Ayer por la tarde, el Ateneo de Cáceres celebraba su octavo aniversario. Aprovechando la ocasión, se presentaron las actas del congreso organizado en abril del año pasado en torno a la Historia de la Masonería en Extremadura, en el que tuve el placer y la ocasión de participar. Por la noche, estuve hojeando el libro y, a primera vista, me pareció bastante interesante. En cuanto tenga un poco de tiempo, me pondré con él. Lejos de la imagen esotérica y a veces casi ridícula que últimamente cierta historiografía --con sus derivaciones en la novela y en el cine-- se empeña en transmitirnos, este trabajo aporta la seriedad y el rigor que exige la Historia cuando nos adentramos, como en este caso, en un campo que roza el ámbito del misterio y, para algunos, de la conspiranoia. Investigar sobre sociedades secretas, como lo fueron los masones, entraña una dificultad tremenda, precisamente por la propia naturaleza del objeto de estudio: al ser sociedades secretas, es normal pensar que las fuentes a las que los investigadores podemos tener acceso son muy escasas o están muy limitadas.
Pero a pesar de las dificultades, tanto Cecilia como yo nos atrevimos a presentar sendas comunicaciones al congreso, y que hoy podéis leer en su publicación. La suya, titulada «Margarita Nelken: incidente en la prensa cacereña», trata sobre las graves acusaciones que se vertieron contra la diputada socialista por Badajoz en el periódico cacereño Nuevo Día, en febrero de 1932; y cómo con la ayuda de su procurador en Cáceres, consiguió que el autor de aquellas declaraciones difamatorias se retractara y pidiera perdón públicamente un año después.
Pero a pesar de las dificultades, tanto Cecilia como yo nos atrevimos a presentar sendas comunicaciones al congreso, y que hoy podéis leer en su publicación. La suya, titulada «Margarita Nelken: incidente en la prensa cacereña», trata sobre las graves acusaciones que se vertieron contra la diputada socialista por Badajoz en el periódico cacereño Nuevo Día, en febrero de 1932; y cómo con la ayuda de su procurador en Cáceres, consiguió que el autor de aquellas declaraciones difamatorias se retractara y pidiera perdón públicamente un año después.
Por mi parte, presenté una comunicación que llevaba por título «La supuesta relación con la masonería de un hombre del Régimen». Del Régimen de Franco, se entiende. No voy a desvelaros de quién se trata, si estáis interesados podéis leer el artículo. Sólo os comentaré, brevemente, las circunstancias que me llevaron a escribirlo. Estando en el Archivo de la Guerra Civil en Salamanca, para investigar sobre las Brigadas Internacionales, durante una mañana que me sobraba algo de tiempo, me puse a curiosear en el Fondo del Tribunal para la Represión de la Masonería. Cuál fue mi sorpresa cuando, por pura casualidad, encontré un expediente en el que se citaba la investigación que se había abierto en 1941 para aclarar si había pertenecido o tenido alguna relación con la masonería nada menos que uno de los personajes más relevantes de Cáceres durante aquellos años de posguerra, que ocupó entonces y después importantes cargos políticos. En un principio, me quedé impresionado por el hallazgo. Después recordé que el caso de muchos militares que había secundado el golpe de Estado de julio de 1936 y que eran masones: por ejemplo, el general Cabanellas o el mismo hermano del Caudillo, el famoso aviador Ramón Franco, que tuvieron que pasar por procesos parecidos de depuración. En otros casos, posiblemente como el que me ocupaba, no me encontraba más que ante una acusación motivada por envidias personales o motivos políticos.
Para terminar, y con la intención de romper una lanza a favor de la masonería, tantas veces denostada y que, sin embargo, ha aportado tantos hombres ilustres a nuestra Historia, me gustaría reproducir aquí una de las versiones del Código Moral Masónico. Veréis que lo que dice tampoco es para echarse a temblar.
Para terminar, y con la intención de romper una lanza a favor de la masonería, tantas veces denostada y que, sin embargo, ha aportado tantos hombres ilustres a nuestra Historia, me gustaría reproducir aquí una de las versiones del Código Moral Masónico. Veréis que lo que dice tampoco es para echarse a temblar.
Adora al Gran Arquitecto del Universo.
El verdadero culto que se le da al Gran Arquitecto consiste principalmente en las buenas obras.
Ten siempre tu alma en un estado puro, para aparecer dignamente delante de tu conciencia.
Ama a tu prójimo como a ti mismo. No hagas a los otros lo que no quieras que ellos hicieran contigo.
No hagas mal para esperar bien.
Estima a los buenos, ama a los débiles, huye de los malos, pero no odies a nadie.
No lisonjees a tu hermano, pues es una traición; si tu hermano te lisonja, teme que te corrompa.
Escucha la voz de tu conciencia.
Se padre de los pobres, cada suspiro que tu dureza les arranque, son otras tantas maldiciones que caerán sobre tu cabeza.
Respeta al viajero nacional o extranjero; ayúdale, su persona es sagrada para ti.
Evita las querellas, prevé los insultos, deja que la razón quede siempre de tu lado.
Parte con el hambriento tu pan, y a los pobres y peregrinos mételes en tu casa; cuando vieses al desnudo, cúbrelo y no desprecies tu carne en la suya.
No seas ligero en airarte, porque la ira reposa en el seno del necio.
Detesta la avaricia, porque quien ama las riquezas ningún fruto sacará de ellas, y esto también es vanidad.
Huye de los impíos, porque su casa será arrasada, más las tiendas de los justos florecerán.
En la senda del honor y de la justicia esta la vida, más el camino extraviado conduce a la muerte.
El corazón de los sabios está donde se practica la virtud, y en el corazón de los necios donde se festeja la vanidad.
Respeta a las mujeres, no abuses jamás de su debilidad y mucho menos pienses en deshonrarlas.
Si tienes un hijo, regocíjate; tiembla del depósito que se te confía. Haz que hasta los diez años te tema, hasta los veinte te ame y hasta la muerte te respete. Hasta los diez años se su maestro, hasta los veinte su padre y hasta la muerte su amigo. Piensa en darle buenos principios antes que bellas maneras: que te deba rectitud esclarecida y no frívola elegancia. Haz un hombre honesto antes que un hombre hábil.
Si te avergüenzas de tu destino, tienes orgullo; piensa que aquel ni te honra ni te degrada; el modo con que cumplas te hará uno u otro.
Lee y aprovecha, ve e imita, reflexiona y trabaja, ocúpate siempre en el bien de tus hermanos y trabajarás para ti mismo.
Conténtate de todo, por todo y con todo tipo de suerte que te ha tocado y conservarás la luz de la sabiduría.
No juzgues ligeramente las acciones de los hombres; no reproches y antes procura sondear bien los corazones para apreciar sus obras.
Se entre los profanos libre sin licencia, grande sin orgullo, humilde sin bajeza; y entre los hermanos, firme sin ser tenaz, severo sin ser inflexible y sumiso sin ser servil.
Habla moderadamente con los grandes, prudentemente con tus iguales, sinceramente con amigos, dulcemente con los pequeños y tiernamente con los pobres.
Justo y valeroso defenderás al oprimido, protegerás la inocencia, sin reparar en los servicios que prestes, Honrarás a tus padres, respetaras a los ancianos, e ilustrarás a los niños.
Exacto apreciador de los hombres y de las cosas, no atenderás más que al mérito personal, sean cuales fueren el rango, el estado y la fortuna.
El día que se generalicen estas máximas entre los hombres, la especie humana será feliz y la Masonería habrá terminado su tarea y cantando su triunfo regenerador.