señala que la mayoría de los enfoques populares a este principio abarcan sólo superficialmente su “lado oscuro”: los aspectos de lo divino femenino inconscientes, reprimidos o negados.
Ese lado oscuro no resulta nada atractivo pero, según la autora, hasta que no se reconozca, las mujeres seguirán proyectando su sombra en los hombres, manteniendo así intacta la división entre ambos géneros propiciada por el patriarcado.
Por tanto, el objetivo (y la posible solución) podría ser desarrollar una conciencia que incluyera la herencia biológica y cultural y que también la trascienda, es decir, un espacio cultural nuevo y libre de relación en el que se catalice una cooperación también nueva entre hombres y mujeres.
Las sombras y las luces de lo divino femenino se convertirían en una nueva expresión de lo femenino divino que quizá pudiera equilibrar la situación del planeta, contrarrestar los abusos derivados de la hiper polarización de la modernidad. Dada la importancia del principio femenino para la transformación del mundo, este esfuerzo en sí mismo debiera ser también considerado como sagrado.