Por Ysrael Molero Borges
Desde Venezuela
Entre la escuadra y el compás
Esta ceremonia trascendental se debe a la convicción que tienen nuestros Hermanos de la conveniencia de combatir tanto el dominio de las pasiones como la superstición y el fanatismo. A tal fin, es necesario educar a las nuevas generaciones de acuerdo con el imperio de la razón y la moral, de manera que es imprescindible comenzar dicha instrucción en el seno de la familia formando a los hijos en los sublimes principios y la práctica de la masonería. Quienes respaldarán tal proyecto serán los padrinos del luvetón, los cuales permitirán culminar la importante labor del padre masón, aunque la muerte se interponga.
Durante el bautismo masónico, como es usual dentro de la Orden, se hace uso de comparaciones alegóricas cuyas metáforas harán entendibles las ideas que se entregan. Así, se utiliza agua para lavar las manos del infante indicándole que nunca serán vistas manchadas con sangre de sus semejantes; o el trago de leche que significa el emblema de la protección y asistencia que te dispensará la masonería, convirtiéndose en tu segunda madre. Como último símbolo, se investirá al niño con el mandil, que representa la insignia de la faena, haciéndole conocer que el trabajo dignifica al hombre, en tanto que la ociosidad lo degrada.