Por Oscar Muñoz
ANGEL CLAVERO, es el Gran Maestre y máxima autoridad de la Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones, centenaria institución a las que pertenecieron varios presidentes argentinos y que aún hoy mantiene un velo de discreción sobre actividades, ritos y membresías.
El Gran Maestre de la Gran Logia propugna una apertura hacia la sociedad
Pocas instituciones perdurables a través del tiempo despiertan tanta sugestión y recelo como la Masonería. Presentes en la historia universal desde hace siglos, los masones han influido en la política de imperios y países, y desembarcaron en el Río de la Plata hacia fines del siglo XVII. Desde siempre, un discreto velo ha resguardado sus actividades, rituales y membresía, aunque no se trata de una sociedad clandestina en términos absolutos, sino iniciática. Paradójicamente a este accionar, cuentan con una sede céntrica (Tte. general Juan Domingo Perón 1242) en la que celebran reuniones reservadas y otras abiertas al público en general, las “tenidas blancas”. Como parte de una nueva política de apertura hacia la sociedad, el Gran Maestre Angel Jorge Clavero aceptó recibir a Buenos Aires Económico, para aportar algunas certezas, aunque no descorre por completo el velo.
–¿Qué es la Masonería?
–Es una institución esencialmente filosófica, filantrópica y progresista. Filosófica, porque orienta al hombre hacia la investigación racional; filantrópica, porque practica el altruismo, y es progresista porque enseña y practica la solidaridad y la libertad de conciencia. Quien ingresa en una logia busca elevarse moral y espiritualmente, desarrollarse a través de escuelas de conducta en principios éticos. Estamos en contra del concepto maquiavélico de que el fin justifica los medios.
–¿Cómo se traducen esos enunciados en términos prácticos?
–La Masonería no trabaja en términos institucionales sino a través de sus hombres, insertos en las instituciones. Propicia que sus hombres sean mejores en la vida cotidiana para aspirar a una mejor calidad de vida. Desde la época de la Colonia, hubo logias para cumplir con determinados objetivos, como instaurar una tierra de libertad en América, cuando Europa estaba hegemonizada por el absolutismo monárquico.
–¿Estamos hablando de la célebre Logia Lautaro a la que pertenecía San Martín?
–Sí, San Martín hacía pertenecer a los oficiales de su Estado Mayor (a ella) porque sabía de sus valores, y todo el movimiento emancipador tuvo el aporte de distintas logias operativas. Los miembros de la Primera Junta, excepto Miguel de Azcuénaga, pertenecían a alguna.
Hubo una figura previa, Julián Álvarez, injustamente ignorada, y de gran significación para la liberación americana, que venía trabajando con la logia “Independencia” desde fines del siglo XVIII.
–¿Cuál es la génesis de la Gran Logia actual?
–La Masonería Argentina, como se la conoce ahora, tuvo como partida de nacimiento la constitución de la Gran Logia, el 11 de diciembre de 1857. Esta constitución produjo un complicado trámite a raíz del virtual enfrentamiento entre Miguel Valencia (1799-1870), que provenía de una familia unitaria que había retornado del Brasil, luego de un extenso exilio, y José Roque Pérez (1815-1871), un federal que había sido funcionario diplomático durante el gobierno de Rosas.
–¿No se admiten mujeres por principios o por tradición?
–Tradicionalmente, como en el gremio de los albañiles, del que la Masonería conserva sus símbolos, era de hombres, las mujeres no tenían lugar establecido. Pero los tiempos van cambiando, y es una asignatura pendiente, aunque creo que tendrán que pasar algunos años todavía para que se altere esa situación. Pero sí existe una Logia de Mujeres Masónicas, con las que mantenemos buenas relaciones.
–¿Qué requisitos debe cumplir un aspirante a masón?
–Los únicos requisitos mínimos exigidos son ser hombre libre y de buenas costumbres, tener una edad mínima de 21 años, o de 18 si es hijo de masón. Poseer inteligencia y cultura necesaria para comprender y practicar las virtudes masónicas y contar con los medios para sufragar una cuota social fija. Algunos miembros, de acuerdo con sus ingresos, cumplen papeles benéficos y la Gran Logia, como tal, mantiene un hogar de día, en Máximo Paz (Partido de Cañuelas). No recibimos subsidios oficiales.
–¿Cuántos miembros tiene la Gran Logia de la Argentina?
–No tenemos un banco de datos preciso, pero calculamos entre 12 y 13 mil iniciados, de los cuales hay unos 4 mil miembros activos, en 130 logias, la mitad de las cuales funciona en Capital.
–¿Cómo se desempeñan los masones en espacios de poder?
–Trabajan y lo seguirán haciendo como lo ha hecho siempre. La Masonería prepara a sus hombres para cumplir con sus funciones lo mejor posible.
–¿Perón era masón?
–No tenemos el dato cierto de que haya sido masón. Pero en su primera etapa de gobierno hubo muchos masones, incluso su primer vice, Hortensio Quijano, y a través de las épocas, funcionarios a cargo de las Relaciones Exteriores, lo han sido.
–¿Cómo se vivió la dictadura dentro de la Masonería?
–Entornando las puertas. Se vivieron momentos difíciles, hubo que quemar archivos, porque todos estábamos bajo sospecha y la prohibición del derecho de reunión atentaba contra la posibilidad de desarrollar actividades.
–¿Cómo impactó el escándalo de la P2 en el ambiente masónico argentino?
–El Gran Oriente italiano (figura equiparable a la de Gran Maestre), lo había apartado de la orden, porque consideraba que no se estaban dedicando a la masonería ya en 1975, con la recomendación de que no fueran protegidos de ninguna manera. El escándalo surgió hacia principios de los ’80. Por otra parte, se presume que la P2 reunía a un millar de miembros, y eso es contrario al funcionamiento de cualquier logia. Con tal cantidad de miembros, es imposible trabajar.
–¿Cómo se ejerce el derecho de expulsión?
–A través de un tribunal de ética que maneja el expediente y expide la sanción en un juicio oral. Se juzgan conductas de acuerdo con los principios masónicos, por eso es más estricto que un ámbito judicial. El acusado tiene garantías y oportunidad de apelar.
–¿Por qué rige el secreto?
–Mantenemos una discreción para nuestros rituales, que no están a la luz pública, pero no somos una sociedad secreta o clandestina sino iniciática. Levantamos banderas de progresismo, lo que en muchas épocas no ha estado bien visto. La dictadura de Franco promulgó una ley en 1940, apenas atenuada en la década del 60, que nos hacía punibles de ser detenidos, e incluso fusilados. En democracia, la Masonería florece y en las dictaduras, debe resguardarse.
Fuente: EL ARGENTINO.com