H.•. Virgilio Alberto Salinas Rodríguez
Gran Oriente del Perú
Los masones somos admitidos si anhelamos ser honorables, si anhelamos ser hombres libres y de buenas costumbres, pero este alto espíritu no siempre se acompaña de concurrencia a las tenidas porque tienen mucho de su tiempo comprometido con el trabajo, lo que es acompañado por la benevolencia de sus hermanos mayores. Benevolencia que, a su vez, es observada por otros hermanos porque postulan que dicho comportamiento benevolente puede perjudicar a la formación masónica tanto del iniciado cuanto del mismo colectivo masónico. Este comportamiento benevolente y dedicado a compromisos no masónicos puede originar que la vida masónica sea reducida a considerarse masón por el hecho de haber sido iniciado y detenerse o negarse a cualquier otro proceso de transformación. Reduccionismo conceptual que otros hermanos consideran que solo debe ser ampliado por la inclusión de la simple militancia o del debido ascenso en su carrera masónica.
Los buenos hermanos menores así como los benevolentes hermanos mayores pueden estar olvidando que la grandeza de la Masonería radica en sus obreros. Conocer diversos aspectos de la vida masónica no garantiza el ímpetu para alcanzar los principios que permitan el bienestar de la humanidad futura. La falta de integración al cuerpo mental masónico y a los planos espirituales por privilegio de aspectos de seguridad material y benevolencia implementados pueden rompe la verdadera cadena de unión, y con ello, postergar la verdadera emancipación y elevación espiritual. Lo que permite conservar aquellas fuerzas profanas que actúan en nosotros, muchas de las cuales son fuerzas trasmitidas por los poderosos medio de comunicaciones implementadas en el colectivo profano, y que sin embargo, simbólicamente dejamos fuera cuando nos iniciamos sin valores ni metales.
La asistencia a las tenidas implica ejercitar la libre reflexión y meditación, evaluar los principios que sostienen nuestros pensamientos temporales, ejercitar los principios que rigen el pensamiento, evaluar los principios que se implementan en el mundo profano. Es decir, formarse en la fragua de la logia abierta permite aprender a manejar las herramientas de la vida masónica para construir un mejor mundo para vivir.
La Orden Masónica al ser una escuela iniciática busca la mejora a través de procesos previstos, al margen del azar, por medio de la disciplina y el orden y no solo por la simple admisión. La Orden Masónica esta organizada para tal fin, la misma que ha surgido de la razón y el análisis. Como sistema moral se ha creado para su convivencia y no sólo su lectura. Los iniciados constituimos el único instrumento móvil de la orden masónica. Los hermanos mayores, al adquirir mayor grado de libertad, adquieren mayor responsabilidad lo que implica que sus reflexiones deben tener mayores alcances, deben medir mejor las consecuencias porque ha accedido a principios más universales y no porque tienen mayor tiempo en los registros de la logia.
Las nuevas benevolencias y licencias que reinan al interior de las logias pueden ser manifestaciones de nuevos principios que ya están valorados dentro de la Orden Masónica y por ello deben ser analizados.
En este sentido, se acepta que en el mundo profano y tal vez dentro de la Orden Masónica, estamos ingresando a una nueva etapa histórica denominada posmodernidad. Punto de vista que comparten filósofos, historiadores, publicistas, autoridades y poderes fácticos en su intento de definir la realidad. En este sentido, la posmodernidad puede tener aportaciones novedosas pero, sobre todo, hay que establecer su influencia en la propia realidad masónica.
Muchos pueden decir que esta actitud ante la realidad y ante la historia es bastante común y superflua. De hecho puede observarse, aunque con un nombre distinto, que esta actitud ante los grandes relatos que se trasmiten por los medios de comunicación impregna tanto el lenguaje cotidiano como los presupuestos no racionales, no razonados.
Por ejemplo, se hace manifiesta la diferencia entre pluralidad y mundialización; entre la sociedad plural y del valor que se da a lo diferente a la vez que la mundialización de la homogenización. Es decir, los mensajes que se inoculan en la sociedad por el mismo canal y a la vez hablan de valorar lo variado en la sociedad y al mismo tiempo buscan garantizar la homogeneidad de los individuos, lo que implica que se ahogue todo intento de que esa pluralidad se haga realidad más allá de lo meramente estético.
Esta coexistencia de principios presentada por los constructores del pensamiento posmoderno plantea establecer si el concepto de posmodernidad sanciona filosóficamente los hechos que reclaman explicación o es la posmodernidad la que ha dado pie a los fenómenos posmodernos.
El análisis de la sociedad y sobre todo del saber posmoderno nos permite establecer que no explican los hechos sociales ni están al servicio de ellos, tampoco se puede considerar que esta teoría filosófica tenga tanta influencia en la sociedad como para provocar una reacción tal. Lo que nos puede conducir a pensar que se esta interpretando los signos que sostienen la historia. En cuyo caso se esta captando la dirección de las transformaciones del saber y proporciona una explicación de ellas.
Visto así el término posmoderno produce una sensación de engaño, de vacío. Un vacío que no es ni la pérdida de sentido ni la reconstrucción del sujeto, porque detrás de este término habría muy pocas cosas. Esto es, la descripción de lo que sucede puede ser correcta pero el sentido que se establece puede ser falso.
Para muchos la posmodernidad se inicia luego de la Segunda Guerra Mundial, del capitalismo tardío, del comienzo de la época posindustrial, es decir, luego de keynesismo, donde los estados ejercían control sobre el mercado a fin de garantizar el estado de bienestar. La diferencia más importante del capitalismo tardío es que el saber, y en especial el conocimiento científico no solo es mercantilizado, sino se convierte en la principal fuerza productiva en sustitución de la materia prima y la mano de obra. Esta nueva forma de producción capitalista afecta a la propia estructura del saber, que va a convertirse en un producto, en una mercancía más. La consecuencia de esta mercantilización de todo sería la causa de las nuevas benevolencias y preponderancias laborales dentro de las logias. Sin embargo, hay que reconocer que la producción y el consumo, la búsqueda de mercados potenciales y de materias primas sigue siendo importante para el desarrollo de las sociedades lo que parece estar en contra de esta descripción posmoderna.
Desde la perspectiva política la posmodernidad representaría la caída de la teoría de la sociedad como un conjunto. Es decir, ya no hay un sentido univoco que dé cohesión a las relaciones sociales, lo que implica que los seres humanos ya no consideran su actividad englobada en un todo, sea esto una sociedad, una nación o la misma humanidad. Esto puede manifestarse en los masones por considerarse masones por el simple hecho de ser regulares activos, más no por principios universales como la fraternidad universal. Lo que implica que la actividad realizada ya no tiene objetivo más allá de sí misma. Esto implica la transformación en el modo de concebir la historia y el saber. La concepción de la historia ya no sería lineal, esto es, ya no hay un principio y un fin determinados. Lo que implica que la justificación que permitía presentar a la historia como lo trascendente también deja de serlo. Esto sería así por que todos los metarrelatos pierden legitimidad y con ello la misma historia deja de ser una narración. Lo que incluiría a la misma historia masónica. Es decir, el saber moderno ya no tiene legitimidad en las sociedades posmodernas.
A lo largo de la historia de la historia ha habido tres tipos de relatos legitimizantes: el mito, la religión y la filosofía. La filosofía es propia de la modernidad. En la modernidad se puede hablar de tres grandes relatos:
El hegeliano que concebía a la historia como el auto despliegue del Espíritu. Esto es, todo lo que sucede en la historia, incluido el sufrimiento, esta justificado en tanto que contribuye al progreso del Espíritu hacia la máxima libertad y auto-conciencia. El saber y la sociedad están legitimados en función del Espíritu.El segundo gran relato es el relato emancipador. La nación, el pueblo y su camino hacia la libertad es lo que legitima a las instituciones y al saber, que le proporcionan los instrumentos para que, por medio de la deliberación, llegue hasta ella. Concepción que fue difundida por las logias masónicas especulativas.El pragmatismo que entiende que la sociedad es un sistema unitario y autorregulado. Toda acción realizada en el marco del sistema sólo puede contribuir a su desarrollo o a su decadencia. Entendiéndose que el desarrollo implica la mejora de las condiciones de vida de los miembros de la sociedad. Sin embargo, con el establecimiento de la tecnocracia la optimización del sistema es privilegiada sobre el desarrollo de los miembros de la sociedad. Esto puede ser el origen tanto de la benevolencia como del privilegio por el trabajo en las sociedades posmodernas.
A nivel cultural, la perdida de sentido, esto es, el nihilismo no es un fenómeno nuevo. Como lo expresó el mismo Nietzsche el hombre moderno al matar a Dios eliminó la posibilidad de fundamentar metafísicamente el conocimiento. La tendencia del hombre a la verdad que presuponía la tradición platónico-cristiana occidental se manifiesta en la exigencia de verdad de la ciencia moderna. Pero cuando la exigencia de verdad se lleva hasta sus últimas consecuencias y se busca la verificación de esa tendencia a la verdad, de la supuesta existencia de la verdad se comprueba que se apoya en un mundo trascendente que ya ha sido desacreditado por la crítica hecha a la religión por el modernismo. Esto tiene como consecuencia la aceptación de que la ciencia no puede aspirar a la verdad y no es única, tampoco puede legitimarse ante la sociedad, el Espíritu o el pueblo por ese camino. Por esto, cada ciencia va a tener que legitimarse por sí misma no por relación a un relato único, ni siquiera con respecto a un discurso propio, sino que se justificará ante la sociedad en virtud de sus efectos, de sus beneficios, es decir, de su aspecto técnico.
Pero aquí podemos discutir a quién beneficia o perjudica la legitimación del saber. Las ciencias se han subordinado a la técnica. La técnica ha sido encumbrada, por la eficacia, por la optimización del sistema. La perfección del hombre es reemplazada por la optimización del sistema. Y esta optimización se mide en términos económicos y no espirituales. Esto implica que con esta reconfiguración del saber, el metarrelato emancipador ha sido perjudicado, ha perdido consistencia, ha caído en desgracia. Sin embargo, el uso del concepto de progreso evolutivo ha sido conservado para la retórica del sistema, es más, se lo invoca como el nuevo metarrelato.
El descrédito por lo emancipador proviene de los medios de control que han impulsado el disfrute individual. Esto beneficia la consideración de que la realidad es unidimensional, permitiendo legitimar la optimización del sistema. Es decir, se benefician las clases que tienen el control del sistema.
La técnica al producir efectos se legitima y con ello legitima a la ciencia, que sin embargo, es su fuente de desarrollo. La técnica sólo busca optimizar sus operaciones, tratando de mejorar la relación entre medios y fines, esto es, tratando de lograr los fines al menor costo. Pero aquí surgen dos interrogantes. Quién fija los fines de la técnica y a quién beneficia sus efectos. Los constructores de la teoría de la posmodernidad dicen que es el sistema quien fija los fines y la optimización de sus medios la beneficia. Sin embargo, esta concepción tan mecánica identifica que el ser humano deja de ser fin y se convierte en medio. Dicho de otra manera, se soslaya que una clase social que decide se beneficia conscientemente de la dinámica del sistema. De este modo, se justifica optimizaciones brutales. De este modo se privilegio lo económico.
Históricamente podríamos concluir que la posmodernidad es la culminación de los ideales modernos. En realidad seria el desarrollo que se ha dado a una sola idea, la idea moderna de dominio de la naturaleza, que se ha impuesto en todos los terrenos, en lo económico en forma de capitalismo, en lo social en forma de sistema autorregulado y en lo cultural en forma de individualismo. Pero ni el individuo llega a ser autónoma ni la sociedad como sujeto logra emanciparse, ya no de la naturaleza, sino de sí misma.
La concepción moderna de un sujeto estable convertía todo conocimiento en objetivación. Pero cuando ese conocimiento se vuelve sobre el propio sujeto o sobre los sujetos, se favorece su cosificación, el tratamiento del hombre para con el hombre como un objeto. Este sujeto moderno pierde su consistencia en el postmodernismo por tres críticas fundamentales:
Primero, Freud no considera autónomo al yo, debido a que se halla sometido tanto al súper yo como al ello. El súper yo representa las exigencias morales, que no son sino exigencias interiorizadas por el sujeto mientras que el ello representa los instintos que piden satisfacciones que han de ser suprimidas para la vida en sociedad. La represión del ello acrecienta el poder del súper yo sobre el individuo y cuyas exigencias son, muchas veces, imposibles de cumplir, generando en el individuo infelicidad y, en casos extremos, patologías psicológicas. Con esta idea, la posmodernidad pretende mostrar la fuerte dependencia del sujeto con respecto a lo social y a su constitución biológica, rechazando la idea de una esencia libre y autónoma como constitutiva del mismo.Segundo, la teoría crítica señala el hecho de que el dominio de la naturaleza no nos ha llevado a la emancipación, sino a la explotación del hombre por el hombre, esto es, a la cosificación. La formación del sujeto, tanto individual como colectivamente, ha pasado por un sometimiento a leyes y no al despliegue ni del sujeto ni de sus potencialidades, debido a la necesidad de estandarización que la industria capitalista considera menester para la homogenización tanto de la producción cuanto del consumo y, por tanto, del sujeto. Con ello, los constructores del postmodernismo establecen que el sujeto no es ni libre ni autónomo y por lo tanto, no puede ser fundamento de una concepción de la realidad.El sujeto posmoderno es fundamentalmente una nada, un vacío, por lo que su filosofía se va a orientar a hacer presentable un hecho no positivo sino negativo. Esto permite afirma que no hay una esencia positiva del sujeto, el sujeto no es algo fijo e interno que se va manifestando externamente, sino que es pura acción, pura decisión, y, sobre todo, pura creación. El sujeto sólo existe en tanto que decide. Por ello, porque es puro devenir, el sujeto es inexpresable por un concepto. Así, el sujeto se convierte en una ficción útil, esto es, es una narración que hacemos de nuestra vida y sólo es real en tanto que es una narración. Con ello, al sujeto no puede concedérsele poderes que no tiene, ni hacer de él una entidad independiente e incluso trascendente. Lo que es contrario a la propuesta dado por la orden masónica.Tercero, para hacer presentable a ese sujeto posmoderno diluido se emplea la teoría de la presentación kantiana. La presentación del sujeto, que es vacío, a de ser simbólica, análogamente a como la facultad de juzgar kantiana hace sensible al noúmeno, que no es sensible de por si.La humanidad como sujeto orientado hacia la emancipación ha perdido consistencia. Ello implica que no se puede creer en la necesidad de la emancipación. Lo que también resulta contrario a la propuesta masónica. La única manera de conocer la dirección de la historia es por medio de signos, como decía Kant. También decía Kant que, si bien la historia no caminaba hacia lo mejor, la acumulación de signos que simbolizan esa tendencia genera en los hombres entusiasmo que vuelve a influir en la propia historia. Con la diferencia de que la posmodernidad no ha generado entusiasmo, porque lo que se ha producido no ha sido un avance en dirección a la libertad, sino la disolución de la idea ilustrada de la emancipación y que fuera encarnada en los estados democráticos, que, cada vez más, ven reducir su poder a favor de entidades supranacionales no democráticas como son las empresas transnacionales.
Para aceptar esta conclusión se tiene que aceptar dos presupuestos:
Primero, considerar desrealizable la idea de sujeto como consecuencia de las ideas modernas, y que por el contrario han culminado en la posmodernidad, sin tener en cuenta el fuerte componente emancipador que anido en la modernidad. Esto mismo señalan Adorno y Horkheimer al criticar a la Ilustración, destacando la unidimensionalidad y la miseria espiritual y material impuesta por el capitalismo tardío que no eran sino la imposición de una de las fuerzas que actuaba en la Ilustración.Segundo, considerar irreversibles tales fenómenos. Si la modernidad generó la disolución del sujeto individual y colectivo ¿por qué no luchar contra la causa de esa degeneración? Además, la desrealización del sujeto moderno implica la realización previa de esa entidad, de ese yo libre y autónomo. Pero esa realización sólo se ha dado en las mentes de los pensadores modernos y no en la humanidad, que no ha logrado su emancipación, por lo que, ciertamente, hay poco que desrealizar, hay poco que deslegitimar, porque el desarrollo real de los ideales de la Ilustración no han sido tan grandes.
Los constructores del postmodernismo al analizar el saber en las sociedades posmodernas, explican la pragmática del saber científico para mostrar cómo el concepto tecnocrático del sistema estabilizado y autorregulado no es científico sino más bien cínico e intencionalmente engañoso. Esto es así porque el sistema necesitaría considerarse así mismo como estable para poder controlar la optimización progresiva, para poder predecir los efectos finales, para poder predecir los productos conociendo sólo los insumos y las condiciones iniciales del sistema. Para los constructores del postmodernismo, la ciencia posmoderna no se legitima por la estabilidad del sistema, ni del científico ni del social, sino por el hecho de dar nacimiento a nuevas ideas. Cada enunciado de la ciencia busca precisamente lo anormal, lo nuevo, lo extraño, lo que no encaja y fomenta, por tanto, la revisión constante de lo aceptado. Así, podríamos decir que el funcionamiento de la ciencia se apoya en un consenso constantemente revisable entre los científicos.
Sin embargo, estos intereses de la ciencia posmoderna chocan a menudo con la búsqueda de la optimización del sistema por medio de la técnica, y el criterio de poder se introduce en las instituciones científicas merced a su dependencia económica de los estados o las empresas.
De otro lado, esta concepción cambiante de la ciencia posmoderna, beneficiaría a la regulación del sistema sin que sea necesario recurrir a la imposición de criterios ajenos a ella, como el poder. Ayuda a la autorregulación del sistema en tanto que su falta de previsibilidad da lugar a nuevas jugadas imprevistas dentro de la pragmática de los saberes, de las que se nutre la perfectibilidad exigida por el sistema.
Pese a contarse con este modelo alternativo al sistema, que cuenta con un funcionamiento basado en el consenso local, no parece que se aplica la misma al conjunto de la sociedad. Esto es así porque la pragmática social contiene una enorme variedad de lenguajes inconmensurables entre sí que impiden la definición de prescripciones comunes a todos ellos.
Por ello, es rechazable la idea del consenso argumentativo planteado por Habermas y se plantea, en polaridad al consenso, el disenso, el reconocimiento de la diferencia como camino hacia la justicia. Se desconfía de la idea del consenso por varios motivos. De un lado, es apreciable la tendencia del sistema a homogenizar los espíritus y las opiniones, y hasta, el consumo en términos económicos; pero también la facilidad con que logra ese propósito. Por lo tanto, el consenso entendido como coincidencia de opiniones no es nada que escape a la autorregulación del sistema.
De otro lado, el consenso de Habermas se sostendría en la idea emancipadora y la legitimidad del saber mediante la argumentación, presupuestos que serían incorrectos desde el momento en el que se asume que la legitimidad en las sociedades posmodernas no lo da la argumentación sino el poder.
En todo caso, los constructores del postmodernismo, emplean la propuesta del consenso argumentativo de Habermas para plantear un enemigo a la medida, y con ello, legitimar el disenso posmoderno. En todo caso, el sistema impone falsos consensos y legitima el saber mediante el poder. Esto implica que el sistema no es argumentativo, lo que implica que el consenso argumentativo es insuficiente. Implica que es preciso contener las fuentes de imposición dada por el sistema para garantizar la argumentación racional.
Los mismos constructores del disenso posmoderno se quedarían si proyección, porque ¿acaso no se cierto que el disenso se ahoga ante el consenso impuesto por el sistema?
El consenso provisional es precisamente la única garantía de supervivencia de la pluralidad, en la medida en que presenta batalla a la estandarización. Y, en tanto que es argumentativa y racional, no supone la renuncia a la diferencia, sino tan sólo un aplazamiento.
Es más, la idea de consenso argumentativo es un enunciado que no dice que el consenso de facto se legitima por la argumentación, pues hay fuerzas poderosas que actúan sobre los seres humanos y les condicionan, por el contrario señala que el consenso debe legitimarse por la argumentación racional.
Los constructores del postmodernismo señalan que la transformación del saber sería el acontecimiento que marca la diferencia con el modernismo.
El saber era considerado en el modernismo como un instrumento al servicio de la emancipación del hombre y de la sociedad, servía como formación del individuo autónomo. La extensión de la idiosincrasia capitalista hasta el saber y sus medios de difusión van a hacer de éste una de las principales fuerzas de producción. Esto lleva aparejado el hecho de que el saber se convierta principalmente en comunicativo, en tanto que es un producto, primará su valor de cambio sobre su valor de uso, es decir, lo importante será el intercambio de informaciones y no su utilidad para el individuo, la sociedad o el poder político.
Asimismo, el canal de transmisión condiciona la nueva estructura del saber: todo saber que no pueda ser cosificado o cuantificado en los medios informáticos será dejado de lado con lo que dejará de existir.
En este aspecto, los estados y el poder político, son y serán acosados como generadores de disturbio a la libre comunicación, tal como las transnacionales son atacadas como elemento que impide el libre intercambio de mercancías.
Todos estos cambios afectan la legitimación de la sociedad en su conjunto y del propio saber.
El postmodernismo distingue varios tipos de saber, entre ellos el narrativo y el científico. El saber narrativo toma la forma de relatos, lo que permitió que las concepciones de la historia sobre la modernidad legitimaran a la sociedad. Los dos grandes relatos de la modernidad han sido el emancipador, que legitimaba el saber en la medida en que contribuía a la emancipación del pueblo, y el hegeliano, en el que era la creencia en el despliegue del Espíritu lo que justificaba el saber. En este caso el saber se legitimaba a si mismo, ya que es él quien define lo que es la sociedad, el estado, el pueblo, etc.
Los grandes relatos han perdido su autoridad como legitimadores del saber, debido, en parte, al nihilismo inherente al saber desde el siglo XIX.
La exigencia de verdad del saber científico es, llevada hasta sus últimas consecuencias, la que provoca el derrumbamiento de la jerarquía de los saberes. En un principio, es el saber narrativo el que, por medio de un metarrelato, da cuenta de la realidad y legitima la validez del conocimiento científico. La ciencia tiene conocimiento verdadero porque se apoya en un argumento metafísico, la existencia de la verdad y la validez de la prueba, es decir, en la certeza de que un mismo referente no puede proporcionar dos pruebas contradictorias. Pero admitir esto requiere admitir el metarrelato en el que se incluye esa metafísica. Pero cuando se exigen pruebas de validez de la propia prueba, es decir, cuando se exige demostrar que la demostración es verdadera sin acudir a argumentos metafísicos, que la ciencia no considera válidos, todo el sistema se desmorona.
La pluralidad de las ciencias, antes cohesionadas por un solo relato, no pueden ya legitimarse ante la sociedad más que por su efectividad, por la optimización de sus medios con respecto a sus fines.
Esto provoca, la ascensión del estatus de la técnica, que es la que garantiza la validez de la prueba, la verdad de la teoría científica. Pero en tanto que la aplicación de la técnica consume recursos económicos, se produce una relación nueva entre sistema económico, perfeccionamiento y verdad: quien posee recursos económicos no solamente tiene acceso privilegiado a la verdad en sí, sino también a la posibilidad de determinar qué es verdad y qué no lo es. Lo que no es parte de la razón moderna.
Este cuadro presentado por los constructores del postmodernismo no se aleja demasiado de la realidad, y tal vez por eso es poco halagüeño. No puede ocultar, de otro lado, que las actitudes que propone ante el avance a toda máquina de la homogenización, la miseria espiritual, la perdida de libertades y la legitimación por el mero poder, lo que resulta poco consolador para algunos masones iniciados. Otros masones podrán considerar esta posición como sentimiento nostálgico, pero la perdida de sentido y de objetivos trascendentes, dentro y fuera de la orden masónica, no es casual, sino intencionada, humana en parte y, por ello mismo, reversible.
La trascendencia implicaría abandonarse al poder del sistema sin ninguna entidad mediadora que permita la crítica y con ello el disenso. Claro que salvar la diferencia fomentándola no es lo mismo que defenderla mediante un consenso provisional, que no sea, desde luego, un fin en sí mismo. De este modo, la misma posmodernidad sería un enunciado preformativo, lo que debe ser materia de trabajo masónico en logia abierta.