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EL DESENCUENTRO DE GUAYAQUIL y la ejemplar actitud del verdadero libertador de indoamerica ...el Gnrl. Jose de San Martin

Creemos que Bolívar por su parte, no debió quedar satisfecho de sí mismo: el Protector lo había vencido moralmente con su abnegación, y su silencio mismo constituye el mayor elogio que podía hacer a su elevación de sentimientos. Es posible que San Martín se llevase a la tumba alguno de los secretos de la entrevista, respecto de los planes ambiciosos de Bolívar, entonces en germen, que hoy no son un misterio para nadie, pues él mismo se ha encargado de revelarlos al mundo con sus hechos y sus escritos. Todo induce, empero, a pensar, que las revelaciones anunciadas, se limitaban a la famosa carta que dirigió al Libertador después de la conferencia, que puede considerarse como el protocolo consentido de ella, y que entonces no era conocida ni sospechada siquiera. Si algún rasgo de detalle se ha perdido, la historia no necesita de él, porque posee los suficientes documentos para juzgar a ambos en el momento de prueba en que sus caracteres se contrastaron por la piedra de toque del mando supremo en el apogeo de su grandeza.
Autor: JULIO H. GRADOS BRINGAS

El único abrazo que existió entre los dos mas grandes masones indoamericanos del siglo XIX, San Martín y Bolívar fue breve, seco y molesto: Guayaquil sólo sirvió para enfrentarlos, hecho que vuelve todavía más inexplicable el intento conciliador de la historia oficial por transformar en un abrazo lo que fue un desencuentro. 

A fines del siglo XIX, editado por C. Casavalle, Vicente Fidel López publicó ¨El conflicto y la entrevista de Guayaquil¨, expuesta al tenor de los documentos que la explican. El libro es, en verdad, un folleto de cuarenta páginas, profusamente documentado de la entrevista que "sólo por una ironía histórica" dice López "ha podido llamarse el Abrazo de Guayaquil"

López señala que las relaciones políticas de San Martín y Bolívar estaban de tal modo comprometidas en 1822, que era inminente una guerra entre Perú y Colombia; y "si esa guerra no estalló fue porque el general San Martín, deteniéndose en el justo desagravio de sus derechos, prefirió sacrificar su dignidad y su carrera antes que dar un escándalo que habría sido la ruina y la vergüenza de todos". 

La provincia de Guayaquil era una parte integrante del Virreynato del Perú. Al llegar allí las tropas del Libertador, Guayaquil se pronunció contra España y se puso bajo la autoridad y protección del gobierno independiente. San Martín envió a los coroneles Luzuriaga y Guido para que se hicieran cargo de la administración de la ciudad. Al llegar se encontraron con una sorpresa, las fuerzas colombianas al mando del general Sucre acababan de ser derrotadas en Ambasto el 12 de septiembre, y Sucre había tenido que asilarse en Guayaquil. 

Paz Soldán, historiador del Perú Independiente citado por López, señala que "el General Sucre, además de las operaciones militares, traía a la vez una comisión muy diplomática, pues se trataba de nada menos que de agregar a Colombia la provincia de Guayaquil". Sucre ocultó este propósito a San Martín, necesitaba pedirle auxilios militares para evitar una ocupación realista posterior a su derrota de Ambasto. 

El comandante de la División Sud de Colombia le escribió a San Martín, Protector del Perú: 
"El enemigo, después de haber marchado a Quito y reposado sus tropas, ha concentrado sus fuerzas en Río Bamba y, según avisos fidedignos, iba a moverse sobre esta provincia el 17 del actual con un cuerpo de dos mil hombres; de manera que el 24 deberá ocupar este punto que no es susceptible de la menor defensa con las fuerzas que tengo. Aunque restablecida en cierto modo la moral, no se han aumentado los cuerpos de línea, sino tan miserablemente que, de una población de 70.000 habitantes apenas ha dado 200 reclutas (...) Las tropas de Colombia no aparecen, y acercándose ya el enemigo a tiempo que hemos sabido la casi disolución del ejército del General La Serna, que quita hasta las sombras de temores por la suerte del Perú he creído un deber reiterar mis reclamos a V. E. por algún batallón que ponga a cubierto la Provincia". 
San Martín envió en auxilio de Sucre una división formada por dos batallones, los números 2 y 4, los Escuadrones Cazadores del Perú y los Granaderos de los Andes, con una fuerza de 1622 soldados. Agrega López: 
"San Martín estaba muy lejos de presumir que el Dictador militar de Colombia prohijaba ya la mira secreta de despojarlo violentamente de la provincia de Guayaquil y de ajar su dignidad así que se le franqueara el camino del Sur y que se le facilitaran sus operaciones con el auxilio mismo de la división peruano-argentina que le dio los triunfos de Río Bamba y de Pichincha". 
Cuenta Paz Soldán: 
"El estado de inmoralidad o casi abierta sublevación del batallón Numancia y la negociación de auxilios pedida por Sucre no era sólo lo que ocupaba la atención del gobierno del Perú en sus relaciones con Colombia, porque al fin de estos no eran de carácter perdurable; había que determinar la suerte futura de la rica provincia de Guayaquil. Cuando ésta proclamó su independencia se declaró provincia libre, pero no era posible que subsistiera aisladamente un departamento tan pequeño en medio de Repúblicas distintas, sin ocasionar futuras y graves cuestiones".
 La ciudad de Guayaquil tenía estrechos vínculos con Lima, toda su juventud se educaba en estos colegios, la mayor parte de sus productos se consumían en el Perú. Finalmente Guayaquil, durante el tiempo del coloniaje, pertenecía en lo político al Virreynato del Perú y no había duda que los intereses materiales, políticos y las afecciones del corazón estaban a favor del Perú; el mismo bello sexo, que ostentaba su hermosura en la ciudad de los Reyes, tenía en menos pertenecer a Colombia, subordinándose a una capital como Bogotá, tan distante y pobre.

La Junta de Gobierno compuesta por tres ilustres ciudadanos Olmedo, Jimena y Roca pertenecía de corazón al Perú y en todos sus actos privados u oficiales lo hacía conocer con toda franqueza. (...) De estos intereses encontrados se formaron tres partidos: uno quería pertenecer al Perú, otro incorporarse a Colombia y un tercero mantener la independencia de la provincia, contando con la protección de los otros dos países. 

Desde que Sucre llegó a la ciudad en 1821 había procurado la incorporación de Guayaquil a Colombia por todos los medios posibles, sin conseguirlo. La Junta, que temía más a la inmoralidad de las fuerzas colombianas que a los soldados del Rey envió un mensaje a San Martín diciéndole que si no aceleraba los refuerzos, la provincia se perdería irremediablemente. Sobre fines de diciembre de 1821 se produjo un movimiento popular que fue rápidamente sofocado. 

El 18 de enero de 1822, desde el Cuartel General de Cali, Bolívar le escribió a la Junta de Guayaquil: 
"Llamar tunantes a los oficiales que propenden a la incorporación de Guayaquil a Colombia, es mostrar que desconoce la verdadera debilidad de su país, o los derechos contestables de Colombia o más bien es mostrar que cree que los esfuerzos de ese pueblo por recobrar su libertad se han hecho para vuestro engrandecimiento personal, y para proporcionar un teatro a su ambición. (...) Ese gobierno sabe que en América no hay un poder humano que pueda hacer perder a Colombia un palmo de la integridad de su territorio". 
El 23 de marzo de 1822 el gobierno peruano le escribió al general La Mar: 
"Siempre que el gobierno de Guayaquil, de acuerdo con la mayoría de los habitantes de la provincia, solicite la protección de las armas del Perú, por ser su voluntad conservar su independencia de Colombia, emplee en tal caso todas las fuerzas que están puestas a sus órdenes en apoyo de la espontánea deliberación del pueblo". 
Restrepo, el historiador clásico de la guerra de la independencia de Colombia, al hablar de la entrevista de Guayaquil, menciona las malas relaciones en que se hallaban San Martín y Bolívar. Dice Restrepo: "Túvose en aquel tiempo como cierto que el principal motivo que trajera a San Martín a Guayaquil había sido activar su incorporación al Perú. (...) Empero, el Libertador Bolívar, que tuvo noticia bien segura del proyecto, lo frustró haciendo marchar sus batallones y trasladándose él mismo a Guayaquil para conseguir su más pronta incorporación a Colombia. (...) No pudiendo ya oponerse a él sin una guerra abierta que hubiera sido en extremo funesta a la causa de la independencia americana, y que no se hallaba en estado de emprender, San Martín hizo de la necesidad virtud; y a pesar de cuantos pasos había dado anteriormente para frustrarla, convino en la unión de Guayaquil a Colombia."


El 25 de julio de 1822, desde Guayaquil, Bolívar le escribió a San Martín: 
"Es con suma satisfacción, dignísimo amigo y señor, que doy a Ud. por la primera vez el título que mucho tiempo ha mi corazón le ha consagrado (...) Tan sensible me será elo que Ud. no venga hasta esta ciudad como si fuéramos vencidos en muchas batallas; pero no, Ud. no dejará burlada la ansia que tengo de estrechar en el suelo de Colombia al primer amigo de mi corazón y de mi patria."
La elección de las palabras por parte de Bolívar no fue casual: llamaba a Guayaquil "suelo de Colombia", lo que ofendía a San Martín y hacía que el encuentro fuese inútil antes de haberse realizado. 

Luego del "desencuentro" de Guayaquil y vuelto al Perú, San Martín le escribió a Simón Bolívar: 
"Los resultados de nuestra entrevista no han sido los que me prometía para la pronta terminación de la guerra; desgraciadamente yo estoy firmemente convencido, o que Ud. no ha creído sincero mi ofrecimiento de servir bajo sus órdenes con las fuerzas de mi mando, o que mi persona le es embarazosa. (...) En fin, general, mi partido está irrevocablemente tomado: para el 20 del mes entrante he convocado al Primer Congreso del Perú y al día siguiente de su instalación me embarcaré para Chile, convencido de que sólo mi presencia es el sólo obstáculo que le impide a Ud. venir al Perú con el ejército de su mando: para mí hubiera sido el colmo de la felicidad terminar la guerra de la independencia bajo las órdenes de un General a quien la América del Sud debe su libertad: el destino lo dispone de otro modo y es preciso conformarse. (...) Nada diré a Ud. sobre la reunión de Guayaquil a la República de Colombia; permítame Ud. General, le diga que creo que no era a nosotros a quienes pertenecía decidir este importante asunto: concluida la guerra los gobiernos respectivos lo hubieran tranzado, sin los inconvenientes que en el día pueden resultar a los intereses de los nuevos Estados de Sudamérica. He hablado a Ud. con franqueza, General, pero los sentimientos que exprime esta carta quedarán sepultados en el más profundo silencio; si se trasluciere, los enemigos de nuestra libertad podrían prevalerse para perjudicarla, y los intrigantes y ambiciosos, para soplar la discordia. "
De hoy en más (confía al final de su folleto Vicente Fidel López) será indispensable que los que hablen de la Conferencia de Guayaquil le llamen Conflicto. Sus deseos nunca se cumplieron. El libro fue publicado en 1884.

Nota de aclaración: El historiador Vicente Fidel López fue Gran Maestre de la Masonería Argentina e hijo del célebre Vicente López y Planes, Presidente Provisional de la República Argentina y autor de la letra del Himno Nacional.

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