Por Vicky Pelaez
Si el asunto no está claro, muchos menos lo está de que las mujeres participaban en los juegos. Sin embargo, nadie dudaría de ello si se revisara la participación de la mujer en todos los estamentos de la sociedad inca.
Cuando se habla de la leyenda de los cuatro Hermanos Ayar y la fundación del imperio de los Incas, encontramos que cada uno de ellos: Ayar Manco con su esposa Mama Ocllo; Ayar Cachi, con Mama Cora; Ayar Uchu y Mama Rahua y por último, Ayar Auca con su mujer, Mama Huaco, formaban una dupla indivisible.
Las crónicas hablan de estas mujeres guerreras, hábiles estrategas, y de una fuerza hercúlea.
La descripción de Mama Huaco es fascinante. Dicen que ella vestía de cueros y metal, que en la cintura, mezclada con sus armas llevaba una honda con la cual, al lanzar una piedra al punto exacto y con la fuerza suficiente, producía aluviones.
La importancia del rol de la mujer en el imperio fue determinante, y aún se puede comprobar esto en las comunidades campesinas donde ella es la que decide todos los factores económicos, pero va más allá al compartir las duras faenas con su compañero.
Por eso, no es extraño que desde hace más de tres décadas haya despertado en ellas ese afán por el juego del balompié. Así, se las puede ver desde la zona del altiplano en Puno al sur del Perú, o en los valles del Cusco, donde protagonizan interesantes partidos que harían temblar de envidia a las ligas femeninas de fútbol soccer de Estados Unidos, potencia mundial en el fútbol femenino.
“Chalacas”, “cabezazos”, “pasaditas”, saques de puerta de arco a arco con pie descalzo, cosa de cada partido. Ni hablar de la velocidad que despliegan las “sipas” (jóvenes solteras) aunque últimamente se han sumado, mujeres de más edad.
Hace unos diez años, quien esto escribe, las vio jugar en la comunidad de Churubamba a unos kilómetros de la ciudad del Cusco situada a unos 3,800 metros sobre el nivel del mar, es decir casi entre las nubes. Aquella vez la Cervecería del Cusco, les había regalado camisetas, pero no tenían los zapatos para fútbol (chusos en Perú, guayos en Colombia), pero para ellas eso no era ningún problema. Calzaban sus “ojotas” (sandalias) y había que ver cada patadón que daban. Pero el “juego bonito” también estaba presente porque, no sé de dónde ni quien les habría enseñado, lo cierto es que eran comunes los “túneles” y las “bailaditas”.
Me preocupaba mucho cuando realizaban “controles de pecho”, pero luego me enteré que se fajaban para evitar los golpes. Igualmente cuando una se tiró al suelo y al puro estilo Pelé se hizo una chalaca hacia gol, pero se le “vio el alma”, porque jugaban con polleras. A ellas ese ridículo pudor ni las incomodaba, lo importante era jugar y ganar.
Fuente: NOTICIA en la web